martes, 20 de junio de 2017
Deuda perpetua
Raya casi en el ridículo que el gobierno se jacte de haber contraído una deuda en el mercado internacional por un plazo de cien años, cuando a fuerza de refinanciaciones de intereses e incluso de capital Argentina ha visto crecer en espiral una deuda externa durante cincuenta años, que no tiene posibilidad de ser cancelada ni en cien o doscientos años. Lo que para un columnista de Clarín (20.6) sería nada menos que “un hecho histórico”, no es más que otra vuelta de tuerca en el sometimiento financiero a las grandes corporaciones, incluida la burguesía nacional.
La deuda centenaria, por cerca de u$s3 mil millones, representa monedas para una deuda pública de alrededor de u$s350 mil millones –que incluye la que tiene el Banco Central, de u$s60 mil millones (75% del PBI), pero pone de manifiesto una estrategia, que no es precisamente soberana. Ocurre que a lo largo de 2016, los Fondos de Pensión y las Compañías de Seguro internacionales enfrentaron una crisis severa con motivo de la caída de las tasas de interés de referencia, que afectaban muchísimo el rendimiento de las inversiones que realizaban con los aportes de sus suscriptores. En determinado momento, esas tasas llegaron a ser negativas. En tales circunstancias, esas entidades perdían dinero al tener que remunerar a los pensionistas o asegurados por importes superiores a los de sus inversiones. El derrumbe de las tasas de interés llegó a afectar al sistema bancario, cuando sus compromisos con los depositantes implicaban erogaciones superiores a sus inversiones en títulos de deuda pública. Es así que los principales bancos centrales empezaron a diseñar políticas para aumentar las tasas de interés y volverlas, con el tiempo, a lo que llaman la tasa “natural”.
El bono del macrista Caputo está diseñado especialmente para esas instituciones financieras, porque aseguran, nada menos que por cien años, una tasa de interés del 8%, que hoy representa mucho más que esa tasa ‘natural’. La colocación, de alrededor de u$s2700 millones (fue vendida por debajo de su precio nominal, lo cual aumenta los beneficios de los inversores), representa monedas, por supuesto, pero señala una orientación enteramente determinada para beneficiar al capital internacional y para condicionar la economía argentina a los compromisos de la deuda.
La euforia fingida del gobierno apenas disimula una crisis terminal de la política de endeudamiento seguida hasta el momento. Esto se ve en el reconocimiento de que el Banco Central no puede seguir incrementando su deuda en Lebacs, que ha superado el billón de pesos, o su equivalente en u$S60 millones, a tasas de interés del 25% con un tipo de cambio casi fijo. Cada vez que el Banco Central (BCRA) intentó reducir la tasa de interés se insinuó una corrida al dólar. Para desmontar esta bomba neutrónica pretende ahora que el Estado asuma esa deuda en forma progresiva, mediante Letras del Tesoro (en pesos o dólares), con tasas de valor paralelo a las que paga el Banco Central. Esto significará, a término, el reconocimiento de una deuda gigantesca por parte del sector público y los contribuyentes. Dadas las sumas en juego y la volatilidad financiera – y en especial los tarifazos previstos hasta 2021 -, lo más probable es que esta ‘rotación’ de una deuda a la otra concluya en un fracaso.
La contratación de la deuda a cien años es un reconocimiento de la perpetuidad de la descomunal deuda de Argentina tomada en su conjunto.
Jorge Altamira
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