Parece mentira que en este país llamado Argentina, con la realidad concreta que nos toca vivir, haya espacio y tiempo para hablar, jactarse y festejar la “independencia”, una entelequia que cumple 200 años. Parece mentira que haya quienes puedan pronunciar esa palabra y enarbolar ese concepto en un país gobernado directamente por multinacionales, con ceos en todos los puestos más encumbrados del gobierno. Baste como botones de muestra nombrar a Aranguren, ligado a y accionista de Shell; a Melconián, aliado y parte de los fondos buitres; o a Prat Gay, el miembro de la Banca Morgan a cargo de nuestra economía.
Tal vez tenga que ver con la forma en que nos declaramos “independientes” hace dos siglos, y con todo ese proceso que hoy veneramos, protagonizado en su mayoría por gente poco venerable, salvo excepciones.
Nuestra historia está llena de contradicciones que nos hacen ser lo que somos. Tal vez no sean muchos los argentinos que sepan que la bandera española flameó en el fuerte de Buenos Aires hasta el 22 de enero de 1815. ¿Quién la hizo arriar?: Alvear, quien comisionó a Manuel García ante Strangford –embajador inglés en Río de Janeiro- para solicitarle que las Provincias Unidas del Río de la Plata pasen a ser parte del Imperio Británico. Alvear fue depuesto no por ello, sino por por su forma tiránica de gobernar. Huyendo a España, renegó de la revolución, se declaró español y por medio de una carta pidió el perdón de Fernando VII, quien había recuperado el trono de España luego de la caída de Napoleón. Cuando se piensa en los actos de Alvear, uno entiende que la avenida que lleva su nombre en Buenos Aires no puede llamarse de otra manera, dada su ubicación,vcomposición y significación.
Tal vez no sean muchos los que sepan que el primer Triunvirato envió a Sarratea a Inglaterra en noviembre de 1813 para negociar “la vuelta al dominio español y el libre comercio con los británicos”, ya que había caído el dominio francés en la península. La desesperación era tal que Posadas envió más o menos para lo mismo, en noviembre de 1814, al venerado Belgrano y a Rivadavia, con instrucciones secretas y secretísimas: la aspiración de máxima era un protectorado inglés, y la de mínima, algo parecido a lo de Sarratea.
Tal vez no sepan muchos, que Beruti izó por primera vez la bandera celeste y blanca en el fuerte de Buenos Aires el 17 de abril de 1815.
Tal vez no sepan muchos, que el Congreso de Oriente de la Liga de los Pueblos Libres, compuestos por Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Córdoba, Santa Fe y la Banda Oriental, liderados por Artigas, declaró la independencia allá por el 29 de junio de 1815. Artigas fue combatido por la intelectualidad revolucionaria porteña, por la condición de caudillo popular del oriental y su federalismo. Artigas quería una federación de pueblos libres de toda Nuestramérica, mientras Buenos Aires aspiraba ser el centro del poder revolucionario. Por eso, el Congreso de Tucumán, convocado desde el puerto, no contó con los diputados de las provincias de la liga artiguista, excepto de Córdoba.
El Congreso de Tucumán comenzó a sesionar el 24 de marzo de 1816… una fecha que hoy significa una cosa muy diferente. Asistieron diputados de Buenos Aires, Tucumán, Córdoba, Catamarca, San Luis, La Rioja, Mendoza, San Juan, Santiago del Estero, Salta, Jujuy, Charcas, Mizque, Chichas y Potosí. A pesar de que se había convocado para dar una forma de gobierno a las Provincias Unidas y no para declarar la independencia, ante la iniciativa de los delegados tucumanos y jujeños que habían sido así instruídos por sus Cabildos, se instaló el tema. Al revés de la Asamblea del año 13, que había sido convocada para ello y no lo hizo, por injerencia del Imperio Británico. San Martín, Güemes, Artigas y Belgrano, que había vuelto de Europa con la noticia de que “Inglaterra se desinteresaba de la causa de la independencia”, fueron los que más presionaron en tal sentido.
El 9 de julio de 1816, por aclamación, se declaró la Independencia “de las Provincias Unidas de América del Sur de la dominación de los Reyes de España y su metrópoli”. Argentina todavía estaba a unas décadas de formarse. Como la independencia se había declarado sólo de España, ello no era obstáculo para someterse a otro dominio. Por eso, a instancias del porteño Pedro Medrano se modificó el acta de declaración el 19 de julio, agregándose la frase “…y de toda dominación extranjera”. Sin embargo, seguramente pocos sabrán que esos mismos diputados que votaron la independencia el 9 y 19 de julio, votarían el 4 de setiembre, con la excepción de Godoy Cruz, enviar dos delegados ante la corte portuguesa para “persuadir al gabinete de Brasil a que se declare Protector de la libertad e independencia de estas Provincias, restableciendo la Casa de los Incas y enlazándola con la de Braganza” (punto 6).” Si no tuviesen aprobación, pedir la coronación de un infante del Brasil o de cualquier otro infante extranjero con tal que no sea de España, para que enlazándolo con alguna de las infantas del Brasil gobierne este país” (punto 7).
Es decir…. Cuando se venere a los que declararon la independencia el 9 y el 19 de julio, téngase en cuenta que renegaron de ella el 4 de setiembre.
Releyendo nuestra verdadera historia, viendo a quienes consideramos nuestros “héroes”, no es de extrañar que quienes hoy llevan las riendas del país y quienes las llevaron hasta hace poco continúen el engaño y el relato tergiversado de los hechos. Los ceos de las multinacionales responden a ellas y no les interesa un comino la independencia del pueblo a sus intereses, como tampoco –a pesar de la retórica- a los que guardaron los intereses de Chevron, Monsanto, Barrik Gold, Rockefeller, Soros, Slim y 400 multinacionales que se llenaron los bolsillos con el sacrificio de los habitantes de este país.
La “independencia” de nuestro pueblo seguirá siendo una gran mentira mientras nos gobierne la escoria explotadora y sus aliados, con intereses entramados con las potencias imperialistas. Está en nosotros, los explotados, los de abajo, hacer realidad ese concepto en estas tierras.
Gustavo Robles
No hay comentarios:
Publicar un comentario