Con el balotaje de este domingo, el kirchnerismo logró algo que parecía muy difícil algunos meses atrás: el candidato al que todos reconocían como "su límite" (Macri), que carece de una construcción política de alcance nacional y que casi pierde hace unos meses su único distrito -la Capital- se alzó con la presidencia de la Nación. La razón de este triunfo sólo puede encontrarse en el rechazo popular a los Berni, los Aníbal Fernández y todo el elenco de candidatos y funcionarios de la administración kirchnerista, y a la bancarrota económica a la que han llevado al país. Macri vuelve a beneficiarse de los límites insuperables del llamado progresismo. Recordemos que su triunfo en la Ciudad se debió al fracaso de Ibarra, que terminó expulsado del gobierno por su responsabilidad en la masacre de Cromanón.
El programa de Macri es conocido, y pasa por una megadevaluación de la moneda, un reendeudamiento a gran escala del país y un ajuste fiscal que conducirá a tarifazos en los servicios públicos. Es la salida que toda la clase capitalista reclama para el derrumbe económico que deja el kirchnerismo, y que se manifiesta en una crisis industrial y en un vaciamiento financiero que deja al país al borde de la cesación de pagos. Ese desquicio es resultado, en primer lugar, del `pago serial` de la deuda usuraria: el "modelo" canceló casi 200.000 millones, y hoy registra una deuda con acreedores externos que duplica a la de 2001. La larga década kirchnerista acentuó, por lo tanto, la dependencia del país respecto del capital financiero internacional.
Ese mismo programa -devaluación, reendeudamiento, tarifazo- es el que Scioli pensaba aplicar en caso de ganar las elecciones, aunque prometía hacerlo de manera "gradual". Sólo a último momento, y bajo la evidencia de que se encaminaba a una derrota de proporciones, denunció a Macri por ajustador. Pero lo hizo rodeado de los Bein, Blejer y Urtubey, que por abajo continuaban sus negociaciones con los buitres y el capital financiero. Esta orientación ajustadora ya no podrá verificarse con Scioli en el gobierno. Pero quedará de manifiesto en un Frente para la Victoria que oscilará entre la desintegración o la colaboración con el macrismo, como ya se insinúa en toda una legión de gobernadores, parlamentarios o intendentes, y el intento de presentarse como oposición al próximo gobierno. Ese desbande se apreció en la propia jornada del balotaje, con la deserción masiva de fiscales en la provincia de Buenos Aires. La lucha contra el macrismo y sus ajustes volverá a tener como protagonistas a la izquierda anticapitalista y a quienes, en estos años, rechazaron la cooptación oficial.
El voto en blanco que promovió el Frente de Izquierda no fue seguido por su electorado. Incluso sectores combativos de la clase obrera resolvieron votar por Scioli, considerando que era una barrera o una forma de enfrentar el ajuste que todos descuentan se aplicará en la Argentina. La volatilidad del electorado, que se manifestó durante todo el año electoral, alcanza también al Frente de Izquierda, La tarea de desarrollar una alternativa obrera y socialista exige reforzar nuestra acción política y delimitación respecto de los bloques capitalistas, y particularmente de quienes apelan a la retórica "progresista" para someter a los trabajadores.
Los pretendidos "nacionales y populares", que chicaneaban a la izquierda de ser ‘funcionales a la derecha' por no apoyar la política del gobierno nacional, le han pavimentado el camino a una alianza derechista e improvisada, que deberá debutar con un choque severo con los explotados. El Partido Obrero luchará para que esa experiencia conduzca a reforzar decisivamente una alternativa política propia de los trabajadores.
Marcelo Ramal - Gabriel Solano
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