sábado, 3 de diciembre de 2016

Un fin de año con las barbas en remojo



El gobierno de Macri conmemora su primer aniversario sumido en un completo impasse. Etchegoyen, secretario de industria, lo ha resumido de un modo inequívoco: “no tenemos la menor idea de cuándo comenzará la reactivación”. La caída de la producción industrial es ya de dos dígitos; el producto bruto retrocede un 4%; el desempleo fabril y privado aumenta; suben los contratos públicos, como en la década presente, ahora con ñoquis de la nueva administración. A pesar de la reducción del gasto en obra pública y de la desvalorización de los salarios, el faltante del Tesoro orillará 2016 en los 600 mil millones de pesos o en el equivalente de u$s 40 mil millones.
El ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, un lobista general de la gran industria, se arrimó a la quinta de Olivos, para advertirle a Macri que el esquema económico vigente lleva al país a “un colapso”. Lavagna no se refería a los peligros que acechan como consecuencia de la devaluación del peso, que tuvo lugar en la misma inauguración de esta gestión, ni tampoco a los tarifazos o al creciente y descomunal déficit fiscal. No apuntó, al menos no fue hecho público, al desequilibrio mayor de la administración macrista: el aumento de la deuda del Banco Central, de $ 250 mil a 750 mil millones, a una tasa de interés imposible promedio del 30% anual – colocada, en un 85%, a corto plazo. En una palabra, Lavagna eludió denunciar el rodrigazo original del nuevo período. Lo que él entiende amenazante es, por el contrario, la revalorización del peso que tuvo lugar enseguida de ocurrida la devaluación, que ha sido ocasionada por un endeudamiento excepcional en moneda extranjera. En efecto, entre Nación, Provincias y corporaciones, la deuda en divisas aumentó en cerca de u$s 50 mil millones. En resumen, Argentina se mueve entre la perspectiva de un ‘colapso’ debido a una represión del tipo de cambio, o un ‘colapso’ provocado por un nuevo rodrigazo.
La advertencia de Lavagna abrió una grieta entre Massa y el pejotismo, de un lado, y el gobierno del otro, que han cohabitado en una armonía que les resulta difícil, sin embargo, abandonar. El régimen de coalición entre el Ejecutivo y el Congreso ha quedado afectado, lo cual supone un comienzo de crisis política. Como Massa ya operó como punta de lanza del cambio de frente de la burguesía con relación al régimen K, cuando desechó acompañar a Scioli en las parlamentarias de 2013, su distanciamiento del macrismo traduce el descontento de un sector importante de la burguesía argentina e incluso del capital extranjero. Esta crisis, aun en pañales, abre la alternativa de un gobierno de coalición –precisamente lo que salió a reclamar Emilio Monzó, el presidente de Diputados, desde la misma entraña del macrismo.
Una expresión de la inestabilidad política que acosa al oficialismo es su ‘acercamiento’ a los aparatos sociales que abrevaban en el kirchnerismo y que ahora tributan al Vaticano. Que los une el espanto y no el afecto, lo puso en evidencia el Chino Navarro, quien convocó a “defender la gobernabilidad”, vaticinando que en caso contrario lo que vendría sería aún más derechista. Como sea, el dinero que el macrismo ha vertido a estos veloces ex K supera al que regaba el kirchnerismo. Es obvio, sin embargo, que el gobierno no tiene una política sino que apela a recursos desesperados. Este cambio de frente ‘piquetero’ ha generado un encontronazo con el kirchnerismo ortodoxo representado por CFK, Verbitsky y la Cámpora, que ve diluirse la posibilidad de conformar un “frente ciudadano” y de resistir mejor los expedientes judiciales. El frente político de los partidos patronales se ha atomizado en extremo, en momentos en que el Estado enfrenta un enorme impasse.
En este cuadro ocurrió lo de siempre: parió la abuela. En efecto, el planteo de guerra comercial del presidente electo de EEUU, Trump, produjo una reversión de tendencias en el financiamiento de los llamados ‘mercados emergentes’. Esto quiere decir que la hipoteca del endeudamiento macrista adelanta la fecha de su vencimiento. La crisis política no es sino un síntoma poderoso de este naufragio prematuro del plan económico oficial. Queda en evidencia que el gobierno se encuentra más lejos de la posibilidad de reunir los recursos políticos que aseguren su futuro constitucional, y debilita su capacidad para golpear contra los derechos de los trabajadores.
El lleno de la cancha de Atlanta, el 19 de noviembre pasado, por parte del Frente de Izquierda, indica también el progreso que registra la alternativa de que gobiernen los trabajadores, ante tamaño fracaso de varias décadas de los gobiernos de la burguesía nacional y de (lo que queda) los partidos tradicionales. Otro aspecto de lo mismo es el ascenso de la izquierda clasista en los sindicatos, como la victoria en el Sindicato del Neumático. La izquierda combativa se encuentra ante el mayor desafío de toda su historia.

Jorge Altamira

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