Bajo la excusa de que “la Argentina va a un proceso de envejecimiento poblacional como Europa”, y de que en el viejo continente “aumentaron la edad para jubilarse” el titular de la Anses lanzó un globo de ensayo propio de las más duras recetas neoliberales: el aumento de la edad jubilatoria. También alegó el funcionario el elevado incumplimiento de las empresas y hasta lo que él considera “pautas culturales”. La idea no es nueva y tiene muchos defensores entre los que militan en las filas de la derecha. Domingo Cavallo, en la oscura década de los noventa, intentó aplicarla pero no lo consiguió. Quizás por eso hoy la “ceocracia” gobernante entienda que se trata de una “asignatura pendiente”.
El resurgimiento de esta vieja aspiración conservadora no parece casual; una semana atrás la había reinstalado como al pasar el titular del PAMI, que -también él- hizo hincapié en el incremento de la expectativa de vida creciente y la edad en que la salud de un trabajador empieza a dar señales de flaqueza. Dijo, literalmente, que los hombres recién a los setenta años de vida comienzan a necesitar medicamentos permanentes o semipermanentes, en tanto que las mujeres son más fuertes y tienen mayor resistencia que el sexo opuesto. Para el funcionario son dos razones más que suficientes para elevar la edad jubilatoria, cuyo tope hoy está en los 60 años para las mujeres y los 65 para los varones.
Además de la insensibilidad que caracteriza a los defensores del liberalismo económico, qué es lo que late en el fondo de estas iniciativas, a todas luces perjudiciales para la clase obrera. Para los economistas que no profesan el credo de la ortodoxia fondomonetarista, más allá de lo que se pregona, esta iniciativa pretende sanear la recaudación tributaria, que tiene un manifiesto deterioro. Ese problema debería resolverse aplicando impuestos con mayor rigor sobre los sectores más privilegiados que han acumulado ganancias extraordinarias en los últimos tiempos -agroexportadores, comercio exterior, bancos, entre otros- y redireccionando algunos subsidios, pero esa alternativa, tan lógica y racional, provoca fuerte rechazo en un gobierno integrado por gerentes y accionistas de las más grandes corporaciones económicas. También se sabe que el Fondo Monetario Internacional, que desde la asunción del macrismo ha recuperado influencia en nuestro país, defiende la elevación de la edad jubilatoria y habría recomendado su aplicación al gobierno argentino.
Sin embargo, aunque esta propuesta parece tener todavía la condición de globo de ensayo, generó controversias incluso en el propio frente Cambiemos. Algunos de sus exponentes se manifestaron disconformes con el proyecto destacando que la tendencia en los países más desarrollados es bajar la edad jubilatoria para que los jóvenes puedan insertarse con mayor facilidad en la estructura laboral.
Es necesario destacar que esta “idea” no es una ocurrencia aislada de algún funcionario que se cortó solo. Por estos días viene registrándose una furiosa avanzada, a través de la prensa más conservadora, contra la legislación laboral. Enarbolando la ya gastada excusa de “bajar el costo argentino”, se quieren eliminar derechos laborales consagrados desde hace mucho tiempo, como las paritarias por sector, las indemnizaciones por despido o los límites de la jornada laboral entre otros.
A pesar de aquellas promesas de campaña de “cambiar lo que está mal” y “conservar lo que está bien”, de “unir a los argentinos” y de “buscar el consenso”, hoy queda muy claro que el macrismo llegó para defender los intereses de la élite económica con absoluta indiferencia por los altísimos costos sociales que esa política tan asimétrica significa para los millones de argentinos que viven de un salario, una jubilación o una pequeña empresa.
LA ARENA
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