Sólo una fetichización de la democracia electoral puede ignorar que los términos en que había quedado planteado el balotaje representan una regresión política de Argentina. Todo lo contrario del nuevo relato dominante que pinta como histórico todo lo que ha venido ocurriendo -desde la victoria del PRO en la provincia de Buenos Aires, el debate presidencial y la victoria de Cambiemos. El domingo pasado tuvo lugar, en realidad, una disputa acerca de las características de una salida capitalista a la bancarrota financiera que ha dejado la gestión de gobierno del kirchnerismo, entre dos candidatos conservadores de la burguesía local. Que el voto popular haya sido instrumentado como árbitro de esa diferencia, no altera en lo más mínimo su contenido reaccionario. Los pueblos no solamente protagonizan epopeyas históricas en períodos excepcionales, también pueden sucumbir ante los desafíos que les imponen los impasses de la sociedad en que se albergan.
El kirchnerismo designó de entrada al macrismo como su “enemigo principal” con la convicción de que esa dicotomía le garantizaría un prolongado monopolio del poder. El tiro le salió por la culata. No tuvo en cuenta sus propias contradicciones. Por eso desarrolló con entusiasmo una política de “desendeudamiento” que, predicada como una expresión de autonomía nacional, sirvió al vaciamiento financiero de Argentina y a la bancarrota actual. La deuda impagable con los acreedores internacionales fue reconvertida en una hipoteca impagable con la Anses, el Banco Central y el Nación y hasta el Pami. Ahora predica la necesidad de una “recapitalización” y, para ello, de un “reendeudamiento”. Es obvio que Macri y el PRO son instrumentos más afines para esta tarea de “ajuste” que cualquier otra expresión política nacional. Luego de un tránsito por el massismo, los Techint, Fiat y los bancos cambiaron de frente hacia el macrismo.
Marx decía que “el pasado oprime como un peso muerto el cerebro de los vivos”. Esto quizás explica que los K hayan querido salir del impasse económico, tardíamente, por medio del bonapartismo, o sea el gobierno personal y el intento de repetir al primer peronismo. Sólo logró acentuar el sistema de camarillas, las conspiraciones entre servicios y las corruptelas. Les devolvió credibilidad a los falsos profetas de la democracia y del “consenso”. Aumentó el hartazgo con el sistema de poder personal que se acentuó con el colapso económico. Estas contradicciones provocaron realineamientos tormentosos en el electorado, que demostró con eso que era un organismo vivo y no un fetiche numérico. Primero intentó voltear al aparato macrista en la Ciudad con un súbito giro hacia Lousteau -lo cual hubiera enterrado las aspiraciones presidenciales de Macri. Siguieron semanas de virajes: cayeron barones del conurbano y los K perdieron la provincia, lo cual habilitó la futura gobernabilidad para una presidencia de Cambiemos. Macri entró ganador en el balotaje, pero al final una esperada derrota por goleada se convirtió en una diferencia por puntos. La volatilidad del electorado refleja la volatilidad del conjunto de la situación política. En los días previos al balotaje, los voceros del macrismo dieron señales de que estaban repensando la salida de ‘shock’ por el ‘gradualismo’.
Como lo explica la anteúltima edición de The Economist, las llamadas economías emergentes están en la lona, en especial Brasil y apenas en segundo término China. Aunque reserva alguna posibilidad para la India y Argentina, describe una agudización de la crisis mundial que opera como una barrera para una salida de ajuste en estos países. Una transición económica y política indolora para Argentina y para los trabajadores está fuera del radar. La lucha para no volver a pagar la crisis capitalista, volverá a colocar en la agenda la necesidad de una alternativa política autónoma de los trabajadores.
Para el Frente de Izquierda es significativo que el voto en blanco fuera desechado por completo por el electorado, como un instrumento inadecuado. Incluso nuestros propios votantes no compartieron el planteo de que la delimitación política de dos ajustadores del capital era, primero, una cuestión de principios, y la única forma de plantear una perspectiva superadora de esa encerrona, después. Aunque los hechos de aquí en más probarán el acierto de nuestra posición, es necesario profundizar la acción política del Frente de Izquierda. Esta necesidad revela toda su importancia ante el hecho de que muchos sectores combativos aceptaron sumarse al voto por Scioli. Luego de su rotundo fracaso de gobierno, los K intentarán convertirse en líderes de una oposición al macrismo -sin dejar por ello de transar para conservar prebendas y posiciones estatales. Lo mismo vale, con matices diferentes, para la burocracia sindical. Desde su acción parlamentaria, sindical y en los lugares de trabajo y de estudio, el Frente de Izquierda debe desarrollar las condiciones políticas para que emerja una nueva dirección para las masas de Argentina.
Jorge Altamira
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