lunes, 27 de febrero de 2017

El Choconazo: la clase obrera se organiza



El “Choconazo”, es el nombre con que se conoció popularmente la huelga y ocupación obrera de la central hidroeléctrica Chocón-Cerros Colorados, desarrollada entre el 23 de febrero y el 14 de marzo de 1970, en plena dictadura militar encabezada por el Gral. Onganía. En esta primera parte analizaremos el conflicto y la reacción popular.

El conflicto había comenzado a fines de 1969, cuando los trabajadores de Impregilo Sollazzo S.A. exigiendo fundamentalmente seguridad laboral -ya habían muerto 8 obreros por desprendimiento de rocas- decidieron elegir tres delegados para que los represente ante la patronal. Lo destacable del Choconazo fue la autoorganización de los trabajadores, las asambleas masivas y la decisión de combatir contra el poder armado de la burguesía.

Origen del conflicto

La construcción del Complejo Hidroeléctrico Chocón-Cerro Colorados fue anunciada como la “Obra del Siglo”. Llegaron obreros de todo el país y de los países limítrofes, quienes trabajaban 12 horas por día, con sueldos miserables.
Y quien mejor pinta esa situación fue uno de los dirigentes del Choconazo, Antonio Alac, “[…] La gente vivía en galpones que se estaban construyendo para vivienda. Y había galpones ya construidos donde vivían 80 o 100 personas. Una cama al lado de la otra, sin tener donde lavarse o bañarse. Los baños estaban haciéndose. No te olvides que nosotros trabajábamos con temperaturas de hasta 15 o 20 grados bajo cero. No podías tomar vino. Las mujeres no podían venir a visitarte. ¡Una cantidad de prohibiciones que parecían de un campo de concentración!” (1).
En agosto de 1969, producto de los continuos accidentes de trabajo, que produjeron varios muertos, se realizó un reclamo, pero recién a fines de noviembre el Secretario General de la UOCRA de Neuquén, Adolfo Schvindt, prometió soluciones. Doce días después, los trabajadores se autoconvocaron en una asamblea donde eligieron como delegados a Antonio Alac, Armando Olivares y Edgardo Torres.
Posteriormente, el 13 de diciembre, insistieron ante la empresa con un petitorio que incluía: 40% de aumento salarial; medidas de seguridad para evitar o enfrentar derrumbes; medidas de seguridad durante las voladuras; liquidaciones de sueldos quincenales con recibos legibles; adicionales por trabajos en que arriesgaran la vida; autorización para hacer asambleas de trabajadores, reconocimiento del sábado inglés. Asimismo, denunciaron maltratos de obreros por parte de capataces; negligencia en el tratamiento de accidentados y venta de herramientas a los obreros por parte de las empresas que los contrataban.
La empresa Impregilo Sollazzo S.A. contestó desconociendo y despidiendo a los delegados, pidiendo su detención, lo que se intentó de inmediato, pero la reacción de los trabajadores lo impidió. Se declaró la huelga hasta el reconocimiento de la comisión interna.
Luego fueron arrestados por la Policía Federal Olivares, Torres y el cura Pascual Rodríguez, y se intentó detener a Alac, pero los obreros se opusieron. El clima en la zona era hostil hacia la empresa y las fuerzas policiales. El 20 de diciembre volvieron a ser elegidos como delegados Alac, Torres y Olivares.
La burocracia del gremio decidió expulsarlos.

La lucha continuó

Las protestas se reanudaron en enero, y una asamblea realizada el 23 de febrero de 1970 decidió un paro, pidiéndose la restitución de los delegados y los reclamos iniciales.
La huelga y ocupación obrera de la central hidroeléctrica Chocón-Cerros Colorados se prolongó desde ese día hasta el 14 de marzo de 1970.
Participaron entre 3.000 y 4.000 obreros de la gran industria, de los cuales la mayoría pertenecían a la compañía constructora del Chocón y los restantes a las empresas constructoras de viviendas, hospitales y la villa permanente en la que vivían los trabajadores.
La huelga fue declarada ilegal.
La situación empeoró cuando las fuerzas policiales y de gendarmería realizaron un cerco represivo. Los obreros levantaron barricadas, se organizaron con guardias obreras, disciplina interna, participando las familias de los trabajadores. La preocupación de las fuerzas de seguridad fue que los explosivos que se utilizaban en los trabajos cotidianos quedaron en poder de los trabajadores.
Dos caravanas desde la ciudad de Neuquén llevaron víveres a los trabajadores. A pesar de estar bajo una dictadura que prohibía cualquier manifestación política, hubo un acto de 2.000 personas que manifestaron por las calles en su defensa.
Hubo mediaciones del gobernador y del obispo Jaime de Nevares y, a principios de marzo, se insistió con el petitorio de cinco puntos, en el que reiteraban el pedido de aumento y que se les permitiera elegir delegados. A pesar de que el gobernador Sapag declaró que los puntos eran “bastante prudentes”, la Secretaria de Trabajo los rechazó de plano.

Leónidas Ceruti

Notas.

1. Néstor Kohan, Rebelión, Entrevista inédita con el dirigente histórico de la clase obrera argentina. Antonio Alac, el Choconazo y las enseñanzas del clasismo. Rebelión.

El choconazo: la clase obrera se organiza (II)

Continuamos con la segunda parte de la historia del Choconazo. Esta vez desarrollaremos la autodefensa obrera, el rol

Autodefensa obrera

Consultado sobre cómo organizaban la seguridad de la huelga, Antonio Alac comentó: “Nosotros teníamos piquetes y guardias obreras que recorrían todo permanentemente. El perímetro tenía unos 700 u 800 metros. Estábamos cercados. Había patrullas de la policía, de la brigada de choque contra las manifestaciones, etc. Teníamos que cuidar cada parte del perímetro. Las guardias nuestras tenían rifle, revólveres, pistolas, bombas molotov, etc. Una de las cosas más serias que nosotros manejábamos era la cuestión de los explosivos. Había gente con mucha experiencia. Porque esa obra también se caracterizó por contar con trabajadores de distintas nacionalidades. Había brigadas de trabajadores chilenos, contratados en carpintería, que habían sido contratados poco antes de la huelga. La gente de Chile venía ya organizada con delegados. Eran como 200”.
P: ¿Ellos tenían experiencia en formas de autodefensa?
Alac: ¡Por supuesto! Ellos manejaban la dinamita... habían peleado contra el Ejército en Bolivia. Sus huelgas son famosas por el grado de resistencia que han tenido […]
P: ¿Cuánta gente participaba de estas guardias obreras?
Alac: Nosotros calculábamos que por cada turno nunca bajaban de 100 trabajadores. Dependía de las horas. De noche eran grupos más chicos y más distribuidos. De día había más gente en movimiento. Te imaginas... Había más de 500 tipos caminando por allí, se caminaba, se recorría... Nadie se quedaba quieto” (1).

Ocupación por la Gendarmería

La empresa hidroeléctrica fue retomada por las fuerzas de represión. Eso sucedió el 14 de marzo, cuando la Gendarmería tomó la Villa Chica, deteniendo a varios dirigentes. “La dictadura tuvo que acudir a 800 hombres armados hasta los dientes para poder recuperar la central ocupada por los trabajadores. Los dirigentes -Antonio a la cabeza- fueron apresados, esposados y enviados en un avión militar a Buenos Aires, la capital, y soltados ante la presión popular. Según el testimonio de uno de los compañeros de Antonio, cuando se lo llevaban esposado, el jefe de la gendarmería le dijo a Alac: ‘Te saliste con la tuya. Te tuvimos que sacar esposado’. A pesar de todo, Antonio no había bajado las banderas ni había huido. Lo tuvieron que apresar por la fuerza” (2).

Mujeres en las barricadas

Griselda Fanese y Emilse Kejner, en una excelente investigación, analizaron a través de entrevistas y de lo registrado por el diario Río Negro, el papel de las mujeres durante los meses de lucha.
Señalan las autoras que las mujeres tuvieron un rol que motivó su atención. Al examinar una nota del diario, comentan que en “un recuadro que refiere al acuerdo logrado alude a la distensión y al festejo tras la tensión vivida”, y señalan que “se sucedieron varios oradores, entre ellos varias mujeres de destacada actuación en los sucesos. Los nombres de esas mujeres no se consignan y sus palabras, tampoco”. Una foto que ilustra la nota central del diario, muestra a “varias mujeres, esposas de los obreros, que se dirigen hacia el lugar de la concentración llevando bolsos con alimentos para los trabajadores que en esos momentos estaban en huelga. Esas mujeres, erguidas, jóvenes, visten pantalones, pañuelos y anteojos para el sol según la moda del momento. Los hombres -policías y obreros- las miran caminar. Ellas constituyen una nota de color en el desierto choconense y contribuyen con su imagen a lograr la empatía del lector con los obreros, objetivo del diario, inserto en una política de oposición al gobierno de Juan Carlos Onganía”.
[...] "En una entrevista realizada a Ana Egea, 37 años después de la huelga, señala que las mujeres de El Choconazo son diez, y se organizan en una jerarquía de mayor a menor relevancia en el escenario discursivo: la misma Ana, las dos Mansilla, dos mujeres de obreros, la Gringa y la boliviana.
“¿Ustedes eran todas mujeres de trabajadores?
“Claro. Yo, por ejemplo, era la esposa de un chofer de los camiones, de los camiones grandes, de Terex. Pero, a la vez, tenía comedor, yo les daba de comer a obreros. Tenía dos turnos.
“¿Ustedes vivían en las casas?
“Claro, mi marido y todos los obreros que venían a comer a mi casa era como si fuéramos todos hermanos. Éramos una gran familia. A veces algunos no iban a trabajar en ese turno y venían junto con los otros. Eso lo acomodaban ellos. A mí no me interesaba porque la comida era toda igual, viste. Yo no tenía preferencias ni para uno ni para otro. Pero sí, cuando ellos llegaban a casa, ellos me ayudaban a cuidar a los chicos, a servir la comida. Yo era la cocinera, pero después lo demás era todo en conjunto. Nos ayudábamos en todo. Entonces éramos una gran familia, viste, como yo digo siempre, una gran familia.
En el relato, Ana Egea asume diversos roles: cocinera, guerrillera, prófuga, archivista, enfermera, detectora de infiltrados, oradora ante la comunidad, madre. Establece distinciones jerárquicas: están las mujeres y las pibas (las primeras defienden a las segundas cuando la policía las insulta); la boliviana es servicial; la gringa y las otras están en la vanguardia, cercanas a Ana pero detrás de ella. Otra más, Ema Mansilla, también está siempre cerca, acompañando a Ana.
Ana se instaura como una mujer de vanguardia, no sumisa. Presupone admitir que, aunque en el tiempo que rememora las mujeres fueran sumisas, ella no lo era: lavaba platos pero también afrontaba huelgas” (3).

Lo que dejó el conflicto

Varios años de dictadura exacerbaron notablemente la explotación económica y la opresión política de las masas populares y fueron determinando la aparición de la lucha antidictatorial en las calles, en las fábricas, en las universidades. Todo se expresó en “los Azos del 69”: Rosariazo-Cordobazo-Rosariazo. Lo acontecido en el Choconazo se enmarca en ese contexto.
Una de las primeras conclusiones a señalar es que la solidaridad a nivel nacional no llegó en la medida necesaria; el conflicto del Chocón se quedó huérfano del apoyo que estaba necesitando. Se sumó a ello que la mayoría de los obreros eran de otras provincias y el sostén de sus familias estaba demasiado lejos. La dictadura, la burocracia sindical y la empresa apostaron al desgaste y al aislamiento. En los primeros días de marzo algunos obreros habían empezado a retirarse.
A partir de entonces y poco a poco, la obra volvió a ponerse en movimiento. Pero, para sorpresa de los directivos de Impregilo-Sollazo, no todos volvieron con la cabeza gacha a sus trabajos.
Alrededor de 1.800 obreros no aceptaron reingresar en las condiciones que imponía la empresa.
Lo destacable fue la autoorganización de los trabajadores, resolviéndose todos los problemas en asambleas masivas, la forma de doble poder en el campamento de los obreros. Como sostuvo uno de los participantes “La organización se hizo en base a la solidaridad, siendo este un elemento muy importante para la prolongación de la huelga. Al quedar aislados en medio del desierto, el riesgo para los huelguistas era que se agotaron los víveres. Desde Neuquén partían caravanas que caminaban cientos de kilómetros para proveer a los obreros de lo necesario”.
Durante la huelga, los obreros destituyeron a los delegados digitados, eligieron a los propios y llegaron a defender ese derecho, al margen de la Ley de Asociaciones Profesionales. Enfrentados y dispuestos a combatir incluso contra el poder armado de la burguesía (asambleas democráticas permanentes en las que participó la población, englobando a las familias de los obreros), ejerciendo el control civil (por ejemplo contra la ebriedad, robos), sin necesidad de ninguna “policía especializada” y separada de la sociedad en un organismo especial; en otras palabras, organizando su propia vida social, de acuerdo a la voluntad expresada en forma directa por la mayoría.
La lucha de esos meses fue de gran impacto entre los trabajadores del país, y ayudó a que creciera el sentimiento antipatronal, antiburocrático y antidictatorial.

Leónidas Ceruti

Notas:

1. Néstor Kohan, Rebelión, Entrevista inédita con el dirigente histórico de la clase obrera argentina. Antonio Alac, "El Choconazo y las enseñanzas del clasismo". .
2. Néstor Kohan, op. cit.
3. Griselda Fanese y Emilse Kejner, "La Aneida: una epopeya de mujeres en una huelga de obreros. Representaciones de las mujeres que participaron en el Choconazo" (1969-1970) Universidad Nacional del Comahue. Butin, Rocío, "El choconazo y las mujeres‏", choconazo.blogspot.com.

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