martes, 3 de noviembre de 2015
Argentina en el espejo de Brasil: consecuencias de votar al “mal menor”
En 2014 Brasil vivió un balotaje muy parecido al que hoy vive Argentina y del cual es imprescindible sacar lecciones.
La presidenta Dilma Rousseff ganó diciendo que su oponente derechista era un neoliberal que iba a atacar los derechos de los trabajadores. El propio Aécio Neves (una especie de “Macri brasilero”) hizo cualquier cantidad de demagogia para esconder sus planes de ajustes contra los trabajadores. Terminado el “show” del cinismo electoral, el gobierno del Partido de Trabajadores (PT) de Dilma y Lula Da Silva, pasó a implementar los ataques con el apoyo de la oposición de derecha en el Congreso y en las provincias que gobierna.
Según datos del propio gobierno, desde las elecciones hasta julio de 2015, el número total de desempleados subió de 6,5 millones a 8,6 millones, 2 millones de personas a más en la calle. Miles de trabajadores fueron suspendidos con reducción salarial. El salario real cayó 4,3% por la devaluación de la moneda. Hubo recortes presupuestarios del 15,3% en educación, 11,4% en salud, 32,1% en transportes y 54,3% en vivienda. El gobierno ya se comprometió con más recortes para 2016, con la postergación del aumento de salarios para los estatales y también se aprobó en el Congreso el ataque al derecho a la asistencia estatal frente al desempleo o a enfermedades laborales.
Esta estafa electoral, combinada con los escándalos de corrupción en Petrobrás, hizo que la popularidad de Dilma se desplomase a índices inferiores al 10%. La oposición de derecha amenaza a Dilma con un juicio político por mal uso de los recursos públicos. Pero su objetivo, como ellos mismos dicen, es “desangrar pero no matar”, pues la burguesía está contenta con la implementación de los ajustes y con el desgaste del capital político de Lula para elecciones futuras.
Los trabajadores enfrentan los ajustes
Fueron varias las luchas de resistencia contra los despidos y ajustes. Metalúrgicos, docentes, carteros, trabajadores no docentes de las universidades, bancarios, estudiantes secundarios, etc. Son expresiones que todavía persisten de las grandes manifestaciones de junio de 2013. La burocracia sindical oficialista trata de mantener estas luchas aisladas y contenidas, impidiendo que se transformen en palancas para la construcción de un gran movimiento nacional de lucha contra los ajustes.
Para responder a la bronca, el PT tuvo que llamar a días de movilización nacional. De la misma forma que estas jornadas expresan una importante disposición a la lucha, demuestran también el esfuerzo de las direcciones sindicales petistas para preservar a “su” gobierno. No sólo se niegan a movilizar a sus principales bastiones obreros con un plan de continuidad y profundización de la lucha, sino que condicionan las acciones para que sean inofensivas.
Cínicamente, los petistas muestran a Lula y Dilma como pobres víctimas, eligiendo como blanco de su “lucha” al ministro de economía, y al fortalecimiento de una “derecha” por la cual el PT supuestamente no tendría ninguna responsabilidad. Los arduos defensores petistas del voto útil como mal menor de ayer son los mismos que a lo largo de todo el año impidieron que el desarrollo de la lucha en contra de los ajustes pusiera en jaque al gobierno. El discurso del mal menor sirve para cubrir que Dilma tomó la agenda de la derecha. O sea, el peligro del “mal mayor” de la derecha gorila siempre sirve como excusa para nunca poner de pié una fuerza social y política de los trabajadores que combata los ajustes llevados a cabo tanto por los “males menores” como por los “males mayores”. Y así, de mal menor en mal menor, los ataques del PT de Lula y Dilma van pasando y la derecha se va fortaleciendo.
Intercambio de experiencias entre Argentina y Brasil
En las elecciones de 2014 en Brasil no existió una izquierda con gran visibilidad nacional que utilizara la campaña para plantear claramente la necesidad de prepararse para los ajustes que vendrían fortaleciendo las luchas de los trabajadores y la juventud, como existió en las recientes elecciones en Argentina con el FIT y la candidatura de Nicolás Del Caño. Por el contrario, el partido más conocido de la izquierda, llamado Partido Socialismo y Libertad (PSOL), a pesar de haber sido la cuarta fuerza más votada, alimentó la ilusión de que por la vía de las elecciones sería posible responder a los intereses de los trabajadores y el pueblo pobre.
La experiencia brasilera debería servir para mostrar a los trabajadores y la juventud de Argentina que el apoyo al “mal menor” va en contra de la necesaria preparación para luchar. En 2014 el PSOL dio “libertad de acción” en el balotaje y sus diputados terminaron integrando la campaña por el voto útil a Dilma. La campaña que ahora está impulsando Nicolás del Caño defendiendo el voto en blanco o nulo como forma de preparar la lucha contra los ajustes que vendrán de la mano de quien gane, es un ejemplo para toda la izquierda latinoamericana de cómo organizar una fuerza social y política de los trabajadores en combate contra los distintos sectores de la burguesía y sus representantes políticos. Cuanto mayor sea el apoyo a esta campaña, más fuertes estarán los trabajadores para luchar y más débiles estarán los ajustadores.
Hace falta una izquierda de combate en Brasil
Hoy el PSOL integra el frente “Pueblo Sin Miedo” junto con el PT, diluyendo el combate contra los ataques de Lula y Dilma en el difuso discurso “contra la derecha”, y ayudando a lavar la cara de la burocracia sindical oficialista “por izquierda”.
La otra organización de la izquierda brasilera, el Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU), a pesar de no tener proyección electoral, dirige la central sindical opositora minoritaria llamada CSP-Conlutas. El PSTU no integró el frente “Pueblo Sin Miedo” y denuncia el rol de Dilma en los ataques. Sin embargo, al defender la caída de Dilma sin que haya un movimiento de los trabajadores que pueda superarla por izquierda, termina cumpliendo un rol auxiliar al discurso distituyente de la derecha.
Esta ubicación de la izquierda como línea auxiliar del PT o de la derecha, hace que su discurso de “tercera fuerza” esté separado de las necesidades de la lucha de clases y volcado a objetivos electorales o de construcción sectaria. En este marco, las marchas, actos y encuentros organizados por esta izquierda no sirven para disputar las bases de los grandes sindicatos dirigidos por la burocracia sindical oficialista u opositora.
El Movimiento Revolucionario de Trabajadores – organización hermana del PTS en Brasil – lucha por una izquierda que ponga todas sus fuerzas al servicio de las luchas de los trabajadores y la juventud, transformándolas en palancas para revivir las fuerzas de junio de 2013, superar los obstáculos impuestos por la burocracia sindical y poner de pié un gran movimiento nacional verdaderamente capaz de acabar con los ajustes del gobierno. Esa es la batalla que damos dentro de la CSP-Conlutas y en cada lugar de estudio o trabajo en que actuamos.
Daniel Matos
San Pablo
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