La esposa del ex segundo de la ESMA había presentado un acta de defunción emitida en Sudáfrica. Un experto enviado por la Justicia a ese país detectó diversas irregularidades y contradicciones. Ahora no se sabe si está vivo o muerto.
El Registro de Muerte del Departamento de Asuntos Domésticos de Sudáfrica extendió un formulario con la denominación A0488827 el 27 de mayo de 2005 que llegó a Buenos Aires siete años más tarde. La planilla llevaba el nombre de un difunto argentino: Roberto Sedano. Era julio de 2012 y la jueza María Servini de Cubría acababa de detener a Ana María Grimaldos, que se presentó como viuda y con ese papel informó la muerte de su esposo, cuyo nombre real era Jorge Raúl Vildoza, un marino que con grado de capitán de navío fue jefe del Estado Mayor del Grupo de Tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada, una suerte de robot satánico, según los testimonios de sobrevivientes del centro clandestino, de una frialdad tan medida que nunca se le movía un pelo. Grimaldos dijo no sólo que Vildoza estaba muerto, sino que lo habían cremado, con lo cual licuó cualquier posibilidad de confirmarlo. Servini dirigió un exhorto al Estado sudafricano para constatar la información. No le contestaron. Luego insistió el juzgado federal de Sergio Torres, hasta que alguien de Interpol sugirió enviar un perito a Sudáfrica. El mes pasado viajó uno de los mayores expertos argentinos en pericias papiloscópicas de Policía Federal. El especialista en huellas desembarcó en Johannesburgo convencido de que sólo lo esperaba un trámite. Descubrió una nueva historia en la larga historia de mentiras de Vildoza: que el formulario de su muerte es totalmente falso.
PáginaI12 accedió al formulario (ver imagen). Entre los elementos centrales de la partida constan dos huellas digitales. Una, de la persona muerta y otra, del “informante”, habitualmente convocado en calidad de garante de la información. La planilla lleva otros datos. Un sello de la casa de servicios fúnebres. Una breve descripción de la razón del deceso. Y si la persona es cremada, como supuestamente en este caso, el expediente incluye un certificado de cremación extendido por el Estado. Nada de esto ocurrió.
Huellas. En 1995, Vildoza entró en Sudáfrica con el nombre de Sedano. E inició un trámite de ciudadanía. Entre 1995 y 2002 dejó sus huellas tres veces: 1995, 1996 y 2002, como parte de un mismo trámite. Hace tiempo, la Justicia confirmó que esas huellas sí eran de Vildoza. En este viaje, el perito volvió a chequearlo. Todo dio correcto otra vez. Cuando, en cambio, contrastó esas huellas con la del formulario A0488827 se encontró con que la huella del muerto no es de Vildoza (Sedano). Pero además, cuando analizó la huella del informante o testigo notó que era la misma del supuesto difunto. Es decir, muerto e informante son la misma persona. Y ninguno es Vildoza.
Funeraria. Las planillas llevan un sello de la casa de servicios fúnebres con un nombre, una dirección y un número de registro. En este caso, la pericia determinó que el sello estampado en el formulario con el nombre de Doves Funeral Services corresponde a una casa funeraria real y a una dirección correcta, pero el número de registro es falso.
Certificado. El certificado de cremación que debe ser extendido por el Estado en este caso ni siquiera se encontró.
Informante. No existe un legajo a nombre del supuesto informante, un nombre que por otra parte no termina de entenderse porque aparece borroneado con intención.
Causas. La razón de la muerte es contradictoria con la versión de la familia. Los Vildoza alegaron en la causa que el marino murió de un paro cardíaco en un hospital; el acta dice que falleció en su domicilio.
Pero los datos no terminan ahí. Algo de ese papel le provocó más dudas al experto. La firma del supuesto testigo se parece a la firma real de Vildoza. Un poco más compacta, pero con rasgos parecidos. Esto abre otra sospecha: tal vez Vildoza no sólo estaba vivo, sino que firmó los papeles de su muerte.
El segundo de la ESMA salió del país en 1986 escondido en un auto de Inteligencia de la Armada rumbo a un hotel de frontera con Paraguay. Un espía le dio un kit de documentos falsos y un nombre de cobertura. Lo mismo hizo con su esposa, a partir de entonces Ana María Medina. Y con Javier Penino Viñas, el niño nacido en la maternidad clandestina de la ESMA en septiembre de 1977 y apropiado por los Vildoza. Mientras la Justicia argentina comenzaba una persecución de 23 años, el niño comenzó a llamarse Julio César Sedano. De Paraguay pasaron a Brasil, luego a Austria y a Alemania. Y desembarcaron en Sudáfrica. El Grupo de Tareas de la ESMA conocía el apartheid como un oasis. Rubén Jacinto Chamorro y Alfredo Astiz fueron agregados navales en un espacio que funcionaba como zona de cobertura, negocios e impunidad.
Es en el marco de esa historia de largos recorridos que el perito comenzó a acumular algunas nuevas sospechas. Una, que Vildoza y su esposa tomaron las identidades de dos personas de la vida real. “Coptaron la identidad de otras personas”, dijo a los investigadores. Y dos, que Vildoza preparó durante años y muy meticulosamente cada uno de los pasos de Sedano hasta obtener la ciudadanía sudafricana. Y luego darlo por muerto en el contexto de una cremación de imposible certeza.
“El era un tipo de acción. Muy de acción. Aceptaba cualquier oferta rara que le tiraban”, dijo a PáginaI12 quien hoy es Javier Penino Viñas, en abril de 2015, cuando se hacía el juicio oral a Grimaldos. “Actuaba en operativos, no era un tipo de oficina. ¡Por eso me da bronca! Veo que lo tildan de tesorero de (Emilio Eduardo) Massera, medio que manejaba fondos. Eso nada que ver. Creo que de todas las cosas que dijeron sobre él, eso es lo que más le molestaba.”
Servini ubicó a Grimaldos en Argentina luego de años de pesquisas a través del teléfono de sus hijos biológicos. Entonces se supo que Vildoza había salido y entrado del país en varias ocasiones con el nombre de Sedano. Aquí montó negocios de juegos de azar. La UIF congeló cuentas de la empresa y la Justicia le abrió una causa por el saqueo de bienes de desaparecidos. Desde entonces, los Vildoza recorren los juzgados. Piden levantar las restricciones de cuentas. Y munidos de aquel formulario, exigen que se cierren las causas contra alguien que aseguran que está muerto. Torres se negó. Interpol de Sudáfrica dijo que la identidad era cierta en octubre pasado. Torres tampoco confió porque no pudo cotejar las huellas.
¿Cual es la responsabilidad de Sudáfrica? Nadie cree que Vildoza pudo haber falsificado los papeles sin algún tipo de colaboración estatal. Si sigue vivo o está muerto, la Justicia no lo sabe. Vildoza nació en 1930. Si vive tiene 87 años.
Cecilia Viñas, la madre de Javier, debería haber cumplido años la semana pasada. Carlos Viñas es el hermanoque buscó a Javier detrás de cada dato. “Hace 40 años cenamos por última vez festejando tu cumpleaños, celebrando con tu amado Hugo que el bebé crecía en tu panza muy sano”, escribió. “Cuesta pensar que tan solo un mes después les robaron hasta los preparativos de batitas y escarpines”. Esta vez pudo escribirle que Javier “los reconoce y los venera”.
Alejandra Dandan
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