domingo, 25 de junio de 2017

Cierre de listas, revelaciones y ocultamientos



El cierre de listas electorales dice mucho sobre la orientación que tendrá cada uno de los bloques que van a disputar las PASO y las generales de este año. No sólo por lo que exhiben en la persona de sus candidatos, sino también por lo que quieren ocultar.
El oficialismo decidió salir a dar batalla con los elementos más identificados con un perfil antiobrero. Es el caso de Esteban Bullrich, el ministro de la fractura de la paritaria nacional docente y que enfrentó la gran huelga de comienzos de este año. Su candidatura no sólo es un aval a los planteos de privatización educativa y aliento a la penetración de las ONGs del capital en colegios y universidades. Es también un respaldo a los planteos rompehuelgas contra las luchas obreras, que caracterizaron precisamente a la política oficial frente a la docencia. Completando esta orientación, en la Capital Carrió tendrá el acompañamiento de Fernando Iglesias, un rompehuelgas mediático a quien Macri decidió premiar por su constante prédica contra las luchas que enfrentan al ajuste. El reforzamiento de la Coalición Cívica –señalado por diversos medios- es el de esta línea de guerra contra las masas, que el gran capital exige al macrismo como mandato para después de las elecciones. El gobierno ha recurrido para los dos distritos principales a dos oficialistas opositoras, las denunciantes seriales Carrió y Ocaña. Deberán echar de sus denuncias como principal argumento de campaña, ante la evidencia de que no pueden reivindicar nada del gobierno Cambiemos.

CFK

Aunque la candidatura de Cristina Kirchner ya no constituía una sorpresa, sí lo fueron varios de los principales protagonistas de su lista. La candidata que quiere presentar como principal argumento de campaña a la “década ganada” no pudo, sin embargo, convocar a prácticamente ningún protagonista de su gobierno para que la acompañe en la lista. Lo mismo ocurrió con los principales líderes parlamentarios del kirchnerismo, que fueron enviados a lugares relegados de las listas o, directamente, a cuarteles de invierno.
La ex presidenta ha salido al ruedo con una suerte de “borrón y cuenta nueva”, como si se colocara al frente de una expresión política novedosa. En cierto modo, la Unidad Ciudadana reitera la pretensión K –varias veces ensayada en el pasado- de presentarse como un nuevo movimiento político. Así fue en el caso de la `transversalidad` o los Unidos y Organizados. En este caso, el ensayo se hace desde fuera del poder político. Sin embargo, aquel gobierno, que sostuvo sus lazos de hierro con el gran capital y sus agentes políticos y sindicales de la gran patronal, tampoco pudo desembarazarse del sistema de punteros pejotistas. Las cosas no parecen diferentes con esta Unión Ciudadana: detrás de algunos jóvenes cristinistas –como la economista Fernanda Vallejos- subyacen los Espinosa y Scioli; en materia sindical, tenemos de candidato a Hugo Yasky, el responsable de dejar a la docencia inerme frente al ajuste macrista. Más abajo en la prelación de cargos, las listas de concejales bonaerenses están dominadas por el elenco de intendentes pejotistas que han pactado todos los ajustes posibles con Vidal. En el interior del país, el kirchnerismo se ha disuelto como sigla electoral, y concurre como segundo o tercer violín de los gobernadores pejotistas. Muchos han interpretado que la negociación final de Cristina con Randazzo, aún fracasada, buscó dar la señal de que todos los vasos comunicantes con el pejota están intactos. Ese vínculo podría retomarse, en el caso de la consagración de Cristina como senadora, en el bloque de la Cámara Alta. Más que un “Frepaso” en ciernes, la Unión Ciudadana parece la herramienta con la cual un kirchnerismo maltrecho buscará su reinserción en el peronismo y, particularmente, en su régimen de gobernadores. El “borrón y cuenta nueva” de la UC es aún más dudoso en términos de programa o planteos políticos: promete `poner un límite` al macrismo en el Congreso, cuando sus lista llevará a quienes no se lo pusieron hasta ahora, ni en el Congreso ni en los sindicatos. Reclama revisar una deuda que el mismo kirchnerismo engrosó en más de 100.000 millones de dólares, luego de haber pagado casi 200.000. Convoca a un “mundo del trabajo” al que golpeó, durante una década, con la precarización laboral y el impuesto al salario. En definitiva, el mayor aliado de esta tentativa de “reinvención” kirchnerista es el propio macrismo, y su gobierno ajustador. Pero aún con la actual realidad de tarifazos, carestía y despidos, muchos trabajadores que ya habían dejado de votar a los K no volverán a hacerlo.
Más allá de Cristina y de Randazzo, la fractura peronista se completa con la presentación de Massa. Al igual que Cristina, ha tenido que buscar sus propios certificados de buena conducta, en este caso, por parte de Margarita Stolbizer o los centroizquierdistas de Libres del Sur. Stolbizer debería explicar, en este caso, cuál es la transparencia que justifica ser parte de un frente con Otacehé, el mafioso de Merlo que decidió pasarse a las filas de Massa. El massismo llega a la campaña con el peso de una larga colaboración parlamentaria con Macri, desde el pacto buitre, la falsa reparación histórica a los jubilados y la nefasta ley antiobrera de las ART.

Dos calderas

El jolgorio por el cierre de listas apenas ha podido ocultar dos cuestiones de fondo. La primera, el agravamiento de la crisis social y los ataques al movimiento obrero, que tuvo en estos días un capítulo mayor con el cierre de la alimenticia Pepsico y sus 600 despidos. La campaña electoral arranca con un enorme fermento de inquietud popular, en un año de enormes acciones obreras, democráticas (2x1) y del movimiento de la mujer. La segunda cuestión es que los grandes aliados del gabinete de CEOs, los fondos especulativos internacionales, han salido en estos días a mirar con lupa a su gobierno. Es que la política de endeudamiento serial que ellos mismos han promovido comienza a mostrar signos de agotamiento. El supuesto país “desendeudado” cargaba con una deuda de 250.000 millones de dólares del gobierno anterior, a la que se suman los 80.000 millones que engordó el macrismo en un año y medio. A ello, deben agregarse otros 60.000 de la hipoteca del Banco Central, que ya no puede seguir reciclándose en los términos actuales. El carácter potencialmente impagable de esta hipoteca, considerada en su conjunto, comienza a ganar terreno en los círculos financieros. Los Macri, Massa o CFK ocultan el alcance de esta crisis, por la sencilla razón de que los involucra a todos. Y porque son –y serán- socios de la salida que se pergeña para seguir afrontando esta carga usuraria: un ajuste aún más brutal, con eje en las provincias, en los jubilados, en la educación o la salud. A la luz de este cuadro, la presentación de listas, en todos los planos, ha ocultado más de lo que reveló.
Con su inscripción en 22 provincias, el Frente de Izquierda es el único bloque independiente del régimen de ajuste e hipotecamiento nacional. Salimos con firmeza a recabar el voto de los obreros, la mujer y la juventud, para que el convulsivo período que se viene cuente con un programa y una salida de los trabajadores.

Marcelo Ramal

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