martes, 20 de junio de 2017

Desocupación y juventud: se cayó el relato de los ´ni ni´



Las recientes estadísticas dadas a conocer por el INDEC han sido reveladoras en lo que concierne a la cuestión del empleo en la juventud. Las mismas mostraron una realidad abrumadora: el 40% del total de los desocupados del país es menor de 29 años. En la franja etaria que va de los 18 a los 29 años la tasa de desocupación y subocupación duplican a la media. Mientras que la desocupación es del 9.2% y la subocupación del 9.8% en el conjunto de la población económicamente activa, en los menores de 29 la suma de quienes no tienen trabajo y de quienes trabajan menos de lo que necesitan ronda el 40%. El porcentaje pasado a números absolutos arroja que 1.5 millón de jóvenes tienen graves problemas de empleo.
Contra lo que se afirma habitualmente desde el gobierno y las patronales, el informe muestra que la gran mayoría de estos jóvenes posee una formación educativa adecuada que le permite trabajar. No son `ni-ni` (“jóvenes que ni estudian ni trabajan”), como se los califica despectivamente de manera habitual, sino que han estudiado o estudian, y que quieren trabajar pero le es imposible acceder a un empleo, dada la falta de puestos de trabajo.
El valor de esta información es enorme, porque permite desmentir la especie de que las altas tasas de desocupación en la juventud se deben a la falta de educación. Detrás de esta falsa premisa hay una gran perfidia, pues se busca culpar por la desocupación a los jóvenes, convirtiéndolos en responsables de su precaria situación social. Y, a la vez, esta falsa premisa sirve para soslayar la responsabilidad del capital en la ausencia de creación de empleo. Se oculta, incluso, que contrariamente a la afirmación cotidiana que se machaca desde los medios de comunicación, en Argentina la fuerza de trabajo posee una `sobre-calificación`, si se compara su formación educativa con las tareas laborales que realiza. La figura de un profesional manejando un taxi grafica la sobre-calificación (relativa) de la fuerza de trabajo en la Argentina.
Los que afirman que la desocupación encuentra su fundamento en la falta de educación citan estadísticas que muestran que entre los jóvenes con estudios universitarios la tasa de desocupación es menor que en el resto. Pero acá también deforman la realidad, al ocultar que las tareas que realizan estos jóvenes bien podrían ser asumidas por otros con una calificación menor. La sobre-calificación (relativa) opera del siguiente modo: los que tienen estudios universitarios cumplen tareas que son propias de quienes tienen estudios universitarios incompletos. Y éstos, a su vez, cumplen las que pueden desarrollar quienes poseen secundario completo. Siguiendo esta cadena hasta el final la desocupación se concentra en los sectores con menores estudios, pero no por una cuestión pedagógica sino por la falta de empleo calificado. De manera general, la juventud no sólo sufre una mayor desocupación sino que también es la que tiene los peores empleos.
Es importante hacer notar que en el capitalismo el desarrollo de las fuerzas productivas opera de manera contradictoria con la fuerza de trabajo y su calificación. Al desarrollarse la tecnología una parte importante de los trabajadores terminan condenados a trabajos descalificados, reducidos a apéndice de una máquina. Esta ley general se agrava en países semicoloniales como la Argentina, con una estructura económica basada en exportaciones agrarias o mineras y energéticas, que ofrecen grandes negocios rentísticos para el capital. Basta ver que con la devaluación y la quita de retenciones ejecutada por Macri se ha beneficiado el capital agrario, que crea muy pocos puestos de trabajo, mientras la producción industrial está en caída libre desde hace meses.
La descalificación de la fuerza de trabajo que genera el capital se traslada luego a la descalificación del propio sistema educativo. Cuando Macri afirmó en la “expo-empleo joven” realizada hace semanas atrás en la Ciudad de Buenos Aires que hace falta cambiar el sistema educativo tradicional por otro que forme de “manera permanente a los trabajadores” no hizo otra cosa que repetir lo que está en los papers de la OCDE y del Banco Mundial. El objetivo es reemplazar la formación universal y científica por el dictado de conocimientos efímeros atados a la aplicación de ciertas tecnologías. Por esta vía el Estado asume la calificación que corresponde a la empresa, reduciendo los costos empresariales.
Bien leídas, las estadísticas del INDEC sobre desocupación no sólo sirven para refutar los relatos mentirosos sobre las causas del desempleo juvenil, sino que también permiten desarrollar un programa: por el reparto de las horas de trabajo entre todos los trabajadores sin reducción del salario; por cupos de empleo en el Estado y en los privados para la juventud, sin afectar la planta actual de trabajadores; por un plan de becas formativas para la juventud que estudia, con salarios y condiciones de trabajo de convenio, controladas por las organizaciones de trabajadores y los centros de estudiantes.

Gabriel Solano

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