martes, 17 de noviembre de 2015
#ArgentinaDebate o la noche de la farsa
Medias verdades y mentiras completas. El coctel orwelliano que se sirvió en millones de pantallas un domingo por la noche. Macri, Scioli y el reino de las evasivas.
— ¡Existe! —gritó.
—No —dijo O’Brien.
Cruzó la estancia. En la pared de enfrente había un «agujero de la memoria». O’Brien levantó la rejilla. El pedazo de papel salió dando vueltas en el torbellino de aire caliente y se deshizo en una fugaz llama. O’Brien volvió junto a Winston.
—Cenizas —dijo—. Ni siquiera cenizas identificables. Polvo. Nunca ha existido.
— ¡Pero existió! ¡Existe! Sí, existe en la memoria. Lo recuerdo. Y tú también lo recuerdas.
—Yo no lo recuerdo —dijo O’Brien.
Winston se desanimó. Aquello era doblepensar. Sintió un mortal desamparo. Si hubiera estado seguro de que O’Brien mentía, se habría quedado tranquilo.
1984, George Orwell
George Orwell imaginó -en 1949- el Miniver o Ministerio de la Verdad. Lo hizo en su novela 1984. En el relato, ese organismo del Estado dirigido por el Gran Hermano, reescribía la historia cotidianamente. Los hechos pasados desaparecían, como en el diálogo transcripto arriba, en el fuego.
Este domingo, millones de personas asistieron al funcionamiento de una suerte de Miniver de bolsillo. Como si el pasado no existiera, dos ex menemistas –que aun reivindican a su padre político- se cruzaron para llenar las pantallas de TV de falsedades. Toda una postal del país que viene.
Silencios
La “Corpo” mediática puso el grito en el cielo este lunes, por las preguntas que Daniel Scioli no contestó. Las que Macri evadió la tuvieron sin preocupación. Cuestión de gustos se diría.
Pero estas preguntas se hicieron para no ser contestadas. Ni Macri ni Scioli querían, efectivamente, una respuesta. El único objetivo era la chicana política.
No hubo “falta de ejercicio en la discusión” como señalaron algunos analistas. Una simple comparación con el primer debate realizado -donde participaron Nicolás del Caño, Stolbizer, Massa, Rodríguez Saá y Macri- alcanza. Allí la enorme mayoría de las preguntas y cuestionamientos fueron contestados. Algunos con mentiras, como ocurrió con Sergio Massa ante la pregunta de Nicolás del Caño por su ausencia en las votaciones en el Congreso. Pero el nivel de evasivas y “sordera” registrado este domingo no se alcanzó ni de lejos.
El problema que azota a los contendientes del próximo domingo es el que impone el mecanismo electoral del balotaje: cuidar cada voto como si fuera oro. Juegan así en el filo de la ambigüedad y dentro del campo de la demagogia. La verdad es un objeto indeseado.
Los silencios o evasivas frente a las preguntas son los límites que les imponen sus respectivos proyectos políticos y trayectorias. Ni Scioli puede renegar el kirchnerismo –sería como renegar de sí mismo luego de 12 años de compartir el “modelo”- ni Macri puede explicar el hecho de que, hasta ayer nomás, era un liberal explícito que rechazaba todas y cada una de las medidas con algún tinte estatista del gobierno nacional. Solo la necesidad de intentar engañar empuja esta construcción de una “nueva verdad” cada día.
Promesas
Las promesas que se escucharon este domingo son las mismas que recorren el espacio de los medios desde hace meses. No hay “novedad” alguna en cada “relato”.
Scioli le retrucó a Macri que hacía un “cortar y pegar” de sus propuestas. Pero la falta de originalidad no le cabe solo al candidato de Cambiemos. El mismo referente del Frente para la Victoria repite sus propios argumentos y, en gran parte, los de Cristina Fernández en 2011 y 2007.
En ese discurso, la agenda del “desarrollo” suena a quimera en los marcos de una crisis aguda de la economía internacional que afecta a los motores del país.
Alejandro Sehtman señala en el número de noviembre de Le Monde Diplomatique-El Dipló que “el domingo 25, el electorado mostró una fuerte desconfianza respecto del impreciso horizonte del desarrollo propuesto durante la campaña por Daniel Scioli”. No es para menos. Scioli promete “completar”, en circunstancias económicas adversas, lo que los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández no pudieron hacer con las variables de la economía internacional jugando a su favor. Si el kirchnerismo construía relatos, esto, más bien, suena a puro “chamuyo”.
Las mentiras y ocultamientos de Macri no son menores. Por el contrario, son casi el sustrato de su campaña.
El analista político Marcos Novaro decía, el domingo mismo por la noche, que Scioli había sido el mejor actor y Macri había tenido “el mejor guión”. Es cuestionable la definición. Macri desplegó en los últimos meses el doble papel de “progresista” y “estatista”. Para jugar el primer rol, su visita a la carpa que la comunidad qom posee en la Avenida de Mayo, entró en el top ten del cinismo.
Ahora, de golpe y porrazo, se “identificó” con todas y cada una de las –muy limitadas- medidas que tomó el gobierno nacional contra las ganancias de sectores patronales. Lo hizo a pesar de haberse opuesto a las mismas durante toda la década. En la noche del domingo no pudo menor que guardar un silencio estridente cuando Scioli le marcó la contradicción entre sus discursos actuales y su actuación anterior.
Herencias
“No volver al pasado” es el eufemismo que usa el FpV para intentar ilustrar el plan de Macri. Ese pasado tiene un tono difuso. No causalmente. No puede hacer referencia al menemismo porque es nombrar la soga en la casa del ahorcado.
Macri tampoco puede hablar del período en cuestión. En estos días quienes lo defienden intentan mostrar que no tuvo nada que ver con el menemismo. “Olvidan” el pequeño detalle de que Menem lo invitó a ser parte de “la política”. No es difícil, rastreando en las redes sociales, encontrar al “ingeniero” reivindicando el viejo caudillo riojano.
Los años 90’ fueron el gran ausente del debate. Aunque dos de sus herederos ocuparon los atriles para el debate.
Frente a la falsedad política de las dos fórmulas que compiten en el balotaje, el voto en blanco es la única opción válida.
Eduardo Castilla
@castillaeduardo
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