lunes, 23 de noviembre de 2015

La economía que deja el kirchnerismo y el ajuste que viene



El resultado de ayer, tuvo en el deterioro económico que se profundiza hace varios años, uno de sus condimentos de fondo. Las raíces del deterioro exponen una continuidad con las políticas noventistas que desmiente el relato kirchnerista.

Los doce años de gobiernos kirchneristas que concluirán el 10 de diciembre, conoció algunos de los años de mayor crecimiento continuado a tasas elevadas de la historia argentina. Pero también conoció, desde 2012 hasta hoy, un notorio estancamiento cuyas raíces se encuentran en el efecto de hondos condicionantes que caracterizan la economía dependiente del país, que mostraron la distancia entre los cambios que se venían proclamando y una realidad condicionada por el peso del imperialismo y el atraso económico, y dispararon medidas de un ajuste paulatino aplicado por el gobierno de Cristina Fernández. En La economía argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo, analizamos la economía desde 2003 hasta la actualidad, y contrastamos este desempeño con lo que sostuvieron los discursos oficialistas y opositores, desde una mirada marxista. Acá, algunos de los elementos más salientes de dicho balance.

“Buenas” herencias

La economía política del kirchnerismo, signada por la necesidad de encausar la crisis del régimen político que había tenido su punto más alto en las jornadas de movilizaciones de masas que empujaron a la caída de De la Rúa en diciembre de 2001, se caracterizó por alimentar la pretensión de que era posible sostener a lo largo del tiempo crecimiento elevado, altas ganancias y recuperación de los ingresos de los trabajadores y sectores populares, partiendo del bajo piso que estos habían alcanzado en el año 2002 (con un desempleo del 25 %, hundimiento del salario por el efecto inflacionario de la megadevaluación que se produjo con la salida de la convertibilidad, y una pobreza que llegó a casi el 50 %).
Si esta pretensión pareció sostenible durante varios años, fue gracias al margen de maniobra que había dejado el ajuste sin precedentes que la clase dominante impuso en 2002 durante el gobierno de transición de Duhalde. La megadevaluación de 2002 condujo a un desplome de los costos salariales para el conjunto de la clase capitalista. Con los precios moviéndose al calor de la desvalorización del peso en relación al dólar (de forma desigual en distintas ramas), los empresarios adecuaron sus ingresos a la nueva situación; pero en la abrumadora mayoría de los casos, un costo fundamental, el del salario, se mantuvo casi incambiado en términos nominales. La degradación de las condiciones de los trabajadores asalariados fue un elemento fundamental para abrir un nuevo panorama para la economía nacional.
Este desplome en el valor de la fuerza de trabajo, unido al mercado que se abrió para un montón de sectores productivos gracias al sideral encarecimiento de productos importados que significó pasar del “1 a 1” al “3 a 1” en pocos meses, constituye la base de la reactivación económica. No sorprende entonces que el hoy ministro de Economía Axel Kicillof, todavía no reportaba en las filas del kirchnerismo, se refiriera al salto en la rentabilidad empresaria que ocurrió a partir de 2002 como la verdadera “caja negra” del crecimiento económico de esta década.
Durante 2002 también se produjo un fuerte recorte en el gasto fiscal, gracias al default de la deuda y el congelamiento de los salarios de los empleados públicos, mientras que se incrementaba la recaudación gracias a las retenciones.
En 2003 se inició también el boom internacional en los precios de los commodities, que acompañó prácticamente todo el período kirchnerista y alteró la ecuación económica del país de una forma sin precedentes en muchas décadas. Hacía varias décadas que las ventas al exterior no superaban a las importaciones tan holgada y sostenidamente como lo hicieron durante estos doce años. Por lo general la economía argentina de los últimos cuarenta años solo alcanzaba un superávit comercial cuando entraba en recesión, lo que reducía las compras al extranjero. Los momentos de crecimiento y superávit existieron durante este período, pero tuvieron duración efímera. Esta inusitada posición externa fue algo que la Argentina compartió con buena parte de América del Sur. Desde finales de 2013 esta situación se está transformando para todo este conjunto de países, y el viento de cola empieza a transformarse en uno de signo contrario.
De esta forma, el período kirchnerista se inicia con aprovechando los efectos benéficos de un ajuste que mejoró la rentabilidad y dio “competitividad” a costa de los salarios, y con el beneficio de los superávit gemelos, fiscal y comercial. Una “buena” herencia conseguida mediante un feroz ajuste, sin el cual no habría podido desarrollarse el llamado “modelo de crecimiento con inclusión”.

El bajo techo de la recuperación del salario

Si tomamos el empleo registrado del sector privado, este pasó de 3,5 millones en 2002 a 6,4 millones de trabajadores en 2014. El crecimiento del empleo privado fue consecuencia del aprovechamiento que hicieron los empresarios del abaratamiento de la fuerza de trabajo que señalamos antes. Gracias a la elevada capacidad ociosa con la que partieron en 2002, los capitalistas pudieron hacer amplio usufructo del “insumo” barato en que se había convertido la clase trabajadora. En estas condiciones de crecimiento del empleo, no resulta sorpresiva la recuperación de las remuneraciones. Lo que salta a la vista es el nivel limitado que esta ha tenido. Como ya hemos señalado en este diario, hoy el poder adquisitivo que arroja el promedio de los salarios está por debajo del de diciembre de 2001. Aclaremos que estamos haciendo la comparación con un punto ya bajo, porque ese era el cuarto año de una de las depresiones más prolongadas y severas de la historia argentina, que produjo una híper desocupación y ya había mellado los salarios antes de que el ajuste cambiario hiciera lo suyo. En 2012 se alcanzó la mayor recuperación, y desde entonces viene cayendo porque los precios suben en promedio más que los salarios. La “década ganada”, mantuvo un techo bajo para la recomposición de los salarios. No sorprende entonces que la pobreza sea hoy de 25 %, como muestran los relevamientos de la Comisión técnica de la Junta Interna de ATE INDEC.
¿Cómo se explican estos resultados limitados? Ante todo, por la capacidad que tuvo el empresariado para contener las aspiraciones de los trabajadores gracias al mantenimiento de la precarización de una franja importante de los trabajadores (34 % siguen empleados en negro), y por las condiciones de flexibilización de la fuerza de trabajo que se mantuvieron firmemente durante estos años. Una política de Estado mantenida desde los noventa contra el pueblo trabajador.

Desendeudamiento y otros desfalcos

La pretensión del kirchnerismo de arbitrar aspiraciones contradictorias, manteniendo las condiciones de precariedad estructurales pero subsidiando algunos consumos, financiando (de manera directa o indirecta) una parte de la rentabilidad capitalista con recursos fiscales cada vez mayores, se chocó contra los límites que impuso la llamada “restricción externa”: desde 2011 al país le faltan dólares, a pesar de que siguió exportando abundante soja y mantuvo hasta 2014 superávit comercial.
Esta falta de dólares es el principal limitante que viene aquejando la economía, ya que condujo al kirchnerismo a tomar medidas como el freno a las importaciones para limitar la salida de dólares. Y todo para asegurarse que no falten dólares para pagar la deuda.
El lugar que tuvo el pago de la deuda en la política kirchnerista explica las medidas aplicadas por el gobierno desde 2012, así como por qué se llegó a la situación de falta de dólares. Después de renegociar la deuda en default en 2005, con una quita que en los hechos era de 54 % (y terminó siendo menor gracias a las ganancias que obtuvieron los bonistas con el cupón por crecimiento que acompañó a los bonos), Néstor Kirchner y Cristina Fernández se trazaron como meta central reducir los pasivos en dólares del país. Reivindican haber pagado 190 mil millones de dólares, lo que no impidió que la deuda pública total pasara de 126 mil millones de dólares luego del canje de 2005 a 222 mil millones a fines de 2014. La parte en dólares con acreedores privados se redujo de manera considerable, ya que pasó de ser el 80 % de la deuda total a ser un 26 % (representa hoy el equivalente a 11 % del PIB). Pero esto se logró al precio de un fuerte crecimiento del endeudamiento del tesoro nacional con otros organismos del Estado, sobre todo con ANSES.
El precio de la continuidad de la dependencia se expresó también en la medida en que los capitalistas extranjeros –que durante los años kirchneristas mantuvieron todo su peso en la economía nacional– y la burguesía “nacional” colocaron en el exterior buena parte de las ganancias amasadas en el país, bajo la forma de giros de utilidades a sus casas matrices los primeros, como lisa y llana fuga (acompañada casi siempre de evasión) los segundos. Durante el período 2002-2014, la Argentina acumuló un superávit comercial de 184 mil millones de dólares, pero el mismo no tuvo como correlato ninguna canalización de recursos que sentara las bases para la transformación –siquiera mínima– de la estructura productiva. En tiempos de abundancia tanto el estado como la burguesía –la imperialista y la “nacional”– transfirieron recursos al exterior a ritmo acelerado, hasta llegar a la situación de estrechez administrada que rige desde 2011.

Un ajuste cocinado a fuego lento

Como venimos analizando en este diario, el gobierno de Cristina Fernández está llegando literalmente con lo justo hasta el 10 de diciembre de 2015. Un eje central de la campaña de Scioli fue el ajuste que aplicaría Macri. El kirchnerismo hace tiempo viene azuzando contra el ajuste que aplicará quien lo suceda (y antes de que el dedazo dejara afuera de la interna a Florencio Randazzo, incluían al propio Scioli dentro de los ajustadores).
Pero más allá de la indudable vocación de Macri de tomar rápidamente una serie de medidas para recuperar la rentabilidad de los empresarios, la magnitud del ajuste fue preparada por el propio kirchnerismo, que liquidó las reservas en aras de pagar la deuda, dejó fugar impunemente, y no atinó a tomar la menor medida contra las maniobras de la banca y los grandes exportadores, que hoy tienen un verdadero monopolio privado del comercio exterior. Y está determinada por el fin de las condiciones internacionales extraordinariamente favorables para las exportaciones de soja que se dieron hasta 2014.
El ajuste que se viene se basa en presupuestos compartidos por el actual gobierno y quien lo sucederá: que es tabú cualquier medida para enfrentar la crisis que vaya de raíz contra el peso del saqueo imperialista y de sus socios locales. Sólo el Frente de Izquierda propuso en estas elecciones un programa que puso en cuestión estos principios incuestionables para la clase dominante; estos planteos son el punto de partida necesario para desplegar la resistencia a los ataques al pueblo trabajador que prepara Macri.

Esteban Mercatante
@estebanm1870

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