El triunfo de Macri en el balotaje tuvo como clave la elección de Cambiemos en Córdoba. Las explicaciones que ensaya el kirchnerismo local son insólitas, a tono con su historial.
Por un lado, culpan a De la Sota. O, como siempre, al pueblo, que es “gorila”, no se da cuenta de lo “maravilloso” del modelo y no sabe votar. Inclusive algunos “académicos” como Martín Gill, actual diputado nacional, ex rector de la Universidad de Villa María e intendente electo de la misma ciudad, ensayan teorías muy sesudas en los medios: “Si uno sacara a Córdoba del mapa el resultado sería otro”.
Si hubiera que buscar las razones en la paupérrima performance del kirchnerismo en la provincia de Córdoba, el ojo habría que ponerlo en la estrategia que llevaron adelante en estos años.
Los orígenes: entre Luis Juez y el “agropower”
Ya en la famosa elección del 2003, cuando Néstor sale segundo con el 22%, en nuestra provincia el FpV quedó en quinto lugar con el 11%. A partir de allí comenzó un juego a dos bandas. Por un lado se apoyaban en Luis Juez, quien había irrumpido con fuerza ganando la municipalidad con una votación récord, y por el otro jugaban con De la Sota y el peronismo cordobés. Recordemos que la trayectoria de De la Sota no puede hacer creer a nadie que hubiera sido un “progresista” que luego se dio vuelta. Su plan siempre fue el de un menemista tardío.
En la elección de medio término del 2005, optaron por una alianza con Unión por Córdoba y lograron meter en la lista a Patricia Vaca Narvaja, intentando dar un barniz “nacional y popular” al delasotismo. Luego de su paso como diputada, Vaca Narvaja ocupó los últimos 5 años la embajada en México, lugar desde el que se hace difícil la construcción territorial en la provincia.
En 2007 repitieron la alianza para colocar a Schiaretti como gobernador. Producto del fraude contra Juez, donde el kirchnerismo jugó abiertamente para el PJ, se produjo la ruptura con el juecismo, sepultando los planes de transversalidad en la provincia a los que apostaba el ala “izquierda” de los K. Dicho sea de paso, en el 2013, el Frente para la Victoria también avaló el fraude cometido contra el Frente de Izquierda, negándose al pedido del FIT de abrir las urnas.
Devolviendo el favor, ese año Unión por Córdoba no presentó lista para diputados nacionales y se encolumnó detrás de la candidatura de Cristina Fernández. Quien encabezó la lista del FpV fue nada más ni menos que Roberto Urquía, el multimillonario dueño de Aceitera General Deheza, una de las principales empresas del agropower en el país. Accastello, ex funcionario de De la Sota, repitió encabezando la lista de senadores. El kirchnerismo logró colocar a Cecilia Merchán como diputada nacional. Merchán, quien acompañó algunas luchas de trabajadores en la provincia y fue una de las impulsoras de la Ley de interrupción voluntaria del embarazo, pasó a ocupar la pomposa “Coordinación de Articulación Estratégica de la Jefatura de Gabinete de Ministros” y desapareció por completo de la escena pública.
Daniel Giacomino, ex aliado de Juez y ganador de la intendencia, se autodenominó “soldado de Cristina” y quedó como principal figura pública de los K.
Avalando los despidos y la represión
En la “crisis del campo” del 2008, una especie de batalla épica del kirchnerismo, Schiaretti jugó abiertamente para los sojeros. Lejos de una ruptura, la respuesta de los K locales fue seguir sosteniendo la gobernabilidad. Hubo algún que otro escarceo con la rectora K de la Universidad, Carolina Scotto. Pero la UNC, una de las instituciones más prestigiosas de Córdoba, siempre estuvo presta para ser rueda de auxilio del gobierno provincial.
Esto incluyó la participación entusiasta en la Reforma Política, un intento de lavarle la cara al régimen cordobés, totalmente desprestigiado a causa del fraude. A fines del 2008, cuando arreciaban los despidos en la industria, Scotto formó parte del Consejo Económico y Social junto con las patronales y la burocracia sindical. Al mismo tiempo, frenaba una declaración en el Consejo Superior solidarizándose con los despedidos de IVECO que daban una gran pelea en ese momento.
Digamos, entre paréntesis, que el “soldado” Giacomino negó en ese mismo momento el uso de espacios oficiales a los estudiantes que organizaban actividades solidarias con los trabajadores, porque el Municipio mantenía acuerdos con la empresa FIAT, responsable de la desaparición de decenas de obreros durante la última dictadura militar.
El punto cúlmine del acuerdo con Scotto fue la participación de la Universidad, junto a la Iglesia Católica y las principales empresas, en la reforma educativa de 2010, repudiada por los estudiantes con tomas de escuelas y movilizaciones masivas. La ley, que habilitaba la injerencia de la religión y las empresas privadas en la educación pública, fue aprobada gustosamente por los legisladores K, mientras afuera la Policía desataba una furiosa represión que terminó con 13 detenidos. Entre ellos se encontraba la actual legisladora del Frente de Izquierda, Laura Vilches.
El fiasco de Scotto
En el 2009, decididos a contarse las costillas, fueron divididos, el PJ logró el 26% de los votos contra el 10% del FpV.
En 2011 las negociaciones no llegaron a buen término y buscaron un pacto, como dirían los chilenos, por omisión. El FpV no presentó lista propia en la provincia y el delasotismo retiró su lista de diputados nacionales.
De la mano del 54% nacional de CFK, lograron su único triunfo en Córdoba en estos 12 años. Encabezaba la lista un pejotista clásico, Fabián Francioni, intendente de Leones, de quien todavía no se ha escuchado ninguna declaración mínimamente progresista. Francioni fue el armador oficial de distintas alianzas en pueblos del interior entre el FpV y Unión por Córdoba.
Por debajo empezaban a surgir y crecer una variopinta cantidad de agrupaciones militantes del “modelo”. Con el nombramiento de Martín Fresneda como Secretario de Derechos Humanos de la Nación, el alineamiento de los organismos fue total. Las agrupaciones más tradicionales al estilo Unidos y Organizados, como La Cámpora y La Jauretche, con fuerte presencia en los organismos estatales, convivían junto a otras con mayor desarrollo territorial como Kolina o el Movimiento Evita. A esto se sumaba el club de nostálgicos de los ‘80 de siglas sin ningún tipo de militancia ni desarrollo orgánico como el PC, el PH, el Frente Grande o el PI (sí, el Partido Intransigente). La Bisagra, con fuerte presencia en la universidad, era repudiada por ocultar su pertenencia al modelo K frente a los estudiantes. Se los acusaba de “no aguantar los trapos”.
Mientras el kirchnerismo buscaba crear una épica militante de enfrentamiento a la derecha en Córdoba, su armador “por arriba” era Ricardo Jaime, quien selló una alianza estratégica que se mantiene hasta hoy con Euclides Bugliotti. Este empresario inmobiliario suele tener dificultades para explicar la relación entre su fortuna y la piratería del asfalto, además de estar involucrado en una causa de lavado de dinero a principios del 2014.
Mientras De la Sota y Cristina anunciaban con alegría la inversión de Monsanto, la llegada de esta multinacional creadora del glisfosato suscitó el repudio de la mayoría del pueblo de Córdoba que impidió su instalación. Los militantes kirchneristas quedaron en falsa escuadra ante tamaña jugada a favor de los capitales sojeros.
En 2013, decididos a jugarse una “patriada”, impusieron la candidatura de la ex rectora de la UNC Carolina Scotto, que mediante la campaña totalmente lavada de “Hablemos de Córdoba”, logró realizar una importante elección para la performance que venían teniendo. El sueño cumplido de colocar una figura con llegada fue rápidamente convertido en pesadilla, ya que Scotto renunció a su banca sin hablar ni de Córdoba ni de nada muy pocos meses después.
La vuelta al pejotismo
No se puede negar que la demagogia “cordobesista” de De la Sota logró hacer mella en miles de cordobeses con respecto a la posición del kirchnerismo en la provincia.
Si se mira de cerca la política de ambos con respecto, por ejemplo, a los jubilados, se percibe que las dos opciones implican ajuste. Igualmente nefastas fueron las respuestas que los gobiernos municipales de ambos signos tuvieron ante el crimen social de las inundaciones de febrero del 2015. Quizá ese haya sido el motivo de las alianzas perdedoras que llevaron adelante en Villa Allende o Río Ceballos, algunas de las ciudades más castigadas.
El kirchnerismo llegó a las elecciones de este año refugiándose en su costado pejotista, llevando como candidato a gobernador a Eduardo Accastello con el acompañamiento del humorista “Cacho” Buenaventura. La bancada que lograron en julio todavía no asumió y ya tiene planteado un interbloque con Unión por Córdoba.
Para las municipales de la ciudad capital, jugaron a dos puntas. Por un lado con Tomás Méndez, quien convenientemente ocultaba su sciolismo y por el otro con Giacomino, que logró un mísero 2% con el sello del FpV.
Semanas antes del 25 de octubre, en la necesidad de acumular votos, empezaron a recibir con brazos abiertos a algunos personajes nefastos del delasotismo. El primero fue Carlos Alessandri, un histórico dirigente del PJ que renunció a su cargo de legislador por homenajear a la barra brava de Talleres en el recinto. También fue de esa partida la legisladora María Amelia Chiófalo, quien fue obligada a renunciar a su puesto como Secretaria contra la trata de personas por las reiteradas denuncias de víctimas y familiares.
Scioli también recibió el apoyo de burócratas sindicales como José Pihen y Omar Dragún, famosos, entre otras cosas, por las patoteadas a los trabajadores de base opositores a sus conducciones o por su nostalgia del peronismo ortodoxo de los años ´70, particularmente el que encabezó el Navarrazo.
El último gesto desesperado con el delasotismo fue su negativa a participar orgánicamente de la Marcha de la Gorra, bajo el viejo argumento que sacan a relucir cada vez que quieren explicar lo inexplicable; las agrupaciones K, a pesar de haber cuestionado muchas veces a la política represiva del actual gobernador, salieron a decir que si no había un repudio explícito a Macri en el documento común de la Marcha, participar de la misma era “hacerle el juego a la derecha”.
Una marca de origen
Mientras los militantes K buscan echar la culpa de su derrota al llamado del Frente de Izquierda al voto en blanco o nulo -que no fue alto ni determinante en el resultado final- son incapaces de realizar un balance sobre los permanentes coqueteos y alianzas con lo más rancio de la derecha cordobesa.
Los 900 mil votos de diferencia en Córdoba tienen mucho que ver con esta política nefasta, aunque el ADN del armado kirchnerista lleva como marca de origen, desde su alianza con Duhalde, la transa y la rosca con lo peor del PJ.
Guillermo Torrent
Asesor legislativo FIT - Córdoba
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