viernes, 23 de junio de 2017
Caputo, kaputt
Cuando Luis Caputo, el secretario de Finanzas, se vio obligado a explicar por qué el gobierno de Macri había emitido un bono internacional a cien años, la respuesta fue ignorada por los críticos. Dijo que la baja cotización del dólar frente al peso había reducido los ingresos del Tesoro en moneda nacional, que provienen del endeudamiento externo, para financiar el déficit fiscal. La justificación dejó al desnudo una contradicción insuperable de la política económica oficial, o sea, que el incremento de la deuda externa revaloriza al peso frente al dólar y que esta revalorización fuerza a incrementar el endeudamiento con el exterior. La adicción por la deuda externa se alimenta a sí misma.
En esta línea, la elección de un título a cien años obedecería a que el cupo de deuda que se podría colocar a mediano plazo se encuentra agotado. Una demostración de ese agotamiento es la tasa de interés que impusieron los acreedores – un 8% anual -, lo cual les permite recuperar la inversión en solamente doce años – los 88 años siguientes son una ganancia enorme pura. Como la brecha con el título de México, que paga el 5% de interés anual, es de 300 puntos básicos, queda un margen de beneficio para nuevos inversores, lo que haría subir la cotización del bono y redituar un beneficio instantáneo a quienes lo compraron primero. Sea como fuere, la cotización del título centenario en la post-licitación cayó a 0.89 de dólar.
Burbuja
En el escenario internacional, la colocación ‘exitosa’ del bono provocó, sin embargo, preocupación. ¿Cómo es posible, se preguntan, que haya provocado tanto interés la oferta de mayor deuda, a cien años, o siquiera a doce, de un país insolvente? Argentina se encuentra en esa situación porque es incapaz de pagar los intereses de la deuda con recursos propios –lo hace mediante refinanciaciones. Por esta misma razón, no pudo obtener una re-clasificación superior de la calidad de la deuda al día siguiente, por parte del Morgan Stanley, que pondera un índice de riesgo en consulta con el resto de los bancos internacionales. Esta decisión provocó un derrumbe de las cotizaciones de las acciones de las principales empresas de Argentina.
Para la columnista del Financial Times (22.6), Gillian Tett, “la corrida por el bono centenario de Argentina tiene que ver con una burbuja”. Señala que lo mismo ha ocurrido con Costa de Marfil, donde el día anterior se había producido un golpe de estado, y es lo que pasa en Senegal, Egipto y hasta Italia, donde se sigue renovando deuda a pesar de la insolvencia del Estado, con una deuda pública del 135% del PBI. Tett explica la burbuja como una consecuencia del excedente enorme de dinero en el mercado mundial y las reducidas tasas de interés que han generado las emisiones de moneda colosales de los bancos centrales más importantes del mundo. Los fondos internacionales se abalanzan hacia los mercados ‘basura’, que pagan altas tasas de rendimiento, generando una especulación financiera explosiva. Advierte, entonces, que un drenaje de esta liquidez pincharía la burbuja que se ha creado y produciría una cadena de ‘defolts’ de deudores y acreedores. El banco central de Estados Unidos ha anunciado la intención de reducir en forma la tenencia de títulos públicos e hipotecarios comprados con emisión.
La periodista inglesa aporta otro elemento de juicio acerca de esta burbuja cuando señala que la emisión monetaria de las bancas centrales ha provocado, el año pasado, un “impulso crediticio” de bancos privados de u$s6 billones. Advierte enseguida, sin embargo, que la reciente suba de la tasa de interés de referencia en Estados Unidos, ha retraído este “impulso a (-) 0.5 por ciento. Esta tendencia anuncia un choque de trenes con el bono centenario y la deuda de Argentina en su conjunto.
Aventurerismo
La perspectiva de esta retracción de los balances de los bancos centrales y del crédito internacional, ilustra la magnitud de la aventura en que se ha precipitado Caputo y secuaces, porque es indudable que el bono de cien años es el más vulnerable, por su larguísimo plazo, a una corrida financiera, que enseguida arrastraría al conjunto de la cadena de deuda Argentina en títulos públicos. Para evitar una situación de defol del Tesoro, mediante el contrato de un bono a cien años, el gobierno amarillo ha empujado a Argentina más cerca del abismo. La emisión del bono en cuestión desnuda la falacia del gobierno macrista y de la prensa financiera cuando anuncian que “Argentina ya tiene cubierto el financiamiento de 2017”.
Aunque la columnista del FT no lo ha incorporado a su análisis, el cambio de tendencia en el terreno financiero tiene muchos otros elementos para alimentarse. Por de pronto, la reciente quiebra del Banco Popular de España, cuya solvencia había sido avalada por el Banco Central Europeo, ha desnudado la falacia de que el sistema bancario de la zona euro se encuentre sólido. La insolvencia de los bancos italianos no ha sido resuelta, ni tampoco la del Deutsche Bank, y esto ocurre cuando el Brexit somete a una dura tensión a la City de Londres. No es casual que los editoriales del Financial Times adviertan con inusitada frecuencia contra la política de absorción monetaria por parte de los bancos centrales. La responsabilidad del rescate de los bancos, por parte de los accionistas y los acreedores no garantizados, que establece la flamante regulación financiera de la zona euro, amenaza con desatar una ‘rebelión del capital’, que se insinúa en España e Italia.
Política y finanzas
Si al final de este texto, el lector se pregunta qué tiene que ver esto con la campaña electoral hacia octubre, le responde que es el factor más importante. Domina el escenario político aunque los medios y los políticos de turno lo escondan bajo la alfombra. La denuncia de la deuda usuraria y la advertencia de que incuba un nuevo derrumbe financiero debe servir para desenmascarar la insolvencia de la política tradicional, despertar el interés de los trabajadores en el tema y mostrar la necesidad imperiosa de un gobierno de trabajadores.
Jorge Altamira
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