lunes, 9 de noviembre de 2015

Mauricio Scioli, o el fundamento del voto en blanco



La agenda que los candidatos capitalistas han venido esquivando desde las Paso, ha irrumpido con fuerza debido a la presión inevitable de la realidad. La mega devaluación, la desvalorización de la fuerza de trabajo, la búsqueda de un rescate financiero internacional – los puntos planteados desde el comienzo por el Partido Obrero -, se han convertido en el eje político de la campaña hacia el balotaje. No por eso, tanto Macri como Scioli siguen empeñados en engañar al electorado. ¡Cómo podrían sobrevivir de otro modo!

Prat Gay

Los voceros económicos de Macri describen una perspectiva en rosa. Para el ex JP (Morgan), Prat Gay, la devaluación macrista no tendría impacto en los precios – por el contrario, hasta los estabilizaría. El ex banquero, incluso de Duhalde y Kirchner, asegura que los precios internos ya tienen incorporados los tipos de cambio que se registran en la Bolsa o en el mercado negro, de modo que una devaluación del tipo oficial que los lleve al paralelo no alteraría la situación actual. Si fuera así, esta remarcación de precios está ofreciendo una ganancia extraordinaria a los agiotistas, esto porque las importaciones se seguirían haciendo por mercado oficial. Prat Gay, además, no tiene en cuenta que las exportaciones también se liquidan, invariablemente, por el mercado oficial – aunque haya una elevada sobre-facturación o contrabando. Es claro que una devaluación acompañada por una reducción o eliminación de las retenciones a las exportaciones, tendría un impacto fenomenal sobre los precios de los alimentos y de los combustibles. Estos aumentos afectarían numerosos costos de producción y los salarios.
La negación del impacto de una devaluación sobre los precios es una campaña sucia contra el electorado. Lo peor no se encuentra, sin embargo, en esto, porque el plato fuerte del ajuste son los tarifazos. La suba más importante en la Bolsa, en los días recientes, la han registrado las eléctricas – precisamente porque descuentan un fuerte aumento de las tarifas de servicios (y las acciones de los bancos, que tiene una cartera voluminosa de títulos públicos con rendimientos descomunales) . Como las tarifas han funcionado como un subsidio enorme a las ganancias capitalistas, su eliminación elevará en forma sustancial los costos de producción – ni qué decir que desatará una gran lucha salarial. En definitiva, los ‘esclarecimientos’ que los voceros del macrismo ofrecen acerca de la devaluación son ‘carne podrida’.
Lo que el macrismo difunde con mucho menos empeño es su programa de re-endeudamiento en escala fenomenal, aunque, aquí sí, esto no vaya a mover el amperímetro, porque no va a suscitar ningún ingreso masivo de capitales. Ocurre que Cambiemos pretende convertir en títulos públicos una deuda que ya existe bajo otra forma (Cronista, 6.11). Nos referimos, por supuesto, a los u$s 15 mil millones de dólares ya establecidos por el juez Griesa en beneficio de los ‘fondos buitres’, que podría llegar a los 30 mil millones si se acogen al fallo la totalidad de los acreedores que no entraron a los canjes de 2005 y 2010. A esto habría que añadir los u$s 20 mil millones, aproximadamente, que el Banco Central debe a los importadores y a las empresas que no han podido girar utilidades aprobadas al exterior. Además, está negociando préstamos de organismos públicos internacionales. Solamente esto aumentaría entre un 25/28% la deuda pública nominada en dólares, que es de poco menos de u$s 200 mil millones (ver Cronista, 2.11). Como una devaluación del 40% reduciría el PBI en dólares en el mismo porcentaje (pasaría de u$s 550 millones a menos de u$s 400 mil millones, la relación deuda pública, en dólares y pesos (u$s 300 mil millones) con el PBI alcanzaría al 75/80% del PBI – sin contar los elevados intereses comprometidos tanto en dólares como pesos, ni el llamado ‘cupón del PBI’, ni tampoco la necesidad de financiar los déficits fiscales que orillan el 7% del PBI - $ 350 mil millones.
Se trata de una relación de quebranto, que impondría un nuevo remate de activos nacionales. Hay evidencias de que los bancos locales han estado vendiendo sus préstamos al Banco Central a inversores especulativos y que compensan las pérdidas que supone esta transacción mediante la inversión del dinero en activos dolarizados – añadiendo presión a la devaluación. La Argentina K habría logrado crear sus propios ‘fondos buitres’ en pesos, o sea nacionales y populares.

Bein y Ferreres

El mismísimo programa del macrismo acaba de reiterar Miguel Bein, el asesor ‘number one’ del sciolismo, en el insospechado Página 12 (3.11). Bein invierte los términos de Prat Gay: condiciona la devaluación a un reendeudamiento internacional, pero esta diferencia se diluye apenas se toman en cuenta las contradicciones del planteo de Bein. Bein declara, significativamente, que “el tope de sus prioridades” es “la recapitalización del Banco Central”. Lo mismo plantea el conocido ‘neoliberal’ Orlando Ferreres (Cronista, 2.11). En realidad, con reservas internacionales disponibles inferiores a los u$s 10 mil millones y reservas netas de deudas virtualmente en cero, el Banco Central no está para condicionar nada – se encuentra en la misma situación de Cavallo cuando metió el ‘corralito’, deberá devaluar como dice Prat Gay. El Fondo de Garantía de la Anses, por su lado, ha dilapidado la totalidad de los bonos negociables en su poder (Boden, varios tipos de Bonar), malvendiendo sus tenencias para que no suba el tipo de cambio en la Bolsa. Este remate es lo mismo que una pérdida de reservas en divisas.
La quiebra del Banco Central es enorme: su activo es inexistente, frente a un pasivo de un billón de pesos – entre deuda con bancos locales (a la tasa fenomenal del 30% anual) y circulación de moneda, en partes iguales. No tiene reservas internacionales y sus créditos con el Tesoro, de u$s 90 mil millones, no valen nada porque el Tesoro está quebrado – con un déficit anual de $ 250 mil millones. (El llamado ‘desendeudamiento’ no ha sido otra cosa que un vaciamiento financiero sin precedentes de Argentina). Una devaluación del 40% reduciría en la misma proporción la deuda del Banco Central en pesos, en perjuicio de los ahorristas y tenedores de pesos, pero aun así requeriría la recomposición del activo por decenas de miles de millones de dólares. Por otro lado, cualquier forma de endeudamiento para reponer las reservas internacionales del Banco Central (que hoy costaría tasas de interés muy elevadas) no significaría una “recapitalización”, esto porque se cancelan recíprocamente. Recapitalizar es aportar capital, es poseer activos mayores a los pasivos. Este aporte de capital podría venir de la retención de utilidades en el tiempo y/o un aporte extraordinario del Estado – en ambos casos imposible en el momento actual, y en el segundo caso confiscatorio de los sectores populares, que lo financiarían con los impuestos. Un aumento de las reservas que fuera consecuencia de un balance favorable del comercio exterior podría generar utilidades a capitalizar en el tiempo, esto siempre que ese aumento promueva una reactivación prolongada de la economía, que diera mercado a los pesos que se emitan en contrapartida.
De acuerdo a las normas internacionales para la banca privada, el capital bancario debería consistir en un 10/15% de los activos. La banca central obtiene sus utilidades de los intereses que cobra por la suscripción de títulos de la deuda pública o por los descuentos de valores que hace a la banca privada. La tesis K de que la banca central sería inmune a las pérdidas es una violenta contradicción con todas las leyes que rigen el funcionamiento del capitalismo.
Bein insiste en un planteo que ya había adelantado hace dos meses (off the record) Ámbito Financiero. Se trata de un nuevo blanqueo de capitales, con la expectativa infundada de obtener u$s 10 mil millones – monedas. Los beneficiados reclaman, para acceder al planteo, poder retener en el exterior el dinero o los bonos estatales que se ofrezcan. Pero antes que nada exigen la devaluación del peso, uno, para revalorizar los bonos que adquieran, dos, para que se repongan las reservas que garanticen el pago de las deudas. El mismo Bein, al igual que Prat Gay, ya ha dicho que había que arreglar con los ‘fondos buitres’. Kicillof acaba de apelar el fallo de Griesa que admite nuevos acreedores al reclamo original, o sea que compromete a Argentina a aceptar el fallo de la Cámara de segunda instancia. La aceptación de la jurisdicción neoyorquina por parte de los K compromete a la Argentina de Scioli o Macri a pagar a los ‘buitres’. El JP Morgan, la cuna de Prat Gay, habría ofrecido un “préstamo puente” para capear la primera parte del próximo mandato, pero siempre bajo la condición de obtener un acuerdo con los ‘fondos buitres’. Para ‘ayudar’ a este arreglo, los ‘fondos’ han ofrecido cobrar en forma proporcional a los vencimientos de la deuda regular, en lugar de hacerlo de una vez como había sido la exigencia inicial – o recibir un bono a la tasa que está pagando Argentina. La diferencia entre Macri y Scioli acerca de la salida de la bancarrota en curso es la que tienen dos comisionistas que pugnan por cerrar el mismo negocio. Al coincidir en la necesidad de “recapitalizar el Banco Central”, en referencia a contraer deuda nueva en gran escala, Scioli y Macri están simplemente reconvirtiendo al “desendeudamiento” en “re-endeudamiento” – sin tocar, por supuesto, los grandes beneficios que los fondos capitalistas han obtenido en un caso y van a obtener en el otro.

“Ortodoxos”

La propuesta más ‘ortodoxa’ (y reveladora) de “recapitalización del Banco Central” la formuló un economista financiero, Julio Piekarz, un ‘neo-liberal’, por supuesto, hace unos meses (Clarín, 23.8). Piekarz introdujo el tema “recapitalización del Banco Central” en la agenda de los Macri y Scioli. Plantea convertir en títulos públicos las llamadas Letras Intransferibles en dólares en el Banco Central (que valen cero porque el Tesoro no puede pagarlas), esto para venderlas, por tramos, en el Mercado de Valores – unos u$s 70 mil millones. Supone que una venta dosificada no afectaría el valor de estos bonos, ni en general los del conjunto de la deuda pública. Es una suposición sin fundamento; la propuesta sería inviable en la práctica. Las dimensiones de la crisis son, como se puede ver, más amplias que las fórmulas que ensayan los alquimistas. En esta alternativa, el capital correspondiente quedaría inmovilizado en el Banco Central a cambio de una deuda que sería asumida por el Tesoro. Sería una operación financiera pura, que se distingue de las deudas en dólares que van al Banco Central pero luego de haberse convertido en pesos para inversiones en infraestructura, especialmente. Aquí observamos los intereses capitalistas contrapropuestos dentro de una misma salida capitalista. Son, sin embargo, dos propuestas igualmente parasitarias, esto porque las inversiones en pesos (o sea que no implican importaciones de medios de producción o materias primas) no deberían necesitar divisas. Con este último tipo de financiamiento, Martínez de Hoz produjo el vaciamiento de YPF. La reconversión de las Letras incobrables en deuda de mercado expresa en forma nítida la transformación del ‘desendeudamiento’ en ‘re-endeudamiento’. Los K y la burguesía nacional finalizan su tiempo comiéndose la cola.

Nosotros

Un gobierno de trabajadores deberá operar, durante un larguísimo periodo transicional, con un sistema bancario, que en este caso consistirá en una banca estatal única. La capitalización de esta banca deberá pagarla el capital, como ocurrirá en todos los planos de una salida obrera y socialista. Ni deuda usurera, ni aporte de los trabajadores: un impuesto extraordinario a las grandes fortunas y al gran capital, que han sido los grandes beneficiarios del saqueo sistemático de los recursos fiscales y monetarios, y la nacionalización del comercio exterior y los recursos estratégicos.
Como se ve, votamos en blanco porque tenemos una caracterización de los intereses sociales a los que sirven ‘el pibe’ y ‘el motonauta’.

Jorge Altamira

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