El movimiento universitario argentino fue, practicante desde sus orígenes, un lugar de creatividad, sentido crítico y rebeldía juvenil pero también víctima de las más feroces represiones y atropellos.
La “Noche de los Bastones Largos” fue un episodio más de una sangrienta historia. La necesidad del capital de instruir a su mano de obra para poder reproducir los beneficios del ciclo productivo, lleva a que en los Estados capitalistas se extienda la enseñanza universitaria. Fruto también del choque de fuerzas que contraponen al capital con el ascenso del comunismo y del movimiento obrero organizado en todo el mundo, la enseñanza universitaria se transforma en una demanda ineludible para los países capitalistas que pretenden mantener su base social. Por ende, la universidad se transforma en una conquista de la clase obrera a la cual la burguesía intentara por todos los medios posibles controlar. Uno de los medios para ello fue la violencia.
En 1947, el gobierno peronista sancionó la Ley de Educación Superior 13.031, que permitía la participación de los estudiantes en el gobierno universitario, pero a partir de un sorteo entre los diez mejores promedios. También se establecía que el rector sería designado por el Poder Ejecutivo, a la vez que ordenaba sanciones para docentes y estudiantes que participaran en política. El aumento considerable de la matrícula puso a su vez en alerta al gobierno. Para 1947 se registran 51.272 estudiantes, mientras que en 1955 se contabilizan 143.452 estudiantes. Sin embargo, este incremento no se verificaba en egreso ya que de 80 jóvenes que ingresaban solo se graduaban 5. Esto producto de las llamadas “materias filtro”, horarios discontinuos, alto costo de los materiales, costo del transporte, malas condiciones edilicias junto empeoramiento de las condiciones económicas que obligan a trabajar y dejar atrás el estudio, entre otras.
El rechazo de la militancia política dentro de las universidades fue la matriz de origen de la educación superior moderna nacida en 1947. La represión a los movimientos estudiantiles contestatarios y críticos del gobierno peronista fue una constante. Para 1953, se cambia la legislación permitiendo al Estado la potestad de regular la administración interna de las universidades y las pautas de los cursos, lo que llevó a la expulsión de docentes y alumnos que rechazaron dichas medidas. Los choques entre el movimiento estudiantil y el gobierno terminaron en la detención de un importante número de estudiantes como el caso de Ernesto Mario Bravo, estudiante de química y afiliado comunista, detenido y torturado durante veinte días (el hecho tuvo repercusión internacional en Uruguay, Chile y Brasil, donde se realizaron actos en solidaridad).
En 1954, fueron clausurados los locales de todos los centros de estudiantes que adherían a la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), dejando un saldo de 250 estudiantes detenidos. Se llegó incluso a aplicar la Ley de Residencia para 11 estudiantes peruanos que fueron deportados (hecho que también tuvo repercusión internacional en Chile con más de 50.000 estudiantes en las calles de Santiago y 150.000 universitarios en paro por 48 hs en todo el país cordillerano).
En principio, la Revolución Libertadora fue acogida con entusiasmo por el movimiento estudiantil que esperaba encontrar en la dictadura liberal un cambio en la situación represiva. Si bien se abolió la ley 13.031, se estableció la autonomía universitaria, se reincorporaron docentes y estudiantes presos; y se eliminó el certificado de buena conducta, se designó como ministro de Educación a Atilio Dell ‘Oro Maini, quien pertenecía a la derecha de la iglesia católica. El gobierno de facto fue recibido con la toma de todas las facultades, donde se hicieron asambleas para designar a los interventores universitarios. El gobierno cedió ante estas presiones, pero creó el artículo 28 al decreto 6.403 para frenar el proceso de democratización de la universidad reservándose el Poder Ejecutivo el nombramiento de profesores siguiendo pautas de discriminación política e ideológica, además de otorgar la injerencia clerical en la enseñanza pública y estatal.
En esta coyuntura asumió el gobierno de Frondizi que revalidó el artículo 28 dando paso al conocido enfrentamiento entre “Laica o Libre” por una universidad con o sin intervención clerical. En este caso, una movilización de más de 10.000 estudiantes fue reprimida en la Plaza Congreso con gases lacrimógenos. La lucha estudiantil se reprodujo en el interior del país, tanto en Córdoba como en Tucumán, Rosario y Salta. Las luchas continuaron en toda la década del 60 dejando como saldo miles de estudiantes allanados por las madrugadas, represión de manifestaciones y universitarios que pasaron los tribunales del Plan Conintes.
El 28 de julio de 1966, a poco de asumir Onganía, fue sancionado el decreto de ley 16.912. Este decreto suprimirá el gobierno tripartito, disolvía los consejos superiores y obligaba a rectores y decanos a actuar como interventores acatando las órdenes del Ministerio de Educación. Como respuesta, en Filosofía y Letras, Medicina, Ingeniería, Arquitectura y Ciencias Exactas de la UBA fueron tomadas los edificios facultativos. La noche del 29 de julio de 1966, el gobierno desalojó a estudiantes y docentes de las tomas y en el caso de Exactas, la policía ingreso al establecimiento golpeando a todos los ocupantes dejando como saldo más de cincuenta detenidos entre profesores y estudiantes en lo que se conoció como “La Noche de los Bastones Largos”.
La historia del movimiento estudiantil es larga y rica en acontecimientos y luchas siguiendo hasta nuestros días. Hoy frente al gobierno de la gestión Macri, los estudiantes vuelven a salir a las calles ante el recorte de presupuesto y los tarifazos (entre ellos el de transporte) que hacen imposible la cursada de los sectores medios y bajos de la sociedad. La universidad es desde su nacimiento un espacio de debate y lucha de clases, porque representa la voluntad de la clase obrera de instruirse y progresar para desprenderse del yugo explotador de la burguesía. La enseñanza superior es una conquista que los estudiantes y docentes deben defender porque es producto de una lucha histórica. No es un regalo, ni un beneficio, es una conquista que como tal puede retroceder o perderse.
Pablo Javier Coronel Director de Huellas de la Historia
Bibliografía Utilizada:
- Pacheco, Julieta; Nacional y Popular; Ediciones RyR, Buenos Aires (Argentina) 2012.
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