lunes, 11 de julio de 2016
(In) Dependencia y deuda externa
Mientras el gobierno hace un folclkore de los 200 años de la declaración de independencia, en el primer semestre macrista el endeudamiento externo creció como nunca. La deuda: un debate necesario.
En un reciente debate entre el kirchnerismo y la izquierda el problema de la deuda externa fue un tema aludido en el balance. Horacio González planteaba que una ética de izquierda debe poder distinguir las maneras de encarar el trato con los “fondos buitre” entre Kicillof (y todo el gobierno kirchnerista) y el macrismo. “De las anteriores [maneras de tratar con los buitres, NdR] podemos decir lo siguiente: no tenían el mismo punto de vista que los tenedores de la deuda. Ahora sí se tiene el mismo punto de vista”, precisaba González.
¿A qué “punto de vista”, se refiere González, que un gobierno compartiría con los buitres y otros no? Es evidente que el kirchnerismo postergó el arreglo con los buitres mientras que el macrismo tuvo a este arreglo como una carta de presentación hacia el capital del “éxito” de su gobierno, para “poner fin” al default que habría trabado la prosperidad del país. Pero en estos tiempos (de Macri, y de los “López”) esta evidencia no es suficiente para reconstruir el relato “épico” kirchnerista que pretendía estar enfrentándose a las “corpos” internacionales y a los buitres financieros. El Frente para la Victoria fue clave en el Congreso para que se apruebe el último arreglo buitre, que significó una verdadera entrega, otra sutil diferencia que también debe considerar toda izquierda ética.
Sin embargo, de lo que aquí se trata es de discutir las vías para romper las ataduras que imponen los compromisos de deuda externa que asume el Estado, y que tienen consecuencias profundas sobre las condiciones de vida del pueblo trabajador. Es decir, un “punto de vista” que difícilmente sea compartido por aquélla o por ésta gestión de gobierno, más allá de las posibilidades que haya encontrado cada uno para pagar hasta el último dólar.
En otras palabras, claro que existe una diferenciación: hace poco más de un año los festejos del 25 de mayo encontraban a Cristina Kirchner elogiando a su propio gobierno por haber dado pasos en la soberanía nacional y como un gobierno enfrentado al capital imperialista. Hoy, en el bicentenario aniversario del 9 de julio, el gobierno de Cambiemos, con el estilo “light” que lo caracteriza, directamente no se esfuerza en presentarse como antagónico al imperialismo, al punto tal que desafía hasta el contenido mismo de la fecha de independencia del colonialismo español invitando a participar al mismísimo rey de España. Lo que persiste, sea en apariencia -o relato- contradictoria a su contenido, sea en su forma más frontal, es un mismo punto de vista: honrar la deuda y honrar la condición dependiente de la acumulación en Argentina.
No Cambiamos
Dos días antes de festejar el bicentenario de 1816, el gobierno de Cambiemos volvió a emitir deuda en dólares por U$S 600 millones y desde su asunción ya lleva acumulado un incremento de deuda de U$S 28.250 millones, que se suma a un endeudamiento en pesos de 52.527 millones. En total, en el primer semestre, se generó un crecimiento de casi U$S 32.000 millones (sumando emisiones en moneda nacional y extranjera), lo que rompe el record de endeudamiento público en tan sólo seis meses.
Un tercio de esta emisión no vio suelo argentino. Su propia creación estaba destinada al pago a los acreedores extranjeros que no reestructuraron la deuda en 2005 y 2010, los llamados “buitres” (o holdout según la terminología burguesa). Esto convalidó ganancias exorbitantes que en algunos casos superaron el 3.000 %, y para la mayoría de los tenedores de deuda significó recibir 3 veces el valor nominal, que incluso es aún varias veces superior al valor con el cual adquirieron los títulos. El término “quita” sólo aplica para el pueblo trabajador, hacia los buitres fue sólo “daca”.
La emisión a principios de abril por U$S 16.500 millones para realizar tal pago fue la más grande de los países llamados “emergentes” en los últimos 20 años y las tasas de interés pactadas están entre las más altas de América Latina. Las negociaciones en Nueva York realizadas por Luis Caputo y cía junto al “mediador” Dan Pollack no tienen nada que envidiarle a la misión del hijo de Julio Argentino Roca con su convite con Runcimann en Gran Bretaña, allá por los años `30. La urgencia del gobierno, en este caso, y de toda la burguesía que opera en el país responde a obtener divisas que respalden una acumulación capitalista que viene en deterioro. Urgencia que, a pesar del salto en el endeudamiento, aún hoy está limitando los planes del macrismo y se acentúa con la sequía de inversiones externas.
Solamente en el primer trimestre, y sin considerar ni dicha emisión ni la ocurrida desde abril en adelante, la deuda externa bruta (pública y privada) creció un 11 % en comparación con el primer trimestre de 2015. Según el INDEC, la deuda externa alcanzó U$S 163.236 millones en ese período, de los cuales el sector público no financiero y Banco Central suman U$S 92.470 millones.
De mitos y realidades
¿Cómo fue posible que el macrismo consiga elevar el endeudamiento público, en particular externo, a tales niveles? El ansiado “retorno” a los mercados no fue puro y exclusivo mérito del actual gobierno. Mal que le pese, gran parte del trabajo sucio fue garantizado por el kirchnerismo, favoreciendo las condiciones del endeudamiento a través de su política de pago serial de más de U$S 200.000 millones, lo que redujo el peso de la deuda en relación al producto bruto, convirtiéndolo en un país más “prestable”.
Esto, no obstante, no supone una reducción de la sumisión al imperialismo, en tanto por un lado la deuda en términos absolutos también creció durante el kirchnerismo, y por otro lado esta política de pago tenía como objetivo volver a endeudarse. El fallo de Griesa en 2014 a favor de los buitres sólo puso un freno en esta estrategia, que además mostró los límites de una política que bajo la bandera de la “soberanía” seguía obedeciendo los lineamientos del imperialismo norteamericano, al prorrogar el reconocimiento de los tribunales extranjeros en los canjes de 2005 y 2010.
El enfrentamiento a los buitres es otro de los “mitos” construidos por el relato kirchnerista, que no tuvo problema en brindarle generosas ganancias (de nuevo, mal llamadas “quitas”) a los “buitres buenos” que entraron a las reestructuraciones con instrumentos como el Cupón PBI y el ajuste por inflación.
Mal que le pese, ahora al kirchnerismo, éste comparte con el macrismo una máxima incuestionable, que incluso se verificó en los debates en el Congreso alrededor del acuerdo con los buitres. Pagar a los acreedores y a los organismos financieros es la única opción para volver a los mercados, o sino, “quedamos aislados del mundo”. La paradoja es que “el mundo” tiene otros problemas que resolver (llamados crisis capitalista), y por ahora, el aislamiento (de inversiones) es un factor de hecho, por más pago, ruego y malabares que Macri realice en sus giras. A menos que se enfrente más frontalmente con la resistencia de los trabajadores al ajuste, y pretenda ofrecer al capital un espacio para valorizarse en Argentina a costa de “salarios chinos”.
La opción del no pago de la deuda como único remedio a la opresión del imperialismo es un horizonte que está planteado sólo por la izquierda y las organizaciones populares. Una deuda que además, desde sus orígenes y especialmente con la dictadura militar de 1976 es ilegítima, usurera e ilegal. Equiparar esta deuda a un crédito al consumo popular o un préstamo para inversión privado es negar el verdadero carácter de la deuda externa de los países dependientes en el orden económico mundial. Este no es un “compromiso” que deba cumplirse por una cuestión ética. Es un saqueo.
Independencia, divino tesoro
¿Pero qué relación tiene la independencia con la deuda externa? En Argentina, esta pareja de conceptos se convirtió en un oxímoron desde el primer préstamo de la Baring Brothers británica, muy pocos años después de la declaración de independencia en la Casa de Tucumán. Hasta la actualidad, la forma concreta en que la deuda expresó vínculos dependientes con el imperialismo fue cambiante según los patrones de acumulación local y las necesidades del capital financiero internacional.
Sin embargo, se sostiene su carácter de extracción de plusvalía hacia los grandes centros financieros y el rol que ha tenido para impulsar la agenda del capital extranjero y trasnacional. Un mecanismo que se da de bruces con la idea de “forjar nuestro propio destino”, si es que algo de ello pretende asociarse a la idea de independencia o soberanía.
Lucía Ruiz
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