miércoles, 14 de junio de 2017

Balance de la gran huelga de los choferes cordobeses



Sigue la lucha por la reincorporación inmediata, el salario y las elecciones libres.

La heroica huelga de la UTA Córdoba ha sacado a la luz la potencia imparable de la clase obrera, que es capaz de enfrentar de forma decisiva y sólida el ajuste y todo tipo de maniobras y planteo represivo por parte del Estado. Las convicciones para esta impresionante huelga de 9 días se cultivaron al cabo de años de pérdidas de importantísimas conquistas laborales, como son el salario y las condiciones de trabajo, a manos de burocracias sindicales de todos los pelajes asociadas con patronales mafiosas, que destruyeron el transporte público de pasajeros malversando los millonarios subsidios del Estado municipal, provincial y nacional y cobrando altísimas tarifas.
Esta huelga fue preparada programáticamente por la Lista Clasista de Trolebuses y sostenida bajo el método de la asamblea general, el piquete en punta de línea y la carpa frente al gremio, que llegó a preparar una movilización con más de 8000 trabajadores de distintos gremios. El paro fue garantizado y sostenido, además, por una parte de los nuevos delegados de AuCor y el activismo de Coniferal y ERSA, que jugaron un rol decisivo a la hora de enfrentar el accionar de los carneros y las maniobras divisionistas de la vieja burocracia sindical local.
La tenacidad con la que lucharon contra el techo salarial del 8% y la intervención burocrática de su gremio despertó la simpatía de todo el movimiento obrero cordobés, que los apoyó activamente, y despertó autoconvocatorias en las barbas de la UTA Nacional, en Capital Federal y el conurbano bonaerense, así como manifestaciones de lucha y crisis en Rosario, San Luis, Neuquén y Salta.
Durante nueve días, desde el Estado los capitalistas y sus políticos establecieron una furiosa campaña de desprestigio en los medios, intimidando con medidas represivas que terminaron con 9 compañeros detenidos en total (dos un día, dos otro día y cinco el último), y desarrollaron una batería de maniobras, desdiciéndose en cada mesa paritaria de la negociación realizada el día anterior.
El séptimo día, cuando la huelga ya había llegado a su momento más alto, empezaron a trabajar Macri y Schiaretti junto al intendente Mestre para darle una salida fascistizante al conflicto. Largaron una campaña para declarar como servicio esencial al transporte y atacaron a los choferes con un esquema fuertemente militarizado de rompehuelgas, para garantizar un servicio mínimo que inclusive se brindó de forma gratuita.
En combinación con esto, una parte de los cuerpos de delegados, ERSA y Coniferal, donde moran viejos burócratas que fueron empujados a la lucha por sus bases, transó con el Ministerio de Trabajo entregar la lucha por nada. Nunca pudieron presentar esta moción a la asamblea ya que su labor fue bajo cuerda, promoviendo el miedo y la desorganización.
La burocracia sindical fue arrastrada a participar de las distintas movilizaciones por la simpatía que despertó en su activismo la lucha de los choferes y principalmente sus referentes Sonia Beas y Érica Oliva. Salvo el gremio de los recolectores de basura, Surbac, la participación de la burocracia fue prácticamente simbólica y timorata. Sin embargo, a pesar de la importancia que tenía el triunfo de UTA para todo el movimiento obrero cordobés, las CGTs y la CTAs se negaron a convocar a un paro. La movilización masiva del último día terminó abonando una falsa expectativa de acompañamiento y sembró la desmoralización y la falta de perspectiva una vez concluida la marcha.
Finalizada la marcha y sin la perspectiva de un paro general, se resolvió levantar la medida con los despedidos adentro y sin descuentos salariales –propuesta que ya había firmado la UTA nacional y las empresas. Sin embargo, una vez votado levantar el paro, el Ministerio de Trabajo, las empresas y la burocracia de Fernández pretendieron desconocer las actas y compromisos alcanzados y quieren dejar en la calle a decenas de compañeros. A la vez, la UTA nacional comenzó una campaña de desprestigio contra la izquierda de UTA Córdoba, para tratar de encubrir su rol abiertamente pro patronal en el conflicto. Esta maniobra intenta dejar como el único “garante” del puesto de trabajo del despedido a Roberto Fernández –el mismo que horas antes le pedía al gobierno mano dura con los huelguistas y el desafuero de los delegados, a los que trató de “estúpidos”.
La lucha, si bien ha pasado a una etapa defensiva para garantizar la reincorporación de los despidos (algo que en los últimos 20 años siempre se logró en la UTA Córdoba), hizo avanzar aún más la conciencia de que hay que expulsar a la burocracia de la UTA y hacer aplicar los aumentos como corresponde, para que ningún trabajador cobre por debajo de la inflación. La agrupación clasista de la UTA deberá madurar una nueva dirección que pueda emprender y garantizar esta tarea. La destacada huelga de las y los choferes de UTA se incrustó en el centro de la situación política y golpeó duramente al ajuste capitalista, sus gobiernos y la burocracia sindical. A seguir la lucha por la reincorporación, el salario y la recuperación de los sindicatos.

Alejandro Roqueiro

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