jueves, 22 de diciembre de 2016
Las carencias intelectuales de Rozitchner
A propósito del video del asesor presidencial en el que se opone al “pensamiento crítico”.
Un revelador video protagonizado por el licenciado en filosofía Alejandro Rozitchner circuló por las redes sociales y dio cuenta del halo intelectual que rodea y nutre al gobierno macrista. Rozitchner funge como asesor rentado del poder ejecutivo y su rol es de tal importancia que fue uno de los redactores del discurso de Mauricio Macri al asumir la presidencia. En el video de marras Rozitchner se despacha contra el “pensamiento crítico”. La teoría postulada por el asesor oficialista –que en 2015 cobraba 30 mil pesos por ese mismo rol en el ejecutivo de la ciudad de Buenos Aires y sobre cuyo salario este año no se tienen datos– fue objeto de burlas y denigraciones, con justeza, en los ámbitos de la cultura y, también, en las redes sociales por las que se difundió.
El asesor presidencial exhibe su opinión acerca de la educación y sus supuestas taras: “Hay un valor que me parece negativo y es el pensamiento crítico. Los docentes gustan decir que quieren que sus alumnos desarrollen pensamiento crítico, como si lo más importante fuera estar atentos a las trampas de la sociedad”. Para Rozitchner –que esboza sus ideas leyéndolas en un papel que la cámara no enfoca– la definición de pensamiento crítico es: “Evaluar objetivamente, o captar la trampa, la negatividad. Y en el primer caso también se da un paso negativo, porque no siempre hay que ubicarse con objetividad ante algo”.
En realidad, el pensamiento crítico es la base de todo pensamiento y accionar científicos. Las “verdades” sostenidas sólo bajo la admonición del sentido común, o ancladas como tales por obra del falso velo de la ideología –por ejemplo, aquellas dictaminadas por la religión–, son contrastadas con el método científico para comprobar su certidumbre o no. Sólo con pensamiento crítico es que una sociedad y los individuos pueden avanzar hacia una comprensión del universo que integran y, de ese modo, concluir en la necesidad de transformarlo.
Por el contrario, Rozitchner aboga por una educación para el conformismo y la inacción. “Lo más valioso es que uno pueda querer algo”, dice su letanía. “Entusiasmarse, las ganas de vivir, son más importantes que el pensamiento crítico y la objetividad. Y hay que entrenarse en este poder dormido que aplastamos con el hábito de la queja, el descontento, y la insatisfacción”. Todo un ideólogo de la así mentada “revolución de la alegría”.
Cada cierto tiempo, el licenciado en filosofía brinda talleres de “entusiasmo” en la Escuela de Formación de Dirigentes Políticos del PRO. Algunos de sus módulos son, precisamente, “positividad inteligente” y “ganas de vivir”. Su influencia en los equipos que acompañan a Macri es perceptible de manera objetiva. Hace dos semanas, en el programa A dos voces (TN), el jefe de gabinete Marcos Peña declaró: “Hace rato en Argentina se piensa que ser crítico es ser inteligente. Nosotros creemos que ser entusiasta y optimista es ser inteligente. Y que el pensamiento crítico llevado al extremo le ha hecho mucho daño”. Una copia textual del ideario de Rozitchner. El criterio cultural del oficialismo es oscurantista.
Antonia Torrebruna
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