jueves, 31 de octubre de 2019

No es crisis neoliberal, es crisis capitalista



Mientras la economía se encuentra en un equilibrio inestable, amplios sectores de trabajadores se tropiezan día a día con una situación de desesperación ante la falta de trabajo y comida para sus familias. Cada vez más son los trabajadores desocupados y ocupados que dependen de comedores así como el 40% de niños que solo comen en las escuelas.
La flexibilización laboral marcha a todo vapor, las patronales negreras con la complicidad de todo el arco político del régimen y del gobierno imponen condiciones laborales que rompen los convenios colectivos.
A pesar del descomunal golpe recibido por la derrota en las PASO a manos de Fernández y Fernández, el gobierno no ha perdido la iniciativa política y mantiene la falsa ilusión de llegar a octubre y pelear un posible ballotage aunque no reciba el desembolso de los u$s5.400 – ya que el Fondo Monetario Internacional, y sobre todo sus socios europeos, se sienten “desilusionados” por los resultados, y que probablemente no prospere la solicitud de un nuevo préstamo de la FED vía Donald Trump por u$s20.000- millones líquidos.
A pesar de todo esto, el gobierno definió un conjunto de medidas, con anuncios a todo tambor, destinado a “aliviar” los efectos de la devaluación del 25% del peso tras las PASO y la fuga de capitales y así “estabilizar” la economía y evitar un desborde social.
Con un cepo selectivo, los grandes capitalistas vienen fugando desde hace 3 años 2,4 millones de dólares por hora, 57 millones por día, 1.700 millones por mes y 20.500 millones por año del país, aunque tan solo desde las PASO a hoy, fugaron más de u$s13.000 millones. A pesar del corrimiento de vencimientos sobre una serie de bonos a corto plazo como son las Letes, se elevó las tasas de las Leliq al 84,15% promedio para evitar que se desarmen los paquetes financieros y quede a la vista de cualquier ciudadano de a pie, la quiebra en la que se encuentra el país ante la imposibilidad del gobierno de hacer frente a los vencimientos de deuda que se convirtieron en una bola de nieve imparable. El cuadro se completa con la disparada del dólar contado con liquidación que llegó a $72,41 y extendió la brecha un 23,8%, algunas empresas están tomando al dólar contado como referencia de la estructura de costos por lo que comenzaron a trasladarlo a los precios.
La lógica del gobierno de Macri – Cambiemos es “aliviar” hasta octubre la situación social que se encuentra al rojo vivo y evitar, con el consenso de Fernández y Fernández, la posible irrupción de un movimiento formidable de trabajadores que imponga su agenda de reivindicaciones y se transforme imparable.
Macri – Cambiemos hasta el traspaso del poder continuará, en líneas generales, con los ataques contra los trabajadores y sectores populares. Subrayamos además, la bochornosa colaboración de clases de los jefes sindicales de la CGT. Los llamados “gordos” tienen la virtud de mostrarse tal cual son: traidores al conjunto de los intereses de los trabajadores, porque pretenden conciliar los intereses antagónicos entre la clase obrera y los empresarios con el fundamento de garantizar la seguridad jurídica para que arriben las inversiones y se produzca la lluvia de puestos de trabajo. Cualquier atisbo de cierta exigencia a las grandes patronales de parte de estos traidoras queda sólo en palabras, como ocurrió con la universalización del bono de $5.000- que el parte importante del empresariado se negó a pagar con el argumento de que no tienen plata.
Los dirigentes sindicales reformistas, no se quedan atrás ya que han puesto toda su autoridad junto a F y F, para imponer un impasse en la lucha de los trabajadores con el argumento que no debemos hacer olas, ni podemos seguirle el juego al macrismo, o ser provocadores o violentos.
Se completa el cuadro con las últimas declaraciones de Aníbal Fernandez que señala “Los representantes sindicales lo han entendido siempre, antes que yo se los diga, y a las organizaciones sociales también se lo he planteado. Evitemos estar en las calles y generar situaciones que nos pueda llamar a la confrontación y a la violencia. Lo único que nos falta a los argentinos es padecer violencia”.
Toda la artillería de la totalidad de los partidos del régimen, junto a sus plumíferos a sueldos de los medios de comunicación, no solo atacan a los que se organizan y ganan las calles sino además de una manera maccartista señalan a la izquierda por organizar la protesta social y así provocar su aislamiento para que los de abajo “acepten” mansamente el futuro que nos quieren imponer.
También debemos anotar que los diputados ligados a F y F le vienen poniendo el hombro a Macri – Cambiemos en el Parlamento, ya que, en lugar de cumplir sus cargos de Legisladores en funciones, se escudan en el argumento que AF es sólo un candidato, en este caso la división de poderes se disuelve junto a la inactividad parlamentaria a la que nos acostumbran en años electorales. Lejos de atinar a discutir y sancionar alguna ley que proteja a los miles de hombres y mujeres que se encuentran sumergidos en la miseria, generando empleo genuino con obras públicas, por ejemplo.
Una vez más queda blanco sobre negro que los trabajadores son los únicos interesados en resolver las penurias de sus hermanos de clase.

¡Después de diciembre continua el ajuste!

La crisis terminal del capitalismo argentino representa uno de los eslabones más débiles de la crisis mundial capitalista. La economía Argentina se agrava por la dependencia del mercado brasileño y chino. Brasil, en la región, es una de las economías más fuertes, pero mantiene una tendencia a la caída de su crecimiento más allá del balón de oxígeno del 0,4% en el último trimestre después de haberse contraído 0.2% en el periodo enero-marzo y de veite trimestres que no crecen. Mientras tanto, China con un 6% tiene el crecimiento más bajo en los últimos treinta años lo que implica una desaceleración de su economía.
Se combina además con que “El crecimiento mundial es lento y precario, El dinamismo de la economía mundial está entorpecido por una prolongada incertidumbre en torno a las políticas, debida a que persisten agudas tensiones comerciales pese a la reciente tregua entre Estados Unidos y China, a que han surgido tensiones que amenazan las cadenas mundiales de suministro de tecnología, y a que han aumentado las perspectivas de un brexit sin acuerdo.” Gita Gosinath FMI
El gobierno ha mostrado su hipocresía en cada una de las medidas que tomó después de la derrota en las PASO, cada medida de “alivio” va acompañada de la advertencia que es tan solo por 90 días. Si tomamos las medidas en sí mismas -que la oposición señala que son buenas pero que llegaron tarde- no representan realmente ningún alivio para la situación que viven las familias obreras. Al gobierno no le interesa en lo más mínimo, mitigar la miseria de millones de trabajadores, su rostro más comprensivo y amigable es tan solo el rostro de la hipocresía de una clase social que solo tiene por horizonte su sed de ganancia a costa del futuro de miseria de millones de mujeres y hombres.
No debemos confundirnos, la hipocresía es tanto del sector político como del empresariado, que piden flexibilizar más el trabajo para tener las manos libres para despedir. El envalentonamiento del empresariado no encuentra límites ni en los partidos del régimen ni en las direcciones políticas sindicales que solo apuestan todo a la salida electoral.
Aníbal Fernández y Cristina Fernández tienen plena conciencia de lo que pasa, y ante esto la salida que ofrecen es la renegociación de la deuda fraudulenta. Pero, el conjunto de la burguesía está preocupada sobre si Aníbal Fernández será capaz de contener el reclamo de las masas que todos evalúan se expresará más temprano que tarde ante la insolvencia de la situación económica y la imposibilidad de dar una respuesta de conjunto a las demandas obreras.
Queda en manos de los trabajadores poner un límite contra el avance sobre las condiciones de vida y de trabajo y que el futuro de las próximas generaciones tenga una vida digna. Debemos ser conscientes que cualquier reclamo serio por parte de los trabajadores ocupados o desocupados choca con el del Estado (Justicia, fuerzas de seguridad, Ministerios) y la propiedad privada de los medios de producción. Las tendencias a la independencia de clase se expresan en cualquier lucha seria, sus organismos de primer y segundo grado como son los cuerpos de delegados, las juntas internas y sobre todo las asambleas de base, chocan con la política de las direcciones sindicales reformistas que son las mismas que tienen poco o nada que ver con las necesidades reales y urgentes de los trabajadores.

¡Necesitamos un plan de lucha ya!

Nos encontramos ante una situación de extrema volatilidad en lo social, en lo económico y en lo político. Estamos ante a las puertas de una nueva recesión del capitalismo mundial y la expresión de la bancarrota del capitalismo argentino es una de sus expresiones más agudas. Entramos en una sucesión de gobiernos inestables.
La formación del Partido Revolucionario resulta indispensable para que se materialice una victoria de los trabajadores y en esto va la formación de los cuadros en el manejo de las ideas del marxismo revolucionario, de su aplicación en la orientación, en la lucha política y su conexión con las masas para conquistarlas al programa de la revolución. ¡No hay atajos!
El conjunto de los partidos de la izquierda deben impulsar en los frentes de masas, escuelas, fábricas, empresas, barrios, un plan de lucha de manera urgente, sobre la base de las asambleas de base, y agitar la necesidad de la huelga general, como herramienta para frenar a los capitalistas.
No vamos a frenar el avance capitalista de miseria y desocupación desde el Parlamento, ni con el voto de sus tribunos de izquierda al plan de emergencia alimentaria, que sólo escenifica la Unidad Nacional donde pareciera que los partidos políticos, los sindicatos y sus diputados, nos encontramos codo a codo resolviendo los enormes problemas de los de abajo. No es así, esto es simplemente un error politco que debiene de una ilusión en el Parlamento. El papel que tenemos los revolucionarios es el de materializar en los millones de hombres y mujeres es el programa revolucionario que nos saque del pantano capitalista.
Es por esto que el plan de lucha debe estar en el marco de una agitación profusa que lleve a cada lugar de trabajo, estudio o barrio, con democracia obrera y en asambleas de base la huelga general, luchando por un gobierno de los trabajadores y por el Socialismo.

Corriente Socialista Militante

Una transición contra el pueblo



Alberto Fernández logró la victoria que todo el mundo daba por descontada, en un marco de enorme polarización.
Pero atravesó la etapa de crisis entre las Paso y las generales dando garantías a los mercados y llamando a no manifestarse ante golpes brutales a los trabajadores por parte de Macri.
Fernández sube al gobierno con la pretensión de mantener esta desmovilización. Cuenta con el apoyo de la burocracia sindical para montar un pacto social de congelamiento salarial.
En contraste con esto, Mauricio Macri acortó la distancia con una campaña de intensa movilización de su base social. En la noche misma de las Paso responsabilizó al voto opositor por la devaluación y el agravamiento de la desorganización económica, y acentuó todos los rasgos derechistas, represivos y anti-derechos de su campaña.
Indudablemente, la campaña derechista de Fernández hacia los mercados ayudó a la iniciativa de la propia derecha.
Con la excusa de la “superación de la grieta”, ganador y perdedor han acordado un comité conjunto para manejar la transición.
El “equilibrio de fuerzas” será utilizado por el gobierno entrante para justicar un nuevo ajuste y ataque que se avecina.
Detrás de la aparente “armonía”, sin embargo, se incuba una nueva etapa de crisis.
Las reservas se están licuando. El nuevo cepo al dólar no es un freno a la corrida hacia una nueva devaluación.
Se preparan nuevas tormentas, como se vio en la caída de la Bolsa.
Los “socios” en esta transición se disponen ahora a encaminar las negociaciones con la banca acreedora y el FMI.
Fernández va a recurrir al viejo discurso de la necesidad de hacer esfuerzos. Los Daer y demás burócratas sindicales se suman a una política que descargará la crisis sobre los trabajadores.
La UIA pegó el faltazo a la foto en Tucumán. Presionarán por su agenda de reforma laboral, impuestazos y reforma jubilatoria.
Chile, como antes Ecuador, muestra adónde llevan estos “esfuerzos”.
La campaña del Frente de Izquierda-Unidad ofreció un programa a los trabajadores, planteando la ruptura con el FMI y el no pago de la deuda; el salario igual a la canasta familiar; la ocupación de cada fábrica que cierra o despida; el reparto de las horas de trabajo, y denunciando el pacto social.
La CGT y los sindicatos tienen que estar para defender a los trabajadores, no para atarlos al carro del ajuste y de las patronales.
La luna de miel con el nuevo gobierno será muy breve, o tal vez no exista.
Nosotros estaremos organizando a los trabajadores para que la crisis la paguen los capitalistas. América Latina ha empezado a despertar, no seremos la excepción, y el Frente de Izquierda tiene que estar a la altura de las circunstancias como organizador de los trabajadores para luchar por su propio gobierno.

Prensa Obrera

Chile: por la huelga general para echar a Piñera



Abajo la represión y las maniobras “institucionales” contra la rebelión popular

Tras la movilización de un millón de personas del viernes pasado en Santiago, el gobierno de Sebastián Piñera procedió a un recambio parcial de gabinete que dejó afuera algunas de las figuras más odiadas del régimen, como el ministro del interior Andrés Chadwick (uno de los máximos responsables de la represión, que había salvado su cabeza en una ocasión anterior, cuando el asesinato a manos de las fuerzas represivas del referente mapuche, Camilo Catrillanca, desatara una crisis política), o el ministro de Economía Juan Andrés Fontaine, que había llamado a los chilenos a levantarse más temprano para sortear el aumento del subte que detonó la rebelión (dado que de madrugada había un precio diferencial).
La maniobra de Sebastián Piñera cosechó algunos elogios en la oposición, pero no entre los manifestantes, que reclaman que se vaya el presidente y han puesto en tela de juicio todo el régimen democrático heredado del pinochetismo (“no son 30 pesos [monto del aumento en el subte], son 30 años”, se dice en las calles). El martes volvió a haber movilizaciones. Los estudiantes movilizados interpretan como una provocación la permanencia en el cargo de la ministra de Educación. La comunidad mapuche protagonizó una movilización de 5 mil personas en Temuco, que denunció la militarización de sus territorios. Decenas de miles de personas unieron en una caminata de protesta las ciudades de Viña del Mar y Valparaíso el pasado fin de semana. Pese a que el gobierno se vio obligado a levantar el toque de queda y el estado de emergencia, el ejército volvió a cargar contra las manifestaciones del lunes.
El movimiento obrero es otro de los factores de la rebelión. Este miércoles se desarrolló un nuevo paro general con movilizaciones convocado por la Unidad Social, que reúne a la CUT y otras organizaciones gremiales y sociales. Los portuarios se adelantaron, empezando el cese de tareas el martes. Lo mismo ocurre con la Confusam (trabajadores de la salud municipal), que denuncia el desfinanciamiento del sector sanitario y anticipó que retomará el paro el lunes 4, tras los feriados que habrá esta semana. Iniciaron un paro general este martes también los mineros de Escondida, en apoyo a las protestas y contra los “abusos” de la patronal.
También empiezan a desarrollarse en algunos distritos asambleas comunes de estudiantes y trabajadores. En tanto, la Unidad Social impulsa cabildos abiertos de debate ciudadano.

Instituciones

Como la represión no ha servido para detener la movilización popular (el Instituto Nacional de Derechos Humanos denuncia 20 muertos, 1.092 heridos y 17 querellas iniciadas por violencia sexual contra detenidxs, en tanto que la Justicia impuso la prisión preventiva a 380 de los arrestados, mientras el gobierno prepara las acusaciones), se ha puesto en marcha un operativo político que aspira a desactivar la rebelión por la vía parlamentaria-institucional.
Este operativo se basa, en primer lugar, en la discusión de una “agenda social” de reformas para emparchar el régimen pospinochetista, consensuada entre el oficialismo y un sector de la oposición (Democracia Cristiana, PS, radicales, etc.).
Al mismo tiempo, hay sectores que impulsan un plebiscito para reformar la Constitución. El Partido Por la Democracia (PPD), integrante de la Concertación Nueva Mayoría, presentó un proyecto de reforma constitucional con un único artículo que habilita al Congreso o al presidente a convocar un plebiscito para iniciar un proceso constituyente. En dicho plebiscito, plantea el PPD, los votantes deberían elegir el órgano encargado de llevar adelante el proceso: una Constituyente de “ciudadanos” electos a ese fin específico; el Congreso Nacional; o un mix de ambos. Es una variante de Constituyente absolutamente regimentada.
Beatriz Sánchez, la última candidata presidencial del Frente Amplio, se mostró proclive también a un plebiscito. “Hay una forma interesante y directa en que la gente puede participar y es a través de un plebiscito (constituyente)” (El Desconcierto, 29/10).
Mientras proclaman el rechazo a acuerdos de cúpula, en una carta que se acaba de dar a conocer, firmada por los presidentes de los principales partidos del Frente Amplio (Revolución Democrática, Comunes, Convergencia Social, Partido Humanista y Partido Liberal) invitan al nuevo ministro del Interior, Gonzalo Blumel, a sentarse a conversar y poner en marcha un "diálogo abierto y transparente". O sea, el FA fogonea una salida negociada con el gobierno. En este contexto, lo único que podría alumbrarse es un plebiscito amañado que oficiaría de salvavidas del régimen actual.
Una línea similar es la que sostiene la CUT (central obrera de Chile), que no promueve la partida de Piñera, sino que éste convoque a un proceso de diálogo a las organizaciones.
Pero el pueblo chileno ya decidió. El plesbicito ya se hizo en las calles. La movilización de millones expresa la voluntad de que se vaya Piñera ya mismo, no de un proceso constituyente tutelado por el gobierno.
El denominador común de estas iniciativas en debate es que buscan darle un cauce institucional al proceso e incluso preserva al mismo Piñera. Son un intento artero por estrangular la rebelión.
El Partido Comunista y algunos sectores del Frente Amplio impulsan en el Congreso una acusación constitucional contra Piñera, incluso a sabiendas de que tiene pocas chances de prosperar, dada la capacidad de bloqueo de la derecha (la iniciativa requiere un quórum especial) y las vacilaciones del PS. En la mejor de las variantes, inclusive, desembocaría en un nuevo proceso electoral o un nuevo presidente electo por el Congreso, donde son amplia mayoría la derecha y los concertacionistas.
La acusación contra Piñera es la variante más izquierdista de los planteos en danza para darle un cauce institucional al proceso de rebelión popular.
Lo que ha dejado planteada la movilización es que se puede y se debe echar a Piñera por medio de la movilización popular y la huelga general, para abrir paso a una Constituyente libre y soberana, convocada por las masas en lucha. En esta perspectiva, ha quedado planteado también el desarrollo de asambleas populares y un congreso de delegados de base del movimiento obrero, que incorpore representantes electos por el movimiento estudiantil y la población que participa activamente en la actual rebelión. La función de este congreso sería impulsar la huelga general y discutir un programa de salida a la crisis nacional, que remueva y ponga fin a la herencia pinochetista que se ha mantenido en pie en estos 30 años y proceda a una reorganización económica, social y política integral del país sobre nuevas bases sociales.

Gustavo Montenegro

Deuda externa: bajo el FMI, todos los caminos conducen al infierno



Kristalina Gueorguieva. Titular del FMI

La deuda externa impagable que supera los USD 283 mil millones, es uno de los principales desafíos para el gobierno de Alberto Fernández, mientras intenta bajar las “expectativas” de una mejora. Las renegociaciones a la uruguaya sólo patean el problema para adelante. Macri se va pero el ajuste y el FMI se quedan.

Indudablemente, el macrismo se va dejando una economía en terapia intensiva, como se refleja en las mediciones oficiales de los principales indicadores económicos y sociales (pobreza, desempleo, inflación, etc). Pero no todos perdieron en los 4 años de gobierno de los CEO.
Sectores como los bancos, el campo agroexportador, las mineras y aquellos ligados a las energéticas, entre otros, lograron aumentar de forma escandalosa sus ganancias. En la cuenta de lo ganado, la gran burguesía local también podría anotar que se vio beneficiada por el blanqueo de capitales.
En la primera semana de la transición hacia el 10D pudo verse el retorno de un cepo recargado y el acercamiento entre Macri y Alberto Fernández para dar calma a los “mercados” y al FMI. Todo parece indicar que desde el lado de la política primará el consenso entre las fuerzas mayoritarias. Esto no quiere decir que se puedan descartar sobresaltos en otros terrenos. Las tensiones existentes en el plano cambiario y económico siguen latentes.
Asumiendo una “transición ordenada”, la principal contradicción que heredará el albertismo es la impagable montaña de deuda que, según datos del Indec, ascendió a U$S 283.567 millones a fines de junio (stock de deuda externa bruta total). Eso implica un incremento del 79 % en dólares desde enero de 2016.
Se calcula que esta suma equivale a que cada habitante de Argentina "debe" U$S 6.310 (o $ 380 mil). Se trata de una cifra un 72,5 % mayor a la de diciembre de 2015. Una deuda demasiado pesada repartida entre las mayorías populares -golpeadas por el ajuste- para financiar la fiesta de unos pocos.
La relación de la deuda/PBI llega ya al 100 %. En los próximos 4 años, el país deberá afrontar vencimientos en promedio -entre capital e intereses- por alrededor de U$S 51 mil millones anuales. Se trata de montos imposibles de pagar.
Ni siquiera destinando a ello todos los recursos de las exportaciones anuales, se lograría hacerse de los fondos necesarios para cumplir con los “compromisos” que promete Alberto.
La deuda es impagable. Aún con el ajuste fiscal cercano a 2 puntos porcentuales de PBI que exigiría el FMI, los números no cierran. El crecimiento económico “recomendado” por distintos economistas no está en las perspectivas de 2019 ni de 2020.

Renegociaciones que ya fracasaron

En su discurso de campaña, Alberto Fernández reiteró que no pagaría la deuda sobre la base del sufrimiento de la población. Sin embargo, al mismo tiempo afirmó que respetaría el pago completo de la misma. En la actual situación, ambos objetivos son incompatibles.
Una renegociación de la deuda no resuelve el problema que implica para las mayorías populares el saqueo en curso, organizado hoy por los grandes especuladores y organismos como el FMI.
En países atrasados y dependientes como Argentina, la deuda externa funciona como un mecanismo de extracción de las riquezas que producen los trabajadores y trabajadoras del país. Se trata de un verdadero mecanismo de extorsión que hunde a la nación. No romper con este chantaje sólo garantiza un camino de mayor ajuste y miseria asegurada para los trabajadores.
En un reciente artículo Pablo Anino remarcaba que: “En la historia reciente, las renegociaciones (Plan Baker, Plan Brady, blindaje, megacanje, canjes de 2005 y 2010), exhiben que cualquier "reperfilamiento", en la combinación que se quiera imaginar (con quita, sin quita, con extensión de plazos, a la uruguaya, a la ucraniana), sólo beneficia a los sospechosos de siempre -los buitres- y redunda en enormes ganancias para los bancos intermediarios: J.P. Morgan, Citibank, Santander, Deutsche Bank, BBVA Francés y sigue la lista.”
Durante la campaña electoral, Alberto Fernández sostuvo que buscaría alcanzar una acuerdo a la “uruguaya”. Para resumir, significa una extensión de los vencimientos paga ganar tiempo, sin quita alguna de capital o de intereses. Bajo el mando del FMI esta renegociación incluyó las recetas de siempre: fuerte ajuste fiscal, que implica menos recursos para salud y educación, desplome de la economía y la aplicación de impuestos regresivos.
La salida "a la portuguesa", o el caso de reestructuración de Ucrania, fueron otras propuestas esbozadas por los referentes económicos del albertismo en estos meses.
Sin embargo, tal como señaló la especialista Noemí Brenta, en Ucrania pasaron largos años de acuerdo Stand By, luego Facilidades Extendidas. Se trató de años y años de padecimientos para el pueblo trabajador. Lo mismo ocurrió en Portugal que no evitó el ajuste. La recuperación posterior se hizo sobre la base del enorme ataque a las masas hecho previamente.

Evitar el infierno, salir del Fondo

Alberto Fernández se sentará a negociar con el FMI las condiciones de un nuevo programa económico para garantizar el desembolso de los fondos que necesita. A cambio el organismo presidido por la Kristalina Georgieva, ha dejado trascender que buscará que se imponga una quita del 40 % a los privados.
Paga la deuda y al mismo satisfacer las aspiraciones genuinas del pueblo trabajador -que votó en gran medida contra el ajuste macrista- es una utopía.
Fernández lo sabe. Por eso propone poner en pie un pacto social entre empresarios, sindicatos y la oposición, con el objetivo de garantizar condiciones de paz social. Muy necesarias para hacer pasar un brutal ajuste.
Los discursos de campaña y los anuncios de un crecimiento futuro no pueden tapar el bosque. Si se sigue por el camino del FMI, a las mayorías populares del país les espera un infierno aún mayor.

Guadalupe Bravo
Economista | @GuadaaBravo
Jueves 31 de octubre | 00:54

Neuquén: histórica derrota del MPN y consolidación del FIT-U

El Frente de Izquierda-Unidad se ubicó cuarto para legisladores nacionales, con un 5,5%.

En línea con las Paso de agosto, en los comicios del 27 de octubre los candidatos a senadores y diputados nacionales del Movimiento Popular Neuquino (partido de gobierno provincial) quedaron terceros y no conquistaron ningún cargo en disputa. Incluso se da el hecho histórico que el MPN, por primera vez desde su creación en 1961, se quedó sin bancas en el Senado. Actualmente tiene dos, una de las cuales ocupa el secretario general del sindicato petrolero, Guillermo Pereyra, quien por su ligazón con el macrismo en el tema Vaca Muerta presidía la comisión de Energía. Mientras fanfarroneaba con que había repartido 200.000 boletas del MPN, el burócrata optó por coquetear con la fórmula Fernández-Fernández y decretar un paro de 12 horas para garantizarse el voto de los petroleros, pero volvió a fracasar estrepitosamente. Incluso perdió en Añelo, la capital de Vaca Muerta.
Pero mientras el MPN como partido ha sufrido esta derrota, dos candidatas de sus filas han accedido a bancas en el Senado como extrapartidarias: Silvia Sapag, con el Frente de Todos, y Lucila Crexell, con Juntos por el Cambio. Una vez más el MPN juega de colateral de las variantes nacionales, lo cual desmiente su latiguillo de que representa “la neuquinidad”.
La victoria del Frente de Todos (35,59%) para legisladores nacionales fue apenas de tres puntos por encima de Juntos por el Cambio (32,38%), aunque a nivel presidencial la diferencia se estira a diez puntos (47,67% a 37,37%). La lista de Juntos por el Cambio en la categoría a senadores llevó en la boleta al fallecido Horacio Quiroga, que por tiempos legales no pudo ser remplazado. Este hecho inédito fue utilizado como un plus por el armado macrista en Neuquén, para obtener una mejor votación.
El Frente de Izquierda-Unidad superó en legisladores nacionales a Consenso Federal, ubicándose cuarto, con 5,5% de los votos para diputados y 5,05% para senadores. Mantuvo en términos generales la votación de las Paso, llegando al 6% en el conglomerado de la Confluencia, donde vota la mayor porción de la población neuquina. En la zona de Neuquén Capital, el FIT-U llega al 7%. Estamos en presencia de una clara consolidación de los votos a la coalición, que desde la primera elección en el mes de marzo, pasando por las Paso y las elecciones de la capital, mantiene un caudal de votos muy importante.
Ultimo quedó Consenso Federal, cuyos candidatos a diputados son de Libres del Sur, confirmando el hundimiento del centroizquierdismo registrado en las elecciones provinciales de marzo pasado y en la reciente elección de la Capital, donde fueron en la lista de Cambiemos.

La campaña del PO

Centrado en los planteos de que la crisis la paguen los capitalistas, la nacionalización de la banca y el comercio exterior y de toda la industria energética bajo control obrero y la ruptura de los pactos con el FMI y el no pago de la deuda externa fraudulenta y usuraria, las y los candidatos del Partido Obrero recorrimos la provincia y volanteamos los portones de la petroleras, y se constituyeron nuevos núcleos partidarios e inauguramos los locales de Andacollo y Plottier en plena campaña.
Pusimos mucho énfasis en la salida de fondo para Vaca Muerta y la lucha por la anulación de la flexibilizadora adenda petrolera, así como por los Comités de Seguridad e Higiene en los yacimientos.
Como en las Paso, el Polo Obrero jugó un gran papel y fue un factor de movilización y lucha. El corte de ruta de una semana en Zapala en durísimas condiciones climáticas o el bloqueo de las bases petroleras en Neuquén, son dos muestras de ello.
La movilización en apoyo a la rebelión en Chile o la defensa de la ocupación en el barrio Confluencia, duramente reprimida por la policía provincial en varias oportunidades, fueron ejemplos de una campaña militante.
Nuestro saldo organizativo es positivo, lo cual se evidenció también en una mayor movilización de fiscales de una periferia, en relación a las PASO. Hemos defendido las dos bancadas en la legislatura provincial, asumiendo Patricia Jure el próximo 10 de diciembre, y obteniendo una nueva bancada en el Concejo Deliberante de la capital.
Tenemos por delante una gran movilización para cuando se produzca la audiencia por el juicio a nuestra compañera Patricia Jure por enfrentar la reforma previsionales; las elecciones a consejeros escolares en el gran sindicato de trabajadores de la educación; la lucha del Polo Obrero contra la carestía y las elecciones universitarias, donde la UJS integra como vicepresidencia la pelea por retener el centro de estudiantes de Humanidades.
Las nuevas batallas encontrarán al PO de Neuquén fortalecido y expandido.

Prensa Obrera

Rodríguez Larreta obtuvo una victoria maciza, el Frente de Izquierda plantó bandera

Por primera vez la elección de jefe de gobierno se definió en la primera vuelta, evitando el ballotage. Horacio Rodríguez Larreta obtuvo una victoria maciza con el 55% de los votos, superando por lejos el 50% más 1 que necesitaba y aventajando a Matías Lammens (Frente de Todos) por 20 puntos. Se trata de la cuarta victoria consecutiva del macrismo en la Ciudad y la reelección de un jefe de gobierno que avanzó de manera acentuada con un proceso de privatización sin precedentes.
Al ser una elección nacional, Larreta también se benefició del subidón de Macri en la presidencial, uno de los datos políticos de la elección. Es evidente que Larreta y Macri lograron imponer ante la población la idea de que el desarrollo inmobiliario y las grandes obras que sustentan una valorización especulativa del suelo urbano “derraman” beneficios para los trabajadores. Larreta logró la cooptación, cuando no la compra, de todos los que lo enfrentaron en el ballotage de 2015, desde Martín Lousteau al “Partido Socialista”. Pero quizá el logro mayor fue el reconocimiento del PJ-kirchnerismo a su gestión de gobierno, como quedó evidenciado en el debate de jefes de gobierno cuando Lammens se presentó como un continuador “progre” de la política larretista. Esto quedó reflejado en que, lejos del “si vos querés…”, Lammens obtuvo la misma votación que en las Paso. Como con todo paracaidista, luego de la derrota se abre un interrogante sobre su futuro. En la campaña denunciamos que se trata de un verdadero régimen político de todos los bloques patronales junto al capital inmobiliario y la patria contratista en la Ciudad que tuvo como manifestación anterior los pactos PRO-K en la legislatura para la venta de tierras y los pactos con la burocracia sindical peronista y kirchnerista que viabilizaron la política antiobrera de Macri y Larreta.
Por el contrario, la campaña de nuestro partido por la candidatura de Gabriel Solano se esforzó por poner de relieve este régimen del capital y por desarrollar el programa de una oposición de conjunto a este régimen, partiendo de las necesidades y reivindicaciones de los trabajadores, el movimiento de mujeres y la juventud. Esta fue la clave para destacarnos en la campaña como la verdadera oposición a Larreta y de la importante repercusión que tuvo la intervención de Solano en el debate de jefes de gobierno. El 3,7% obtenido marca que nuestro punto de vista es aún minoritario y que prevaleció el voto para “sacar a Larreta” aún de parte de muchos que se interesaron en nuestro planteo. Por otro lado, no se han manifestado todavía de manera abrumadora las contradicciones explosivas que tiene para la población el copamiento inmobiliario de la Ciudad y la política de degradación de la salud, la educación y el espacio público. Frente a este cuadro, hemos plantado una bandera que representa las aspiraciones populares y que será una guía de acción para crecer y superar este carácter minoritario a través de la organización y la lucha. La pelea por el derecho a la vivienda y la urbanización real de las villas, contra las reformas anti educativas de la Unicaba y la secundaria “sin” futuro, por el pase a planta permanente de los precarizados, la carrera profesional para las enfermeras, contra el vaciamiento y privatización de la salud, por la aplicación de la ESI (Educación Sexual Integral), el protocolo ILE (interrupción legal del embarazo) y la separación de la Iglesia del Estado son un patrimonio programático que haremos valer en el siguiente período, particularmente para reclutar al activismo que enfrenta todos estos atropellos y que nos apoyó en la campaña.
La campaña a diputados nacionales que encabezó Myriam Bregman adoptó un carácter marcadamente parcial, al buscar un corte de boleta en virtud de la lucha por el aborto legal contra las candidaturas “pro vida” con las que competía tanto del Frente de Todos como de Cambiemos y Consenso Federal. Si bien obtuvo un corte, no fue tan alto como para conseguir el objetivo (en esa categoría el FIT-U alcanzó el 6,12%), partiendo del retroceso de votos presidenciales que tuvo el FIT-U respecto de las Paso. A legisladores, renovamos la banca en juego con el ingreso de Alejandrina Barry. Larreta renovó 17 de las 21 bancas en juego y con sus aliados de la UCR, Graciela Ocaña y el PS tiene asegurada la mayoría simple pero no los 40 votos necesarios para la venta de tierras, lo que abre la posibilidad de nuevos pactos legislativos con el PJ-kirchnerismo. Las bancas del Frente de Izquierda y la autoridad política ganada por nuestro partido servirán para apuntalar las luchas que se vienen en el agudo cuadro de bancarrota económica y social que enfrenta el país y la Ciudad, agravado por el pacto social que pretende imponer Fernández.

Facundo Lahitte

Buenos Aires: Kicillof gobernará un volcán

La deuda de u$s12000 millones coloca a la provincia en el límite del default

La fuerte derrota de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires ha sido determinante en el resultado general de las elecciones nacionales. Kicillof se alza con un triunfo que, a diferencia de la elección presidencial, mantiene la distancia que ya se había establecido en las elecciones primarias. El cuadro de fondo que operó en este resultado es el impacto de la crisis en el territorio bonaerense. Las masivas barriadas obreras y populares que sufren el ajuste, los cierres de fábricas, el ataque a sus condiciones de trabajo y de vida, el aumento de la pobreza, se pronunciaron por el retorno del PJ-kirchnerismo en el país y en la provincia con la expectativa en una salida capitalista de mayor intervención del Estado frente al descalabro generalizado de la economía y su impacto sobre los explotados. La unificación de todas las variantes del PJ bonaerense en las listas del Frente de Todos sumó a todas las camarillas distritales en las principales categorías, luego de las pujas en las Paso. Por derecha, también sumó al aparato del massismo, quien había sido el principal soporte peronista del gobierno de Vidal.
La gobernadora culminó derrotada como consecuencia de haberse allanado a los requerimientos del acuerdo con el FMI en la provincia. En el mismo momento donde la pelea por la caja parecía encaminarse en favor de Vidal respecto de las otras provincias, recibiendo el tan mentado “fondo de resarcimiento del conurbano”, el gobierno nacional trasladó el costo de los subsidios a las empresas privatizadas de servicios a la caja provincial. La caja, que le podía permitir a Vidal motorizar el negocio de la obra pública y comandar un “reparto” entre los intendentes, quedó sepultada por la crisis. Vidal ensayó un frente común con los intendentes del PJ para extorsionar al propio Macri, para que reponga los fondos, que culminó rápidamente en un acuerdo para cogestionar un agudo ajuste en la provincia.
Así, Vidal forzó un pacto fiscal con los municipios que se adecuaron a un déficit cero, desarrollando un fuerte ajuste en sus presupuestos y multiplicando las tasas municipales. Vidal, al mismo tiempo, aumentó la deuda provincial en cuatro años en 3.000 millones de dólares, que al sumar así un total de 12.000 millones de dólares coloca a la provincia en el límite del default. A diferencia de Larreta en la Capital, Vidal no pudo ni siquiera mostrar cambios cosméticos en la provincia.
Vidal terminó su campaña en Platense abandonando los colores amarillos, lo que abre una incógnita sobre su rol en el PRO. Su política después de las Paso fue habilitar los cortes de boleta por parte de intendentes que habían perdido. Fueron los resonantes casos de La Plata, Lanús, Tres de Febrero y Mar del Plata, donde Cambiemos logró retener importantes municipios que había perdido en las Paso. Las contradicciones internas del peronismo bonaerense afloraron entre agosto y octubre. En La Plata fue ostensible que un sector del peronismo no sólo no hizo campaña por Saintout, sino que llamó a votar a Garro.
A nivel intendencias se reprodujo en algunos casos la enorme polarización del tramo presidencial. Por ejemplo en Bahía Blanca, el intendente de Cambiemos, Héctor Gay, había quedado apenas 2% por encima del candidato del PJ (39 a 37%). En las generales, Gay alcanza el 50% de la votación y Susbielles el 40%. El Frente de Izquierda-Unidad, que había alcanzado el 5,4 %, retrocede en Bahía Blanca al 3,24% producto de una hiperpolarización electoral en el distrito.
La remontada de Vidal en el interior agrario le valió a la ahora oposición -en caso de mantenerse como un único bloque- tener mayoría en el Senado provinical y un fuerte peso en Diputados (43 escaños contra 45 del Frente de Todos).

La campaña y la elección del Frente de Izquierda-Unidad

El peso fuerte de la campaña del FIT-U en la provincia recayó en la militancia del PO. Pusimos el eje en la denuncia del ajuste de Vidal y el FMI y el compromiso de la oposición peronista en todas las medidas contra los trabajadores, en particular del massismo que co-gobernó la provincia con Vidal. Denunciamos el quebranto de las cuentas provinciales y la política de ataque a los docentes y trabajadores de la salud y la educación y sus consecuencias, como las muertes de Sandra y Rubén en la explosión en la escuela 49 de Moreno. Al mismo tiempo, polemizamos con la campaña de Kicillof que recorrió la provincia dándole garantías a los capitalistas de la ciudad y el campo en consonancia con la política del “pacto social” en favor de las patronales de los principales centros industriales de la provincia, y en detrimento del salario y el conjunto de las condiciones de trabajo.
Kicillof llegó a dar garantías de no aumentar retenciones a Carbap (“por ahora no las podemos bajar”) mientras nosotros propusimos impuestos progresivos a las rentas y fortunas. Desenvolvimos un programa obrero y socialista. Planteamos la investigación y no pago de la deuda provincial y la ruptura con el FMI, la necesidad de reabrir el conjunto de las fábricas cerradas por la crisis y el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario. Al mismo tiempo, llamamos a la organización de la clase obrera en forma independiente a la burocracia y al Estado levantando la consigna del congreso de delegados de base del movimiento obrero para establecer una salida de los trabajadores a la crisis. Acompañamos a los familiares de la masacre de San Miguel del Monte, denunciando que Vidal no sólo no acabó con las mafias de los aparatos de seguridad sino que adscribió a la doctrina Chocobar de Bullrich. En Monte denunciamos por su responsabilidad política en el crimen, a la intendenta massista que fue consagrada por el dedo del PJ, y Romina Del Pla presentó un proyecto y realizó audiencia pública con los familiares.
Sin contar con la candidatura a gobernador, la campaña del Partido Obrero se desarrolló planteando estos problemas estratégicos. Colocamos la campaña de Néstor Pitrola a diputado nacional como expresión de este programa de fondo. En el último tramo, al advertir la fuerte polarización acentuamos la denuncia de las candidaturas reaccionarias y celestes de los adversarios en las listas de diputados: Ritondo, Camaño y Massa, tres capitostes de la derecha peronista.
A pesar del retroceso entre las Paso y las generales de las principales candidaturas ejecutivas, la lista de diputados nacionales supera en algunos miles de votos a los obtenidos en las Paso. Esto sucede por un corte de boleta en favor de Pitrola del 33% que más que duplica el corte de 2015. El resultado final se encuentra todavía abierto, aunque todo indica que estaremos apenas por debajo del piso proscriptivo del 3% del padrón electoral (376 mil votos) necesarios para lograr la banca. La campaña realizada por Romina del Pla en la fórmula presidencial jugó también un gran papel en la provincia junto a Néstor, Nora Biaggio y el conjunto de los compañeros del Partido Obrero que formaron parte de todas las listas del Frente de Izquierda-Unidad.
Hemos desarrollado una campaña junto a cada lucha de la clase obrera como los compañeros de Kimberly Clark que ocupan la fábrica en defensa de sus puestos de trabajo, al masivo Polo Obrero de la provincia, a las luchas del Sutna, de los Suteba Combativos, de las mujeres y la juventud. La campaña militante nos deja un salto en las filas del partido. Indudablemente la votación será un piso de reagrupamiento para enfrentar el convulsivo período político que se avecina.

Juan Pablo Rodríguez

miércoles, 30 de octubre de 2019

"Hablan de transición ordenada pero la situación es explosiva" // Solano en A24

Granada o cómo hacer una revolución con nuez moscada



El 25 de octubre de 1983, un ejército invasor liderado por EE.UU. desembarcó en la pequeña isla caribeña con el objetivo de terminar con un incipiente proceso revolucionario que había comenzado cuatro años antes.

La fruta, el sacerdote y la joya

Granada es un país caribeño e insular, pequeño o diminuto dependiendo desde la óptica desde la que se lo mire. Con sus parcos 344 km cuadrados de extensión territorial, sólo la vecina San Cristóbal y Nieves le aventaja en pequeñez en toda nuestra extensión continental. Colonizada por Francia hasta el año 1762, y luego por Gran Bretaña, la isla alcanzó una discreta independencia formal en el año 1974, que sólo cambió el estatus legal de la sujeción granadina al capital británico, norteamericano y canadiense.
Su historia, como la del Caribe, es la historia del genocidio indígena de los pueblos Caribes y Arawaks, que implicó aquí una resistencia aún más tenaz que en otras islas. Es importante señalar la inscripción de Granada en la unidad histórica del Caribe. La dispersión insular, la diversidad cultural, las singularidades lingüísticas y las múltiples trayectorias coloniales bajo el impacto de naciones tan diversas como España, Francia, Inglaterra, Holanda, Dinamarca, EE.UU. y hasta Suecia y Escocia, no niegan su carácter unitario.
La historia de Granada es también la historia de la diáspora negra de las poblaciones africanas, la esclavitud como régimen de explotación y la plantación como forma de producción e inserción subordinada en un mercado capitalista mundial por entonces en plena gestación. Como el nordeste del Brasil, como Haití, como República Dominicana, como Barbados, como Cuba, y como tantos otros territorios, también Granada resultó maldita desde el día en que de sus suelos brotó vigorosa la primera caña de azúcar, introducida ya en la Isla La Española desde comienzos del siglo XVI.
Granada es, entre otras cosas y por todas estas vicisitudes mencionadas, un país angloparlante y negro, con un 95% de población afrodescendiente. Pero también es aún una nación agroexportadora, con un cierto desarrollo turístico y con una industria raquítica.
Fue en esta isla insumisa que Maurice Bishop libró sus batallas. Se trató de un político y abogado que condujo la llamada Revolución del Pueblo entre los años 1979 y 1983. Hijo de granadinos pero nacido en la vecina isla de Aruba, se formó intelectualmente en un colegio católico reservado para sectores medios y altos, lo que le permitió cursar sus estudios superiores en Gran Bretaña, como lo hacían gran parte de los privilegiados criollos. Pese a esto Bishop fue, como la inmensa mayoría de la población de la isla, descendiente de esclavos.
Su inspiración política provino del marxismo, tamizado por la cercana experiencia cubana, del llamado Black Power desarrollado en los EE.UU. por las comunidades negras, y de diversos movimientos de liberación nacional africanos como los de Mozambique, Angola y Guinea-Bisáu. Al decir de Peter David: “A su regreso de Inglaterra él se había convertido en dirigente del movimiento Black Power, después se involucró en discusiones más clasistas y profundizó sus estudios sobre marxismo, con una fuerte influencia antiimperialista y anticolonialista. Se trató de un período dinámico, no solo en Granada, sino a nivel internacional; donde estudiantes y trabajadores de todos los continentes protagonizaron luchas anticolonialistas y antiimperialistas, coyuntura en la que Maurice se iba transformando en el líder natural del pueblo granadino”.
Fue Bishop junto a otros dirigentes quién lideró el proceso de oposición a la dictadura militar de Eric Gairy. Y lo hizo a través de un instrumento político llamado Movimiento de la Nueva Joya (NJM, por su sigla en inglés) que surgió en 1973 de la fusión de dos organizaciones preexistentes. La primera, encabezada por el mismo Bishop, fue el Movimiento de Asambleas del Pueblo (MAP). La segunda, de Unison Whiteman, era el Esfuerzo Conjunto por el Bienestar, la Educación y la Liberación (JEWEL, voz inglesa que significa “joya”). El NJM tuvo una participación política destacada en la oposición a la dictadura de Gairy y a su fuerza de choque, los mangoose gang, alcanzando una importante influencia sindical y una más modesta presencia parlamentaria.

Sin sangre ajena: el triunfo revolucionario

La Revolución Granadina fue un acontecimiento singularmente límpido, bien orquestado, sin sangre. Iniciado como un putch protagonizado por apenas una media centena de militantes, el movimiento logró copar el cuartel del ejército y la única emisora radial de la isla. Desde allí, una apelación precisa a las masas granadinas, el enorme prestigio del que gozaba Bishop y el total descrédito de la dictadura de Gairy, lograron congregar decenas de miles de personas que ocuparon el resto de los emplazamientos estratégicos para alcanzar el triunfo de la revolución. Ésta logró anticiparse cuatro meses a la revolución protagonizada por el sandinismo en Nicaragua, en un contexto convulso en el que Centroamérica y el Caribe se radicalizaban con la coexistencia de tres revoluciones socialistas y con el auge de las guerrillas de El Salvador y Guatemala, el gobierno de Torrijos en Panamá, el avance electoral de fuerzas de izquierda en Jamaica y República Dominicana, etc. La base social del movimiento estuvo conformada por sectores obreros y campesinos y por una pequeña burguesía de maestros, empleados bancarios y trabajadores de la salud.
Y sin embargo, la consumación pacífica del golpe no implicó que los granadinos hayan renegado de la violencia demandada por la excepcionalidad de la revolución como proceso histórico. Así, al referirse Bishop de forma análoga a la revolución norteamericana, señaló que aún “cuando los falsificadores de la historia pretenden que la revolución norteamericana no fue más que una tertulia en Boston, fue una muy sangrienta tertulia”. Y pese a que Granada optó por evitar tribunales especiales o ejecuciones, no demoró en crear milicias capaces de defender militarmente al proceso, teniendo bien en claro el balance respecto de la experiencia chilena de la Unidad Popular. En palabras de Bishop, “la primera ley de la revolución es que la revolución debe sobrevivir”.
La Revolución del Pueblo se definió, en sus tareas inmediatas, como democrática, anti-oligárquica y anti-imperialista, pero pronto (y sobre todo a partir de 1981) comenzó a desarrollar una política nacionalista y socializante, orientada a la planificación económica, la propiedad estatal industrial y la nacionalización del comercio exterior. Sin embargo, a diferencia de lo que sucedió con la dialéctica del proceso revolucionario cubano, Granada optó por no realizar expropiaciones masivas, y se afianzó de facto un régimen de economía mixta público-privada.
Como toda revolución, la granadina expresó la síntesis creativa de diversas tradiciones emancipatorias relegadas en sus elementos afines y contradictorios: el marxismo, el black power, el panafricanismo, el tercermundismo, el anti-imperialismo, e incluso un incipiente y nunca antes conocido nacionalismo específicamente granadino. Al decir de uno de sus dirigentes: “La Revolución en la que caminamos con Maurice enseñó al mundo sobre su firmeza y nuestros principios. Nos dejó el orgullo de ser granadinos y agitar nuestra bandera con amor en cualquier parte del mundo. (…) Cuando Maurice habló por primera vez nos dijo sobre el lugar de las y los granadinos en el mundo, sobre el hecho de que éramos una pequeña isla con unas grandes ideas y una gran revolución, que el tamaño del país no determina su lugar en la historia mundial”. Y más aún: “Las personas solían hacer trabajo voluntario los fines de semana (…); sólo esperaban hacer algo en su comunidad. Durante la Revolución todos éramos granadinos trabajando para Granada”.
A semejanza del Brasil, Granada no contó con un portentoso movimiento de liberación que lo emancipara de su metrópolis: la independencia fue más bien un proceso burocrático, organizado por arriba, ejecutado durante la presidencia de Gairy mediante un referendo, y que contó con la tutela y la aprobación del Reino Unido. Es en ese sentido que el NJM vino también a forjar una identidad y un orgullo nacional de cierta forma inéditos para la isla. Como dijo Bishop: “Nuestro pueblo ha tenido siempre una mentalidad de visa. Lo importante era poder subirse a ese próximo bote o avión que salía al exterior”. Es a lo mismo que se referían los autores de Elogio de la creolidad cuando afirmaban que los caribeños “fuimos deportados de nosotros mismos”.
La colonización cultural, que pretendía hacer de los granadinos unos “inglesitos negros” llegaba a tales de niveles de exasperación, que los niños del colegio debían ir cada año al parque central de la capital St. George´s a festejar el cumpleaños de la reina de Inglaterra, permaneciendo todo el día de pie bajo el sol abrasador de esta zona tórrida.

¿Cómo hacer una revolución con nuez moscada?

La historia de una revolución es siempre la historia de sus dificultades. Algunas son inherentes a la continuidad de estructuras socio-económicas capitalistas y coloniales que, pese al despliegue de una voluntad política organizada, no pueden ser barridas de la noche a la mañana. Otras tienen que ver con la presión externa de las potencias imperiales, que por todos los medios intentan sofocar el efecto contagio y disciplinar los malos ejemplos. Para dar cuenta de las dificultades colosales que ha de atravesar un proceso radical en una formación nacional de esas características, y para justipreciar las realizaciones de la Revolución del Pueblo, conviene subrayar que Granada dependía en primer lugar de la exportación de un irrisorio condimento: la nuez moscada. Pero también de otros productos agrícolas como el cacao y el banano, y de la animación comercial que producía un turismo escaso. La baja población nacional (apenas unos 110 mil habitantes para la fecha), y la constitución histórica y colonial de la isla, la relegó a contar con una industria raquítica y artesanal que generó una clase obrera pequeña y no demasiado estructurada. Si a esto sumamos la tendencia decreciente de los precios de los productos agrícolas, y el encarecimiento relativo de los insumos importados, podemos entender por qué Bishop afirmó en 1980 que “la revolución [no] es como el café instantáneo [que] nada más lo pones en la taza y listo”.
Es por eso que quizás, desde estas distancias, nos puedan parecer algo modestos los logros de la Revolución Granadina, pero no debemos olvidar que el mérito siempre corre parejo a las circunstancias. Entre ellos podemos citar la prácticamente total sindicalización de la clase trabajadora; la construcción de una democracia protagónica asentada en consejos en los barrios, parroquias y lugares de trabajo; y la creación y fomento a las organizaciones de masas de mujeres, jóvenes, campesinos y obreros.
Por otro lado podemos mencionar un crecimiento económico nada despreciable en un contexto recesivo global; la reducción del desempleo del 50% al 12%; el aumento del salario directo y del salario social indirecto; la práctica alfabetización de toda la población en apenas un año; una reforma agraria que afectó a grandes unidades de tierra que fueron puestas a producir bajo la figura de cooperativas estatales; la gratuidad de la atención médica; el primer seguro social nacional de la historia granadina; y una legislación progresiva hacia los derechos hacia la mujer, que estableció igual salario por igual trabajo, licencias por maternidad y que comenzó a castigar diversas formas de violencia sexual. Al respecto, decía Catherine Mapp, por entonces una joven de 22 años de la aldea de L’Esterre: “Por encima de todo, la Revolución es una revolución para las mujeres. Las mujeres definitivamente deberían verlo como un cambio en su dirección, algo que podría beneficiarlas directamente. Educación secundaria gratuita, distribución gratuita de leche, electricidad en nuestro pueblo y la Ley de maternidad”. El apoyo popular unánime al liderazgo carismático de Bishop, y la repulsa del golpe interno que lo desplazó del poder y acabó con su vida, serían una muestra clara de la valoración del proceso por parte de los y las trabajadoras granadinas.

Creer en los países pequeños: geopolítica de la revolución

Fidel Castro definió a la granadina como “una revolución grande en un país pequeño”. Y el intelectual martiniqués Édouard Glissant escribió alguna vez que creía en los países pequeños, en sus posibilidades de hacerse un sitio en este mundo de gigantismos, de grandes magnitudes en pugna. Es desde esta filosofía que la revolución granadina se arrogó el derecho de establecer una política internacional soberana. Bishop afirmó alguna vez en la capital St. George´s que la granadina era una “revolución internacionalista”, que “como revolución se acepta o no se acepta” y que no diferenciaba “entre grandes y pequeños en cuanto al derecho de los pueblos a determinar su propio camino”. En relación a las aspiraciones norteamericanas, fue aún más enfático: “Granada ya no está en el traspatio de nadie”.
La peculiar geopolítica de la revolución imprimió a la Granada de la Revolución del Pueblo diversas orientaciones en su política exterior. Pese a un comienzo cauto y sin ningún viso de antinorteamericanismo, naturalmente la revolución, socialista en su concepción, comenzó a aproximarse a la URSS y a los países del bloque soviético, en el marco de la polarizada organización global propia de la Guerra Fría. Sin embargo, el entusiasmo entre Granada y la URSS no fue exactamente recíproco. Mientras que para Cuba la proyección caribeña y continental de la revolución resultaba una necesidad vital, en el marco del distendimiento del período Bréznhev, inmiscuirse con los granadinos representaba una ofensa directa a los EE.UU. que en el debe y el haber otorgaba escasos rindes estratégicos para los soviéticos.
Si la URSS de Bréznhev y la Granada de Bishop resultaban primas lejanas de generaciones disímiles, mucho más profundos lazos históricos, culturales y geográficos ligaban a las revoluciones de Cuba y de Granada, expresados de forma inmejorable en la entrañable amistad que unió a Fidel Castro y Bishop hasta el trágico asesinato de este último. Y eso es porque la granadina fue también una revolución caribeña, dado que confrontó con su geopolítica regional la balcanización a la que el Caribe fue sometido por la miríada de potencias coloniales que han disputado esa frontera imperial desde 1492.
También fueron cercanas y significativas las relaciones con Nicaragua tras la toma del poder por parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Es interesante que Granada no fue sólo un receptor de solidaridad internacional de parte de las revoluciones cubana y sandinista, de la URSS y el bloque soviético, o de los países tercermundistas “no alineados”. Acompañó a su vez el proceso nicaragüense, enviando educadores a la Cruzada Nacional de Alfabetización, en particular a la zona de antigua colonización británica. Cabe destacar que la tensión entre el énfasis pro-cubano y el énfasis pro-soviético de la política exterior fue uno de los principales motivos de las divisiones intestinas del movimiento revolucionario entre el ala representada por Bishop y aquella representada por Bernard Coard, de quién hablaremos a su tiempo. También se desarrollaron amistosas relaciones con la República Cooperativa de Guyana.
La contracara de estas relaciones exteriores y de la cooperación entre naciones revolucionarias, fue el previsible aislamiento de Granada por parte de las naciones caribeñas que seguían completamente subordinadas a la política de Washington en lo que siempre estos consideraron su “lago interior”, en particular las islas anglófonas organizadas desde 1981 en la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECS).
Respecto a los vínculos históricos de Granada, Peter David afirmó: “La Revolución propició cambios interesantes en nuestra política exterior. La primera fue ampliar nuestras relaciones, que antes de 1979 eran limitadas por las demandas de varios países, principalmente de Gran Bretaña, Canadá y los EE.UU.”. Naturalmente que estos antiguos vínculos de subordinación no fueron modificados de la noche a la mañana, pero al menos si recalibrados bajo nuevas correlaciones de fuerzas en un contexto mucho más favorable para las demandas soberanistas de la isla.
Por otro lado, cabe mencionar que la de Granada fue también una revolución negra, la segunda victoriosa del continente tras el triunfo de Haití en 1804, y como tal hizo parte de un giro panafricanista coincidente con los procesos de liberación nacional y social del continente africano. Fue por eso que, en un acontecimiento histórico, a mediados de 1980 los presidentes Samora Machel, de Mozambique, y Kenneth Kaunda, de Zambia, visitaron la isla. Como tal, Granada también se volvió miembro pleno del Movimiento de de Países No Alineados.
Echando una mirada retrospectiva, es de interés señalar que más allá del gigantismo de las grandes revoluciones del oriente como la china y la rusa, en América Latina y el Caribe el protagonismo ha sido de los países pequeños, desde Haití a Granada, desde Cuba a Nicaragua. Mientras que los eslabones más débiles fueron allí los países colosales aquejados de enormes distancias, aquí han sido sobre todo las pequeñas naciones caribeñas y centroamericanas los principales focos de radicalidad y productividad política.
La pregunta inevitable pareciera ser: ¿es acaso viable una revolución en un país de poco más de 300 kilómetros cuadrados? Para responderlo es interesante recordar el tamaño de la Inglaterra que señoreó por el mundo durante dos siglos, apenas cuatro veces más extensa. Lo que amenaza la viabilidad de una nación pequeña es en todo caso el capitalismo y el imperialismo, que requieren de la adición constante de magnitudes equivalentes que desalienten las irrefrenables tendencias expansivas del capital. Es esa tendencia la que produjo la Guerra Fría y la que hoy configura un nuevo escenario multipolar. Pero el hecho de que haya más polos no significa que desaparezcan las periferias, sino que éstas se regionalizan: la periferia norteamericana, la periferia china, la periferia europea, etc. Pareciera que, volviendo a Juan Bosch, nuevas y múltiples fronteras imperiales emergen en el mundo, en función de las imperiosas necesidades de las leyes del valor. Quizás la síntesis de una visión simultáneamente nacional, tercermundista y global sea el principal legado granadino, tal como lo expresara Bishop en su discurso del 13 de abril de 1979: “Somos un pequeño país, somos un país pobre, con una población descendiente de los esclavos africanos, somos parte del Tercer Mundo explotado, y definitivamente tenemos el desafío de buscar la creación de un nuevo orden económico internacional que dé lugar a una economía al servicio del pueblo y a la justicia social y por todos los oprimidos y explotados del mundo. No creemos en una economía al servicio de una minoría de la humanidad, sino al servicio de los que fueron explotados y de los que son explotados actualmente”.

Con sangre propia: la traición de la fracción estalinista

Quizás la más grande de las paradojas granadinas, este dada por el hecho de que la revolución que no derramó sangre ajena, derramó su propia sangre de forma trágica y abundante. Al decir de Fidel Castro, “de las propias filas revolucionarias surgieron hienas”. Contradictoriamente, las “hienas” que abortaron este destacado proyecto revolucionario lo hicieron bajo el argumento de forzar la marcha hacia el socialismo, descuidando las más elementales lecturas sobre las condiciones materiales de la isla y sobre la precaria ubicación de Granada en la geopolítica caribeña y global.
En torno a la figura de Bishop fue conformándose un cerco tendido por la segunda figura del proceso, Bernard Coard, y por el general Hudson Austin. Bajo las acusaciones del abandono del “marxismo-leninismo” (en su formulación pro-soviética y según los manuales del DIMAT, es claro), y con una crítica insistente en torno al presunto culto a la personalidad de Bishop, esta fracción, mientras demandaba un liderazgo compartido, fue conspirando hasta alcanzar una mayoría dentro de la propia dirección del proceso. El 13 de octubre Bishop fue destituido y encarcelado. Las bases del Movimiento de la Nueva Joya y las mayorías encuadradas en las nuevas estructuras que organizaban a los trabajadores, el campesinado, las mujeres y la juventud, comenzaron a agitarse declamando “queremos a Bishop, no a Coard” y bajo la consigna no Bishop, no revo, es decir, sin Bishop no hay revolución.
Si hemos de cuantificar el respaldo unánime del líder granadino, basta decir que el 19 de octubre unas 25 o 30 mil personas se movilizaron exigiendo su liberación: ni más ni menos que la cuarta parte de la población de la isla. Bishop se preparaba a dar un discurso desde el emblemático Fort Rupert, e incluso había hecho los arreglos necesarios con Radio Granada Libre para su transmisión. Ante el aislamiento que se precipitaba sobre la fracción de Coard, en un rápido y confuso episodio Bishop y otros miembros de la primera plana del gobierno fueron fusilados: en particular cuadros de la relevancia de Jacqueline Creft, Ministra de Educación y Ministra de la Mujer, el ya mencionado Unison Whiteman, quien se desempeñaba como canciller, y el dirigente sindical Vincent Noel. El balance del luctuoso final estaría a cargo de Fidel Castro. Será lapidario: “Según nuestro criterio, objetivamente el grupo de Coard hundió la revolución y abrió las puertas a la agresión imperialista. Sean cuales fueses sus intenciones, el atroz asesinato de Bishop y sus compañeros más fieles y allegados constituye un hecho que jamás podrá justificarse ni en esa ni en otra revolución”. El saldo previsible fue la desmoralización del pueblo, la desmovilización de los sujetos organizados, la confusión estratégica y el desarme de las milicias, importante reaseguro defensivo de la Revolución.

La invasión norteamericana: un golpe bajo, cruel y desproporcionado

Permítasenos volver una vez más al discurso de Fidel Castro, quién el 14 de noviembre de 1983 afirmó que: “El gobierno imperialista de Estados Unidos quiso matar el símbolo que significaba la revolución granadina, pero el símbolo ya estaba muerto. Lo habían destruido los propios revolucionarios granadinos con su división y sus errores colosales”. Se trata del juicio fulminante de quién fuera quizás la única autoridad moral para evaluar algo tan espinoso y contradictorio como una revolución derrotada. “Estados Unidos, queriendo destruir un símbolo, mató un cadáver, y a la vez resucitó el símbolo”, añadiría. Granada tuvo el triste privilegio de constituir el primer caso de aplicación, mediante el uso directo fuerzas norteamericanas, de la doctrina militar post-guerra de Vietnam, la misma que se tercerizó en Nicaragua mediante la utilización de los “contras”.
Para intentar comprender las razones de la invasión debemos atender tanto a las motivaciones reales como desmontar los ardides propagandísticos. Respecto a las primeras, es evidente que las administraciones norteamericanas veían con preocupación el desplazamiento del eje de radicalización política desde el Cono Sur hasta la región de Centroamérica y el Caribe, y querían contener a toda costa la expansión de revoluciones socialistas sui generis que ya tenían asiento en Cuba, Nicaragua y Granada, con la posibilidad cierta de replicarse en otros países como El Salvador y Guatemala.
La otra motivación era el peligro que representaba para el imperio el ejemplo de una revolución negra para las propias poblaciones afrodescendientes de los Estados Unidos. Durante una gira del líder granadino por el país, este llegó a congregar a 2500 personas en Nueva York, entre ellas a algunas influyentes personalidades negras y latinas del campo político, sindical, religioso e intelectual. Al decir de Bishop: “puede ser que descubramos en Estados Unidos más granadinos que toda la población de Granada”. Solo así puede entenderse que un informe confidencial del Departamento de Estado señalara a la revolución granadina como aún más amenazante que la cubana o la sandinista, dado que su líderes hablaban inglés y podían comunicarse directamente con el pueblo de los Estados Unidos, y a que eran negros y podían identificarse y ser identificados por la comunidad afrodescendiente.
Por último, aún bajo la sombra de la resonante derrota de Vietnam y al calor de las futuras elecciones presidenciales del año 1984, la aventura belicista fue utilizada, como sucede hoy en día, para cohesionar a la sociedad norteamericana bajo liderazgos reaccionarios. Como comentó un asesor presidencial al New York Times el 9 de octubre del año de la invasión: “Necesitamos una victoria importante en alguna parte para demostrar que podemos manejar la política exterior. No se trata de algún asunto en particular, como de generar confianza en la competencia del Presidente en materia externa”. De hecho, el sometimiento de Granada sirvió para tabicar el interés público por los problemas endógenos, disparando la imagen de Reagan, quién ganaría holgadamente las elecciones del año 1984.
Consideradas las motivaciones reales, repasemos los ejes en que se asentó la propaganda para preparar y justificar la invasión a nivel doméstico e internacional. En primer lugar la presunta utilización militar que tendría el aeropuerto civil que Granada estaba construyendo con el apoyo de ingenieros cubanos y con fuentes de financiamiento que provenían hasta de Europa. Nada más lejano de la realidad: los fines reales eran la construcción de un aeropuerto de envergadura internacional con el que la isla no contaba, para poder recibir aviones de gran porte y desarrollar la estratégicamente planificada industria turística. Como las “armas de destrucción masiva” de la administración de George W. Bush en nuestro siglo, el “aeropuerto de la URSS” no sería más que una torpe cobertura ideológica que finalmente caería bajo su propio peso.
Fue habitual el argumento, no por irrisorio menos utilizado, de que la diminuta Granada representaba una “amenaza para la seguridad nacional”, idéntico al esgrimido para sostener hasta hoy el bloqueo contra Cuba, y para justificar la ocupación de las Naciones Unidas de Haití en el año 2004. Esto, recordemos, en el marco ideológico de la polarización de la Guerra Fría y la “lucha contra el comunismo” y del acercamiento de Granada a Cuba y la Unión Soviética. También fue moneda corriente hablar de las presuntas amenazas y riesgos para los alrededor de 600 ciudadanos norteamericanos que residían plácidamente en Granada, en su mayor parte cursando estudios de medicina. Vale decir que su número era apenas menor que la totalidad de soldados granadinos con que se enfrentaron los norteamericanos, tras la liquidación interna del proceso. Tampoco podemos dejar de lado el trabajo preparatorio y coactivo de organismos financieros internacionales como el FMI y el Banco Mundial, que a través de su política de asfixia aislaron financieramente a la dependiente Granada, impidiéndole toda posibilidad de acceder a préstamos en el mercado global de capitales.
La excusa utilizada para la invasión fue el pedido de despliegue militar por parte de los socios de los Estados Unidos en la OECS. Sin embargo el gobierno de Reagan ya había hecho los preparativos necesarios en una operación llamada “Ambar y las Ambardinas” en el año 1981, en alusión inequívoca a la isla de Granada y a las pequeñas ínsulas Granadinas que se despliega como un rosario de perlas al sur de su territorio. Además, según lo mencionado por figuras relevantes de la Revolución como George Louison, Don Rojas y Kenrick Radix, la CIA ya estaba infiltrada para entonces en el gobierno, el partido, el ejército y las organizaciones populares. Para ilustrar lo desproporcionado de la invasión, que finalmente sería bautizada como “Operación Furia Urgente”, los Estados Unidos se valieron de 7 mil marines y 300 soldados de la OECS para enfrentar a un ejército y a unas milicias reducidas, desmoralizadas y en desbandada. Por otro lado, los 784 cubanos cooperantes, entre civiles y militares, ofrecieron una resistencia activa y altiva allí dónde fueron atacados por los invasores. La cauta ONU, como siempre, condenó la invasión sin ningún tipo de resultado ni incidencia por 108 votos negativos contra 9 favorables. Nuevamente, el juicio de Fidel Castro resulta conclusivo: “Ni desde el punto de vista político, ni militar, ni moral, Estados Unidos obtuvo victoria alguna. En todo caso, una victoria militar pírrica y una profunda derrota moral”. Al día de hoy el cuerpo de Maurice Bishop y el de los otros líderes revolucionarios aún no han sido encontrados. El propio Bernard Coard, que fue liberado tras pasar varios años en prisión, afirma que son las autoridades norteamericanas y la CIA las que conocen su exacto paradero.

Hacer revolución y converger el Caribe

Nuestras aspiraciones de integración latinoamericana y caribeña no siempre han convergido en la historia de los territorios que José Martí definiera como “Nuestra América”. A la existencia de nacionalismos sin región, de regionalismos sin sustrato nacional, de fenómenos de colonialismo interno, de escasas pero dolorosas guerras fratricidas, hay que sumar curiosos fenómenos de latinoamericanismo miope, por fuga, que miran sin ver nuestra entera extensión territorial, salteándose naciones, culturas, lenguas, regiones y hasta revoluciones enteras. Nuestro latinoamericanismo ha de incluir y religar el Cono Sur, al gigante brasileño, a los pueblos andinos, a las naciones del istmo centroamericano, a todas las islas del Caribe desde las grandes Antillas hasta las pequeñas ínsulas, a las nacionalidades y plurinacionalidades negras e indígenas, a los territorios soberanos y a los enclaves coloniales. Y también, valga la provocación, a los propios Estados Unidos, dado que en la “entraña del monstruo”, por migración voluntaria o forzosa, viven más de 30 millones de nuestros compatriotas.
Como ha quedado evidenciado, solo las Revoluciones pueden dar a nuestras naciones una proyección regional, y una plataforma firme y digna desde la cual enfrentarse a este mundo desquiciado por el capital. Granada, tras la derrota de su Revolución, perdió toda significación geopolítica y volvió, al decir del abogado Peter David, a convertirse en “una pequeña isla entre muchas en el Caribe”. Lo mismo sucedió con Haití. Lo mismo sucedería con Cuba si la más sólida de nuestras tentativas revolucionarias fuera derrotada.
Granada viene a reafirmar también que las revoluciones son hechos totales y multidimensionales, y que sólo su irrupción es capaz de garantizar el avance de agendas múltiples que nunca llegarían a buen puerto por andariveles dispersos, fragmentadas en reclamos sectoriales, rebeldías domesticables o pataleos corporativos. Las reivindicaciones obreras, campesinas, estudiantiles, profesionales, juveniles, de las mujeres, migrantes, negras o indígenas, podrán hacer “todo con la revolución, y nada contra la revolución”.
Por otro lado, resulta indudable que el Caribe y fue y sigue siendo el lugar de condensación de los más fabulosos experimentos políticos y sociales, la álgida frontera de numerosos imperios y la región geoestratégica donde los eslabones débiles de la colonialidad no dejan de saltar por los aires. Quién le dé la espalda a nuestro gran mar le dará, ingenuamente, la espalda a los enemigos que campean al norte y al este, y que predican desde hace 500 años la desunión y la discordia. Debemos honrar los esfuerzos anfictiónicos del Libertador Simón Bolívar, para que el Caribe vuelva a ser la bisagra de las diferentes regiones de Nuestra América, convirtiéndolo en un mar convergente, de encuentros culturales, abrazos migratorios, comercio justo, entendimientos lingüisticos, y solidaridad plena.
Algún día escribiremos, al lado de la historia revolucionaria de Haití el impensable, de Cuba la heroica, de Nicaragua la hermosa, la historia de Granada, la digna revolución de la nuez moscada. Mientras tanto, como decían y aún recuerdan los granadinos: Forward ever, backward never. Avanzar siempre, retroceder nunca.

Lautaro Rivara

Lautaro Rivara es sociólogo y periodista
@LautaroRivara

"Los sindicatos deben acompañar a los trabajadores, no al presidente" // Néstor Pitrola en C5N

martes, 29 de octubre de 2019

Eduardo Sartelli y el panorama político después de las elecciones

"Más que transición ordenada estamos sobre un polvorín" // Romina Del Plá en A24

“Bipartidismo” de crisis



El resultado polarizado de la elección presidencial llevó apresuradamente a algunos analistas a hablar de un nuevo “bipartidismo”. Mientras en elecciones anteriores primaba una tendencia a la dispersión política, ahora las alternativas se concentraron en dos grandes campos. En 2011, la oposición a Cristina Fernández se presentó en un estado de disgregación muy evidente. En 2015 el massismo intentó una “ancha avenida del medio”, que terminó naufragando luego de apoyar a Macri en Davos y terminar recalando en el pejotismo.
Ahora, el resabio de esa línea, Lavagna-Urtubey, quedó reducido a su mínima expresión. La centroizquierda terminó recalando en el Frente de Todos, incluido el PCR. Lo mismo los gobernadores del PJ después de desdoblar las elecciones provinciales.
El macrismo, por su parte, asimiló a Pichetto del peronismo federal y terminó chupándose buena parte del voto de la derecha evangélica y vinculada a las fuerzas de seguridad de NOS, de un lado, y de los liberales “antisistema” truchos de Espert.
El Frente de Todos canalizó la oposición al macrismo en un marco de bancarrota económica, pero jugando siempre un rol de contención en relación a las luchas y preparando una transición continuista. Contra las denuncias de “chavismo”, la coalición opositora siempre tendió a una conciliación con las fuerzas sociales que dieron origen al macrismo. Las perspectivas de reactivación de Vaca Muerta que levanta Fernández están atadas a pactos de fondo con el imperialismo. La pretensión, irrazonable, de una renegociación sin quita de la deuda apunta en el mismo sentido.
El macrismo asumió frente a la derrota de agosto un rol de arbitraje económico ante la bancarrota económica, restableciendo (y ahora reforzando) el cepo al dólar, “reperfilando” la deuda y tratando de contener la bancarrota con métodos de intervención estatal. Ambos fueron tendiendo puentes sobre la “grieta” para amortiguar el efecto explosivo de la crisis económica y la penuria de las masas. Es la expresión de una colaboración política que tuvo su origen en la votación masiva de las leyes de Macri por parte del peronismo, y en la actitud servil de la burocracia sindical con el plan de ajuste.
El macrismo, a contrapelo de la bancarrota, logró movilizar masas de la pequeña burguesía tras un planteo de relanzamiento de su gobierno. Explotó por un lado el impasse continental del nacionalismo. Por otro, la amenaza de un agravamiento de la crisis económica bajo Fernández, utilizando la devaluación post Paso como un mecanismo extorsivo. Por último, las causas de corrupción y la agenda de seguridad. El éxito de esta operación de movilización política de un gran sector de la pequeña burguesía traduce una enorme ilusión en una salida para el país de la mano de un alineamiento completo al capital financiero y el imperialismo.

Precariedad

Desde un punto de vista histórico, el carácter precario de los armados políticos salta a la vista. Los partidos de masas de la burguesía argentina se gestaron en grandes causas populares, luego tempranamente abandonadas: la defensa de la democracia política, en el caso de la UCR, la “independencia económica, soberanía política y justicia social” en el del peronismo. El “revival” pejotista debuta como una coalición inestable de rasgos marcadamente pro imperialistas, en una etapa de declive del nacionalismo continental y de quiebra de todos los regímenes políticos en Latinoamérica. El macrismo amenaza levantar cabeza cuando se hunde irremediablemente su “modelo chileno” bajo el peso de la rebelión popular. Macri deberá revalidar su liderazgo de la oposición cargando con la hipoteca de haber llevado al país a la peor bancarrota desde el 2001.
El punto central para Alberto Fernández será, por un lado, la renegociación de la deuda, y por el otro la imposición al movimiento obrero de un pacto social que tiene todas las características de un nuevo ajustazo o, a lo sumo, convalida la pulverización actual del salario. Este arbitraje precario lo tendrá que llevar adelante con una coalición también precaria, donde los factores de disgregación saltan a la vista a cada paso.

El golpe a la izquierda y lo que viene

Bajo el peso de esta polarización extrema, la izquierda redujo su caudal electoral en forma acusada. El FIT no fue capaz de estructurar al activismo obrero, juvenil y de la mujer en torno a una salida propia a la crisis. La debilidad de la izquierda y los límites propios del FIT para actuar como frente único pesaron en este resultado.
El movimiento de mujeres votó masivamente a Alberto, que cobija en sus listas a la iglesia católica y evangélica. Quienes históricamente repudiaron a la burocracia sindical votaron por las listas que promueven la unificación CGT-CTA y el pacto social. La advertencia sobre el carácter ajustador y pro imperialista de una renegociación de la deuda externa fue dejada de lado en nombre de lograr un contrapeso “popular” a la presión del FMI. Primó la expectativa en una salida electoral sobre la tendencia a la movilización y la acción directa, que sin embargo atravesó toda la campaña electoral con luchas importantes.
La campaña electoral confrontó salidas de fondo. Los apoyos a la izquierda recogidos en elecciones anteriores sobre la base de la adhesión a una agenda parlamentaria o a reclamos puntuales fueron puestos a prueba por la nueva situación. La izquierda plantó bandera con consignas y planteos estratégicos para la etapa. El no pago de la deuda, la nacionalización de la banca y el comercio exterior, la necesidad de romper con el FMI fueron el corazón de la campaña. Este desarrollo de planteos estratégicos es una base para abordar la etapa que se abre.
La bancarrota económica, la presión de la Iglesia frente al movimiento de mujeres, la precariedad del pacto social de ajuste que se viene, van a poner en cuestión todo el apoyo popular a Alberto Fernández en un plazo muy breve. La contradicción entre la expectativa popular depositada en el peronismo y el carácter anti obrero de su política emergerá rápidamente. La prueba de fuego estará en la capacidad del movimiento popular para desarrollar los reclamos en forma independiente de la tutela estatal. Bajo el impacto de la crisis mundial, las luchas se abrirán paso en forma inevitable.
Para desarrollarse como un factor político en la nueva situación, el FIT debe sacar un balance claro de la experiencia recorrida y superar sus límites.

Juan García

Los aires de la victoria peronista



La previsible victoria en primera vuelta de Alberto Fernández estuvo marcada por un enorme avance del macrismo -de más de dos millones de votos- y hasta un retroceso porcentual del peronismo del 49,49% al 48,04%. Esta elección fue la segunda de mayor concentración de votos entre la primera y segunda fuerza desde 1983, llegando al 88,5% de los votos.
¿Cuál fue el camino hacia semejante resultado, después de dos devaluaciones durante el interregno entre una elección y otra, un congelamiento de combustibles frustrado, tres tandas de remarcaciones de precios, el comienzo del default, la caída de u$s20 mil millones de reservas, el agravamiento de la recesión, el estallido de los índices de pobreza y hasta del hambre?
Semejante remontada del macrismo -que incluyó victorias en Mendoza, Santa Fe, Entre Ríos, San Luis, además el estiramiento de la diferencia en Córdoba y Capital y varias victorias impensadas en municipios bonaerenses- sólo se explica por la derechización de la campaña del propio Alberto Fernández. El candidato de la coalición conservadora entre el kirchnerismo, el PJ disidente de los gobernadores y Massa, centró su campaña en los mercados, contra la calle.
Desde la reivindicación del “dólar razonable” hasta el cepo, pasando por las sucesivas “misiones” a EEUU en las que Sergio Massa (el hombre de Rudolph Giuliani en América Latina) fue un enviado privilegiado, hasta las reuniones con los grupos mineros más concentrados del planeta y especialmente los fondos de inversión; la tarea central de Alberto Fernández fue seducir al capital. Uno de los puntos fuertes de esta tarea fue la reunión con aires refundacionales en Tucumán con el mandamás de la UIA y Héctor Daer de la CGT, en el camino del pacto social para garantizar la gobernabilidad de la continuidad del ajuste fondomonetarista.
La cuestión del repago de la deuda estuvo en el centro de esa cruzada de seducción del capital del nuevo presidente. Al punto que le ha valido alguna rispidez con el FMI, que quiere imponer una quita en la inevitable reestructuración de la deuda, para garantizar su propio pago. Pero en esta disputa no figura cómo “encender la economía”, una de las frases acuñadas para hacer la plancha ante un electorado urgente, víctima de la catástrofe social de la crisis capitalista a toda orquesta en la que se ha desenvuelto la campaña y en la que se desenvolverá en la transición.

Contra la calle

Contra toda tradición electoral del peronismo, la convocatoria a ganar la calle vino por parte de la derecha. Por parte de Alberto Fernández, la orientación que dominó hasta el último minuto, y hasta la última organización popular del variopinto universo de la cooptación del Frente de Todos, fue evitar la calle. Macri movilizó una base social agitando sus ejes contra la corrupción y el “populismo”, contra “Venezuela y el pasado”, mientras toda la burocracia sindical y piquetera jugaba un formidable papel de contención ante una crisis social que no tiene nada que envidiarle a las que han desatado rebeliones en Ecuador o en Chile.
Mientras Macri reforzaba sus invocaciones a Dios en cada discurso y se calzaba con decisión el pañuelo celeste para absorber los votos de Espert y Gómez Centurión, Alberto Fernández -que fue votado por buena parte de la Ola Verde- hacía campaña electoral con la cúpula de la Iglesia Católica.
Ya Nicolás Dujovne se había jactado de que en ningún momento de la historia argentina se hizo un ajuste semejante sin que cayera un gobierno. La coalición de los Fernández y Massa, junto a todas las variantes de la burocracia sindical -desde Daer hasta Cachorro Godoy, pasando por Moyano y Yasky- garantizaron que siguieran los capítulos más agudos del ajuste sin que ello ocurriera y sin que las masas ganaran las calles.
El caso más representativo de esta situación fue la enorme huelga de docentes y estatales de Chubut, que fue criminalmente aislada en función de su desgaste por ambos polos de la disputa política. Los paros de Ctera, ante el desmadre de la represión paraestatal de la burocracia petrolera y ante la muerte de dos docentes, sólo disimularon el operativo de contención que incluyó la súplica de incorporación a la CGT.
El centroizquierda y la izquierda que se subsumió en el apoyo al peronismo: Patria Grande, el PCR, el degennarismo, la CTA Yasky, los grupos del Trío Vaticano, fueron furgones de cola que cedieron totalmente la iniciativa a la derecha peronista. Los sectores del movimiento de la mujer ligados al kirchnerismo cedieron toda iniciativa de lucha por el aborto legal y los derechos de la mujer a los grandes operadores celestes como Manzur, que fue el eje de la liga de los “24 gobernadores” con los que promete gobernar Fernández.

Argentina y Chile

El contraste entre el Chile, que cuestiona treinta años de gobiernos de ambos polos de la democracia pinochetista -la Concertación y la derecha de Piñera- y su herencia de superexplotación y entrega, y la Argentina, donde vota el 81% del padrón a dos fuerzas sociales responsables de la deriva que ha llevado a una de las crisis capitalistas más explosivas de América Latina, es evidente. A esto habría que agregar que el 98% de la elección fue a parar a las fuerzas responsables del desastre argentino, cuando el peronismo -más los Lavagna, los Massa y los Pichetto- fueron artífices de la gobernabilidad de la tentativa capitalista de libertad de capitales y endeudamiento como salida a la crisis de los finales del kirchnerismo. No porque los trabajadores argentinos no tengan voluntad de lucha, como se expresó en los grandes paros nacionales o en la huelga de Chubut, sino porque el peronismo ha trabajado sistemáticamente para canalizar toda la bronca hacia el proceso electoral.
Esto habla de un dominio de la burguesía de la escena política nacional. Algo que ya había sido anticipado por las elecciones provinciales, donde se constató que el voto mayoritario fue acaparado por los partidos patronales. La cuestión no nos toma de sorpresa: desde las páginas de Prensa Obrera fuimos llamando la atención sobre ese hecho y alertando sobre la transición, los realineamientos y el relevo que se estaba orquestando frente al derrumbe del macrismo. El voto a Alberto Fernández tiene un carácter contradictorio: explica el descontento y el hartazgo con el gobierno responsable de las privaciones a que vienen sometiendo a la población, pero por otro lado expresa la ilusión y el apoyo a una salida patronal que pregona una política de rescate y estímulo al capital y al empresariado, y de compromiso con el FMI y los acreedores. En otras palabras, la ilusión de que se podría sacar al país de la crisis sin afectar los intereses del capital, prescindiendo de una política anticapitalista.
Todo el peronismo se jacta de que Argentina no es Chile. Sería la versión nacional y popular de Dujovne, es la otra cara del ajuste y la descarga de la crisis capitalista sin el desmadre de la rebelión popular.
Pero el Frente de Todos tendrá que gobernar, y de inmediato las contradicciones entre las expectativas populares y la administración de la crisis capitalista empezarán su erosión política y pasarán la factura. Es cierto que han transmitido astutamente el mensaje de que “esto será muy difícil” y “llevará tiempo”. Pero lo que han marcado las rebeliones latinoamericanas de Ecuador y de Chile, y aún el retroceso político de Evo Morales en Bolivia y del Frente Amplio en Uruguay, es la inviabilidad de las políticas de contención ante la agenda de la crisis mundial que desembarcó con la recesión y las crisis de deuda en toda América Latina.
Las burguesías latinoamericanas no han cambiado la agenda, insisten en las reformas laborales, jubilatorias e impositivas para rescatar a los Estados quebrados por los rescates a la banca acreedora, con el FMI de por medio o sin él. En la Argentina no renuncian a meter esa agenda en la mesa del pacto social fernandista, con el agravante de que -a diferencia de Chile- en la Argentina el FMI ha dado el mayor crédito de su historia y tiene que cobrar la deuda. El reloj de Argentina hacia la nueva realidad en América Latina, donde las masas empiezan a intervenir, se ha puesto en marcha. En la etapa de las rebeliones populares de principio de siglo, los nacionalismos cumplieron una vital función de contención para la clase capitalista en la región. Se procesará esta nueva experiencia respecto del nacionalismo de colaboración de clases, cuando le toca la función contrarrevolucionaria de defender al sistema contra las masas en condiciones de agravamiento de la crisis mundial.

La transición

Bien mirada, la transición empezó el 12 de agosto. El compromiso entre el macrismo y el peronismo fue permanente en las medidas de arbitraje del Estado en el mercado de cambios, la postergación de tarifazos, los miserables bonos salariales aceptados por la CGT y los paliativos impositivos de dudoso alcance.
En ese tránsito el macrismo llega a su rol de oposición con un caudal electoral importante, pero implosionado entre un radicalismo que proscribió a Macri de las últimas elecciones desdobladas, Carrió que ni fue al bunker y Vidal que hizo un acto sin Macri ni colores amarillos, después de habilitar el corte de boleta para salvar intendencias del naufragio bonaerense.
El peronismo llega al poder con un rejunte de los punteros del PJ disidente, el kirchnerismo y el massismo, que ya tuvo algún chispazo entre un Massa que reconoció a Guaidó y Cristina que aprovechó la noche de la victoria para saludar el polémico triunfo de Evo Morales, mientras Alberto Fernández recibía la gentil invitación de Trump a no abandonar el grupo Lima si quiere algún tipo de atención ante el cuadro desesperante de la deuda externa.
Las reservas netas de libre disponibilidad del Banco Central orillan los u$s6.500 millones de dólares, según Ámbito Financiero. Se trata de un monto que no alcanza al mínimo de manual para atender el comercio exterior de un país como Argentina. Por otro lado, el cepo restringe al máximo la demanda, pero los exportadores agrarios no ingresan un dólar, ya que siguen reteniendo la coshecha a la espera de una devaluación final antes del prometido acuerdo de precios y salarios.
Un golpe de esta naturaleza -que haría todavía más explosiva la cuestión de las tarifas dolarizadas y de los combustibles- presenta un potencial inflacionario absolutamente insoportable para las masas. A estas tendencias se suma el desarme de las Leliqs, que se está produciendo al costo de incorporar pesos que alimentan las presiones sobre el dólar y que han llevado al Contado con Liqui a $80. Bajo la forma de un desdoblamiento cambiario o de una devaluación lisa y llana, los golpes a las masas que están en el horizonte hacen explosiva la situación social.
La transición empezó con una foto fraternal entre Fernández y Macri, pero operará arriba de un volcán: el lunes, por lo pronto, el riesgo país subió a 2.275 puntos y cayó la bolsa. Empezó el baile…
El carácter de la situación achica el margen de maniobra a Alberto Fernández. La luna de miel de la que gozará AF es tremendamente acotada. La aguda crisis lo obligará a tomar definiciones en la propia transición, antes de asumir. Esta vez no puede escudarse en el hecho de que no ha sido electo, y va a tener que dejar marcada sus huellas digitales, aunque pretenda desmarcarse y endosarle el costo del trabajo sucio al macrismo.

El Frente de Izquierda y su campaña

El Partido Obrero, desde su XXVI Congreso y aún antes, caracterizó que la batalla central sería con el peronismo, que en cada elección anticipada fue transformándose en canal de la bronca popular contra la creciente bancarrota macrista.
Pero el retroceso de la votación respecto de las PASO marcó una novedad del FIT, algo que no ocurría desde las primeras primarias centradas en el planteo democrático de superar el piso proscriptivo en 2011.
El corte de boleta que llegó a extremos del 100% en Salta y en CABA, y fue también importante en la Provincia de Buenos Aires duplicando el corte de 2015 en la categoría a diputados, se operó centralmente en favor de la fórmula del peronismo. Eso indica que en un cuadro de polarización que no tiene antecedentes desde 1983, el FIT - Unidad sufrió una fuga de votos de su propia base electoral. Fuera de toda discusión, la elección presidencial ha sido débil, al igual que las elecciones ejecutivas de las provincias. La avalancha de Larreta nos hizo retroceder ante la polarización de un 90% en la Capital, a pesar de la gran campaña política de Gabriel Solano, reconocida por propios y extraños.
En este cuadro, otra vez el voto a Zamora -aunque cada vez más marginal- nos impidió el acceso de un diputado por la Capital, y el doble piso electoral en la Provincia nos dejó a centésimas del ingreso de la banca. El carácter de la campaña de Bregman diputada, no obstante, merece un análisis aparte, puesto que estuvo dirigida por parte del PTS a un compromiso con un sector del kirchnerismo, que incluso llevó a esa fuerza a retraer la presencia del candidato a presidente en la campaña regional.
En el haber tenemos que destacar la campaña política del Frente de Izquierda como la más radicalizada desde que tiene existencia. Eso por haber colocado la ruptura con el régimen del FMI y el no pago de la deuda en el centro de la agitación política cuando esa cuestión sacudió a toda América Latina, y por haber marcado el eje de que la crisis la paguen los capitalistas. Ambos planteos cobraron más vigencia objetiva a cada día del transcurso de la lucha política.
Por otro lado, ganamos las calles contra la indicación de Alberto Fernández. Desarrollando una campaña de lucha de clases, por Chubut, junto al Polo Obrero y el movimiento piquetero independiente, con los sindicatos que salieron a luchar y el Plenario Sindical Combativo, con las ocupaciones de fábrica como Kimberly Clark, con los familiares del gatillo fácil de Monte, movilizando miles de mujeres a dar la batalla política en el 34º Encuentro. Tal vez no casualmente, el flamante Frente de Izquierda de Chubut hizo la mejor elección del país.
Como corolario de una campaña de independencia política de los trabajadores y de lucha de clases, el Frente de Izquierda - Unidad cerró su campaña frente al consulado de Chile, donde ya nos habíamos movilizado. Un sello de tipo revolucionario que marca diferencias abismales entre esta alianza de izquierda y todas las que hubo en el pasado en la Argentina.
La política del Partido Obrero será impulsar la intervención en cada lucha reivindicativa y desarrollar una agitación política que permita a la vanguardia obrera y de los movimientos de lucha superar lo más aceleradamente posible esta nueva experiencia nacionalista que la burguesía ha sacado de la galera ante la crisis gigantesca de su régimen económico y social. La agitación política apuntará a desenmascarar la política y las salidas patronales en danza frente a la crisis nacional. Estará dirigida a poner de relieve sus efectos devastadores sobre las masas y, al mismo tiempo, dar cuenta de sus contradicciones explosivas y su inviabilidad, por referencia a la envergadura de la bancarrota capitalista mundial, de la cual Argentina es uno de sus eslabones más sensibles; oponiendo a la política capitalista un programa y una salida política de los trabajadores. Nuestra intervención apuntará a promover la irrupción de la clase obrera como un factor independiente en el escenario político, y transformarla en una alternativa de poder. El Frente de Izquierda, que se negó a cumplir ese papel en el período previo al proceso electoral, será puesto a prueba para superar sus propias limitaciones en torno a ser un polo de intervención política en la lucha de clases, que establezca una continuidad con la lucha electoral librada.

Néstor Pitrola