domingo, 26 de febrero de 2017
"La economía es un descalabro"
Las bases económicas de la campaña electoral.
La primera manifestación ostensible de una crisis en la coalición de poder que integran el gobierno y la totalidad del parlamento (con la exclusión, obvia, del Frente de Izquierda) la constituyeron las declaraciones, el año pasado, del ex ministro Roberto Lavagna, cuando advirtió acerca de la revaluación -inconveniente, dijo- del peso y el aumento extraordinario del endeudamiento público internacional. Con la mochila a cuestas de su pasado de lobbysta de Techint y ministro de Economía encargado de enderezar la quiebra nacional de 2001, no demoró en sugerir la sospecha de un retorno a la movida que acabó con el gobierno de De la Rúa. Con un pie en el Frente Renovador y otro en la UCR, esa suposición quedó relegada: la coalición de Estado siguió funcionando, apenas alterada por uno u otro tropiezo. En el mismo espacio de tiempo, sin embargo, fueron echados del gobierno Isabela Constantini, a cargo de Aerolíneas, Alfonso Prat Gay, de Hacienda, y Carlos Melconian, del Banco Nación. Emilio Monzó, presidente de la Cámara de Diputados, comenzó una campaña, que no ha abandonado, para que Macri incorpore peronistas al gobierno, incluso si esto pudiera disgustar a la ladera UCR.
La crisis política, sin embargo, ha dado indicios de renovarse, acicateada por las elecciones que comienzan a mediados de año. Los medios de comunicación y una mayoría de observadores la atribuyen a la estafa judicial con el Correo y a la oscura modificación del ajuste semestral a las jubilaciones. Las causas podrían ser más profundas; las voces, en el campo oficialista, que anuncian un crack del plan económico, se han hecho estridentes.
“Insostenible”
Es el caso de Carlos Rodríguez, ex viceministro de Economía de Menem y rector de U-Cema, un padre teórico de legiones de economistas neo-liberales - él mismo “un Chicago boy”. Este macrista desencantado no se muerde los labios: “la economía es un descalabro”, vomita sin el menor cuidado (Clarín, 19/2). Para sorpresa de sus críticos ‘nacionales y populares’, asegura “que privilegiar la lucha contra la inflación a costa del nivel de actividad es un error y que la política de endeudamiento masivo es insostenible”. Agrega, sin el menor temor a la ‘heterodoxia’: “Yo hubiera preferido un 40% de inflación con la economía funcionado y no un 20% con la economía a punto de explotar por la caída del consumo y la recesión”. Este planteo revela la gestación una crisis mayúscula desde el campo del gran capital industrial y del capital financiero. Rodríguez no habla desde la cátedra. Les dice a los capitalistas, “no hubo lluvia de dólares y no va pasar”. Advierte la inevitabilidad de un derrumbe. Desde otra vertiente. Miguel Bein advierte: “no veo un programa de crecimiento” (23/2).
Economista de la escuela monetarista, Rodríguez señala que “la plata no va al gasto. Y ni siquiera ingresa al circuito monetario. El efectivo entra al banco y de ahí va a las Lebacs”. Se trata de algo conocido, porque el crédito a la producción y al consumo no crece sino que se recicla, mientras que la base monetaria ha crecido un 48%. Los vencimientos de Lebacs se refinancian; ahora, parte de este negocio se ha trasladado al llamado “mercado de pases”, donde no operan inversores privados, pero que endeuda al Banco Central con la banca local a un plazo incluso inferior. Sedesa, el Instituto público que garantiza los depósitos bancarios hasta una determinada suma, recibe intereses por la compra de Lebac, alimentando un circuito interno parasitario, como ocurre también, desde hace tiempo con la compra de deuda pública por parte de Anses o el Banco Nación. Rodríguez demuele la norma que obliga a diferenciar el precio al contado del precio financiado de las mercancías, porque ha propinado un golpe “fuerte” a las ventas, para obtener medio punto menos de índice de inflación. El rector, claro, se abstiene de recordar que el precio financiado incorporaba intereses del 45 al 60% anual. Por otro lado, gran parte de las divisas que ingresan al circuito monetario como deuda emigran a cuentas del exterior en concepto de dividendos y pagos de intereses. Será por eso, que, desde Madrid, el presidente de la patronal española, entre mucha fanfarria, no dudó en afirmar que “la macroeconomía no cierra” (Bonelli).
“No hay poder político”
Rodríguez atribuye la ausencia de una “lluvia de inversiones”, que esperaba el macrismo, a que “no hay poder político” y “a la falta de liderazgo” -ni más ni menos, a pesar del ejercicio de ocho años en la Ciudad. Dice que “recontratuité” este planteo, “mil veces después de las elecciones”. De un modo diferente, nosotros lo habíamos advertido de entrada, en el pic nic del PO, en diciembre de 2016, cinco días después que Macri entrara a la Rosada, en oposición al impresionismo derrotista que la derrota de Scioli había provocado en la izquierda. En esa ocasión dijimos que Macri carecía de los recursos para su proyecto de clase y que debía reunirlos a través de luchas y crisis políticas. De acuerdo a Rodríguez no lo consiguió –ni lo conseguirá. El apoyo de la oposición parlamentaria patronal y de la burocracia sindical, para Rodríguez no alcanza: “la coalición de Gobierno no genera confianza”, y como “No hay peronistas en el gobierno”, no podría ganar las elecciones que vienen. Rodríguez advierte: “no tienen votos”. La salida a esta crisis sería, entonces, una gran coalición con el peronismo, o en su defecto la caída del gobierno, un pronóstico catastrófico.
El “Chicago boy” deja en evidencia, de este modo, el eje de la disputa que se desarrolla en el oficialismo, por un lado, y en el FpV, por el otro. El primero está discutiendo el ingreso del radical Ernesto Sanz, un hombre de Techint, al gabinete (lo pide la UIA, dice Marcelo Bonelli en Clarín) y un mayor protagonismo en las listas electorales de la UCR. En el otro campo juegan la opción de Randazzo, bendecido por el Papa. La crisis está desintegrando a las fuerzas políticas en presencia. Quienes depositan una expectativa de cohesión en las Paso, han olvidado muy rápido lo que dejó la interna Aníbal-Domínguez. Queda la alternativa de un gobierno de “unión nacional”, el último recurso, pero está relegada al resultado de las elecciones.
El pronóstico del rector Rodríguez comete el mismo error metodológico de otros meteorólogos políticos. Atribuye el retroceso de la economía y la ausencia de inversiones a defectos de política económica en curso y de liderazgo político presente. En cierto modo sigue la misma línea de análisis del entorno de Trump acerca de Estados Unidos e incluso propone una suerte de “Argentine First”, o sea criollo. La alternativa del “dólar barato’ para atraer “inversiones genuinas”, como reclama, sería suficiente para quebrar la relación con Brasil y Uruguay, que aprecian la moneda, como consecuencia de la misma presión que sufre Argentina: el famoso ‘carry trade’, que significa tomar prestado a un interés regalado en el exterior para meterlo en Lebacs con intereses usurarios. Una devaluación provocaría un retorno a las ‘odiosas’ retenciones a las exportaciones, pues de otro modo la devaluación se convertiría en el detonante de un ‘rodrigazo’.
La crisis de ‘liderazgo político’ es un fenómeno mundial, especialmente incluso en Estados Unidos y la Unión Europea, lo mismo que el retroceso de las inversiones, que tiene lugar a escala internacional. La llave de la bóveda de la crisis política en Argentina es, precisamente, la crisis mundial, y la deriva de esta crisis hacia una guerra económica en todos los órdenes - fiscal, comercial, monetaria. “Es el capitalismo”, Rodriguez, le diría el viejo Clinton.
Sublevación neo-liberal
Carlos Rodríguez no es el único que se queja, ni tampoco Clarín el único medio que lo aloja.
José Luis Bour, el economista jefe de Fiel, donde talla la UIA, arremete (en Ámbito) contra lo que denuncia como la “anomalía” de la devaluación macrista del año pasado, que dió lugar a una aumento de las tarifas de servicios muy superior a la de los bienes. Quiere decir que los tarifazos han incrementado los costos de la industria por encima de los de sus precios, esterilizando de este modo el objetivo de la devaluación (ya se oyen reclamos de la patronal industrial contra la elevación que han sufrido los salarios en dólares, mientras han bajado en pesos). Acusa a los tarifazos de pasarse de raya, volviendo así al tema del año pasado acerca del aumento sideral de las facturas. Bour denuncia que la ruta prevista de tarifazos hasta 2020, acentuará la grieta entre costos y precios industriales, incluso en moneda internacional, por una mayor revaluación del peso. Advierte que la “reforma tributaria” de Trump, o sea la guerra fiscal y un reflujo de capitales a Estados Unidos, apreciaría el dólar y por lo tanto al mismo peso frente al resto de las monedas, acentuando la recesión en la manufactura. El ‘carry trade’ se daría vuelta y lo que ingresó saldría multiplicado por los rendimientos obtenidos.
Con una economía que opera en un 35/40% en negro, el blanqueo ya está teñido de oscuro. Esto explica que Macri se encuentre atacado por los economistas de su propio palo, que ofician de voceros ‘teóricos’ del gran capital industrial. La reciente adquisición de una importante siderúrgica alemana, Thyssen, por parte de Tenaris, acentúa claramente el peso de la burguesía industrial en el conglomerado de disputas que ha abierto la política oficial. No es precisamente una apertura importadora del acero o autos de China lo que agradaría al grupo de los Rocca. Un acuerdo Mercosur-UE, si es que alguna vez tiene lugar, deberá hacerse contra China, que es el primer mercado de la agroindustria nacional. Al alentar este acuerdo, Macri y Temer se colocan del lado ‘aperturista’ del capital mundial, enfrente de la política de Trump y sus acólitos. La “argentina macrista” está cruzada por una pelea internacional.
Un examen del impacto de la devaluación y de los tarifazos deja en claro que ha beneficiado a la agroindustria y agrofinanza, a los conglomerados de la energía y minería, y a la especulación inmobiliaria. La venta de terrenos fiscales en la capital es un boom; después vienen los ‘permisos’ para construir; y culmina con los edificios en torre y los barrios acaudalados. Es precisamente donde enfocan sus operaciones los grupos para oficialistas como Pampa Energía e Irsa. La desregulación aérea y el ingreso del ‘low cost’ interesa por sobre todo al negocio de la aviación mundial y el turismo. La especulación ha penetrado en la Bolsa, lo cual no corresponde a las expectativas de beneficios los cotizantes, con el consiguiente pronóstico de un “derrumbe”. El hundimiento de industrias enteras, con la contrapartida de grandes negocios de alcance limitado, pone de manifiesto una tendencia a la disgregación económica que preocupa a la burguesía y a su ‘inteligentzia’. “En abril vencen 7000 millones de dólares del Bonarx y es difícil determinar, dice un economista del macrismo, qué parte de ese pago se transferirá al exterior”.
Otro ‘neoliberal’, Ricardo Esteves, no es menos enfático (La Nación, 22/2): “(Hay) que ser más cautos en las expectativas económicas... (donde) todo depende de la inversión, y las condiciones para propiciarlas son prácticamente inalcanzables. Al menos en este mandato…”. Otro, José Luis Espert, desmiente al ministro Nicolás Dujovne, y dice que “el desequilibrio total (del Tesoro) llegará a más de 8 puntos del PBI al tomar en cuenta el pago de intereses de toda la deuda y el rojo de las provincias”. Nada menos que 650/700 mil millones de pesos. Después de haberse jactado de la doma de la inflación, Federico Sturzenegger acaba de anunciar que “vienen tres meses delicados”, por culpa de los “precios regulados”, o sea los tarifazos. Como esto influye en los costos de los ‘no regulados’, estos también, reconoce, está subiendo más de la cuenta.
La economía de las elecciones
Una recesión prolongada de la economía; el impasse de la política macrista; el enfrentamiento cruzado entre diferentes sectores del capital financiero y de la gran industria; y, lo más importante, el descontento popular que crece; han creado una crisis en el régimen de coalición ‘a la carta’ establecido luego de las elecciones, y sucesivamente una crisis potencial de poder que no tendrá solución ni siquiera con un triunfo electoral del oficialismo, que de cualquier modo será magro y a costa de una división de la oposición. En 2011, cuando ganó con el 52% de los votos, hay que recordarlo, comenzó la cuenta regresiva (lo dijimos el mismo domingo de la votación) del gobierno kirchnerista. Las elecciones contarán los porotos de una salida política que será determinada en otro plano –la crisis capitalista y el desarrollo de la lucha de clases. Una aceleración de todos estos factores podrían también anticipar una salida política, precisamente para que las elecciones puedan tener lugar.
En este cuadro, la cuestión electoral presenta términos análogos, pero no iguales o similares, a los de principios de 2001. O sea que estará dominada, por un lado, por opciones o alternativas capitalistas a la crisis, incluido un cambio en el régimen político. Al mismo tiempo, se desarrolla frente a una crisis que afecta al conjunto de las relaciones sociales y políticas y por lo tanto a las masas en primerísimo lugar. A partir de esta base económica, es necesario caracterizar la situación de todas las fuerzas en pugna y sus posibilidades políticas.
Una tesis completa de campaña.
Jorge Altamira
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