lunes, 24 de abril de 2017

Primera crisis en la Policía de la Ciudad



Piden la detención de su jefe, el comisario José Pedro Potocar, involucrado en la causa judicial que investiga el manejo de las “cajas negras” policiales.

La condición mafiosa de la Policía Federal está en el ADN de la “nueva” Policía de la Ciudad, el engendro macrista-kirchnerista votado también por el bloque legislativo de Martín Lousteau. A tal punto es así que a poco de ponerse a andar, cuando se la suponía flamante, el fiscal Campagnoli pidió la detención del jefe de la institución, el comisario general José Pedro Potocar, porque aparece involucrado con el manejo de las “cajas negras” de la vieja Federal; es decir, con la recaudación policial procedente de coimas y extorsiones cobradas a delincuentes, a comerciantes y a simples vecinos, a quienes se les exigen pagos a cambio de “protección”. O sea, para no ser víctimas de la “inseguridad”.
En este caso la olla se destapó por una causa llevada por el fiscal José María Campagnoli, que investiga ese tipo de hechos en la comisaría 35ª cuando esa seccional estaba al mando del comisario Norberto Villarreal, ahora prófugo y con orden de detención dictada por la fiscalía. Esas cajas negras, producto de la protección y el encubrimiento policial al delito, funcionan en todas las comisarías de la Ciudad, traspasadas ahora a la Policía de la Ciudad. Como en la 35ª, casi todas las seccionales cobran las coimas y extorsiones por medio de las “asociaciones de amigos” de la comisaría, que hasta entregan facturas a cambio de las “contribuciones”. Y el cartelito que los comerciantes pegan en la vidriera para avisarles a los ladrones que ellos han pagado.
Villarreal llevaba un registro –ahora un elemento de prueba contundente en manos del fiscal− de cómo se distribuía “hacia arriba” el dinero de las coimas, sobre todo el de la “protección” y el que se repartían con la barra brava de River por los “trapitos” y otros rubros en las inmediaciones del Monumental los días de partidos.
Por esa causa están presos dos comisarios –aparte del prófugo Villarreal. Una de las detenidas es la entonces superiora inmediata del jefe de la 35ª, titular de la Circunscripción VII con jurisdicción sobre esa seccional, la comisaria Susana Aveni. A esa altura del expediente aparece el nombre de Potocar, que en esos días era director general de Comisarías. Desde allí, el dinero de las coimas se repartía hacia el poder político (véase para más detalles, del autor de esta nota, el capítulo “Los recaudadores” del libro La Federal, editado por Sudamericana en 2013).
Hasta su nombramiento al frente de la Policía de la Ciudad, Potocar había sido director de las 54 comisarías porteñas. El gobierno destacó en su legajo, precisamente, su conocimiento del funcionamiento de las comisarías, su graduación en el FBI y su experiencia en materia de “lucha contra el narcotráfico” y control de la protesta social. En definitiva, ese esquema de corrupción funcionaba desde siempre en la Federal y se trasladó intacto a la Policía de la Ciudad, protectora del delito y represora de maestros (por citar el caso más reciente). La ley que creó la nueva policía establecía una dirección “civil” para la fuerza, pero el ministro de Seguridad, Martín Ocampo, encontró una argucia técnica para designar a Potocar. Queda claro que Rodríguez Larreta desistió de nombrar a un civil al frente de la fuerza porque pactó con los comisarios su designación
También continúa, intacta y sin visos de resolución, la crisis que esa corrupción llegó a generar en la vieja Federal. El caso Potocar es todo un símbolo.

Alejandro Guerrero

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