sábado, 9 de julio de 2016

El vaciamiento del Bicentenario



La conquista de una verdadera independencia nacional, que supone la salida del país del atraso y de la miseria social, no puede ser realizado por la burguesía nacional y sus partidos, responsables del empantanamiento histórico del país. Esta es una tarea que le compete por entero a un gobierno de trabajadores, como parte de la lucha por la unidad socialista de América Latina.
El vaciamiento del Bicentenario del 9 de Julio es una postal de la política del gobierno, de los partidos tradicionales y de la propia clase capitalista. Los festejos se han reducido a una Asamblea Legislativa, ella también vaciada, y a un desfile militar, que cumple tardíamente el propósito de Milani de ‘reconciliar’ a las Fuerzas Armadas con la población, sin que para ello se haya juzgado a los asesinos de la dictadura y a quienes sometieron y ultrajaron a los soldados en la guerra de Malvinas. Como botón de muestra cabe citar la invitación al rey de España, Juan Carlos I, en la jornada misma que debe recordar la independencia nacional de la corona española. El borbón tiene muchos parecidos con Macri: entre los hechos de corrupción que se le imputan está tener sociedades en Panamá, armadas por el estudio Mossack Fonseca. El kirchnerismo no abrió la boca sobre el tema por motivos obvios. El ex matrimonio presidencial había llevado de paseo a los monarcas de España al Glaciar Perito Moreno. En el extremo sur del mundo se negoció la entrada del dueño del banco de Santa Cruz, Esquenazi, a YPF Repsol.
Que no se trata de un simple dislate lo muestra la reciente gira de Prat Gay por España, donde pidió perdón a los empresarios españoles por el ‘destrato’ sufrido en la década kirchnerista. Quienes escucharon y aplaudieron al ministro puesto por la J.P. Morgan son los mismos que hicieron negocios fabulosos con el gobierno pasado. En la lista está Repsol, que no sólo se benefició con el vaciamiento energético del país, girando utilidades mayores a las ganancias, sino que luego recibió una suculenta indemnización. También la bien tratada Telefónica, y los capos del Santander y BBVA, que se la ‘llevaron en pala’ bajo los gobiernos kirchneristas.
Macri mismo llegará sobre la hora a los austeros festejos en Tucumán, y de regreso de una gira por Europa. Allí, se esforzó en apurar un acuerdo de libre comercio que reforzará las características semicoloniales del país, debido a que el intercambio comercial que pretende incentivar coloca a la Argentina como exportadora de productos primarios e importadora de bienes y productos industriales. El peso decisivo de la banca europea en el país refuerza la condición de colonia financiera, que Argentina arrastra desde el gobierno de Rivadavia. Por otro lado, el mismo Macri apura el acercamiento al Acuerdo TransPacífico, cuya primera condición será el respeto sacrosanto al régimen de patentes que protege a las multinacionales farmacéuticas. En este cuadro no existen las condiciones mínimas siquiera para un acto de demagogia nacionalista.

Un régimen entreguista

El vaciamiento de los festejos del 9 de Julio alcanza también a la oposición. En negociaciones previas realizadas en el Congreso, fue Pichetto quien defendió con mayor énfasis que en la Asamblea Legislativa no se pronuncien discursos de los distintos bloques, sino que la ceremonia se limite a la lectura de un documento común. De este modo, el jefe de senadores del FpV admitió que no tiene diferencias de principios a exhibir con el macrismo. Se trata, en cualquier caso, de un acto de sinceridad: el apoyo al pacto con los fondos buitres, la devaluación del peso y al blanqueo de capitales muestran que el conjunto de la clase capitalista defiende una orientación entreguista y de ajuste contra los trabajadores.
El kirchnerismo prometía patear el tablero y armar un acto de Cristina Kirchner el 9 de Julio en el Obelisco, con la bandera de “volveremos”. Sin embargo, el regreso de la ex presidenta tuvo una finalidad más realista: prestarse en una citación judicial en los tribunales de Comodoro Py. El kirchnerismo, en estado avanzado de disolución, no sólo no tiene condiciones para armar un contra-acto, como lo prueban el retorno acelerado al pejotismo e incluso el acercamiento al macrismo de muchos de sus dirigentes. El motivo principal es otro: carece de un programa alternativo al del gobierno. Allí donde gobierna directamente, su camarilla hace macrismo en estado puro. En Santa Cruz, el gobierno de su cuñada, Alicia Kirchner, quiso imponer la paritaria más baja del país (un 10% para docentes y estatales) y también recurrió al endeudamiento a tasas usurarias.
La descomposición política, que alcanza tanto al oficialismo como a la oposición, anticipa un escenario electoral en 2017 de pactos de todo tipo. Ya existen fuertes negociaciones para que Cambiemos no presente listas en varias provincias gobernadas por el peronismo, limitándose a meter candidatos macristas en las listas del PJ. De este modo, la promesa macrista de renovación política sufriría la misma suerte que la impracticable resistencia pejotista-kirchnerista al ajuste del gobierno nacional.

Perspectiva

Bajo la década kirchnerista la clase capitalista encubrió el reclamo de un rescate estatal que la saque de la crisis de 2001 echando mano al relato ‘nacional y popular’. Ahora, cuando el propio Estado ha sido enviado a la quiebra y la clase capitalista busca un rescate de la mano del capital financiero, no hay margen siquiera para esa demagogia. Esto explica la pasividad con que el gobierno y los partidos tradicionales han decidido abordar los festejos del Bicentenario.
Para los trabajadores el hecho es revelador, y permite sacar conclusiones de fondo. La conquista de una verdadera independencia nacional, que supone la salida del país del atraso y de la miseria social, no puede ser realizado por la burguesía nacional y sus partidos, responsables del empantanamiento histórico del país. Esta es una tarea que le compete por entero a un gobierno de trabajadores, como parte de la lucha por la unidad socialista de América Latina.

Gabriel Solano

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