sábado, 17 de junio de 2017

La muerte de Ernestina Herrera de Noble



Dirigió durante medio siglo el pulpo mediático del que se apropió en 1969.

En 1969, una semana después de la muerte de Roberto Noble, Ernestina Laura Herrera, su segunda mujer, se hizo cargo de la dirección del diario –y de la propiedad del grupo− mediante artimañas legales que despojaron de la herencia a la hija del empresario muerto, Guadalupe Noble. Esta mujer que ha muerto a los 92 años fue, sin discusión, uno de los grandes símbolos del periodismo patronal argentino tal como ha sido desde siempre: servidor incondicional del poder del cual él mismo es parte, sobre todo en sus aspectos más oscuros.
Cuando asumió la dirección de Clarín, Herrera dijo que no imitaría a su marido muerto pero seguiría “sus principios”. Nadie puede negarle que cumplió.
Noble, en su juventud, había militado en el Partido Socialista y en 1927 rompió, junto con Antonio de Tomaso, Federico Pinedo y otros, para fundar el Partido Socialista Independiente que, inclinado hasta lo sorprendente hacia la derecha, tomó parte activa en el golpe de 1930. Poco después, Noble se declaraba abiertamente fascista, anticomunista y “antijudío”, admirador de Benito Mussolini. Fue diputado y ministro de Gobierno de la gobernación bonaerense de Manuel Fresco, aquel que tenía sobre su escritorio, bien visibles, las fotos autografiadas de Hitler y Mussolini.
En esos días Noble dirigía la revista “Clarinada”, que en su bajada se definía “anticomunista y antijudía”, y elogiaba al nazismo alemán y al fascismo italiano. El nombre del diario “Clarín” fue un derivado de aquella revista.
Pero, pragmático el hombre, cuando salió el primer número, en 1945, el nazismo estaba derrotado, había perdido la guerra y la tapa inaugural muestra la foto de Charles De Gaulle en su ingreso triunfal en París. Desde entonces, el nazismo fue para Noble una añoranza. En la práctica se transformó en liberal, católico, demócrata, sostén periodístico de Onganía, en fin… lo que conviniera. En ese punto su mujer fue, en efecto, tan principista como él.
Herrera se hizo cargo del diario en tiempos convulsos, semanas antes del Cordobazo y de la situación revolucionaria que abrió aquella sublevación obrera y popular. “Clarín”, cual convenía, le hacía coqueteos a la movilización de masas mientras sostenía a los militares en el gobierno y propiciaba la “apertura democrática” necesaria para conculcar la rebelión. El diario fue un impulsor del retorno de Perón, como luego lo sería de la camarilla terrorista de Isabel Perón y José López Rega y, más tarde, del golpe de marzo de 1976. Con aquella dictadura, como se sabe largamente, el grupo hizo sus mejores negocios y negociados, que lo empezaron a transformar en el pulpo que es hoy. En esos tiempos, Herrera estableció una alianza con los desarrollistas de Rogelio Frigerio e incluso con el sector del estalinismo vinculado con el intercambio comercial argentino-soviético de la época (la planta de Papel Prensa, conviene recordar, fue construida por soviéticos). Negocios son negocios…
Los tiempos recientes son más conocidos. Ernestina Herrera fue amiga y socia de los Kirchner, y en tiempos de NK el CEO del diario, Héctor Magnetto, comía dos o tres veces por semana en Olivos y discutía todos los días la tapa del día siguiente con la Casa de Gobierno. Después, la pelea por el llamado “triple play” (telefonía, internet y cable) provocó el conflicto entre las telefónicas y el grupo “Clarín”, y el de éste con el gobierno. Esa puja mafiosa por un negocio enorme fue disfrazada de “lucha por la libertad de expresión” de un lado y del otro. Ahora, el pulpo imperialista de Ted Turner está asociado con el grupo, como para demostrar hasta qué punto llega la colonización dineraria e ideológica de esta gente.
La muerte de Herrera recuerda la necesidad de debatir y actuar para una política de medios que deje la comunicación social en manos de los trabajadores de prensa, de la cultura, sindicatos, organismos sociales y de derechos humanos, deportivos, artísticos y demás, contra estos pulpos capitalistas que hacen de la mentira y las distorsiones su forma de comunicar. Y queden, a modo de símbolo, dos titulares históricos: “Nuevo gobierno”, en tono festivo, el 24 de marzo de 1976; y “La crisis causó dos nuevas muertes”, cuando el gobierno de Eduardo Duhalde y Aníbal Fernández asesinó a Kosteki y Santillán.
Vaya, por último, nuestro recuerdo y homenaje a Ana Ale, delegada de los trabajadores del diario despedida en el año 2000, y en su nombre a todos los que, desde las entrañas del pulpo, hicieron frente a la represión brutal de esta mujer. La última manifestación de esas luchas obreras contra esta patronal represora, que aún está lejos de terminar, es la de los gráficos de AGR-Clarín.

Alejandro Guerrero

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