domingo, 5 de febrero de 2017

Los números rojos de Cambiemos



Verdad y relato sobre los despidos. Cuando las encuestas no sonríen. Tarifazo, inflación y algo de tensión con la CGT. La lucha de AGR-Clarín y la continuidad de un brutal cerco mediático.

"La verdad es inalcanzable: está en todas las mentiras, como Dios" . (La novela de Perón, Tomás Eloy Martínez)

Nicolás Dujovne fue uno de los encargados, en los últimos días de esta semana, de salir al ruedo del anuncio, por parte de la CGT, de una medida de fuerza que tendrá lugar dentro de más de un mes. El funcionario de Cambiemos no desplegó gran creatividad. Acusó a la medida de tener “intereses políticos”. Eso y no decir nada es casi lo mismo.
Sin embargo, en defensa de la gestión de Gobierno, afirmó que “la economía está creciendo, los salarios mejorando y se están creando 20.000 puestos de trabajo formal por mes”. La definición podría ser parte del catálogo de historias increíbles de Cambiemos. Podría parangonarse con los “hechos alternativos” de la nueva administración de Donald Trump, en EE.UU.
Otros números parecen marcar la realidad más certeramente que los anuncios del Gobierno. Un informe elaborado por la consultora Tendencias Económicas da cuenta de 9.326 nuevos despidos en el mes enero. El mismo estudio indica 5.900 suspensiones en el mismo período. No se trata del único estudio. Hace poco más de una semana se conocía los datos del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). Los mismos indicaban un total de 1.551 despidos durante enero, solo en el sector privado formal.
Sobre estos datos, el oficialismo podría contestar con su clásico “esa te lo debo”. Pero un registro de las últimas semanas pone en evidencia despidos en Banghó, AGR-Clarín, Apargatas, Alco-Canale, el astillero Tandanor, entre otras.
El mismo viernes, el ministro Triaca se negó a recibir a los trabajadores de AGR-Clarín, que marcharon hasta la sede de su cartera. Posiblemente el Gobierno utilice el (infantil) método de no contabilizar a aquellos sectores de trabajadores a los que no recibe o no brinda respuesta. Solo así pueden cerrar los números de Dujovne.

Deflación electoral

Los números rojos de Cambiemos no están solo en el terreno de la economía. O en todo caso, para ser más precisos, tienen su correspondencia en el terreno de la política.
Este sábado, el diario que intenta despedir ilegalmente a 380 trabajadores, difundió dos encuestan que dan cuenta de la caída en la imagen del presidente.
Según Managment&Fit el diferencial entre imagen positiva e imagen negativa de Macri es menor a cinco puntos. Si esa es ya una mala noticia, otra encuesta le brinda un diferencial negativo de casi 9 puntos. Las cifras deben preocupar al oficialismo en un doble sentido. Macri tiene apenas poco más de un año de Gobierno. Pero además, los números se conocen en el inicio de un año electoral.
El problema de Cambiemos es que el declive de los números de las encuestas se alimenta del declive de los números de la economía. Y estos se hallan lejos de dar noticias alentadoras. No se trata solo de los datos del desempleo antes señalados. Él tarifazo que se anunció esta semana se halla lejos de limitar una inflación que ya parece anunciarse lejos de ese ilusorio 17 % tipificado en el Presupuesto.

On demand

El inconveniente que atosiga al plan del Gobierno está dado por un mundo que se aleja, a velocidad luz, de aquel soñado por Cambiemos en tiempos de campaña electoral.
Por estas horas no cesan los análisis que dicen que el macrismo “leyó mal” el mundo a la hora de plantear su proyecto estratégico. Si eso tiene su cuota de verdad, no menos cierto es que el gobierno de la CEOcracia expresa los intereses de la clase capitalista en su descarnada dependencia del mercado mundial y los recursos de la caja estatal.
La misma burguesía que pidió “volver al mundo” durante los últimos años del ciclo kirchnerista es la que gozó de subsidios y todo tipo de privilegios durante la llamada “década ganada”. Si bien el parasitismo de clase no es exclusivo del gran capital –nacional y extranjero- que explota trabajo en la Argentina, su escasa “voluntad inversora” puede medirse en los niveles de fuga de capitales de los últimos años, que alcanzan cifras escalofriantes.
Es en el marco de un escenario internacional de creciente inestabilidad por los cambios que expresa la era Trump, donde florecen las demandas del capital hacia el mismo Gobierno. Dos son las banderas programáticas del empresariado. La primera es la exigencia de una reforma tributaria extendida. La segunda ha sido ya repetida hasta el hartazgo: la baja de los llamados costos laborales. Es decir la posibilidad de aumenta la explotación sobre la clase trabajadora.
El Gobierno ya dio pasos en el segundo de estos pedidos. Por un lado, mediante la modificación por decreto del régimen de la ART, con una medida que favorece claramente al empresariado, a costa de la vida y la salud de la clase trabajadora. Por el otro, mediante la firma y extensión del convenio firmado en Vaca Muerta, que elimina parte del salario de la clase trabajadora. Para esas tareas contó con la inestimable colaboración de la dirigente burocrática de los gremios.
Pero la reforma tributaria es, por el momento, una “medida en estudio”. Podría convertirse en proyecto e ingresar al Congreso recién en octubre, luego de un ajetreado año electoral. Se entienden los motivos. Cambiemos no puede garantizar terminar otorgándole un triunfo político a la oposición a meses de las elecciones.
Agreguemos que el Gobierno, en aras de preparar esta lejana reforma, contrató a la consultora liberal FIEL. Una mirada superficial por las que podrían ser dos medidas propuestas, da cuenta del carácter pro-patronal de lo que está en estudio. Por un lado, se podría implementar una limitada reducción del IVA, pasando del 21 % actual al 19 %. Por el otro, habría una notoria reducción de los aportes patronales, reduciéndolos hasta un 9%. Epigramáticamente ya se resumió: menos impuestos a patronales, más presión sobre el salario.

La espera eterna

La semana que pasó arrasó con aquella llamada Mesa del Diálogo, el Trabajo y la Producción. Ya en el primer mes de vida, ese “pacto social de juguete” había mostrado su completa ineficiencia desde el punto de vista de los intereses de la clase trabajadora. La primera “conquista”, que fue la promesa de un bono de fin de año, fue incumplida para la enorme mayoría de la clase trabajadora en blanco. Aquella fracción del mundo obrero que tuvo a sus representantes en esa mesa.
El “abandono del diálogo”, tan pomposamente anunciando por los dirigentes sindicales, no tuvo mayores consecuencias. El anuncio de medidas de fuerza que podrían tener lugar recién dentro de más de un mes es, como lo confesó el sincericida Gerónimo Venegas, una carta para la negociación.
El viernes mismo pudo verse la escasa realidad de nuevo lugar de la dirigencia sindical. Su ausencia absoluta en la movilización de los trabajadores de AGR-Clarín los convirtió en aliados objetivos del brutal cerco mediático que se ejerce contra esa dura lucha. Agreguemos que Hugo Yasky y Pablo Micheli, los referentes de las CTA, jugaron la misma ficha y no hicieron llegar, siquiera, una foto suya por whatsapp.
El sindicalismo combativo y la izquierda vienen jugando un importante rol en el apoyo activo a la pelea de los trabajadores de AGR. Ayer mismo volvió a quedar en evidencia, cuando fueron quienes se hicieron presentes en la planta del barrio porteño de Pompeya, ante el amedrentamiento de un fuerte operativo de Gendarmería.
El nuevo discurso de la CGT empalma con el inicio de la campaña electoral. Hasta el peronismo más cercano a Cambiemos juega sus fichas. Una nota de demagogia la dieron algunos de los representantes del peronismo bonaerense que, a 13 meses de la detención ilegal de Milagro Sala, decidieron denunciar lo irregular de la situación y visitarla en la cárcel jujeña. El refrán dice que es mejor tarde que nunca. Tenía que empezar el año electoral para que parte del peronismo "descubriera" lo arbitrario del régimen de Gerardo Morales.

Eduardo Castilla
@castillaeduardo

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