viernes, 31 de mayo de 2013

Los intelectuales de Lázaro Báez



El tobogán político del kirchnerismo no deja afuera a sus propagandistas intelectuales. La décimo tercera carta de Carta Abierta está dedicada a exonerar al gobierno de las denuncias de corrupción. Alude al “avance impiadoso de una narrativa mediática”, que asocia a ‘la derecha y al neoliberalismo’. Puede ser. Pero lo único que hizo esa “narrativa” es servirse del abundante material que le aportaron los negociados de Báez-Kirchner-Boudou. Para que la ‘manipulación mediática’ de Clarín y Lanata tuviera lugar, primero debieron existir las bóvedas y cuentas en Panamá y Suiza, que los denunciantes terminaron mostrando con pelos y señales. Frente a esta realidad, los intelectuales exculpan al gobierno con el argumento de los mafiosos: ‘no existen pruebas’. Pero incluso en este punto, los escribas oficiales llegan tarde, si tenemos en cuenta la reciente imputación penal al ex secretario privado de Kirchner, el rechazo judicial al sobreseimiento de Boudou o la orden de allanamiento a la antigua casa del matrimonio presidencial en Río Gallegos.
A los intelectuales K, que se dicen portadores de “lo justo”, no se les ocurre reclamar al gobierno que informe sobre las cuentas de las concesiones privadas o contratos de la obra pública. Los intelectuales no le piden ninguna explicación a los K: colocan su alambicada redacción política al servicio del encubrimiento.
Para ningunear las denuncias, Carta Abierta se pone maximalista: “la corrupción más importante -dicen- es la que ocurre en las grandes transacciones capitalistas e instancias implícitas de gerenciamiento de dineros privados”. Como la mierda es generalizada, todos son impunes. ¿Pero quién hizo posible esa “corrupción más importante” sino el kirchnerismo? En estos diez años, rescató a los dos pilares del menemismo, los acreedores de la deuda pública y los privatizadores -aunque, en este último caso, para transferir en forma parcial la propiedad del capital extranjero a la ‘burguesía nacional’. La ‘reconstrucción de la burguesía nacional’ ha significado una gigantesca transferencia de riqueza social. El saqueo de Roggio y Cirigliano de los ferrocarriles y el de Lázaro Báez de la obra pública no son compartimentos estancos. Báez, Boudou y otros no son sólo un eventual asunto penal: retratan una orientación social -algo que también disimulan, del otro lado del mostrador, Carrió y compañía.
Para variar, los de Carta Abierta atribuyen las denuncias a un clima destituyente. Pero no quieren ver que el ‘revoleo’ de carpetas y fotos provienen del riñón de la camarilla kirchnerista, ex secretarias, funcionarios e incluso fiscales o magistrados que habían defendido a funcionarios del gobierno en el pasado, como el juez Lijo. Lanata y los suyos se han limitado a propagar esas filtraciones. Estamos ante una señal incuestionable de disgregación política del kirchnerismo. Carta Abierta llega tarde incluso para denunciar una conspiración, porque los supuestos destituyentes forman parte de la base política y empresarial del gobierno.
Los intelectuales oficialistas parangonan la supuesta escalada golpista contra CFK con la caída de Irigoyen, o de Arbenz en Guatemala. Pero los K no han llegado siquiera a los escarceos de Irigoyen con la Standard Oil, o de Arbenz con la United Fruit. Para enfrentar el vaciamiento petrolero que él mismo promovió, el gobierno de Carta Abierta acaba de pactar con Chevron uno de los acuerdos más leoninos de la historia nacional, luego de haber enriquecido a Repsol con un vaciamiento petrolero enorme. El golpe de derecha es una excusa para escamotear las contradicciones mortales del kirchnerismo y para para disimular sus pactos entreguistas -dolarización parcial, devaluación, reprivatización petrolera. La oposición derechista no es una opción para el capitalismo mientras el gobierno sea el único capaz de frenar las paritarias con porcentajes de aumento inferiores a la inflación; controle al millón de desocupados con los ‘planes’ y rasque la olla de la Anses y el Banco Central para pagar la deuda externa. El FMI ha vuelto a advertir que sería negativo un fallo contrario a Argentina en el litigio con los fondos buitres.
El desbarranque de los intelectuales K adquiere una marca mayor cuando presentan a las cuestiones de la ‘etnia qom’ como una “falencia en el debate público” (sic). En una carta anterior, sin embargo, habían comparado la política de tierras del kirchnerismo con la de Roca en la Guerra del Desierto. Es, precisamente, la política de los acaparadores de tierras la que ha llevado a Gildo Insfrán a instalarse al lado de CFK en la tribuna del 25 de Mayo.
Los Lázaro Báez del intelecto producen, naturalmente, más náuseas que los que giran dinero clandestino al exterior o roban en la obra pública.

Marcelo Ramal

Extractivismo, un debate necesario en América Latina



La primera década del siglo XXI generó un boom de la economía latinoamericana, basado en parte en la alta demanda y precios de las commodities. ¿Qué peligros sociales y ambientales tiene el esquema basado en las exportaciones agro-mineras? ¿Es posible otra utilización de los bienes comunes de la naturaleza? Los dilemas de la región.
América Latina, en los últimos años, tuvo un crecimiento económico sorprendente, sostenido por la alta demanda y precios de la soja, petróleo y bienes minerales. En la última década, proliferó el modelo extractivista, que se basa en la apropiación de cuantiosos volúmenes de bienes naturales, generalmente bajo prácticas intensivas, que en su mayor parte se exportan como materias primas (minería, agricultura, actividad forestal e hidrocarburífera).
Los países de la región están recreando, en un nuevo contexto mundial, un modelo agro-minero exportador. Este avance del extractivismo produce consecuencias negativas, debido al uso generalizado de agrotóxicos, desmontes, desalojos de comunidades rurales, contaminación, concentración de tierras y represión contra quienes resisten esas políticas. Las principales beneficiadas son las grandes corporaciones, en detrimento de los pueblos originarios, los campesinos, los pequeños productores y la población en general, que sufre y sufrirá los nefastos efectos ecológicos. Pero también le sacaron provecho, indirectamente, los Estados latinoamericanos, que captan una parte (minúscula generalmente) de esas rentas, pudiendo equilibrar sus cuentas fiscales y, en algunos casos, ampliando el gasto social. Esto último plantea un dilema fundamental para algunos gobiernos de la región.
Esta inserción económica internacional latinoamericana de los primeros años del siglo XXI (que permitió lograr balanzas comerciales positivas y superavit fiscal) se dio en un contexto mundial de aumento de la demanda de bienes comunes de la naturaleza, especialmente por haberse transformado China en una importadora creciente de materias primas.
No es casual que África y América Latina se hayan transformado en dos áreas fundamentales de disputa entre las históricas potencias imperiales y China, succionadora de bienes minerales y agropecuarios en estos dos continentes. La necesidad de alimentar a millones de personas que se incorporan cada año como consumidores al sistema capitalista y el creciente consumo energético de bienes hidrocarburíferos y minerales no renovables impulsó en la última década un aumento inédito de los precios y demanda de los mismos, impactando en la inserción económica internacional de los países latinoamericanos. Parece haber un ciclo en el que se invirtió la histórica tendencia al "deterioro de los términos de intercambio".
Esta orientación -el denominado "consenso de las commodities"- no se circunscribe a los gobiernos neoliberales de la región, ni a los países tradicionalmente mineros (Chile, Perú, Bolivia). Brasil, por ejemplo, es hoy el principal productor y exportador de bienes minerales. Según el especialista Eduardo Gudynas, en ese país se extrajeron 410 millones de toneladas de sus principales minerales en 2011. El resto de los países sudamericanos, en total, sumaron 147 millones de toneladas. En el caso de Argentina, según el periodista Darío Aranda, el monocultivo de soja pasó en la última década de 12 a casi 20 millones de hectáreas (del 38% al 56% de la superficie cultivada). En el caso de la minería, hace 10 años había 40 proyectos y hoy existen 600. Corporaciones transnacionales, con la Barrick Gold a la cabeza, hacen grandes negocios en el país.
Además de haberse demostrado que la idea del "desacople" (la ilusión de que América Latina podía evitar las consecuencias de la crisis económica global) era errada, el modelo extractivista plantea un debate importantísimo: ¿Es sostenible desde el punto de vista social este modelo agro-minero exportador? ¿Y desde el punto de vista ambiental?
Para algunos, el tema ambiental es secundario, y la especialización en la producción y exportaciones de commodities es lo que permitió a los gobiernos progresistas de la región recuperar la influencia del Estado y ampliar las políticas sociales. Entre quienes sí advierten sobre las consecuencias nefastas, existen dos grandes grupos. El primero, integrado por los activistas que apuestan a un capitalismo verde, es decir plantean que es necesario incrementar las regulaciones y controles en función de un modelo extractivo sustentable. El segundo, compuesto por quienes advierten que la destrucción (consumo sin reposición) exponencial de minerales y bienes agropecuarios llevará en pocas décadas a una crisis sistémica y civilizatoria. La salida, esgrimen, tiene que ver con el ecosocialismo, es decir con una perspectiva que denuncie el carácter irreconciliable del capitalismo con la preservación de un equilibrio ecológico. Sostienen la necesidad de construir otro tipo de sociedad -que no se base en la explotación del hombre por el hombre- y otro patrón de producción-consumo que no aniquile los bienes comunes de la tierra en el mediano plazo.
Esta última posición se entronca con las luchas y los planteos de diversos movimientos sociales latinoamericanos (como los que se produjeron la semana pasada, en el marco de la Marcha Mundial contra Monsanto) que denuncian la minería a cielo abierto, la sojización, la desforestación, la expropiación de pequeños campesinos y pueblos originarios, vinculando ambas luchas, social y ambiental, en una perspectiva anti-imperialista y anti-capitalista. Advertir los peligros de la profundización de la "acumulación por desposesión" -concepto de David Harvey- es un paso fundamental para construir una estrategia de resistencia frente a la ofensiva del gran capital para apropiarse de los bienes comunes de la naturaleza.

Leandro Morgenfeld
Docente UBA e ISEN. Investigador del CONICET. Autor de Vecinos en conflicto. Argentina y Estados Unidos en las conferencias panamericanas (Ed. Continente, 2011), de Relaciones peligrosas. Argentina y Estados Unidos (Capital Intelectual, 2012) y del blog www.vecinosenconflicto.blogspot.com

jueves, 30 de mayo de 2013

Ex docente de la UNSa habló de las complicidades con la represión



Denuncian la complicidad de algunos docentes de la Universidad Nacional de Salta con la represión de la dictadura.

Un ex decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta (UNSa) sostuvo ayer que hubo docentes que fueron “cómplices” de la represión que sufrieron otros trabajadores de esa casa de estudios que fueron asesinados o están desaparecidos.
José María Serra fue el primer testigo de los cuatro (del total de ocho citados) que concurrieron a declarar en la segunda y última jornada de esta semana en el megajuicio por delitos de lesa humanidad que se lleva a cabo en esta ciudad, por hechos cometidos entre enero de 1975 y marzo de 1978. Las audiencias recién se retomarán el 10 de junio.
Desde Santa Fe, vía videoconferencia, Serra recordó que muchos docentes universitarios “que hoy llamaríamos progresistas” fueron cesanteados ya durante la intervención civil a esa casa de estudios, a cargo de Francisco Villada, que asumió el 6 de diciembre de 1974. “A (Holver) Martínez Borelli (el primer rector) lo reemplazan y entra un contador Villada que estaba más en consonancia con las autoridades educativas nacionales, que evidentemente no era democráticas”, memoró.
Entonces sobrevinieron las primeras cesantías, entre ellas la de Serra. “Sé que los profesores que tenían un perfil crítico comenzaron a ser perseguidos y cesanteados. Eso fue después que se fue Martínez Borelli”, contó el testigo, que aseguró que está vivo porque “fue cesanteado en diciembre de 1974” y se fue a Santa Fe, de donde luego salió del país.
Serra recordó que “había tensiones de tipo ideológico” en la UNSa, que “había personas que ofrecían información totalmente distorsionadas” a los responsables de los organismos a cargo de la represión. Dijo que entre los que no estaban de acuerdo con la gestión de Martínez Borelli había dos sectores: uno que no actuaba como informante de los represores y otro sector que sí lo hacía. “Éramos controlados y vigilados”, afirmó.
Serra habló de las cesantías y de los infiltrados de inteligencia casi sin mencionarlas, pero fue concreto a la hora de asegurar que esas cesantías fueron el paso previo a las detenciones de docentes que luego fueron asesinados en la Masacre de Palomitas, la matanza de 11 presos políticos, entre ellos la docente Georgina Droz.
“Algunos (de los que se quedaron con la intervención de Villada) fueron cesanteados cuando llegó el golpe pero mientras tanto fueron cómplices” de la represión, sostuvo Serra. Aunque rechazó dar nombres, excusándose en su avanzada edad (83 años), su falta de memoria y porque “no quisiera imputar a nadie sobre el que no tuviera seguridad”, el ex decano recordó, que el grupo que se quedó “era el que estaba en torno a (Mario) Casalla”, filósofo que en diciembre de 1974 fue nombrado interventor en Humanidades. Casalla era, dijo el testigo, “seguro de los que en la primera etapa de la intervención de la Universidad fueron bien acogidos. (…) Tenía una relación muy especial con ciertos sectores del poder”.
Martínez Borelli fue el primer rector de la UNSa, fundada en 1972. Había llegado al cargo cuando el Ministerio de Educación de la Nación estaba en manos de Jorge Taiana (p). Tras la muerte de Juan Domingo Perón, los cambios en el gobierno nacional permitieron que en agosto asumiera en Educación el cirujano Oscar Ivanissevich, un nacionalista que dispuso la primera intervención de la Universidad salteña. La segunda fue tras el golpe de Estado.

“Ragone me advirtió que me cuidara de Ovalle”

El ex intendente de la ciudad de Salta y cofundador del Partido Peronista Auténtico, Gerardo Bavio, aseguró ayer que el ex gobernador Miguel Ragone le advirtió que se cuidara de Juan Manuel Ovalle, el único civil que está siendo juzgado en este proceso por su presunta responsabilidad en el secuestro y desaparición de la docente Silvia Aramayo.
Bavio fue intendente de Salta entre el 25 de mayo de 1973 y el 9 de febrero de 1974, durante el gobierno provincial de Ragone. Por entonces los intendentes eran nombrados por los gobernadores.
Ovalle fue nombrado en la Dirección de Personal de la municipalidad, cargo que lo obligaba a tener un contacto muy fluido con el sindicato municipal. Pero duró apenas tres meses. El intendente le pidió la renuncia por “omisión” en sus funciones.
Bavio contó que al principio las relaciones con el sindicato iban muy bien, incluso se había acordado trabajar en conjunto, pero surgió un conflicto un tanto grave, que el ex jefe atribuyó a fallas de Ovalle, “daba la idea de que no había habido un buen desempeño del funcionario municipal”.
El conflicto se superó con la intervención del gobernador. Fue al salir de esa reunión, contó Bavio, que recibió la advertencia de Ragone: “Me dijo: ‘mirá, tratá de cuidarte de Ovalle’”.
Bavio precisó que por aquella época en el peronismo salteño había dos expresiones preponderantes: la tendencia, de izquierda, y el grupo Reconquista, a la derecha. Sin embargo, no pudo precisar en qué lugar se ubicaba Ovalle. Dijo que durante la campaña electoral en pro de la fórmula Ragone-Olivio Ríos, y Héctor Cámpora-Vicente Solano Lima a nivel nacional, parecía que todos tenían ideas más cercanas a la izquierda, pero que tras la Masacre de Ezeiza, en junio de 1973, comenzaron a notarse diferencias y un sector del peronismo empezó a atacar abiertamente a Ragone. “Entiendo que Ovalle fue corriéndose a la oposición a Ragone”, opinó.

Elena Corvalan

Des-control de precios



La Presidenta convocó a los integrantes de La Cámpora al plan “Mirar para Cuidar” (los precios).
Convierte a la “militancia” en una burocracia rentada por el Estado.
Pero ¿qué van a “mirar”?
Los 500 precios “congelados” que anunció el gobierno sólo representan el 2% de los que se ofrecen en supermercados y almacenes.
Para la abrumadora mayoría de los alimentos, el gobierno acaba de autorizar aumentos del orden del 10%.
La nafta, un combustible para la inflación, ya ha aumentado un 33% para alegría de Chevron, British Petroleum, Cristóbal López, Bulgheroni y Sinopec.
Cuando -como suele ocurrir- los productos ‘controlados’ se agoten en las góndolas, la población tendrá que arreglarse con los productos más caros.
Ahora se entiende por qué las cámaras patronales de alimentos consideran al nuevo control de precios como “un progreso”.
El des-control de precios oficial contrasta con el tope a los aumentos de salarios -en cuotas, por debajo de la inflación real.
Para verificar los precios es necesario abrir los libros de los pulpos industriales y comerciales al control popular -o sea abolir el secreto comercial.
Por un salario mínimo igual a la canasta familiar, indexación automática con la inflación, 82% móvil, abolición del impuesto al salario y de los que gravan el consumo personal.

“Gordito golpista”



Las denuncias de corrupción política son un arma filosa. Si son servidas con humor pueden ser letales.
Desacralizan al Estado, que pretende haber sido designado por la voluntad popular para gobernar como un Santo Padre por encima de las contradicciones de la sociedad. Retobarse contra esas denuncias es simplemente reaccionario, porque protege los peores aspectos del poder de turno y porque es inútil para detener su descomposición. Ningunearlas es un despropósito, porque sus efectos son tan irreversibles como el agua que se filtra por los suelos.
La corrupción es inherente al Estado, que es monopolio de una burocracia que está al servicio de la clase dominante. No es, sin embargo, un arma decisiva; hace falta algo más y sus resultados son contradictorios. En 1917, por ejemplo, las aventuras de Rasputín en una Rusia en efervescencia aceleraron el estallido de la Revolución de Febrero, pero, en la década del ’50, las denuncias de un periodista brasileño de la derecha, Carlos Lacerda, provocaron nada menos que el suicidio del Presidente Getulio Vargas, el Juan Domingo Perón gaúcho. En 1993, las valijas de contrabando de Amira Yoma no rozaron la estabilidad de Menem, porque éste había conseguido el apoyo de la burguesía a su programa de canje de empresas del Estado por títulos de la deuda externa. En 2001, sin embargo, la Banelco ayudó a poner fin a un gobierno al que el Frepaso había dado un barniz de honestidad, porque la burguesía necesitaba sacarse de encima la ‘convertibilidad’. Los que hoy patalean contra las denuncias de Lanata no se esmeraron, en 2001, en defender a De la Rúa -se fueron por la trastienda.
Como se ve, la denuncia de corrupción puede esmerilar fuerte al poder de turno, pero el desenlace lo determina la capacidad relativa de las clases en disputa. A Perón no lo derribó, en 1955, la denuncia de las joyas acumuladas por Evita, sino la movilización de las masas medias, por parte de la Iglesia católica y el Vaticano. En definitiva, la denuncia, el humor y la caricatura política no son un patrimonio reservado a los golpistas sino armas de lucha política que la izquierda y los trabajadores deberíamos manejar con destreza. La derecha, por el contrario, solamente puede valerse de ellas dentro de ciertos límites, porque en última instancia socavan su propio poder.
Las denuncias de Lanata han puesto en un serio aprieto al kirchnerismo. Lo demuestra la torpeza de su reacción, que en su último capítulo logró algo imposible -que un programa político le gane el ‘rating’ a un partido de fútbol con ‘Boquita’. Algunos K se quejan de que las denuncias de Lanata están desbalanceadas, porque no hace lo mismo con los grupos económicos opositores como Clarín. Otra torpeza, porque nadie ha logrado tapar una corruptela con otra, salvo que el protagonista de ella sea él mismo y la escala del delito, mayor. De todos modos, la queja es falsa, porque los K sometieron a Clarín a un ataque implacable, desde el momento en que se rompió la sociedad que habían mantenido a lo largo del primer período presidencial kirchnerista. Lo denunciaron por complicidad con la dictadura militar -por el robo de propiedades y delitos de lesa humanidad como el secuestro de personas y la apropiación de niños. Fracasaron en el intento, porque el propósito era reemplazar a un monopolio mediático por otros y someter a todos al comisariato ideológico del gobierno. Parieron un adefesio -la Ley de Medios-, al servicio de los grupos económicos adictos y del pulpo único de telecomunicaciones -Telefónica. Los alcahuetes mediáticos del oficialismo fueron incapaces de montar contra Clarín un programa corrosivo como el de Lanata; sólo se despacharon con insultos y, en un caso de antología, con la descalificación de una periodista revolucionaria que interpeló a Perón en una conferencia de prensa, cuando ya se había lanzado la creación de la Triple A. La incompetencia no es excusa.
“Periodismo para Todos (y todas)” no solamente corroe al kirchnerismo por la bóveda de Lázaro Báez, por los testimonios de fiscales y trabajadores de Santa Cruz, por la exhibición de fotos de mansiones ‘nacionales y populares’ de cuño hollywoodense o por las revelaciones de la secretaria del mismo Néstor Kirchner. Corroe porque ridiculiza al poder -al principio con la imitadora de CFK y ahora con el de Timerman. El televidente disfruta de la mofa al egocentrismo presidencial, como disfrutaba el público de Shakespeare o Lope de Vega. La parte farsesca del programa engancha al espectador antes de entrar en las denuncias intrincadas, que a veces son difíciles de seguir.
Los intelectuales de Carta Abierta, que justifican al poder y los hechos que ya han sido consumados, acaban de escribir un mamotreto que pretende psicoanalizar a los televidentes que se encandilan con PPT -tres millones que incluyen a todas las clases sociales y que motiva cada vez más a las capas más humildes de los trabajadores. Desenvuelven de este modo una operación ‘gorila’ típica -el pueblo es una masa de ignorantes. ¿Habría que establecer entonces el voto calificado, como lo propuso el genocida Benjamín Menéndez? Entre paréntesis, el decreto de prensa de Macri, ahora refrendado por una ley votada por una mayoría del progresismo autóctono, podría clausurar el programa de Lanata con el argumento de que fomenta “el odio” (artículo 6) a personas y jerarquías. Los defensores del decreto lo presentan como un baluarte de la libertad.
Lo que los K y los anti K evaden, con la excepción notoria de Carrió, es que Lanata ha dejado planteado el juicio político a CFK. Porque para PPT, Lázaro Báez no existe, “es Kirchner”. La Presidenta de la Nación está acusada explícitamente de desfalco, sobreprecios, evasión de dinero. Ningún ‘opositor’, sin embargo, ha recogido este planteo en la tarea que les cabe -tampoco Carrió. Es que para los intereses establecidos la ‘oposición’ no ofrece todavía una garantía de ‘gobernabilidad’, mientras que el oficialismo es capaz todavía de disciplinar a la CGT y plegar las paritarias a los intereses de las patronales. Incluso en el plano internacional se ha formado un frente único integrado por Obama, el FMI y los acreedores internacionales, para forzar a los ‘fondos buitres’ a que acepten un arreglo extrajudicial del litigio que tienen con el gobierno de Argentina.
Los capitalistas no van a soltar la mano al gobierno K hasta que se hayan colocado en su lugar las piezas del recambio. En la práctica, sin embargo, las cosas nunca ocurren de esta manera, de modo que vamos a conocer en algún momento una quiebra política mayor. Si bien Argentina tiene una crisis de reservas y crisis fiscal, inflación elevada y fuga de divisas, al tiempo que asiste a un derrumbe de alianzas en el Mercosur, el Estado paga todavía sus facturas (salvo el medio aguinaldo de Scioli). No es el caso de Italia, por ejemplo, que con toda la ‘ayuda’ del Banco Central Europeo, ha dejado de pagar las deudas con sus proveedores y los ha mandado a la quiebra; en Italia hay una fronda de pequeños empresarios. En definitiva, Argentina atraviesa una transición política convulsiva, cuyo desenlace está en debate. Francisco de Narváez acaba de proponer un frente opositor para tomar la presidencia de Diputados en caso de que la ‘opo’ en su conjunto supere en votos y electos al oficialismo, para apoderarse de la agenda legislativa y organizar una suerte de doble poder. El pejotismo busca producir un cambio de frente de la burocracia sindical, en la línea del viraje operado por Moyano.
Lanata ha dicho en forma expresa que se limita a hacer periodismo y que es prescindente del alcance judicial y político de las denuncias que vehiculiza en PPT. Se engaña a sí mismo y engaña a la audiencia. Ejerce una abdicación intelectual. Para Lanata, un antiguo adversario severo de Clarín, el multimedios de Magnetto es el último baluarte de la libertad de expresión contra el atropello oficial. No dice si esto seguirá siendo así en caso de que los políticos aliados a Clarín llegaran a gobernar. La ‘pluralidad’ de capitalistas de medios no es una garantía para la democracia; lo prueba hasta el hartazgo Estados Unidos, donde esos medios hacen un frente único cuando se trata de defender los intereses de Estado del imperialismo. Clarín es la Asociación de Empresaria Argentina (AEA), el club de los capitalistas que cortan el bacalao en Argentina.
El “gordito golpista” no está solo. El oficialismo viene improvisando, luego del fracaso del 7D, una ofensiva de copamiento judicial y de cercenamiento de derechos individuales que afectan a los trabajadores, que podría desembocar en un conflicto de poderes. El gobierno no tiene la fortaleza para desacatar un fallo de la Corte que le resulte desfavorable, sea con respecto a la elección del Consejo de la Magistratura o a la desinversión que Clarín se niega a realizar. Pero si se pliega pone en riesgo su capacidad de gobierno. Los golpes y los autogolpes se engendran recíprocamente; Alfonsín y De la Rúa intentaron salvarse mediante el recurso al estado de sitio. Simplemente les salió mal.
Desde la izquierda revolucionaria caracterizamos a esta disputa en el marco de los desequilibrios sociales y políticos -cada vez más agudos- de la crisis mundial capitalista. El enfrentamiento entre los de ‘arriba’ convierte a la crisis ‘sistémica’ en crisis política. Expresa la tendencia a la disgregación del régimen capitalista a partir de sus propias bases.

Jorge Altamira

El San Martín es de todos



Desde la Asociación Argentina de Actores hace tiempo luchan en contra de la privatización encubierta del Complejo Teatral Buenos Aires. Hicieron una manifestación frente al Teatro San Martín y se presentó un pedido de informe sobre la gestión del presupuesto. Un espacio en disputa entre lo público y lo privado.

Los espacios culturales públicos están en manos del Estado justamente para que este garantice la producción artística pública y el acceso de la comunidad a dichas propuestas. Por más obvio y redundante que esto suene, los hechos demuestran que no lo es, por lo menos en la Ciudad de Buenos Aires.
A principios de este mes, la Asociación Argentina de Actores realizó un reclamo bajo el lema “El San Martín es de todos” con el objetivo de hacer pública la privatización encubierta que desde hace seis años se viene llevando a cabo en el Complejo Teatral Buenos Aires (CTBA), compuesto por el Teatro San Martín, el Alvear, el Sarmiento, el Regio y de la Ribera. A partir de esa manifestación, la diputada por el Frente Progresista Popular Susana Rinaldi, acompañada por miembros de la Asociación, presentó un pedido de informe al Poder Ejecutivo porteño sobre la gestión del Teatro San Martín, el más afectado por el proceso de privatización.
“Los problemas en los espacios culturales públicos empezaron al poco tiempo de la llegada de Macri y lo vemos no solo en el Complejo Teatral, sino también en el canal local ‘Ciudad Abierta’, el Teatro Colón y en muchos otros ámbitos donde cada vez hay menos producciones impulsadas desde el Ministerio de Cultura porteño”, explicó Luis Alí, secretario general de la Asociación Argentina de Actores, en diálogo con Marcha. “La idea del Gobierno de la Ciudad en el San Martín es sostener el teatro a cualquier costo, lo alquilan a empresarios y a privados para eventos, y se le da prioridad a directores privados para la realización de obras. En este sentido lo que nosotros pedimos es una política que defienda la cultura y no que la privatice”, agregó Alí. La palabra “privatización” es la más nombrada durante todo el diálogo, debido a que es una definición que engloba todos los conflictos y falencias que vienen viviendo hace ya seis años.
“Nosotros no estamos en contra ni de las obras privadas, ni de los actores que trabajan en ellas, porque en definitiva es su trabajo. El problema es que el Complejo Teatral es un espacio del Estado y que este debe hacerse responsable de tener un plan cultural concreto”, aclaró el Secretario General.
Según las estadísticas estudiadas por la Asociación Argentina de Actores, el 50% de las obras que se presentan y el 70% de los talleres que se brindan en el Teatro San Martín están en manos privadas. Ante esto fue que la diputada Susana Rinaldi decidió presentar junto la Asociación un pedido de informe de gestión del Teatro San Martín en la Legislatura Porteña.
En el texto presentado por la diputada se le solicita a María Eugenia Vidal, presidenta de la Legislatura Porteña, que el Poder Ejecutivo informe a partir de los 30 días de recibido el pedido (el martes 28 de mayo) sobre los siguientes puntos relacionados con el Teatro General San Martín: detalle de la programación propia prevista para el año en curso; detalle de las coproducciones previstas; las actividades que se están realizando en los talleres; si se ha tercerizado algún taller y en caso de respuesta afirmativa, explique los motivos; y detalle de los alquileres a terceros durante 2012 y 2013.
En los fundamentos del proyecto de resolución, la diputada Rinaldi expresa: “A través de varios comunicados de prensa la Asociación denunció la reducción de la programación propia, la existencia de contratos basura, la tercerización de los talleres de sastrería y escenografía, el alquiler de salas con fines no artísticos o culturales y el incremento de la co-producción de obras. De ratificarse estas denuncias, estaríamos ante una política que podría conducir a una suerte de vaciamiento del Teatro San Martín”.
Además, como se mencionó anteriormente hay dos problemas que se suman: la falta de convenio de los trabajadores con el Estado y el paulatino deterioro de las salas y los camarines. Ambas problemáticas forman parte de la lucha que se plantea hace tiempo pero que genera ciertos temores debido a las experiencias vividas en la Ciudad. “El San Martín tiene problemas edilicios hace mucho tiempo, pero cuando exigimos que lo reparen, amenazan con cerrarlo por un tiempo. Sabemos que estaría bien que lo hagan, pero la falta de convenio de los trabajadores y los antecedentes de lo que pasó en el Teatro Colón y en la Sala Alberdi generan cierto miedo a que pase lo mismo. A que lo cierren y lo reabran cambiado, tercerizado y los empleados en la calle”, afirmó Luis Alí dando cuenta no solo de la desidia laboral, sino de una política de gestión cultural, cuyos antecedentes asustan.
Aunque la página oficial afirma que “el CTBA es una organización cultural sin fines de lucro”, quienes conocen y viven su manejo aseguran que el principal problema hoy es que el Gobierno de la Ciudad ve a la cultura como un negocio y no como un derecho, y que la privatización encubierta del espacio es un fiel reflejo de eso.

Marina Sette.

Década K: “es la política, estúpido”



El decenio kirchnerista ha marcado una etapa con espesor propio en la historia argentina. Es necesario un balance que evite cualquier juicio unilateral, ya que quedará siempre corto. El populismo, el arbitrio sobre los sectores sociales y la indefinición.

A una década, intentar un balance no pretende ofrecer una conclusión cerrada. No se trata de simples sumas y restas. Es necesario arriesgar una mirada procesual, aún si ésta también resulta insuficiente. Queremos presentar aquí al kirchnerismo como una construcción hegemónica de una parte de la clase dominante, en clave populista -en el mejor sentido posible de este término-.

Tiempo de balances

Aunque nada tenga de particular una década para promover las evaluaciones de conjunto, la proximidad de las elecciones legislativas la consolidan como tiempo suficiente para intentar balances del período. Así, han comenzado a circular intentos de dimensionar políticas a favor y en contra. Cada una de estas definiciones puede resultar ambigua, a menos que el proponente haya tomado partido abierto y pretenda negar algún costado de la balanza, elogiando sin límites o criticando sin mesura.
Una nota interesante es que, de modo repentino, amplios sectores opositores parecen rescatar la experiencia de esos primeros años de Néstor. ¿Por qué esta súbita reivindicación de aquel período? Entre otros motivos, la oposición pretende recuperar esa etapa porque se trata del mejor momento del kirchnerismo para sus intereses. El superávit fiscal logrado a partir del default de la deuda y la licuación salarial permitió impulsar los subsidios a la actividad, apuntalando una elevación de la tasa de ganancia. La renegociación de la deuda externa, como hemos insistido, sirvió para obtener ciertos descuentos sin salirse del juego financiero mundial. Tras la pauperización de la condiciones de vida de la población, toda mejora distributiva era bienvenida por los sectores populares, y tolerada por la clase dominante.
El kirchnerismo tuvo, a la vez, una lógica de veloz recuperación de las demandas planteadas por los sectores populares en su resistencia al neoliberalismo. Así, la reforma de la Corte Suprema de Justicia y la reapertura de los juicios a los genocidas fueron gestos políticos muy fuertes, de profundo impacto entre organizaciones que venían sosteniendo el reclamo desde hacía décadas. La legitimidad del kirchnerismo se construyó en base a presentarse como la tendencia opuesta al neoliberalismo, a la corrupción, al encubrimiento. Esta estrategia de posicionamiento político, de mayor relevancia que la propia trayectoria de los integrantes del gobierno, junto a la recuperación del mercado de empleo, serían las bases de la legitimación entre los sectores populares del proyecto articulado por la gran burguesía y el peronismo.

La tensión instalada

Las pautas generales del patrón de acumulación fueron trazadas por sectores de la gran burguesía: la industria, la construcción, una fracción del sector financiero y parte del sector agropecuario. Además de excluir a los trabajadores del comando de la salida de la Convertibilidad, este programa también marcaba una ruptura al interior de los sectores dominantes: quedaban fuera la banca extranjera, las privatizadas, el sector comercial, y otra franja de la burguesía agropecuaria.
Esta escisión interna a la clase dominante no implicaba que las fracciones desplazadas del comando fueran perdedoras, sino que no dirigirían este proceso, no sólo en materia de acumulación sino de las definiciones políticas generales. Esta situación se hizo evidente en el conflicto por las retenciones en 2008, momento en el cual estas fracciones desplazadas cuestionaron la permanente injerencia del Estado. Frente al pacto excluyente de la Convertibilidad, que dirimió con cierta estabilidad las demandas de la gran burguesía durante casi una década, el modelo kirchnerista se presentó más inestable, menos previsible: requierió de mediaciones permanentes, cuyo resultado fue siempre contingente.
A esta división interna de la gran burguesía se le sumó la consideración de las demandas de los sectores populares. Dado que la mejora económica estructural se detuvo hacia 2007/08, la política activa tuvo un rol preponderante aquí también. No sólo en lo que respecta a la política social fuertemente ampliada, sino a políticas de otro orden que figuraban como demandas en disputa desde hacía décadas al interior de las organizaciones sociales: ley de medios, intervención estatal en YPF, matrimonio igualitario, etc. Muchas de estas demandas habían sido propuestas y articuladas como proyectos mucho antes de la llegada del kirchnerismo, que las tomó en consideración según sus propias necesidades.
La constante intervención política para arbitrar entre fracciones de la gran burguesía, y entre éstas y los sectores populares es lo que constituye al kirchnerismo como populismo. No referimos aquí a la prédica de la derecha, que pretende señalar con tal nombre un supuesto autoritarismo sobre masas ingenuas. No. El populismo reside en el corte oblicuo realizado sobre las clases sociales, que busca postular un conflicto entre “pueblo” y “enemigos del pueblo”, conjuntos resignificados según la ocasión. Por ejemplo, para el kirchnerismo pueden ser incluidas como parte del pueblo fracciones completas de la gran burguesía, responsable de las atrocidades del neoliberalismo. O volverse enemigos, antipatria, grupos previamente aliados, como es el caso del enfrentamiento con Clarín. El populismo, como proceso, ha permitido validar positivamente, y no como engaño, tanto demandas populares como demandas de la gran burguesía. Ese es su sino.

Hegemonía y populismo

La definición populista del gobierno no apunta a ninguna lógica de complot. El estamento actualmente en el gobierno no es tampoco un grupo jacobino que protagoniza un proceso de reformas sociales de amplio alcance. El populismo es la solución emergente del conflicto que atraviesa la sociedad argentina: la imposibilidad de sostener el proyecto neoliberal, porque no satisface al conjunto de la gran burguesía y porque es rechazado por los sectores populares, y la falta de un proyecto alternativo consolidado. El gobierno es una expresión (con particularidades propias, claro) de una disputa que atraviesa a toda la sociedad: la construcción de sí misma a partir de las fuerzas realmente existentes.

Francisco Cantamutto.

Jornada de paro, movilización y cortes de la CTA



La multisectorial encabezada por la CTA de Pablo Micheli se movilizó en todo el país, a 44 años del Cordobazo, con un extenso pliego de reivindicaciones. El faltazo de Moyano y el debate sobre la “unidad en acción”.

Tras una extensa jornada de movilización y cortes a lo largo y ancho del país, concluyó el miércoles por la tarde la jornada de lucha y paros, a 44 años del Cordobazo convocada por la multisectorial, capitaneada por la Central de Trabajadores Argentina (CTA) de Pablo Micheli.
A la par de las movilizaciones en Salta, Córdoba, Entre Ríos y Mendoza, se realizaron cortes en Capital y Gran Buenos Aires que fueron desde el Puente Pueyrredón y la Autopista Buenos Aires-La Plata hasta Panamericana y General Paz, a los que se sumó la movilización realizada a la Plaza de Mayo en la cual participaron también la Corriente Clasista y Combativa, Pueblos Originarios en lucha, la Federación Universitaria Argentina, la Federación Universitaria de Buenos Aires, Barrios de Pie, Federación Agraria y la Organización de Trabajadores Radicales.
Entre las consignas principales sostenidas por los organizadores de la movilización se encontraban: paritarias libres sin techo, salario mínimo vital y móvil, 82% móvil y la eliminación del impuesto al valor agregado a los productos que comprenden la canasta básica, a las que se sumaron el reclamo por la eliminación del impuesto a las ganancias, la eliminación de los topes a las asignaciones familiares y la derogación de la ley anti-terrorista.
Durante el acto en Plaza de Mayo hubo fuertes críticas al gobierno nacional por parte de los oradores. “Para nosotros esta no es una década ganada”, señalaron desde la Asociación de Trabajadores del Estado. Por su parte Peña Lillo, de Pueblos originarios en lucha, señaló: “Fue una década ganada para los pooles de siembra y los especuladores inmobiliarios pero no para los pueblos originarios”. Fernanda González, oradora de Barrios de Pie, dijo durante su intervención: “Venimos a decir basta, para los pobres y los humildes esta es la década perdida”. También fue resaltado el triunfo de la lista opositora en SUTEBA de la provincia de Buenos Aires.
El orador principal del acto, Pablo Micheli, hizo un llamado a profundizar la democracia y construir una alternativa al kirchnerismo, que permita terminar con el hambre, la represión y la pobreza. El dirigente destacó que el sindicalismo tiene “la responsabilidad de jugar un papel y ese papel es seguir creciendo. Esta es una lucha larga pero lo que no vamos a hacer es arriar las banderas jamás”.
Por otro lado, y de acuerdo al día elegido para el acto, tampoco ahorro elogios hacia Agustín Tosco al igual que los anteriores oradores y oradoras, al cumplirse 44 años del Cordobazo. “Si Agustín Tosco estuviera vivo no me cabe ninguna duda que estaría en este acto”, sostuvo el máximo dirigente de la CTA opositora.
Por último Micheli también cuestionó la ausencia de Moyano, y la Confederación General del Trabajo (CGT) en la jornada de lucha. Tras haber compartido de un tiempo a esta parte algunas movilizaciones y cortes, el líder camionero pegó el faltazo. Micheli se mostró crítico, al señalar que “con la CGT hay unidad de acción pero si no hay acción, no hay unidad". Por otro lado afirmó que Moyano se ausentó debido a que se está en un año electoral y el camionero decidió también jugar fuerte en octubre, pero que ante ese panorama la CTA no iba a especular con movilizar o no movilizar. “No hay peor paro ni movilización que el que no se hace”, concluyó.

“Lejos de dar soluciones el gobierno se ha cerrado”

Ricardo Peidro, secretario adjunto de la CTA, en dialogo con el programa Con el pie izquierdo en Radio Sur FM 88.3, planteó que esta jornada de movilizaciones en todo el país responde a que hoy ya no hay canales de dialogo abiertos con el Ejecutivo nacional a través de los cuales poder discutir y lo único que resta es “adular al gobierno para que te convoque”.
En un escenario como el actual, que desde la CTA caracterizan como de crisis y ajuste contra los trabajadores, Peidro sostuvo la necesidad de la creación de un consenso, de una unidad popular, independiente de las opciones políticas y partidarias que cada dirigente sindical puede tener. “Las opciones políticas no pueden fracturar a la clase. Debemos ser disciplinados con la clase trabajadora”, y reafirmó la necesidad de la unidad en la acción para encontrar una salida de acuerdo a los intereses de los trabajadores.

“Cada vez es más atroz e imperdonable”



Graciela García estuvo secuestrada tres años. Contó cómo Acosta la llevó a un departamento, donde la violó. También narró cómo presionaban a las familias de los cautivos y cómo un marino le detalló los vuelos de la muerte.

“En todos estos días que me preparaba para venir y a pesar de los años, lo que experimento al volver es que no se atenúa en nada, me da la sensación de que cada vez es más atroz lo que se vivió ahí y más imperdonable”, dijo Graciela García en el final de su declaración, durante el juicio por los crímenes de la Escuela de Mecánica de la Armada. La mujer permaneció tres años en cautiverio en el centro clandestino de los marinos y luego integrada a la estructura de Cancillería, que está marcando en el juicio la continuidad expansiva del centro de represión. Graciela había declarado en el juicio anterior sobre la ESMA. Ayer, una de las preguntas de la querella del CELS la detuvo frente a la figura del Tigre Jorge Acosta, el hombre autorrepresentado como dios dentro de ese infierno, a quien Graciela acusó en primera persona por violación.
“En realidad hubo varias situaciones previas a ésa –explicó luego de la pregunta–. Hay un hecho que se produce en una quinta a la que nos llevan a varias presas por el mes de diciembre del año ’76. Cuando llegamos, había varios oficiales y Acosta sugiere que debíamos elegirnos entre los oficiales y las presas. Terminamos cada una de nosotras con un marino, yo terminé con García Velazco, Dante. No me pasó nada ahí.” Se ocupó de nombrar a los represores que estaban en esa quinta uno por uno, marcando la acusación: “Estaba Acosta, García Velazco, (Alberto “El Gato”) González Menotti, (Jorge) Radice, hasta donde me acuerdo –dijo–. Esa fue una primera situación, además de otras que vi antes de que me pasaran a mí”.
Una noche la bajaron a la oficina de Acosta. “El estaba con una remera náutica, una luz baja que no se le veía bien la cara, me ofreció un pedazo de torta, algo increíble y en un momento me dijo: ‘Mañana te voy a sacar’. Y al día siguiente, me lleva a ese departamento de Olleros y Libertador. El iba con una valijita de cuero donde llevaba las sábanas. No había luz, subimos las escaleras. Era un departamento muy despojado. Ahí yo creo que me llevó dos veces. Cuando volví nuevamente para la ESMA, volvía nuevamente a los grilletes, a las esposas, al tabique y al balde para hacer las necesidades. Yo creo que todo esto fue alrededor de enero del ’77. Todos los del camarote estábamos con grilletes, acostumbrados a caminar con las piernas abiertas para no golpearnos, y con esposas.”
Como Graciela, un grupo de ex desaparecidas de la ESMA empezaron a poner en palabras las situaciones de violación y de violencia sexual, la condición de ser mujer en el centro clandestino, ya en el juicio anterior. Los marinos no pudieron ser condenados en ese momento por el delito de violación por la lógica jurídica según la cual no podían ser condenados porque no habían sido acusados así durante la instrucción. En la etapa final de aquel juicio, las querellas –especialmente el CELS– enumeraron a modo de prueba los hechos que habían sido relatados desde esta perspectiva en el juicio. Los nombres de las víctimas y de los represores. Le pidieron a los jueces extraer los testimonios para impulsar una denuncia específica. La denuncia de Graciela siguió un proceso paralelo, pero alentado también por esta nueva mirada. El caso por violación contra Acosta se abrió en 2007. El juez de instrucción Sergio Torres procesó a Acosta por ese delito, pero la Cámara de alzada volvió a subsumirlo al tormento. Así ingresó a este juicio. Pero más allá de la calificación, como el hecho ya está probado, el CELS reúne ahora estos elementos para acusar por primera vez por violación al término del debate y pedir el cambio de calificación, según explicó la abogada Daiana Fusca.
Graciela habló de otro departamento, en Ecuador y Santa Fe: “Me llevaba el mayor Mazzola, abría la puerta, entraba, él se iba, me dejaba un fin de semana, a veces más, hasta que venía Acosta, a veces no venía. Y después me llevaba”.
Su testimonio atravesó las múltiples “ESMAs”. La estructura del staff y ministaff como un espacio creado por los marinos para enfrentar a los secuestrados. El trabajo esclavo en Cancillería y la “esquizofrenia” de entrar y salir de la ESMA, que extendía el circuito del miedo. Las internas entre Cancillería y el grupo de tareas. La producción de material para frenar la campaña por violación de derechos humanos desde el exterior. El Centro Piloto de París. Los desaparecidos. Alicia Eguren de Cooke, Enrique Raab. Los nombres genéricos de la ESMA, los “verdes”, los “pedros”, los “tomys” o “gustavos”, intercambiables, sobre los que los ex detenidos consiguieron fijar identidades. Los negocios de los marinos. La patota “enloquecida con la caja fuerte que había en la oficina de Santa Fe y Callao” y Jorge Radice “desesperado para poder abrirla”. Los vuelos de la muerte.
“Lo que sabíamos era que nos llevaban a granjas en el sur. Esto se empieza a poner en duda cuando después de los traslados quedaban los zapatos, como el caso del compañero Alejandro Calabria. Los traslados se hacían los miércoles. Escuchábamos a ‘los verdes’ que gritaban, los grilletes, acá nos quedaba claro. En un momento viene Acosta y se pone a hablar conmigo y me dice: ‘Yo quiero que vos sepas que esto es una guerra de exterminio, pero vos te vas a salvar’. Y yo le pregunto por qué. Entonces él contesta lo que siempre contestaba: ‘Porque Jesusito lo quiere’.”
Una vez, Chispa –a quien identificó como Camilo Sánchez– la llevaba a la casa donde iba a estar ella un fin de semana. “Me acuerdo de que era un domingo y que llovía y él espontáneamente me dijo: ‘¿Vos sabés cómo es que se resuelve el tema de los traslados? Se suben a aviones y se arrojan desde los aviones’. No me dijo lo de la inyección y todo esto. Por primera vez escuché que se arrojaban de aviones por el Río de la Plata.” Cuando el abogado de un represor le preguntó dónde había ocurrido ese diálogo, ella explicó: “No me acuerdo, sólo me acuerdo que el impacto fue tal que miraba para afuera y lloraba. Era domingo. Es como una foto. Llovía y había una autopista”.
“Yo creo que las familias eran objeto de control, fruto del accionar del GT”, explicó en un momento. En la sala estuvo Ricardo Cavallo, como siempre, pero ayer además estuvo Néstor “Norberto” Savio. “El que controlaba todo era Savio –dijo Graciela–. Cuando Acosta me lleva por primera vez a ver a mi familia, toca el timbre a las 2 de la mañana en una casa de gente de trabajo, de manera que cuando subimos, todos estaban de ropa de cama. Se me abalanzaron, me abrazaban, lloraban, mientras Acosta miraba. Mi papá iba a buscar un churrasquito para darnos de comer. La llama a mi otra hermana, Marta, que vivía a una cuadra y viene en camisón. Acosta se sienta y empieza con la perorata de que ellos eran defensores y se había propuesto recuperar a jóvenes como yo y que la familia tenía que colaborar. Les preguntó a todos qué hacían, dónde trabajaban, qué auto tenían. Le dijo a mi hermana que iba a una universidad de zurdos, porque estudiaba filosofía y letras y que su novio, que tenía un taxi, era un zurdo más. Ahí se levantó, terminó la visita. Me vuelve a llevar al tiempo, y le dice a mi papá que se tenía que mudar. Me acuerdo de la humillación que sintió mi papá porque esta persona le decía qué tenía que hacer. Era como alguien que estaba controlando y manejando la familia. No los volví a ver más hasta finales del ’77 y ellos no supieron de mí.”

Alejandra Dandan

miércoles, 29 de mayo de 2013

Los cuarenta años de "Crisis"



Un recorrido por la mítica revista fundada por Vogelius y dirigida por Galeano

La mítica revista que fundó Federico Vogelius y dirigió Eduardo Galeano apareció por primera vez allá en la primera quincena de mayo de 1973. Cómo fue su inicio, qué paso en los 40 números aparecidos y por qué cerró.

Eduardo Galeano recuerda: “Hoy me entero de que todos los meses, el día que sale la revista, un grupo de hombres atraviesa el río Uruguay para leerla. Son una veintena. Encabeza el grupo un profesor de sesenta y pico de años que estuvo largo tiempo preso. Por la mañana salen de Paysandú y cruzan a tierra argentina. Compran, entre todos, un ejemplar de Crisis y ocupan un café. Uno de ellos lee en voz alta, página por página, para todos. Escuchan y discuten. La lectura dura todo el día. Cuando termina, dejan la revista de regalo al dueño del café y vuelven a mi país, donde está prohibida. –Aunque sólo fuera por eso –pienso–, valdría la pena”.

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En los primeros días de mayo del ’73, la escena se repetía en varios bares de la avenida Corrientes. La Paz, Politeama, Ramos, Ópera. Algunos ejemplares de la revista iban quedando sobre las mesas que, hasta hacía un ratito, ocupaban no pocos uruguayos, mezclados con varios argentinos que cantaban, sonrientes, el consabido “se va a acabar, se va a acabar” cuando alguien les informaba que el costo de vida había aumentado, en lo que iba del año, casi un 30 por ciento.
Algo los unía más allá de un triunfo electoral o de una cercana asunción presidencial. Era la certeza de saber que había palabras que no necesitaban ser definidas con exactitud. “Compromiso”, por ejemplo, “política”. O, más redondamente, “revolución”. Palabras que se respiraban día a día, que se vivían. Y una, básica, elemental, insustituible: “nosotros”. Una palabra que, por paradójico que resultara, acuñó una revista. Una revista escrita por un puñado de tipos reunidos bajo el ala de Federico Vogelius, Fico (uno de esos raros y escasísimos empresarios que creían en la igualdad de oportunidades), y Eduardo Galeano (uno de esos raros y escasísimos intelectuales que creían en la igualdad de oportunidades). La revista se llamaba Crisis, su primer número salió el 3 de mayo de 1973. Podría haberse llamado “nosotros”, pero entonces no habría tenido mucho sentido que los que la leían la llamaran “nuestra revista”. Cuestión de palabras. Y, en mayo de 1973, todo el mundo lo sabe: las palabras se decían o se vivían.

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La cosa, como empezaron muchas cosas, había arrancado unos años antes, terminando la década del ’60. Vogelius quería plasmar un proyecto cultural; Ernesto Sabato andaba con ganas de armar una revista. El cóctel se estaba preparando. Ahora lo recuerda Julia Constenla. “Fico y Sabato armaron un comité de notables que discutía cómo debía ser la revista: Jorge Romero Brest, Ernesto Epstein, Francisco Romero, Víctor Massuh, José Luis Romero. Se habían contratado oficinas y personal administrativo”.
Y lo recuerda, mucho más, Amalia Ruccio, Lita, por entonces esposa de Vogelius. Esa mujer a la que Fico le repetía la necesidad de un sacrificio emocional y personal importante. Tan importante como feliz. “Lita, quiero que me duela –dice, hoy, Amalia, que le decía Fico–. La cosa se acentuó en 1968. Fue un largo proceso, una búsqueda angustiada y dolorosa. Fico anduvo desasosegado, intranquilo, descentrado, era evidente que se trataba de un salto a otra dimensión, donde la dignidad civil, la responsabilidad por el país, su fe en la cultura y el amor eran sus pilares. No creía en nada obtenido por las armas; sí por la cultura, aunque llevara cien años conseguirlo”.

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Crisis, el nombre con el que el equipo de notables reunido por Vogelius y Sabato se había puesto de acuerdo, ya existía como marca. Las discusiones, inevitables ante la gran pregunta, “qué hacer”, no terminaban de disiparse cuando ya aparecían otras nuevas. Hacía falta alguien que llevara a buen puerto las ideas de “todos” hacia ese “nosotros” que estaba ahí, pero parecía cada vez más lejano.
“Yo era secretaria de redacción de la revista Gente y me habían despedido –cuenta Constenla–. Sabato me pidió que colaborara con el grupo en 1972. Después de tres o cuatro reuniones, ya habían pasado varios meses, les expliqué que necesitaban un director. Fico quería a Sabato. Sabato se negaba a aceptar”.
Entre los tantos nombres que se barajaron, estaban el de Juan Gelman (director del suplemento cultural del diario La Opinión), Tomás Eloy Martínez (que había trabajado en Primera Plana) y Eduardo Galeano (que acababa de publicar Las venas abiertas de América Latina). Mientras todos discutían, Vogelius tenía la certeza de los que ya saben cómo van a ser las cosas. La certeza de los que no se equivocan.
Fico y Eduardo se conocieron, como ocurren las muchas cosas de la vida de Galeano, en un bar. Él mismo lo dice: “En un bar de Montevideo, una noche de fines de 1972, se selló la revista. Yo no sabía quién era Vogelius. Pero hubo un buen enganche y esa noche, cenando, empezó la historia”.
No bien llegó a Buenos Aires, a la quinta de San Miguel donde vivía con Lita, Fico no pudo contener su entusiasmo: “Lita, Lita tengo al director de la revista”, le decía Fico a su mujer mientras la sacudía para despertarla. Y el diálogo, entre el sueño y la realidad, siguió, más o menos, así:
–¿Cómo se llama?
–Eduardo Galeano.
–¿Aceptó?
–No, él no lo sabe, lo acabo de decidir en el viaje de vuelta de Montevideo.
Pero Montevideo no era una fiesta. Lo afirma Galeano: “Un par de días después me subieron a un auto. Me trasladaron, me encerraron en una celda. Rayé mi nombre en la pared. Por las noches escuchaba gritos. Empecé a sentir la necesidad de conversar con alguien. Me hice amigo de un ratoncito. Yo no sabía si podía estar encerrado días o años, y al poco tiempo se pierde la cuenta. Fueron días. Siempre tuve suerte. Caminé hasta mi casa. Era una noche cálida y serena. En Montevideo empezaba el otoño. Me enteré de que hacía una semana que había muerto Picasso. Pasó un tiempito y empezó el exilio”.

***

En ese exilio porteño de Galeano, un exilio de largas charlas con Vogelius, comenzó a tomar forma la revista. Ante el registro existente de la marca Crisis, Sabato planteó transformarla en Krisis. Dice Constenla: “Para Eduardo, Crisis con ka era una ridiculez. Y dijo que había que completar el título: Ideas, letras y artes en la Crisis”. No había caso: Eduardo y Ernesto no estaban hechos para entenderse. Ni Vogelius podía con ellos.
“Yo proponía una revista crítica de los grandes problemas de entonces –recordó luego, y bastante enojado, Sabato–. Pero, en determinado momento, sentí que no podría hacerse como yo quería: Vogelius quiso llevarla adelante con una dirección marxista que llegó a difamarme a través de los estalinistas de turno. Eso es lo que ellos llamarían dialéctica”. Lita Ruccio también lo recuerda, pero no tan enojada: “El proyecto de Sabato desapareció con la entrada de Galeano como director, a quien Fico le dio libertad total”.
Esa libertad total de la que habla Lita produjo la unión casi imposible de tipos en una redacción. Vicente Zito Lema, uno de ellos, dice: “Había, claro, diferencias. Aníbal Ford, por ejemplo, seguía la línea del nacionalismo revolucionario; Juan Gelman estaba más ligado a las FAR y Montoneros; Galeano tenía un compromiso latinoamericanista; Haroldo Conti traía una lectura marxista de la realidad; yo provenía del peronismo de base. Parecía que nos íbamos a matar, pero había cosas profundas que nos unían, el espíritu de la época”.
Un espíritu que encarnaba la gran apuesta de Vogelius por la cultura. Una cultura que buscaba subvertir el rol y el lugar al que el sistema la había acorralado durante siglos. Como dice Galeano: “La cultura no terminaba, para nosotros, en la producción y el consumo de libros, cuadros, sinfonías, películas y obras de teatro. Ni siquiera empezaba allí. La cultura era, para nosotros, la creación de cualquier espacio de encuentro entre los hombres. Eran todos los símbolos de la identidad y la memoria colectivas”.
Ese “nosotros” comenzó a funcionar en las oficinas del octavo piso del edificio de Pueyrredón 860, con un equipo básico, un título heredado de Sabato y ningún otro compromiso que el de Vogelius por difundir la cultura. “Nuestra” cultura. Para “nosotros”.

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La idea de la revista era no hacer sectarismo ideológico e idear un amplio campo de expresión en el cual se incluyeran marxistas, nacionalistas, peronistas antiimperialistas. La amplitud para reunir devendría, invariablemente, en amplitud para llegar. Sólo una persona como Federico Vogelius podía aguijonear semejante proyecto. Pero, ¿quién era Federico Vogelius?
Dice Rogelio García Lupo: “Fico era la persona que comprometió su propia libertad y su fortuna de empresario exitoso por la cultura. Está bien que en ese momento había muchos entusiasmos, pero no había tantas personas dispuestas a jugarse como lo hizo Vogelius”. Confirma Julia Constenla: “El periodismo rioplatense señala solamente la presencia de Eduardo Galeano, sin reparar lo suficientemente y con la debida justicia en el hecho de que sin Vogelius no hay Crisis. Es cierto que, sin Galeano, la revista no hubiera sido lo que fue. Pero, sin Vogelius, directamente no habría existido la revista Crisis. El contenido era de Galeano, con absoluta libertad y coincidencia con Vogelius”. Dice Vicente Zito Lema: “Federico era un experto y un amante de las artes plásticas. Una de esas figuras de las que hoy quedan muy pocas, de muy alta posición económica y un profundo costado bohemio, benefactor. Antes que comenzara la revista, yo no tenía amistad con él, pero sí trato. Comíamos bastante seguido y reflexionábamos sobre arte, política y derechos humanos con un grupo formado por Luis Felipe Noé, Ricardo Carpani, León Ferrari, Ernesto Veira, entre otros tantos”.
Como refirió Haroldo Conti en carta a Roberto Fernández Retamar: “Crisis es lo único que sobrevive, Federico Vogelius, su director propietario, piensa realizar una gira por Latinoamérica. Naturalmente quisiera entrar en Cuba y establecer relaciones con la Casa de las Américas. Si bien es un hombre rico, es progresista y ayuda mucho. Se puede contar con él ampliamente. No hace todo esto por dinero, sino que le interesa apoyar toda actividad cultural”.
O como recuerda Lita Ruccio: “Fue un hombre difícil y maravilloso, bueno y malo, exquisito y sencillo. Fascinante siempre, para todo, el mejor. Soy muy consciente que, con él, pasé del amor más puro al odio más cerrado, para luego encontrar y entender su vida y su alma. Como aconseja un viejo maestro, lo entendí con el corazón, extendiendo la mirada, caminando con mi alma”.
Es decir, Federico Vogelius. Fico. El tipo sin el cual no existiría la posibilidad cierta de ese “nosotros”.

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“Uno puede ver una tapa de Crisis en Japón y saber de qué se trata”, dice Lita Ruccio. Y es cierto. La idea de ese cuerpo físico fue de Galeano –que es decir, ya se sabe, de Galeano y Vogelius–, pero fue interpretada de forma maravillosa por el hermano de Lita, Eduardo Ruccio, Sarlanga, su diagramador: “Los dos Eduardos se entendieron desde el primer momento y su amistad los hermanó para siempre. La elección de ese ‘papel de almacén’ característico de la revista fue de Fico”.
La razón de ese papel parece demasiado elaborada. Pero, por absurdo que suene, simple, de tan compleja. La dice Constenla: “Como se trataba de una publicación para tiempos de crisis, pero al mismo tiempo culta, la queríamos elegante y sofisticada pero que no fuera cara. Fico eligió el papel más barato, grueso y amarillento, con tapa a dos colores y sin fotos. Del primer número tiramos diez mil ejemplares, agotados en una semana. Antes de imprimir el número dos, tuvimos que reeditar el primero”: un trabajo sobre el escritor argentino-chileno Manuel Rojas, de Julio Huasi; el anticipo de la novela de Sabato Abaddón, el exterminador; un ensayo sobre teatro, de David Viñas; un análisis sobre los dueños de los medios de comunicación en América latina, de Heriberto Muraro; fragmentos del guión del film-reportaje a Juan Perón realizado por Pino Solanas y Octavio Gettino; un poema inédito de Lenin; ilustraciones de Hermenegildo Sábat, y el humor de Kalondi. Crisis era leída y releída. Buscada, anhelada. Coleccionada o dejada de regalo en los bares donde se leía en voz alta.
O como recordó, muchos años después, un muchacho que se acercó a la revista para ofrecer sus conocimientos de portugués. Un muchacho al que Galeano le dio seis páginas y toda la libertad del mundo. Un muchacho que tradujo un poema de otro muchacho, Chico Buarque, prohibido por la dictadura brasileña. Ese muchacho era, es, aunque un poco distinto, Santiago Kovadloff: “Crisis fue el correlato desde la izquierda de lo que significó Sur desde el liberalismo. Sur y Crisis condensaron el espíritu de momentos fundamentales del país. Sur, el de la preguerra, donde América del Sur y del Norte no se veían como antitéticas. Crisis, el de la posibilidad de transformación ideológica, cultural y política del continente hacia una izquierda progresista”. Crisis, el “nosotros” había empezado a funcionar.

***

Dice Julia Constenla: “Toda la revista pasaba por las manos de Eduardo Galeano. Yo fui la primera secretaria de redacción. Luego, se hizo cargo Juan Gelman, después Aníbal Ford. Yo pasé a ocuparme de la dirección de los Cuadernos y de la editorial”. Una editorial que recuerda muy bien Rogelio García Lupo: “Habíamos charlado con Vogelius sobre la producción esquemática de títulos de libros con la marca de Crisis. El primero fue el del dirigente socialista boliviano Marcelo Quiroga Santa Cruz, El saqueo de Bolivia. Se vendieron 20 mil ejemplares”.
Es casi gracioso escuchar a Constenla: “Vogelius no tenía interés en hacer un negocio con la revista. Pero tuvo mala suerte: todo lo relacionado con Crisis se vendió muy bien desde el principio”. O como dice, de primera mano, Lita Ruccio: “Fico me repetía cada noche: ‘Encima voy a ganar plata con esta revista, la única vez que estuve dispuesto a perder guita y mirá, mirá Lita, es una maravilla’”.
Esa maravilla se repetía día a día en el octavo piso de Pueyrredón 860. “Todos éramos escritores –cuenta Vicente Zito Lema–, no éramos nenes de pecho. Eso provocaba un espíritu de armonía y unidad en el que ni Galeano, ni Gelman, ni Haroldo Conti, ni Jorge Rivera, ni nadie trataba de sobresalir. Se pensaba en función de sacar el mejor número posible de la revista. Como cada uno andaba después en la suya (Gelman con La Opinión, Galeano con sus afectos en Uruguay, yo con mi laburo en la universidad), no quedaba mucho tiempo. Por lo general, nos reuníamos todos a almorzar en la revista. Y a jugar al fútbol y comer asados en la quinta de Fico los sábados. No nos juntábamos a hablar de filosofía o de política, eso lo vivía cada uno. La cosa era a puro fútbol y asado”. Jorge B. Rivera, redactor y colaborador en Cuadernos, también recuerda la redacción: “Gran profesionalidad, muchísimo trabajo y un clima de distensión como en pocos medios de comunicación. Existía tiempo de imaginación, pero había una economía de ese despilfarro traducido en los proyectos que se tiraban como puntas. Hasta los boludeos intelectuales funcionaban bien”.
En 1974, apareció por ahí María Esther Gilio. Una mujer que sabía preguntar. Y escuchar para volver a preguntar. A partir de ella, las entrevistas nunca volvieron a ser lo que eran: “Vivía en París, pero cuando Perón volvió al país, yo también volví. Siempre había querido hacer periodismo, y tenía una nota con Pablo Neruda. Cuando murió, corrí a La Opinión: a los pocos días se publicó y les gustó a todos menos a Jacobo Timerman. ‘¡Qué mamarracho esa entrevista que me encajaste!’, me dijo. A Crisis me llevó Galeano y me pidió un reportaje a Borges. Ahí empecé a vivir del periodismo. Viajé al norte para entrevistar a Héctor Tizón y Daniel Moyano. En Buenos Aires, hice una nota con Aníbal Troilo. Cuando la entregué a Crisis, me crucé en el ascensor con Juan Gelman y con esa entonación especial que tiene me dijo ‘recuperaste la voz del Gordo para la historia’. Nunca me lo voy a olvidar”.

***

La muerte de Perón, la asunción de Isabel como presidenta y el poder total para José López Rega y su Triple A no podían traer nada bueno para el país. El globo de ensayo del terrorismo de Estado tenía terreno libre en el país y, sobre todo, en Buenos Aires. Cuenta Galeano: “Suena el teléfono y pego un respingo. Miro el reloj. Nueve y media de la noche. ¿Atiendo, no atiendo? Atiendo. Es el comando José Rucci, de la Alianza Anticomunista Argentina:
–A ustedes los vamos a matar, hijos de puta.
–El horario de amenazas, señor, es de 6 a 8 –contesto.
Cuelgo y me felicito. Estoy orgulloso de mí. Pero quiero levantarme y no puedo: tengo piernas de trapo. Intento encender un cigarrillo”.
Aníbal Ford, que fue secretario de redacción de la revista y director de Cuadernos, también recuerda esa época: “Toda redacción es un mundo de laburantes y amigos que viene a charlar o a carburar proyectos. Esa vida era intensa, marcada por las amenazas en medio de las que había que producir la revista”.
A las amenazas, continuaron los hechos. En mayo de 1975, el periodista Villar Araujo publicó en Crisis un informe sobre el estatuto colonial de los contratos petroleros del país. Por donde se lo mirara, el petróleo venía con una histórica mochila de infamias y crímenes. Escribió Villar Araujo: “Cuando hay petróleo de por medio, las muertes accidentales no existen”. Y terminaba su nota con una advertencia: “Si usted, lector, se entera de que después de escribir estas líneas, al cruzar la calle, me aplastó un colectivo, piense mal y acertará”. No lo aplastó un colectivo: fue detenido-desaparecido por dos días, sin comer ni beber, con una capucha permanente que sólo le permitía ver los zapatos de los hombres que lo interrogaron sin descanso para averiguar quiénes eran sus fuentes. Lo abandonaron en una ruta cerca de Ezeiza. Unos días después, la policía difundió un comunicado: Villar Araujo había sido detenido por error.
En diciembre de 1975, desapareció Luis Sabini Fernández, jefe de producción de Crisis. “Tenemos la esperanza de que esté preso –escribió, por entonces, Galeano–, pero la policía lo niega. Fico y Aníbal Ford revolvieron cielo y tierra. Hace más de una semana y no tenemos novedades. A veces, por las noches, después del trabajo, Luis se demoraba hablándome del padre, que había llegado a Montevideo desde una aldea de Parma que tenía cien casas y una iglesia”. Luis había caído en manos del Ejército en una redada en Villa Martelli. No sabían que era de Crisis. Cuando se enteraron creyeron que era el capo. “¿Qué capo?, si no escribo ni una línea”, les dijo. Cuando le contestaron “peor, vos hacés que otros escriban”, pensó que palmaba. Su trabajo y el hecho de ser uruguayo (en el diccionario paramilitar, uruguayo es sinónimo de tupamaro) eran su propia condena. Lo llevaron esposado hasta el avión y terminó exiliado en Suecia.
“Casi todas las mañanas teníamos que contarnos para saber si éramos los mismos del día anterior”, evocó hace ya algunos años, otro de los hombres de Crisis, Horacio Achával.
Una mañana, Gelman apareció por la revista y dejó sobre el escritorio de Galeano un paquete envuelto en papel de diario y atado con piolines. “Me tuve que mudar de casa. No sé adónde. Salgo a buscar. Cuidame las pertenencias”, le dijo. El paquete era toda su ropa, todo su mobiliario. Cuenta Galeano: “Se dio vuelta, la mano en el picaporte y agregó: ‘Pero, antes, contame la historia de la gallina, que ando triste’. Era una historia de Paco Espínola, otro uruguayo que se había ido. Juan se la sabía de memoria, pero igual se ahogaba de risa cada vez que yo la repetía. Paco había lavado el honor de la familia degollando a una gallina bataraza que lo había mandado a la puta madre que lo parió”.
Unos meses después, la carta de Gelman llegó de Roma, donde lo dejó el avión que lo salvó raspando de la condena a muerte: “Como ves, soy jodido para querer. La mayor parte del tiempo, me basta con hacerlo. Sé que no es suficiente. Somos muchos los que andamos con el cariño estropeado, pero hay que tener valor para sacarlo de adentro con estropeaduras y todo”.

***

Según el Instituto Verificador de Circulaciones, la revista vendió, en marzo de 1974, 17.468 ejemplares. Según el mismo Instituto, las ventas crecieron hasta un tope de 24.637 en julio, y mantuvo, después de esa fecha, un promedio de 22 mil ejemplares. Federico Vogelius pasó 1974 y 1975 evitando dos cosas: que Crisis fuera financiada por Montoneros y que la Triple A volara el edificio de Pueyrredón al 800 donde funcionaba la redacción.
Mientras tanto, la revista conversaba con la gente, le devolvía la palabra a la gente. “La cultura es comunicación o no es nada –dice Galeano–. Para llegar a no ser muda, una cultura nueva tenía que empezar por no ser sorda. Publicábamos textos sobre la realidad, pero también, y sobre todo, textos desde ella”. Palabras de los indígenas del Alto Paraná acorralados por una civilización que los consideraba esclavos, palabras de presos políticos y de manos anónimas que dejaban su huella en las paredes de toda América, palabras de niños y palabras de internos de los manicomios y palabras de obreros en las fábricas.
En marzo de 1976, el país fue otro. El “nosotros” se había perdido en el terror fundante del “por algo será”. La dictadura militar dictó nuevas normas para los medios de comunicación: “Quedaba prohibido publicar reportajes callejeros y opiniones no especializadas sobre cualquier tema”.
En ese contexto, Eduardo Galeano y Vicente Zito Lema debían entregar las pruebas de galera de la revista en la Casa Rosada. Allí, un militar decía “esto no”, “esto tampoco”. Para esos mismos militares, Haroldo Conti no había desaparecido. Así se los hicieron saber cuando preguntaron por el compañero periodista que no estaba más.
La revista siguió cinco números más después del golpe de marzo del 76, hasta el número 40, salido en el mes de agosto. Cuenta Galeano: “Por la mañana, reúno a los compañeros y les hablo. Quiero mostrarme firme y decir esperanzas, pero se me sale la tristeza por los poros. Explico que ni Fico, ni Vicente, ni yo tomamos la decisión; que deciden las circunstancias. No aceptamos la humillación como epílogo de la hermosa aventura que nos reunió durante más de tres años. A Crisis no la agacha nadie; la vamos a enterrar parada como vivió”.
Entonces, el fueguito de ese “nosotros” comenzó a apagarse.

Miguel Russo
Miradas al Sur

Las reservas del Central ceden casi u$s1.000 millones por mes

El Banco Central lleva comprados unos u$s800 millones en lo que va del año, pero las reservas internacionales no se recuperan: pierden u$s4.581 millones desde el cierre de diciembre de 2012, cuando se situaban en 43.290 millones de dólares.
Las reservas líquidas del Banco Central quedaron este martes en u$s38.709 millones, según datos provisorios de la autoridad monetaria, su nivel más bajo en seis años. El Banco Central perdió unos u$s823 millones desde los 39.532 millones del cierre de abril, según revela Infobae este miércoles.
En el año, la caída de los activos es de 10,6%, a razón de u$s916 millones por mes, cuando aún quedan por contabilizar tres jornadas cambiarias de mayo.
Los operadores consultados por DyN calcularon sobre el cierre de la rueda de este martes que el Banco Central compró unos u$s30 millones, pero la autoridad monetaria confirmó luego que la intervención resultó neutra, en una jornada en que aumentó la liquidación de divisas desde el sector agroexportador.
La Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), que representan un tercio de las exportaciones argentinas, informaron que las empresas del sector liquidaron u$s740,9 millones entre el 20 y el 24 de mayo, 5,66 por ciento menos que la semana previa.
El monto liquidado entre el 2 de enero y el 24 de mayo ascendió a u$s9.591,4 millones, un 3,52% más que durante el mismo lapso de 2012. Aun cuando las exportaciones del agro se mantienen firmes como sostén del ingreso de divisas al país, otros factores, como el retiro de depósitos en dólares de los bancos y el giro de divisas del BCRA para el pago de deuda pública y la importación de energía, erosionan el haber de la entidad emisora.

Una tumba en Pilar para el genocida



En el cementerio Memorial de Pilar, donde fue sepultado Videla, también están enterrados José Alfredo Martínez de Hoz y Emilio Massera.

Así se lo comunicó al juez Juan Pablo Salas la familia del dictador, que sepultó allí su cuerpo el mismo día que lo retiró de la morgue. El magistrado solicitó a las autoridades del cementerio que indiquen el lugar exacto de la sepultura.

El suspenso en torno de los restos del genocida Jorge Rafael Videla terminó al fin ayer. Según la familia dio a conocer al Juzgado Número 3 de Morón, la esposa e hijos del dictador que encabezó la última dictadura cívico-militar argentina entre el 24 de marzo de 1976 y 1981 decidieron sepultarlo en el cementerio privado Memorial de Pilar, el mismo día en que lo retiraron de la morgue judicial. El titular del juzgado, Juan Pablo Salas, solicitó a ese cementerio información sobre la ubicación “exacta” en la que se depositó el cuerpo, sobre el que pesa aún la prohibición a ser cremado.
La versión de que Videla había sido enterrado en el Memorial de Pilar es la que había circulado con mayor fuerza el jueves de la semana pasada en Mercedes, la ciudad natal del genocida, mientras gran parte de los habitantes de esa ciudad aguardaban la llegada de los restos para rechazar su entierro en el cementerio municipal.
Según informó el sitio de noticias judiciales Infojus, ese mismo día la familia de Videla depositó sus restos en el cementerio de Pilar, el mismo sitio en el que fueron inhumados los del genocida Emilio Massera y los del ex ministro de Economía de la dictadura José Alfredo Martínez de Hoz. Así consta en la licencia de inhumación expedida por el registro civil de Marcos Paz, que uno de los hijos del represor, Pedro Videla, que es médico, presentó ayer por la mañana en el Juzgado Número 3 de Morón, al oeste del conurbano bonaerense. En ese certificado, el Registro Civil “dispone” el traslado del cuerpo desde la morgue a la institución de la localidad de Pilar.
Al recibir la constancia, el juez Salas instó al cementerio, a través de un escrito, a que con “carácter urgente” remita al juzgado “toda la información sobre el lugar exacto” en el que fueron depositados los restos de quien concentró el poder máximo durante los primeros años del terrorismo de Estado. Salas es el magistrado a cargo del expediente que investiga las causas que ocasionaron la muerte de Videla.
Hasta su muerte, el pasado viernes 17 de mayo, el genocida había recibido tres condenas por las violaciones a los derechos humanos que cometió mientras duró la última dictadura –una sola firme, la del Juicio a las Juntas; una a 50 años de prisión, por el plan sistemático de robo de bebés– y estaba siendo juzgado por el Plan Cóndor. Murió aquel viernes, entre las 6 y 8.30, en su celda del pabellón de condenados y procesados por delitos de lesa humanidad que hay en el penal federal de Marcos Paz. Allí fue encontrado por un guardiacárcel, “con rigidez pupilar” y sin pulso, en el inodoro de la celda. Su cuerpo permaneció en la morgue judicial durante una semana.
Salas actuó rápido y ordenó la realización de una autopsia para determinar los motivos de la muerte. El jueves siguiente informó a los familiares que Videla había fallecido de un paro cardíaco provocado por lesiones y fracturas.
Ese mismo día, el juez otorgó a la esposa y los hijos del dictador el permiso para retirar el cuerpo de la morgue judicial. Sin embargo, no permitió su cremación. Fue entonces que comenzó el suspenso en torno del destino final de los restos, los rumores y, al mismo tiempo, la discordia.
La ciudad de Mercedes fue el primer lugar mencionado como destino final del genocida, quien nació y recorrió los primeros años de su vida allí. No bien comenzó a circular la versión de que su esposa e hijos decidirían inhumarlo en el panteón que la familia posee dentro del cementerio municipal, gran parte del pueblo mercedino alzó la voz en rechazo a que fuera enterrado en ese lugar.
Las fuerzas políticas y organismos de derechos humanos de Mercedes explicitaron su negativa a que los restos de Videla llegasen a la ciudad, aunque las autoridades reconocieron, entonces, que no contaban con herramientas legales para evitar tal situación. Varias decenas de personas permanecieron en alerta en la puerta del cementerio de la ciudad el día en que la familia de Videla lo retiró de la morgue. Sin embargo, nunca lo vieron llegar.

Los secuestros en Arquitectura



Entre 1976 y 1980 hubo 41 militantes de Arquitectura y Exactas secuestrados por gente de la ESMA.

Dirigente de Familiares de Desaparecidos, fue convocada para declarar sobre el secuestro de su esposo, Ricardo Lois. Aportó datos sobre las desapariciones de los militantes de la JUP de Arquitectura y Ciencias Exactas.

Graciela Palacios de Lois sacó algunas fotos y miró a los jueces. “Tengo las fotos donde podemos ver los rostros de (Roberto) Aravena, también de mi marido, están todos acá –les dijo–. Si me permiten proyectarlas... ¿Por qué hablar de los compañeros y no verlos? Ellos están.” En la sala, las proyecciones suspendieron el tiempo. Ella estudiaba arquitectura. Era militante de la Juventud Universitaria Peronista. Mientras seguía a un costado, sentada en la silla, en la pantalla comenzaron a pasar las caras interminables de los 115 estudiantes y docentes de Arquitectura desaparecidos durante la dictadura. Enseguida, otras dos fotos. El casamiento de Graciela, en 1975. Una imagen, la celebración y varios de esos compañeros que iban a ir borrándose de las próximas fotos, como su propio esposo, Ricardo Lois.
“Miguel Angel Boitano es el de la camisa clarita”, dijo Graciela con la imagen de fondo. Miguel Angel fue secuestrado el día de la primera caída de los militantes de la facultad: 29 de mayo de 1976. “Atrás está Ricardo –su marido– se le ve la cabeza”, explicó. A él lo secuestraron el 7 de noviembre de ese año. Marcelo Moscovich “está agachadito”: a él se lo llevaron al otro día. Estaba Patricia Chait, desaparecida en junio. María Cristina Da Re, secuestrada el 22 de octubre de 1977. El secretario del Tribunal pasó a la segunda imagen. Un plano corto de Graciela y Ricardo, la boda, y al lado Roberto Aravena, secuestrado en la redada del primer día.
Con el testimonio de Graciela Lois, que se llevó a cabo la semana pasada, el juicio por los crímenes de la Escuela de Mecánica de la Armada entró en la avanzada de los marinos sobre el edificio de Ciudad Universitaria donde confluían la Facultad de Arquitectura y Urbanismo y la de Ciencias Exactas. Ella fue convocada a la audiencia como víctima y testigo de la desaparición de su esposo, estudiante de arquitectura. En la audiencia no sólo habló de Ricardo, sino que reconstruyó la dimensión de la caída del grupo. Entre el 29 de mayo de 1976 y el 1° de noviembre de 1980 hubo 41 militantes de esas dos facultades secuestrados por gente de la ESMA.
“Mi marido desaparece el día 7 de noviembre de 1976. Era un domingo, desaparece de la zona de Belgrano, tenía una cita con otros compañeros y es llevado”, dijo Graciela al empezar. Para entonces, las citas se hacían los días sábados y domingos y eran “sólo para verse”, para decirse que estaban bien. Ese domingo, Graciela también tenía que haber ido, pero no lo hizo. Siempre se encontraban por Ciudad de la Paz y Olazábal o comían por ahí. A las once de la noche Ricardo no había vuelto a la casa donde estaba parando.
“Esperé hasta el día siguiente, pero era obvio: yo ya entendía que no iba a venir aunque interiormente seguía buscando, uno a veces se niega a entender cuál es la verdadera situación –dijo Graciela–. Nosotros éramos militantes, así que sabíamos que si no retornábamos de una cita no era una novedad, sabíamos que estaban secuestrando a los compañeros. Así fue como estuve dos o tres días como que no reaccionaba, pero posteriormente me puse a tratar de ubicar a alguno de los compañeros. Además estaba en la calle con mi hija de dos meses y medio, no podía regresar a la casa porque me iban a ir a buscar. Le dije a mi madre que venga a buscar a mi hija. Pasaron dos semanas, logro combinar con unos compañeros, logro ir a la casa de Hugo Agosti, que había desaparecido ese día también.”
El mismo 7 de noviembre, además de Ricardo y Hugo Agosti, la Marina secuestró a Roberto Caramés, Daniel Colombo, Antonio García Blanco y Alberto Eduardo Cárrega. Graciela supo que Ricardo estuvo en la ESMA en 1978 a través de una carta. “Recibo una carta de Antonio García Blanco, que estaba viviendo en España. El testimonio está adjuntado a la causa, ahí dice que había sido secuestrado y que vio ‘a Ricardo en un elástico, atado, evidentemente lo estaban torturando’”, dijo Graciela.
–¿Qué más le dijo en esa carta? –preguntaron los fiscales.
–Que en un momento escucha por radio que dicen: “Nos comimos cinco caramelitos”. Que entre sí se decían como una contraseña, Seleño, y que cuando llega al lugar lo ve a Ricardo, lo identifica, también que se escuchaban gritos, una radio muy alta, que era como había cubículos, separaciones donde los tenían, que está poco tiempo, que sale y sí me consta que alrededor del día miércoles siguiente va a la facultad porque lo ven. Relata que cuando puede se escapa y se radica en España.
Por todas las investigaciones que vendrían después, los datos que fue recogiendo desde Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas y la toma de testimonios, tuvo la certeza de que las descripciones coincidían con la ESMA. A lo largo del tiempo también supo que el operativo estuvo organizado por Francis William Whamond, capitán de fragata, parte de inteligencia del GT, retirado del servicio y quien en 1976 volvió por “vocación”.
La relación entre secuestros y organizaciones políticas es uno de los ejes del juicio ESMA. En el Juicio a las Juntas o en el informe de la Conadep, los secuestros se organizaron de acuerdo con la temporalidad, es decir por la sucesión cronológica de los hechos. Ahora, se trata de seguir el hilo no ya de acuerdo con las fechas de secuestros de todas las víctimas de un centro clandestino, sino de acuerdo con qué fue pasando al interior de las organizaciones políticas o sociales en las que estaban las víctimas. Esta búsqueda abre un nuevo espacio para pensar los efectos del tipo de interrogatorios que dirigieron los marinos, destinados concretamente a quebrar la voluntad de los cautivos, extraer información para continuar con la “máquina de la muerte”.
Durante la dictadura, Graciela hizo distintas gestiones y se incorporó a Familiares. “Hicimos muchas averiguaciones, fueron todas hipótesis que a través de estos juicios se están confirmando. Hubo muchas cosas que uno leyó que era difícil poder asimilar, como los ‘traslados’, y mucho más difícil saber que a lo mejor no lo volvíamos a ver o no vamos a tener los restos.” Presentó hábeas corpus. Escribió cartas a todos los integrantes de la Iglesia. Una vez que terminó con ellos y con los jueces, siguió presentando denuncias en el exterior. “Yo no pedía respuestas, pero que al menos se enteraran, que se fueran enterando de qué pasaba en el país.” También escuchó “señora, se habrá ido con otra”. Alguna vez también dijo: “Aunque tenga 80 años y venga con un bastón voy a seguir viniendo”. Graciela fue una de las impulsoras de los juicios en España, también presentó el amparo con el que se logró frenar la destrucción de la ESMA que ordenó un decreto de Carlos Menem.
Los jueces le preguntaron si quería agregar algo: “Ni siquiera tienen la dignidad de decir a las Madres que se están muriendo dónde están los restos de sus hijos. No tienen dignidad. Tienen que aprender de los nuestros, de nuestros hijos, que hoy están acá para recibir a la justicia”.

martes, 28 de mayo de 2013

Radio Perspectiva de Clase: 5º Aniversario




Con el objetivo de desarrollar nuestra conciencia social y política, despertar el espíritu de lucha enfrentando la realidad es que decidimos lanzar una propuesta creativa como lo es la radio comunitaria, la radiodifusión contrahegemónica.
Un medio independiente de los sectores predominantes, desde otra perspectiva… una perspectiva de clase.
Este 29 de Mayo, Radio Perspectiva de Clase cumple cinco años de vida, un año más en el que logramos hacer escuchar nuestra propia voz, un medio de expresión en el cual, con mucho esfuerzo y convicción, pudimos comunicarnos y establecer lazos con compañer@s que se conectan desde distintos puntos del planeta para hacer que este proyecto y estas ideas trasciendan las fronteras y nos permitan crecer fortaleciendo la unidad, la organización, la comunicación y la cultura.
Hemos logrado mucho más de lo que habíamos pensado y hemos aprendido muchas cosas nuevas que nos motivan a seguir adelante, pero ahora debemos redoblar esfuerzos apostando al crecimiento y lograr entre todos una verdadera comunicación a través del medio. Consolidarlo como una herramienta de trabajo útil que permita unirnos desde la participación, la composición, la investigación, la creatividad y el compromiso para realizar un proyecto superador.
Como nos planteamos cuando nació esta idea, debemos enfrentar y desarrollar el proyecto con el compromiso, conciencia, seriedad, responsabilidad y entusiasmo que nos toca. Para ello, es necesaria la capacitación junto a todos los vecinos, trabajadores, estudiantes, sectores en lucha que deseen participar de este proyecto organizando talleres de capacitación y todo tipo de actividades que nos permitan contar con los instrumentos necesarios para el efectivo desarrollo de este medio de comunicación.
Es necesario también intercambiar solidariamente producciones y experiencias con otros medios de comunicación alternativos.
Hoy, a cinco años del nacimiento de Radio Perspectiva de Clase, es el momento de renovar las fuerzas y trabajar juntos para que esta herramienta pueda superarse a sí misma y nos brinde muchas más alternativas de comunicación, unidad y conocimiento.
“El que sabe enseña, y el que no, aprende”, son sabias palabras que deberán ser el camino que como compañer@s, pueblo y sociedad queremos elegir para transitar.

Radio Perspectiva, nuestra voz, desde nuestra perspectiva de Clase,

Compañer@s: ¡Hagamos que “nuestra voz” se escuche!

Radio Perspectiva de Clase

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Los delitos que no murieron con Videla



El Tribunal decide mantener dentro del juicio los casos por los que estaba imputado Videla.

El Tribunal Oral Federal 1 resolvió mantener dentro del juicio los casos por los que estaba imputado Videla, ya que pueden aportar pruebas sobre la figura de “asociación ilícita” con la que se acusa a los represores que intervinieron en el Plan Cóndor.
Hubo una decisión importante en el juicio por el Plan Cóndor. El eje sobrevuela nuevamente la figura del dictador Jorge Rafael Videla. De las 106 víctimas incluidas en el proceso, 44 lo tenían como único acusado. Muerto Videla, se abrió la pregunta acerca de qué iba a pasar con esos hechos, porque podían quedar afuera del juicio. A partir de un pedido de la fiscalía y de las querellas, el juez Pablo Laufer del Tribunal Oral Federal 1 –a cargo durante esta semana de la presidencia del juicio– habilitó la declaración de los testigos que iban a hablar sobre esos casos. Laufer entendió que sus testimonios ya “forman parte de la prueba común” del debate y pueden ser necesarios para consolidar elementos en torno de la figura de la “asociación ilícita” con la que se imputa a los represores del Cóndor. La fiscalía y querellas plantearon además otro eje: el derecho a la verdad de las víctimas.
“Hay otros factores”, dijo el fiscal Pablo Ouviña. “Hace 36 años que se está esperando resolver este tipo de hechos, el derecho a la verdad también es fundamento suficiente aunque lo anterior (la asociación ilícita) alcance para que ciertos hechos deban ser investigados.” Enumeró en ese sentido posiciones que recogen ese criterio de la Corte Suprema y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, entre otros antecedentes, para señalar que el Estado tiene una responsabilidad para avanzar. A la posición del “derecho a la verdad” adhirió la querella del CELS y de Alberto Pedroncino. Sin embargo, el Tribunal no se pronunció sobre este punto. Tomó como eje suficiente para incorporar a los testigos el argumento de la “asociación ilícita”.
“En este juicio se va a debatir la posibilidad de la contribución de más de veinte personas en relación con una asociación ilícita, entonces cualquiera de los hechos imputados son pertinentes si permiten comprobar esa asociación”, indicó la fiscalía. Se entiende que la figura de la asociación ilícita debe ser probada como tal, antes de dar cuenta de qué represor la integró. Así, cada “hecho” de la causa puede aportar pruebas para consolidar esa construcción. La querella del CELS, a cargo de Marcos Kotlik, agregó la dimensión del contexto de crimen de lesa humanidad: entendió que más allá de esta figura, los testimonios hacen a la prueba del ataque sistemático y generalizado contra la población. En ese sentido, quedó dicho algo importante: que una persona durante su testimonio no sólo aporta pruebas sobre un acusado, sino que pone en escena un contexto del cual pueden surgir otros datos y responsabilidades. El tribunal, como se dijo, tomó sólo el tipo de la asociación ilícita para habilitar los testimonios. Videla ya no puede ser acusado, pero los casos que estaban adjudicados a él ingresarán al debate para probar la organización. Esto sucedió con la primera testigo que habló en esa situación.
Del otro lado de una pantalla, desde Canadá, declaró Miryam Dolva Zeballos, compañera durante un tiempo de Eduardo Efraín Chizzola Cano, una de las víctimas de este juicio y parte de las 44 que apuntaban a la responsabilidad de Videla. Eduardo era un uruguayo refugiado en Argentina. Lo secuestraron el 17 de abril de 1976 y su cuerpo apareció días más tarde. Estaba con documentos falsos, tenía signos de tortura y un disparo en la nuca. En ese momento, le tomaron las huellas dactilares, pero lo enterraron como NN en el cementerio de Chacarita. A través de la Comisión por la Paz uruguaya, la familia logró finalmente identificarlo en 2000. “En las fotos del cadáver puede verse que es Eduardo”, dijo Miryam en la declaración. “Como no fue identificado (en 1976) estuvo enterrado diez años en una tumba anónima en la Chacarita hasta que diez años después quedó reducido a un osario común. Esa información se obtuvo en la Comisión de la Paz en Montevideo. Han sido años en que no había un lugar para expresar un duelo, y había incertidumbre, un período muy difícil para todos.” Miryam estaba separada de Eduardo, tenían una hija: Verónica Isabel. Ellas dejaron Argentina en junio de 1976. Vivieron dos años en Perú, refugiadas por el Acnur, y luego se fueron a Canadá. Cuando ayer se presentó a declarar vía videoconferencia, la defensa de los represores se opuso y eso dio lugar al debate.
En Uruguay, Eduardo militó en la Resistencia Obrero Estudiantil. “Estaba viviendo clandestinamente y había sido requerido por las fuerzas conjuntas uruguayas. Decidió irse a Argentina. Había muchos compañeros de él que habían sido detenidos y por lo tanto su seguridad corría peligro.” En marzo de 1973 viajó a Argentina. Un mes después, viajó Miryam. Vivieron juntos hasta que se separaron, en septiembre de 1974. Los datos de su hija, como la fecha de nacimiento, empezaron a ser importantes en la sala, como si fueran puntos fijos en una sucesión de hechos atravesados por la persecución y la clandestinidad.
“Tratábamos de vernos cada una o dos semanas para que no perdiera contacto con su hija, pero a veces era difícil. Al principio nos encontrábamos en un bar y otras veces en una placita infantil que no recuerdo dónde estaba.” En ocasiones, era el Café de los Angelitos. Cierta vez, Miryam viajó a Montevideo y perdieron contacto. Eduardo escribió una carta a una casilla de correo para fijar nuevo encuentro. Miryam no se acuerda de qué día lo vio por última vez, pero supone que fue alrededor del 5 de abril de 1976. “Después no supe más nada, pero el 19 de abril apareció el cuerpo de su compañera Telba Juárez en una calle de Barracas, con balazos. Un compañero me contactó para decirme que Eduardo estaba desaparecido desde el 17 de abril y que por favor me pusiera en contacto con sus padres para pedirles que vinieran a buscarlo.”
Eduardo tenía 25 años. Era parte del Partido para la Victoria del Pueblo. Miryam contactó a sus padres. “Fueron a Coordinación Federal, por supuesto no los trataron muy bien, estuvieron uno o tres días y se volvieron a Montevideo sin respuesta de nada.”
El testimonio de Miryam también se volvió importante porque describió a dos represores que originalmente no estaban incluidos en el “caso” de Eduardo: Manuel Cordero y José Gavazzo, coroneles uruguayos que intervinieron en el Plan Cóndor. Cordero fue extraditado desde Brasil a pedido de la Justicia argentina y es uno de los acusados del juicio.
Miryam escuchó sus nombres cuando estaba por irse a Perú. La madre de Eduardo había viajado para despedirla. “Me contó que el 30 de abril o 1° de mayo de 1976 había ido Cordero y otra gente a su casa, y le mostró unos documentos, cédula de identidad y libreta de conducir, y le dijo: esto lo encontramos al lado de un muerto argentino. La mamá de Eduardo, que era muy detallista, me hizo una descripción completa, era Manuel Cordero el que había estado allí. Me dijo que reconoció que la foto era de Eduardo y que la letra de la firma era la de él.”
En la sala, defensores y jueces volvieron a preguntarle por Cordero. Ella explicó que Cordero era una persona conocida: “Vivía en el mismo barrio de la mamá de Eduardo, de manera que ella lo encontraba en la feria a la que iba todas las semanas. Una vez yo fui a la feria y ella me lo mostró, pero realmente no quise mirarlo”.