viernes, 29 de julio de 2016
De la Noche de los Bastones Largos a Macri y Peña Nieto.
A 50 años de la intervención del gobierno militar de Onganía en las universidades.
Hoy, 29 de julio, se cumplen 50 años de la intervención de las universidades nacionales por parte de la dictadura militar de Juan Carlos Onganía.
Aquella noche de 1966, la Policía Federal desplegó una feroz represión para desalojar los edificios de cinco facultades de la UBA, que habían sido ocupados por estudiantes, graduados y profesores en rechazo a la intervención. Cerca de las 23, agentes de la guardia de Infantería entraron a los palazos al edificio de Perú 222, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, dejando decenas de heridos y 150 detenidos. Cincuenta años después, el presidente Macri “conmemora” la noche más trágica de la universidad argentina reuniéndose con un represor, Enrique Peña Nieto, responsable de la desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa y del reciente asesinato de docentes en el Estado de Oaxaca.
Medio siglo después, hay intereses sociales de fondo que marcan una continuidad histórica entre las líneas maestras de la política educativa que buscó imponer el Onganiato y las reformas antieducativas que levantan estos “demócratas” de hoy en Argentina y México.
La “modernización” de los milicos
¿Qué objetivo perseguía Onganía con la intervención?
Onganía seguía el libreto de la “modernización” de la universidad que planteaba el capitalismo mundial, apuntada a una creciente injerencia del capital financiero en el sistema educacional, en desmedro de las conquistas educativas de los trabajadores y de la universidad pública. Es para imponer esta política que Onganía metió a la cana en la universidad, que en aquel momento era un hervidero de debates políticos.
Los debates sobre la “formación permanente” –léase “posgrados arancelados”- y la “vinculación con el sector productivo” –léase “subordinación a las empresas”- que hoy están tan de moda y con los cuales se justifica el recorte de las carreras de grado y la mentada “evaluación docente” –leáse “flexibilización laboral”- que impulsan Macri y Peña Nieto, ya formaban parte, en la década del ’60, de la agenda de los organismos internacionales.
En 1967, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) elabora un informe sobre la universidad argentina donde plantea que “el sistema se caracteriza por el gran número de matriculados y abandonos” y propone reducir la matricula, introducir diplomas intermedios y acortar las carreras. Todo un programa de descalificación de la juventud, muy similar al que apuntan el gobierno y las cúpulas universitarias.
A los palazos, Onganía efectivamente logra, por primera vez en la historia argentina, una disminución absoluta de la matrícula universitaria: de 221.522 estudiantes en 1967 a 198.656 en 1970. Más de un 10% en 3 años. El otro aspecto de la “modernización” de la universidad fue el desarrollo de las universidades privadas. El gobierno de Frondizi había habilitado a las universidades privadas a dar títulos habilitantes –no sin resistencia del movimiento estudiantil, en la lucha de “laica o libre”, en 1958-, pero Onganía les daría un enorme impulso: de 12 universidades privadas que había en 1967, y que agrupaban el 6,7% de la matrícula, pasarían a ser 24 en 1971, reuniendo el 17,7% de la matrícula estudiantil.
Este fue el contenido de la Noche de los Bastones Largos. Pero el gobierno de Onganía no pudo llegar más lejos por el levantamiento obrero y estudiantil del 29 de mayo de 1969, el Cordobazo, que sellará definitivamente el destino de su dictadura.
De la intervención violenta al copamiento “democrático”
Cincuenta años después, todos los gobiernos democráticos desde 1983 intentaron, con mayor o menor suerte, profundizar ese rumbo. El menemismo sancionó la privatista ley de Educación Superior, a pesar de la oposición de docentes y estudiantes. El kirchnerismo la mantuvo. Durante la década K, las universidades privadas crecieron el 6%, contra el 1% de la pública. La privatización educativa es una verdadera política de Estado, que continuó atravesando democracias y dictaduras.
Ahora, el gobierno de Cambiemos le copia el libreto a Onganía. El discurso oficial retoma el argumento de la "modernización" de la universidad para avanzar en la entrega del presupuesto educativo a las corporaciones privadas.
La línea estratégica nuevamente es marcada por la OCDE, a la cual Macri pide ingresar. Los burócratas de la OCDE son los autores de la reforma educativa que enfrentan los estudiantes y docentes masacrados por Peña Nieto en México.
A diferencia de la dictadura de Onganía, Macri no tiene ninguna necesidad de intervenir la universidad para aplicar su política, porque las autoridades universitarias actuales son, ellas mismas, cómplices y beneficiarias de esta degradación educativa.
El procesamiento de funcionarios de la UBA por el desvío de fondos para el Hospital de Clínicas, la utilización de las universidades como cajas negras para triangulaciones de fondos millonarios o la compra de votos para elegir rector en la Universidad de Tucumán con los fondos de la mega-minera La Alumbrera, retratan a la camarilla que maneja las universidades en función de sus propios negociados. El co-gobierno universitario está monopolizado por esta minoría privatista que le sustrae la ciudadanía al 95% de los docentes y sub-representa a los estudiantes. La policía que en 1966 entró a la UBA para remover a las autoridades ahora custodia a los decanos radicales, macristas y kirchneristas que sesionan en un Consejo Superior vallado, a espaldas del conjunto de los estudiantes y docentes. De esta forma las autoridades “democráticamente electas” acompañan la política de ajuste y privatización del gobierno.
Por todo esto, finalmente no fue un exabrupto que las autoridades de la UBA invitaran a la conmemoración de la Noche de los Bastones Largos al Ministro de Cultura de Cambiemos, Pablo Avelluto, que afirmó que “hay que echar a todos los docentes que creen que hacer paro sirve para algo”.
Viva el movimiento estudiantil
El 12 de mayo pasado, 70.000 estudiantes y docentes copamos la Plaza de Mayo contra el intento del gobierno de recortar el salario docente y el presupuesto de la universidad. Macri se vio obligado a recular. En la provincia de Buenos Aires, tras una larga lucha que empezó contra el gobierno de Scioli, los estudiantes le arrancaron a Vidal el boleto educativo gratuito, que antes la gobernadora había dicho que era “inviable”. El hecho no es menor, porque este año también se cumplirá el 40 aniversario de otra noche sangrienta para el movimiento estudiantil: la Noche de los Lápices.
El ataque a la universidad es otro capítulo del ajuste del gobierno y los gobernadores.
De Onganía a Peña Nieto, la represión a estudiantes y docentes encarna los mismos intereses de clase. Derrotarlos implica una lucha común del movimiento estudiantil con los trabajadores, para que la universidad y la ciencia sean puestos a disposición de los verdaderos productores de la riqueza nacional.
“Si el presente es lucha, el futuro es nuestro”.
Juan Winograd y Julián Asiner, dirigentes de la UJS, integrantes de la conducción de la FUBA
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