sábado, 29 de abril de 2017

Santa Cruz no está tan lejos



Cuando la oleada de huelgas y movilizaciones de marzo parecían alejarse en el tiempo, la pueblada de los docentes y estatales de Santa Cruz volvió a colocar en el tapete a un 2017 de luchas y convulsiones políticas. En este caso, con un componente especial: la masacre social que se está consumando contra los trabajadores de la Patagonia sur tiene como ejecutora directa a la camarilla kirchnerista, que vació a la provincia que gobernó durante 25 años en favor de los Ezquenazi, Báez, Cristóbal López y otros socios capitalistas. La imagen de Cristina Kirchner despotricando contra los trabajadores, los ataques a los “infiltrados” y al propio Partido Obrero le permitieron a todo el pueblo un saludable ejercicio de memoria: súbitamente, volvía a la palestra el gobierno de Berni, de Aníbal Fernández y de los socios de Pedraza. La crisis de Santa Cruz desenmascaró también a la burocracia sindical kirchnerista, que no movió un dedo por la represión de Alicia Kirchner. Su brazo político, el sabbatellismo, fue más lejos: condenó a las manifestaciones obreras como parte de una conspiración ‘destituyente’.

Argentina y Santa Cruz

El macrismo no iba a privarse, desde luego, de explotar la crisis patagónica para golpear políticamente al kirchnerismo. Pero lo hizo sin apartarse un milímetro de su rol ajustador y represivo: Mauricio Macri se solidarizó, no con los maestros santacruceños, sino con el clan Kirchner, cuando éste soportó el escrache de trabajadores que cobran con meses de atraso y con sus obras sociales desquiciadas. El “orden fiscal” que le reclamó Macri a la gobernadora no pasa por la incautación de los recursos malhabidos por los Ezquenazi o Lázaro Báez, sino por la liquidación de las conquistas previsionales de los santacruceños y por un plan de despidos masivos.
Por estos mismos motivos, el escenario de la crisis surpatagónica no es tan lejano al del centro del país. En estos días, los gurúes del capital financiero le han reclamado a Macri la misma purga que él pretende recetarle a Alicia Kirchner -o sea, un mega-ajuste de los gastos del Estado a costa de los trabajadores y los gastos sociales. Este es el remedio que exige el gran capital para dar cuentas de un impasse económico y de una situación financiera explosiva. Mientras las tendencias a la recesión se han agravado, la bicicleta que sostiene el ingreso de dólares al país se renueva a costos crecientes. Varios advirtieron que el Banco Central no pudo renovar totalmente el último vencimiento de los pagarés que entrega a los bancos (LEBAC), al absorber la moneda que emite, precisamente, para comprar los dólares que ingresan al país los especuladores. De cara a este cuadro, el gran capital, que ha recibido beneficios impositivos fabulosos del macrismo (y que explican buena parte de la crisis fiscal), reclama un mayor ajuste de tuerca contra los gastos sociales, mayores tarifazos y una reforma previsional de fondo, para que la Anses continúe financiando la bancarrota fiscal. Macri mira a Santa Cruz desde lejos. Pero la crisis de Santa Cruz no está tan lejos.

Preparativos electorales

No debe sorprender, por lo tanto, que el encauzamiento electoral de este cuadro convulsivo se lleve adelante con forceps, y en medio de crisis y fracturas. El primer aliado del gobierno en la tarea de aplacar la crisis social es la burocracia sindical. La cúpula de la CGT se reunió para desechar cualquier perspectiva de lucha después del paro del 6, incluso cuando el 80% de las paritarias están pendientes y cuando la crisis industrial -con su secuela de despidos- se renueva. La burocracia también “mira a las elecciones”, y se divide ferozmente en torno de sus diferentes candidatos y jefes políticos.
En cualquier caso, la posibilidad de que el gobierno de los más de 200.000 despidos y los tarifazos pueda servirse de los comicios para constituir un régimen más estable aparece cuestionada. En el distrito ‘fundacional’ del macrismo, el gobierno ha debido apelar a la francotiradora Carrió para enfrentar la candidatura de otro semioficialista -Lousteau. Esta postulación, a su turno, provocó una crisis en el radicalismo -entre los que irán con Carrió y Cambiemos, y los que van detrás del ex embajador de Macri en Estados Unidos. Los radicales también irán por cuerda separada en el Chaco, mientras que sus pares santafesinos han decidido no romper su alianza con los “socialistas” locales. Carrió, por su parte, ha decidido cobrar su candidatura reclamando mayor injerencia en las camarillas judiciales y de “servicios” que deben relevar a las que dejó el kirchnerismo. La denuncia y destitución del jefe de la “nueva” policía de la Ciudad no es ajena a esta pugna. En el interior, el oficialismo espera disimular su debilidad infiltrando candidatos en las listas pejotistas. En suma, el macrismo debe concurrir a elecciones entre las faldas de los “oficialistas críticos” y los socios provinciales del ajuste. Después de octubre, tendría que seguir apelando a los acuerdos parlamentarios para sostener a su coalición de gobierno. Mientras tanto y del lado del kirchnerismo, uno de sus voceros más recalcitrantes, Wado de Pedro, calificaba a CFK como “la mejor propuesta para 2019” (Página/12, 26/4), enviando a su jefa al Calafate. La crisis santacruceña ha mostrado a los K demasiado cercanos, en fines y métodos, a un macrismo con el cual no quiere ni puede polarizar. Mientras tanto, los intendentes del conurbano reparten sus favores entre Scioli y Randazzo. El primero regresó del ostracismo político hace pocas semanas atrás y para recomendarle a Vidal que termine el conflicto docente con un decretazo. El segundo cabalga de la mano de los sucesores de Pedraza, de aceitados vínculos con el macrismo. A través de las Paso, camporistas y otros “nacionales y populares” se colarán en las listas de los barones del conurbano.

Frente de Izquierda

El progreso de la crisis social y el carácter ajustador de las variantes que se pergeñan para las elecciones indican una posibilidad para el Frente de Izquierda, que debería explotar sobre la base de una acción integral en todos los terrenos de la lucha de clases y mediante la conformación de listas comunes, para concentrar desde ya su lucha política contra los candidatos del ajuste.
A partir de este planteo, el Partido Obrero le ha propuesto a las fuerzas del FIT la realización de un congreso del movimiento obrero y la izquierda, que sería una gran iniciativa para comprometer a la clase obrera y a su vanguardia de lucha en la batalla política que tenemos por delante. En esa comprensión hemos propuesto y defendido un 1° de Mayo socialista, internacionalista y de apoyo a las luchas obreras. En el palco del 1°, estará presente la lucha crucial por recuperar el Suteba para los docentes y dotarlo de una estrategia victoriosa para enfrentar el ajuste macrista.
También estará la lucha de Santa Cruz, que expresará de un modo incuestionable nuestra independencia política frente a la “coalición del ajuste” que se extiende desde la Casa Rosada a los gobernadores pejota-kirchneristas.
Hagamos de cada compañero que venga el 1° de Mayo un luchador por el congreso del movimiento obrero y la izquierda, para que toda la vanguardia obrera se comprometa en la tarea de colocar a la izquierda como una alternativa política.

Marcelo Ramal

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