lunes, 13 de febrero de 2017

Correo Argentino, o la Argentina en sobre cerrado



La virtual condonación de la deuda del grupo Macri con el Estado argentino, a raíz del caso del Correo, ha sorprendido a quienes, en verdad, no se deberían sorprender. El coro de partidos que han gobernado la Argentina desde los años 90 hasta hoy –pasando por Macri, Stolbizer, Massa y el kirchnerismo- se escandalizan frente a una medida que beneficia, no ya a los “amigos del poder”, sino a los padres y hermanos del mismo.
Pero al fin al cabo, el Correo Argentino es un retrato de la Argentina: o sea, del Estado y sus partidos como una oficina de rescate sistemático de la clase capitalista, a costa de los que viven de su trabajo.
El Correo argentino fue reestatizado en 2003. El Estado, a cuenta del kirchnerismo, se cargó con la hipoteca que le dejaron los Macri por la empresa estatal, sin resarcir en forma elemental e inmediata al Estado por los cánones que Socma le adeudaba desde hacía varios años. El Estado “nac & pop” dejó dormir esa deuda en los estrados judiciales durante más de una década. Ahora, los administradores macristas han aceptado cobrar la deuda pulverizada, en quince cuotas y con un interés misérrimo.
Pero este final del conflicto del Correo, que tanto escandaliza a los oficialistas “republicanos” y a los opositores”, es sólo una variante de la salida que todos ellos avalaron después de la bancarrota de 2001: nos referimos a la pesificación de la deuda de los grandes grupos capitalistas. Con los mismos métodos que ahora la justicia y los administradores macristas le aplican a Socma, el Estado argentino dispuso en 2002 la pesificación asimétrica, por la cual los grandes grupos capitalistas –de Socma a Clarín- fueron habilitados a cancelar sus pasivos en una relación 1 a 1 con el dólar, cuando la devaluación lo habia llevado a $3,60. Este impacto sobre la deuda de Socma fue recordado en estas horas por el ministro de comunicaciones Oscar Aguad, en las mismas declaraciones donde calificó a los Macri como 'insolventes' para pagar lo que realmente deben por el Correo.
Esa escandalosa licuación de deuda a los capitalistas fue financiada por una indexación sólo parcial (“asimétrica”) a los ahorristas y, naturalmente, por la completa desvalorización de los salarios. De Kirchner a Massa, pasando por los Macri, todos celebraron esta enorme confiscación social, cuyos mecanismos son reiterados ahora en el nefasto acuerdo entre el Estado y el Correo. En este caso, la confiscación se sirve de las normas –también “asimétricas”- que relacionan al Estado con las corporaciones capitalistas. Los mismos que licúan sus deudas en los procesos concursales, arrancan luego del Estado indexaciones para sus contratos de servicios públicos.
El episodio del Correo trae a colación otro mecanismo de rescate del capital de la última década –a saber, las estatizaciones o nacionalizaciones kirchneristas. En 2003, al quedarse con un Correo vaciado e indultar a los vaciadores, Kirchner le prestó un precioso servicio a Franco Macri, el cual probablemente selló el sostenimiento posterior del empresario a su gobierno. Un editorialista de hoy, Mario Wainfeld, pretende diferenciar a esa estatización “cuestionable” con las que luego ejecutó CFK en YPF o Aerolíneas. Pero el hilo conductor es el mismo: el rescate de los capitalistas. Los K resarcieron generosamente a quienes habían desfalcado a YPF, y se abocaron a una reprivatización de la mano de Chevron y otros.
El Correo le ha valido a Macri un tirón de orejas por parte de los Carrió, Stolbizer o el diario “La Nación”. Estos reclaman que la tarea reaccionaria que le encomiendan al régimen actual no sea 'empañada' por la defensa de intereses particulares. Los derechistas supuestamente republicanos quieren un Macri lejos del Correo, y un Trump sin la Torre Trump. Pero no abren la boca frente a los despojos institucionales del endeudamiento serial, la liquidación de leyes laborales o el cierre fraudulento de plantas o talleres por parte de los beneficiarios de todas las pesificaciones o devaluaciones de la historia –como el grupo Clarín y su taller AGR, hoy ocupado por sus obreros.
Las cuentas de los desfalcos capitalistas de las últimas décadas –y de sus complicidades políticas- pone de manifiesto el parasitismo de sus beneficiarios y de quienes han gobernado en su favor. El verdadero “concurso de acreedores” tendrá que ser llevado adelante por un gobierno de trabajadores.

Marcelo Ramal

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