viernes, 23 de junio de 2017

Los candidatos de La Salada



Las esquirlas que saltaron con la detención de Jorge Castillo, el capo de La Salada, impactaron de lleno en la totalidad de las coaliciones políticas patronales que se presentan a las elecciones en la Ciudad y en la provincia de Buenos Aires. Convertidos en `activos tóxicos`, los vínculos de Castillo y del otro capo de La Salada, Enrique Antequera, envuelven incluso a Carrió y Stolbizer, las dos mujeres elegidas por Macri y Massa para disimular sus respectivas corruptelas.
Tan expuestos están estos lazos que alcanzaron pocas horas luego de la detención de Castillo para que los portales periodísticos se vean inundados con fotos de los candidatos patronales posando con los capos de La Salada. A la foto de Castillo en el locro de lanzamiento de Lousteau le siguió la foto de Carrió, Stolbizer y Patricia Bullrich con Enrique Antequera. Las dos `damas anticorrupción´ buscaron despegarse sin mucho éxito. Se reveló luego que Antequera es afiliado al GEN de Stolbizer, actual aliada de Massa, aunque en las elecciones pasadas compartió lista con Julián Domínguez, ex ministro de Cristina Kirchner y hombre del Papa en la Argentina. Otro hombre del Papa, Gustavo Vera, que adquirió reconocimiento por sus denuncias a las mafias, ahora armó una lista interna con Guillermo Moreno, que llevó a Castillo a la gira presidencial de Cristina Kirchner por Angola.
Los vínculos de todos los candidatos y políticos patronales con la mafia que controla La Salada no se limita a contactos políticos o fotos circunstanciales. De fondo, se explica porque todos ellos son defensores de un régimen basado en el trabajo precario, y en casos más graves, reducido a la servidumbre. Es lo que sucede en los talleres clandestinos que pueblan tanto la Ciudad de Buenos Aires como la provincia, donde se fabrica la ropa que se vende en La Salada y también en shoppings, como Alto Palermo o Patio Bullrich. Hasta la primera dama Juliana Awada fue denunciada por fabricar las prendas de su marca Cheeky en talleres clandestinos.
Esta superexplotación de trabajadores fue embellecida por los políticos del régimen como una experiencia social a replicar. Fue lo que hizo el ex ministro de Economía de Macri Prat Gay, que en una columna en el diario Clarín del 2009 había definido a La Salada como una “cuna de emprendedores”. Recordemos que Prat Gay fue un candidato itinerante de fuerzas varias, desde la Coalición Cívica de Carrió hasta el hoy massista Libres del Sur.
Los vínculos de todos los políticos con la mafia de La Salada muestran que el régimen no puede prescindir de la superexplotación de trabajadores. Los precios más bajos de los productos que allí se venden son necesarios para hacer viable, claro que en condiciones muy penosas, que una mayoría de trabajadores en el país tenga salarios promedio por debajo de los $ 10.0000. La Salada no sólo reporta ganancias a las mafias controlantes de los puestos y a los talleres clandestinos, sino que es necesario para el conjunto de la clase capitalista que paga salarios de miseria.
En oposición a los candidatos de La Salada, sólo el Frente de Izquierda plantea la defensa del trabajo bajo convenio colectivo de trabajo y un salario mínimo igual a la canasta familiar.

Gabriel Solano

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