sábado, 1 de abril de 2017

Un marzo sin brotes verdes y con las calles plagadas de reclamos



El mes de marzo estuvo plagado de piquetes y manifestaciones callejeras. El problema de la dirigencia sindical para mantener la tregua y del Gobierno para controlar la calle.

Marzo pasó como el mes más álgido hasta el momento, en la expresión del descontento popular ante el ajuste de Cambiemos. Desde sus comienzos, la agenda estuvo marcada por movilizaciones y la ocupación de un terreno que siempre, para cualquier gobierno burgués, representa un arma de doble filo: la calle.
Desde la primera semana, el día 6, la docencia salió de manera contundente a enfrentar el intento de poner un techo irrisorio a su paritaria. La oferta paupérrima de María Eugenia Vidal y del resto de los gobernadores, más la negativa del Gobierno nacional a convocar la paritaria nacional docente, encendieron una mecha que hasta ahora no han podido sofocar. A la movilización de decenas de miles el 6, le siguió una multitudinaria marcha en La Plata el día 16 y luego, la marcha Federal Educativa del 22.
La CGT por su parte, fue protagonista de un bochornoso acto en el que sus propias bases le hicieron pagar los costos de la tregua que llevaba entonces, 15 meses de prolongación. En la movilización convocada el día 7 de marzo la bronca de la clase obrera ante la crisis y la crisis de la CGT por no haber respondido a la altura de esa bronca, quedó plasmada en la foto del palco tomado y la cúpula de la CGT en vergonzosa retirada, entre los gritos de los laburantes que demandaban que pusiera fecha al paro nacional.
Al día siguiente, como para completar la seguidilla, salieron a la calle las mujeres, en el marco de un paro internacional por sus derechos, contra la violencia machista, los femicidios y en Argentina, contra el ajuste de Cambiemos y en exigencia también, de un paro nacional.
Otra gran expresión callejera, fueron las movilizaciones que tuvieron lugar el 24 de Marzo, día del repudio al golpe militar de 1976. Primero los organismos de derechos humanos y las organizaciones afines al kirchnerismo ocuparon Plaza de Mayo y leyeron un docuemento fuertemente opositor, aunque dejando de lado cierta autocrítica en la materia, como haber defendido al genocida Milani. Posteriormente, ese mismo día las columnas del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, que marchan de forma independiente de este Gobierno, el anterior y todos los sectores políticos patronales, también desbordó la plaza y leyó un discurso con duras críticas a las provocaciones del oficialismo los organismos, la línea negacionista del genocidio y la puesta en duda de la cantidad de detenidos desaparecidos.
Otro sector que se expresó con movilizaciones y piquetes fueron los movimientos sociales que salieron a exigir la implementación de la ley de emergencia social, normativa que implicó el alineamiento de los dirigentes de los sectores de la “economía popular”, como Emilo Pérsico, con los dirigentes de la CGT en la tregua con el Gobierno y el sostenimiento de la gobernabilidad.
Por último, el miércoles, las dos fracciones de la CTA, la Autónoma liderada por Michelli y la de los Trabajadores que comanda Hugo Yaski, salieron a la calle y movilizaron también a Plaza de Mayo. Cabe señalar, que inicialmente ambas CTA habían anunciado paro y movilización, pero a último momento definieron solo marchar y confluir con el paro que finalmente la CGT tuvo que convocar para el 6 de abril.
Y otra vez un 6 marca el inicio de un mes que podría preverse conflictivo. Pero a su vez, marca el límite de la capacidad de la dirigencia sindical para sostener la tregua con el Gobierno. Tan es así, que por las dudas el triunviro de la CGT decidió llamar al paro pero sin movilización. No vaya a ser cosa que el descontento vuelva a expresarse con fuerza hacia su conducción. La idea es cumplir con la exigencia del paro y jugarse a descomprimir un poco la bronca. Luego intentarán volver a la senda de la tregua.

Nafta al fuego

Si las masivas movilizaciones contra el ajuste y las expresiones de descontento no han sido más grandes y constantes, es precisamente por la tregua que los dirigentes sindicales sostuvieron casi hasta el absurdo. Ya no se sabía qué artilugio discursivo podrían llegar a utilizar para justificar que a pesar de los despidos, de los tarifazos, de la inflación y de los techos salariales, la CGT iba a seguir apostando al diálogo con el Gobierno. La amenza de una medida siempre latente sumada a la voluntad de negociar, llegó a ponerlos en ridículo ante los millones de trabajadores y trabajadoras que veían con indignación, cómo los líderes de sus sindicatos no hacían nada para enfrentar la avanzada ajustadora del Gobierno y las patronales. Esto fue lo que explotó el 7 ante las cámaras de televisión.
El oficialismo por su parte no parece estar despreocupado por la situación, si no todo lo contrario: protagoniza una campaña furibunda contra las movilizaciones y los piquetes, con gran apoyo mediático. Lejos de tender a dar respuesta a los reclamos, busca neutralizarlos desligitimando los métodos con los que se expresan. Por otra parte, no sólo intenta deslegitimar los reclamos si no que cínicamente asegura que no hay motivos para protestar, porque la Argentina “está creciendo” y “vamos por el camino correcto”. Sumado a esto, el Gobierno no se conforma con deslegitimar y negar las causas materiales concretas del descontento, si no que ataca directamente a los sectores que luchan y echa más nafta al fuego. El caso de la lucha por salarios y en defensa de la educación pública impulsada por los docentes es palpable. El Gobierno de Vidal se muestra decidido a no retroceder y demoniza a la docencia. Su respuesta a lo que pasa en las calles es el ajuste, la criminalización y la demonización de los que luchan.
En relación a los piquetes que tanto preocupan a funcionarios y diversos panelistas de televisión, el Gobierno asegura que se trata de sectores que solo buscan sembrar el caos. Vale recordar, que una de las primeras medidas de Cambiemos, fue la creación del protocolo antipiquetes que hasta hoy se ve impedido de implementar. Esto constituye una de las más claras demostraciones de la relación de fuerzas heredada de las jornadas revolucionarias del 2001, que hasta el momento el oficialismo no consigue alterar.
El tema del control de la calle se vuelve un problema más grave para Cambiemos. En el contexto de una economía que no repunta y de la necesidad de inversiones que se hacen rogar, el Gobierno necesita mostrarse capaz de garantizar el control en un “país serio y previsible”, lo que todo inversor querría encontrar.

Polarización y más promesas

La apuesta del oficialismo para defenderse ante la calle picante que no lo deja en paz, consiste en polarizar con una supuesta oposición irresponsable que no lo quiere dejar gobernar. Según las declaraciones de funcionarios de primera línea de Cambiemos, el kirchnerismo estaría detrás de cada una de estas acciones, que califican con el mote de “desestabilizadoras”.
La estrategia de la polarización que tanto le sirvió en la campaña electoral, contra el pasado, contra la vieja política, contra la corrupción, contra el populismo, no parece ser lo suficientemente efecitva en estos momentos. Por un lado, las expectativas de amplios sectores en el poder del “cambio”, incluso entre aquellos que votaron a Macri, no son las mismas. La polarización se da contra un pasado que desenamoró a muchos - los desencantados del modelo nacional y popular - pero no cuenta con la chance de contraponer a ese pasado algo que sea sensiblemente mejor. Hasta el momento la estrategia de Cambiemos combina la polarización con la pesada herencia, más la promesa eterna de una mejoría que nunca termina de llegar. Los fans del cambio van cayendo en el mismo desencanto ante la constatación de que sí, este es un gobierno de ricos para ricos.
Por lo tanto, la polarización con el kirchnerismo puede ser eficaz a los oídos de un núcleo duro que increíblemente hasta ahora sigue confiando en el cambio. A los cientos de miles de docentes que salieron a la calle, a los otros cientos de miles de trabajadores que exigen la concreción de un paro nacional, no parece apaciguarlos la necesidad de defender la “estabilidad institucional”.
Esto no niega el hecho de que, en su afán por rearmarse y resurgir como opción electoral, el kirchnerismo busca sacar provecho y copar la parada. Muestra de esto fue la marcha de las CTA, que conviertieron desde el escenario, a la movilización contra el ajuste y en apoyo a la lucha docente en un acto del “vamos al volver” K.
Sin embargo, actualmente el kirchnerismo va a la zaga de las expresiones de descontento que se dan legítimamente y que lo desbordan. La resistencia con aguante abandonó rápido la calle, tras haber copado algunas plazas de la resistencia, acciones que no tuvieron continuidad con el correr del tiempo y con la constatación concreta de la colaboración del FPV en el Congreso, para el sostenimiento de la gobernabilidad. El kirchnerismo deliberadamente, tuvo la voluntad de desmovilizar. Ni siquiera la detención ilegal de Milagro Sala motivó un copamiento constante y decidido de la calle. Es más, la crisis que este hecho implicó para el Gobierno por arriba, ante organismos internacionales, no tuvo un correlato de la misma dimensión por abajo, en las calles.

¿Contramarcha?

Ante la evidencia de que la política se dirime también en la calle, por mucho que le pese al gobierno de los CEO, para hoy está convocada una concentración en apoyo a la gestión de Macri y Vidal. La movida surgió en redes sociales y llama a concentrar a las 18 en las principales plazas del país. El oficialismo aclaró que "no participa" de la marcha aunque agradeció el respaldo.
La marcha a favor del Gobierno, alentada "en defensa de la democracia, la paz y la libertad" va contra los principios de un gobierno que asegura que tomar la calle tiene que ver con una cultura demodé, que no sirve, que atenta contra la democracia. Sería una contradicción que los que vienen a gobernar en nombre de la modernización y el futuro alentaran la movilización de hoy. Pero además, el sector social que banca a Cambiemos, se corresponde mayoritariamente con los sectores medios que salieron más de una vez a cacerolear en otros tiempos. Poco acostumbrados a salir a la calle a apoyar sino a protestar y encolerizados por el “caos” que ha padecido la calle en los últimos días, quizás prefieran quedarse en sus casas y la movilización de hoy sea lastimosa. Esto sin dudas, poco aportaría a la imagen del Gobierno que intenta salir de su empantanamiento actual.
La continuidad de la pelea contra el ajuste , más allá de la jornada de paro del 6 de abril, dependerá de los sectores que ya han ganado la calle para seguir haciéndolo. Las movilizaciones de la doncencia han sido muestras contundentes de las fuerzas que hay para pelear. El paro del jueves lo será a pesar de la voluntad de la dirigencia sindical por transformarlo en un paro dominguero sin movilización. En las calles estarán la izquierda y el sindicalismo combativo, que saldrán a desafiar al Gobierno y a los popes de los sindicatos. Bronca hay. Fuerza hay. Hay que sacarla organizada a la calle y exigir a la burocracia un plan de lucha para vencer el ajuste de las patronales y el Gobierno.

Juana Galarraga
@Juana_Galarraga

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