El alfil de la Corpo hizo su balance de fin de año desde las páginas de Clarín. Defendió los despidos de “los militantes” y pidió más mano dura contra la protesta social.
Fin de año suele ser época de balances, ese momento en el que muchos desmenuzan y opinan acerca de los últimos 12 meses. Hace poco le tocó hablar del país y su gobierno a un Daniel Scioli recién llegado de Punta Cana.
Ayer hizo lo propio, desde una columna de opinión en el diario Clarín, el gentleman de la Corpo, Jorge Lanata. En una nota titulada “Mauricio Macri, ¿ganó de casualidad?”, el empresario mediático que divide su vida entre su piso en Miami y su casa en Buenos Aires, se propone contestar ese interrogante en algunas líneas.
Tomemos el subtítulo (“Humor político”) como un simple error de imprenta y repasemos el balance que hace el alfil PRO Lanata sobre el primer año de su Cambiemos en el poder.
“El trámite menor y casi administrativo de ajustar una factura subvaluada generó una de las principales crisis políticas del año”, asegura Jorge. “Es el sinceramiento, estúpido”, podría decir. Y agrega: “El sacudón de algunos miles de despidos militantes en los primeros meses se compensó con rapidez tomando casi la misma cantidad”. Ese “sacudón” del que habla Lanata significó que miles de trabajadores queden en la calle. Nótese la utilización del término “compensación”, fiel al estilo “organicista” de la sociedad con el que Lanata le hace culto a uno de los Ministros de la CEOcrácia, Prat Gay, que a principio de año afirmaba: “Queremos que el Estado tenga contenido, que tenga los recursos, y que no le sobre la grasa de la militancia”.
Con esa “grasa” amasaron la teoría de los supuestos “ñoquis” a la que Lanata le rinde tributo, sin poner en cuestión que tanto el Gobierno actual como el anterior hicieron uso de un mecanismo perverso que trasciende a los distintos partidos de la burguesía. El Estado nacional y los Estados provinciales son, porcentualmente hablando, el principal precarizador a nivel país. Un sistema perverso de contratación precaria que le sirve al burgués entrante la posibilidad de sacar y poner a dedo a los trabajadores como si fuesen las fichas que usan en los casinos.
“El gobierno dio tarde el diagnóstico con el cual debería haber asumido: la necesidad de un cambio cultural”. Y no, no nos fuimos a las frases de Sarmiento, seguimos con Lanata: “El problema es que los cambios verdaderos nunca suceden rápido y un cambio cultural trasciende por mucho el período de un gobierno solo. Argentina lleva más de un siglo sumida en la emergencia; muchas veces esta emergencia es real y otras ha sido la excusa para que las corporaciones mantuvieran su cuota de poder en el río revuelto”.
Y dijo “corporaciones”. El lector se estremece ante la posibilidad de que Lanata saque su dedo inquisidor de los mercachifles de los pequeños problemas, y que pose su atención, al menos por una vez, en los grandes grupos empresarios que exprimen recursos y trabajadores que habitan suelo argentino. Pero no. Lanata prefiere cargar contra los manifestantes: “Al contentarse con mantener el statu quo, nuestras enfermedades se potencian. Veamos las más comunes: –A lo largo de este año, cinco o más personas dispuestas pueden cortar durante horas cualquier vía de acceso”. La cantinela de siempre. No es Berni, no es Bullrich, es Jorge Lanata, que agrega horrorizado: “Muchas veces esto sucede con personas que, en una democracia, se manifiestan con palos y las caras cubiertas”.
Que Panamá Papers ni Hotesur. “Un empleado estatal que trabaja bien gana exactamente lo mismo que un empleado estatal que trabaja mal o no trabaja”. “Cada acto de gobierno se ha enfrentado con la extorsión de desórdenes para las Fiestas”.
Con un país sumido en un 30% de pobreza, para Lanata el problema es, sin embargo, que el hambre de la mayoría amenace el orden y el progreso de la minoría que él compone.
Un balance gorila y antiobrero al servicio de Cambiemos. Difícil esperar otra cosa de uno de los más caros mercenarios de la Corporación Clarín. Jorge Lanata les desea una feliz navidad a todos los trabajadores, y un próspero -con ajuste, orden y represión- año nuevo.
Nicolás Vigarelli
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