Descolonizando el territorio
Resulta crucial que las voces mapuches circulen lo más ampliamente posible para romper, tanto los silencios impuestos, como la imagen de que su tierra es un erial salvaje, libre de conflictos
“Luchamos por la dignidad de nuestro pueblo, para recuperar nuestros territorios y poner fin a la continua destrucción de la tierra”.
Isabel Huala, Pu Lof en Resistencia Departamento Cushamen
Durante las primeras horas del martes 10 de enero de 2017, más de 200 policías federales y provinciales allanaron brutalmente la comunidad rural Pu Lof en Resistencia Departamento Cushamen. Junto a ellos, llegaron a este lof (comunidad) de una veintena de mapuches – que es el pueblo originario más grande en Argentina— drones, cañones de agua, helicópteros, caballos, balas, camiones y autobuses. En la provincia de Chubut, donde está el lof, los mapuches viven, junto con los tehuelches, en más de un centenar de comunidades, en su mayoría rurales.
Ese 10 de enero, la policía utilizó gases lacrimógenos, golpeó y abusó de una docena de residentes, sin discriminar entre hombres, mujeres y niños. Sus casas fueron destruidas, sus caballos confiscados, y tres personas fueron detenidas. Ese mismo día, la policía persiguió, disparó y detuvo a otras siete personas que habían venido a ayudar a la comunidad. Durante su detención, fueron golpeados y torturados. La policía dijo que había actuado en legítima defensa, alegando haber encontrado cócteles Molotov en posesión de los detenidos. En la preparación para la incursión, crearon una zona de exclusión de 4 kilómetros alrededor del lof, para impedir que nadie entrase en la comunidad para ayudarlos, o que saliese para correr la voz de la represión que iba a tener lugar.
Dos fueron los pretextos para la incursión - ordenada por los gobiernos federal y provincial: primero, liberar el acceso a las vías del tren de vía estrecha La Trochita, en gran parte en desuso, que atraviesa las tierras de la comunidad; y segundo, perseguir a individuos por presuntos robos de ganado.
El abogado de los siete que fueron detenidos y torturados, Edgardo Manosalva, dice que era "materialmente imposible" que hubiesen robado 360 cabezas de ganado, puesto que para ello se necesitan recursos como caballos y perros, que la comunidad simplemente no tiene. Las acusaciones del Estado no reflejan las verdaderas cuestiones que están en juego, como lo demuestran el uso desproporcionado de la fuerza y los casos falsos que se presentan contra miembros de la comunidad y sus aliados.
En realidad, este conflicto pone al descubierto una lucha fundamental que define a la Argentina - y de hecho a toda América, como pone tan poderosamente en evidencia el campamento de defensores del agua de Standing Rock, en Dakota del Norte, que sigue firme, a pesar de una represión constante. Es la lucha contra la colonización permanente de las tierras indígenas, y contra el intento de destruir la autodeterminación de los pueblos originarios. Es una lucha vieja y persistente que, a oleadas, se vuelve feroz y sangrienta. Pero muchos de los que están involucrados, o de los que observan la actual escalada de la violencia en Chubut, llegan a la conclusión de que, esta vez, “entraron a matar”.
Al día siguiente a la incursión, alrededor de las ocho de la tarde, aprovechando que muchos miembros de la comunidad (y de aquellos que se solidarizan con ellos) estaban en la ciudad de Esquel exigiendo la liberación de los detenidos, la policía provincial lanzó un segundo ataque, esta vez sin siquiera pretender cobertura legal. Disparando munición real y balas de goma, hirieron a diez personas, dos de ellas de gravedad. Se lo robaron todo, informaron los miembros de la comunidad: “hasta nuestros cigarrillos”, dijo uno de ellos. Una vez más, afirmaron haber sido atacados. Como resultado de este asalto, dos personas fueron hospitalizadas; Emilio Jones, al que dispararon a quemarropa una bala de goma en el cuello, y que necesita una cirugía de reconstrucción de la mandíbula; y Fausto Jones Huala, que sufrió una hemorragia cerebral, entre otras lesiones. Las familias han tenido que recaudar fondos para pagar la operación de Emilio. Todos los detenidos fueron puestos en libertad, pero continúan los procedimientos legales contra ellos.
“Los mapuches seguimos formando una gran mayoría de gente sin tierra. Nuestra única opción es convertirnos en campesinos, en empleados domésticos o en obreros, es decir, mano de obra barata, explotada por la oligarquía nacional y por las empresas transnacionales”. Declaración de la Pu Lof en Resistencia Departamento Cushamen, Marzo de 2015.
En 2015, la lof Cushamen, formada por varias familias, decidió “recuperar”— como dicen ellos— algunas de sus tierras ancestrales, con el fin de construir ahí una comunidad. La recuperación fue parte de un proceso político, económico y espiritual de reconstrucción de la nación mapuche. Al mismo tiempo, como expusieron en su primera declaración pública, la acción vino motivada por el rechazo frente su situación económica, como miembros de una “mayoría sin tierra”, explotada por el capital local o transnacional. Pero una filial de la multinacional italiana Benetton reclama la titularidad legal de la parcela en que se establecieron, a orillas del Río Chubut, donde nace la inmensa estepa patagónica.
Con cerca de 900.000 hectáreas, la Compañía de Tierras Sud Argentino S.A., perteneciente a Bennetton, es el mayor propietario privado de Argentina; además de la cría de ovejas, tiene concesiones mineras y plantaciones de pinos. Benetton compró la Compañía en 1991, durante el proceso de venta masiva de la riqueza del país a empresas nacionales y, especialmente a firmas transnacionales, que tuvo lugar a principios de los años 90. Al igual que ocurre con otras empresas de la región, el poderío de Benetton no es meramente económico, sino que está estrechamente ligado con el poder político y judicial. Gladys Carla Rossi, por ejemplo, esposa de José Luis Colabelli (el juez provincial que ha ordenado el desalojo de muchas comunidades mapuche), trabaja para el consulado italiano local; y el gobernador de Chubut, Mario Das Neves está siendo investigado por aceptar sobornos de la empresa petrolera Pan American Energy.
Las inmensas propiedades que ahora posee Benetton fueron creadas originalmente como regalías para los inversores británicos que financiaron la "Conquista del Desierto" en la década de 1880, y que tuvo un carácter genocida. En ese momento, Argentina era un país de tamaño mucho más modesto, y las Pampas y la Patagonia seguían siendo territorio indígena soberano. Los mapuche y los tehuelche habían rechazado con éxito los intentos de invasión, primero por parte de España y luego por parte de Argentina y Chile. El objetivo declarado de la campaña militar era “exterminar” a los pueblos indígenas del sur y apoderarse de sus tierras. Después de la invasión, los propietarios británicos de la Compañía ampliaron constantemente sus posesiones, invadiendo la vecina Colonia Cushamen, una colonia indígena que había sido establecida por el Estado. Así, los sobrevivientes de la conquista fueron empujados permanentemente hacia tierras cada vez más marginales y, cuando éstas se convirtieron en nuevas fuentes de beneficios (por ejemplo, mediante la expansión de la minería), fueron nuevamente perseguidos, echados de sus tierras y empujados a las franjas más pobres de las ciudades.
Hoy en día, ocupan los puestos más precarios, soportando la injusticia cotidiana de una pobreza racializada. Argentina proyecta la fantasía de ser un país blanco y europeo. Una maquinaria compleja y contradictoria sigue aspirando, a través de la educación, la historia nacional, los medios de comunicación y la política, a hacer realidad esa fantasía. La negación del país de su realidad indígena es particularmente eficaz en el exterior: Buenos Aires se vende a sí misma como la “París del Sur”. Los mapuches que permanecen en su tierra son frecuentemente denunciados como falsos y extranjeros que, a diferencia de los colonos blancos o las corporaciones multinacionales, carecen de derechos legítimos sobre las tierras.
En una reciente entrevista, Diego Campal, de la Agencia de Relaciones Públicas Jeffrey Group, que representa a Benetton, declaró que: “los mapuche llegaron a las tierras donde están ocurriendo estos acontecimientos (el conflicto Cushamen), en lo que es Argentina hoy, prácticamente al mismo tiempo que el hombre argentino”. Además, en la zona de Cushamen, Benetton financia el Museo Leleque, que promueve la ficción ventajista de que los mapuches, como invasores chilenos recientes, son responsables de la práctica “extinción” de los verdaderos pueblos indígenas de la zona: los dóciles y, en sus palabras “ingenuos” tehuelches. La intensidad de aquellas energías aniquiladoras es tal que hoy, a 130 años después de la invasión, ya muy pocos hablan el idioma, y muchos, por vergüenza y para evitar la discriminación, no se identifican públicamente como mapuches o tehuelches.
Sin embargo, contrarrestando estas presiones para hacerlos desaparecer, los mapuches resisten, a ambos lados de los Andes. Durante los años 90 y los 2000, un movimiento de alcance provincial, la Organización de Comunidades Mapuche-Tehuelche 11 de Octubre, reunió a mapuches y a mapuches-tehuelches, urbanos y rurales, en muchas luchas exitosas. Hoy, muchos de los lof de Chubut están en conflicto. Estas comunidades mapuches y tehuelches, rurales en su mayoría, se enfrentan a una variedad de proyectos estatales y privados, que ambicionan apoderarse de la tierra que les queda. Por ejemplo, en el Cerro León, cerca de Cushamen, hay comunidades que luchan contra el proyecto de construir un centro de esquí en lo que son sus pastos de verano. Los medios de comunicación los denuncian, tildándolos de extranjeros que arruinan la única oportunidad que el lugar tiene para desarrollarse y progresar, aunque sea a través de un deporte de lujo, ambientalmente muy devastador. Tampoco es la primera vez que desafían a Benetton. A principios de la década de 2000, Benetton puso en marcha su poderosa máquina legal, política y de relaciones públicas en contra de la lof de Santa Rosa Leleque, alrededor de la cual se había organizado una campaña internacional. Tras más de 10 años de lucha de la lof, y de denuncias judiciales patrocinadas por Benetton, finalmente en 2014 esa comunidad vio reconocido su título de propiedad por parte del Estado.
La lof Cushamen prolonga la historia de esa lucha. Declara que elige resistir a través de la acción directa, diciendo que “la única manera de detener el ‘asesinato planificado’ (a través del ‘ecocidio’ y del etnocidio) por el Estado y el poder económico es a través del control efectivo de la tierra por parte de nuestras comunidades en lucha”. La lof se sitúa en el corazón de un renovado movimiento de coordinación y cooperación entre las comunidades indígenas de la región. Y, desde su creación, ha sufrido la intimidación, la represión y los repetidos ataques en los medios de comunicación. Las recientes allanamientos no son las primeras, y es poco probable que sean las últimas. Durante el año 2016, la provincia, reforzada gracias al nuevo gobierno federal de Mauricio Macri, montó contra la comunidad y sus partidarios una campaña cada vez más ensordecedora. En lugar de negociar las demandas de la lof, el gobierno rompió con las negociaciones y ha puesto en marcha numerosas acciones que incluyen espionaje, difamación en los medios de comunicación, acoso, cárcel, y el uso de la fuerza bruta.
En mayo y junio de 2016, fuerzas especiales atacaron e intentaron desalojar a la comunidad, deteniendo a varias personas, entre ellas a su lonko (cabeza), Facundo Jones Huala, e intentaron (aunque no lo consiguieron) extraditarlo a Chile, tras acusarlo de daños a la propiedad privada. Después de las últimas incursiones, que Amnistía Internacional condenó enérgicamente, miembros del gobierno provincial de Chubut llamaron “terroristas” y “delincuentes” a los mapuches de la lof Cushamen, y el gobernador Das Neves se comprometió a “ser duro” y perseguirlos hasta las “últimas consecuencias”. Durante su juicio, Jones Huala declaró que se perseguía a los mapuches a causa de su “madurez política e ideológica” que ha ido “generando continuidad en la lucha”. Aunque esta fuerza no es nueva en Chubut, y ya venía incrementándose durante los gobiernos Kirchner, su intensidad actual es muy llamativa en tiempos de democracia. Esto vaticina que vendrán tiempos más tenebrosos, como lo muestra la convergencia con las tácticas que Chile practica contra los mapuches, incluido la aplicación de la ley antiterrorista de Pinochet y de la violencia sistemática. De hecho, ya en 2015, la provincia patagónica de Neuquén intentó invocar ley antiterrorista Argentina contra las luchas mapuches.
La conquista de esos territorios por parte de Argentina aún no ha terminado. Como colonia, todavía se está consolidando. Y mientras siga esforzándose por extender su control e imponer la ley de los beneficios económicos, seguirá encontrando resistencia indígena. Por toda la región y, de hecho, por todo el país, las fuerzas del capital, en sus múltiples formas, ya sea a la caza de metales, petróleo, soja o lana, están avanzando, enfrentándose a los territorios indígenas y las comunidades rurales. Los conflictos se multiplican. En la semana anterior al allanamiento en Cushamen, en la vecina localidad de El Bolsón, más de la mitad de la población salió en la calle para decir “No” a los planes del multimillonario británico Joseph Lewis (que ya ha privatizado ilegalmente un lago en la zona), para destruir las cabeceras de los ríos que alimentan la región mediante la construcción de un exclusivo centro turístico.
Este movimiento de cercamiento se repite en todo el mundo. Con los productos que crea y circula, conecta a distintos puntos del planeta. Dondequiera que haya naturaleza susceptible de ser transformada en recursos explotables, allí hay personas que deben ser desechadas. Mantenerlas calladas, aisladas y sin amigos es una tarea fundamental: ni la sangre mapuche, ni la de trabajadores Bangladeshi, deben manchar los suéteres Benetton de lana, ni enturbiar la marca que publicita el amor multicultural. Y aún así, la lucha de la lof Cushamen está siendo seguida en toda Argentina, y se han organizado acciones de solidaridad en éste y en otros muchos países. En este caso, la persecución de los que están en la periferia revela lo que les está reservado a los en el centro: hasta donde está dispuesto a llegar el poder. Al mismo tiempo, la persistencia de la lucha de los miembros de la lof contra un oponente tan colosal, su coraje y desafío, hacen evidente que, en este contexto, nada está resuelto definitivamente. Su denuncia, no sólo del capital transnacional, sino en general de los “estados coloniales y capitalistas” y de la destrucción salvaje de la tierra, debe resonar por todas partes, puesto que demuestra que otras formas de vida no son sólo imaginables, sino que ya y todavía existen.
Los miembros de la lof Cushamen no están solos, ni en silencio. Su lucha se extiende a través de una red de medios alternativos de comunicación, en su mayor parte alternativas. Esta red incluye a la radio “mapuche-comunitaria” Petü Mogeleiñ (Aún Vivimos), y a FM Alas en El Bolsón. Ambas emisoras, a pesar de repetidas amenazas, continúan cubriendo estos conflictos. Sin embargo, para sus oponentes, que cuentan con inmensos recursos y para quienes la violencia es simplemente una estrategia lógica, es fundamental que no se permita el éxito a ninguna recuperación de territorio, ni que corra la voz.
En definitiva: resulta crucial que las voces mapuches circulen extensamente, y que rompan tanto los silencios impuestos, como la imagen de su tierra, que se vende a los turistas como si fuese un territorio desértico, libre de conflictos. A través de su lucha, nos muestran cómo, día a día, por todo el mundo, la gente se está organizando para construir un futuro diferente, y lo hace construyéndolo aquí, en el presente.
Saskia Fischer, investigadora, comunicadora y militante de origen indio y holandés. Actualmente está terminando su tesis doctoral sobre medios de comunicación y luchas mapuches en Argentina.
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