sábado, 9 de julio de 2016

El segundo regreso de Cristina Kirchner



Además de la defensa de sí misma, en su intención de eludir la cárcel, la ex Presidenta mostró una actitud moderada, de conciliación con el macrismo, en sintonía con la de Gioja o Picheto.
El regreso de Cristina no le dio al kirchnerismo siquiera para un acto en lugar cerrado. En verdad, a la ex presidenta no le alcanzó ni para una entrevista televisiva presencial. El reportaje que le hizo el periodista Navarro sólo tuvo lugar por teléfono. Esa comunicación “a distancia” fue la mejor metáfora de una retirada política. La ex presidenta desplegó alguna energía para defender a su gobierno con los argumentos conocidos. Así, reivindicó una reestatización de YPF que llegó después de haber tolerado su vaciamiento en manos de Repsol y del empresario K, Eskenazi, y que dio lugar, una vez reestatizada, a otra variante de vaciamiento. Esta vez, a través de un megaendeudamiento que pretendió sustentar la asociación con Chevron. Cristina Kirchner presentó en público las discutibles coartadas que piensa sostener ante los estrados judiciales, el verdadero motivo de su comparecencia en Buenos Aires.
Pero el dato político más significativo del telereportaje es la moderación extrema que exhibió ante el macrismo, más allá de los consabidos lamentos por “la gente que tiene dificultades para pagar las boletas de gas” (no se sabe si incluye en ese listado a los docentes y estatales de Santa Cruz, que han librado una lucha titánica contra las tentativas ajustadoras de su cuñada Alicia Kirchner).

Dejarlos gobernar

CFK se pronunció por una “oposición que deje gobernar”, lo que contrapuso al obstruccionismo que habrían ejercido, según ella, los actuales integrantes de Cambiemos durante la década pasada. (Anotemos, de paso, que esos “destituyentes” aprobaron todas las operaciones de deuda pública del gobierno K, entre otras leyes que constituyeron la viga maestra de su gobierno). Cristina se colocó en el campo de la oposición constructiva y deseó que al gobierno le “vaya bien”, a sabiendas que ello sólo puede ocurrir como resultado de que las consecuencias confiscatorias de la devaluación, los tarifazos y los despidos le sean impuestas definitivamente a la población trabajadora.
En el programa “El Destape” del agitador Navarro, la palabra de Cristina se pareció a un bálsamo. Por su boca, sonaron el discurso de Pichetto y de Gioja -o sea, de los que participaron del sistema de acuerdos que habilitó al pacto buitre primero y al blanqueo después. En el medio, esa oposición “constructiva” votó testimonialmente una ley “antidespidos”, pero no movió un dedo para rechazar el veto que luego le propinó Macri. Hay que apuntar, de paso, que ni ahora ni en su primera visita a Buenos Aires CFK criticó el acuerdo con los fondos buitre.
La teleconferencia alumbra, por lo tanto, sobre el desgranamiento del Frente para la Victoria, que algunos presentan como una escisión “orgánica” entre pejotismo y kirchnerismo. Si los seguidores más estrechos de Cristina no han votado las leyes estratégicas del macrismo, sólo lo hicieron para preservar alguna cuota de demagogia de cara a la población que aún los sigue (Kicillof calificó a la ley ómnibus de blanqueo a los evasores como “bien intencionada”, pero criticó su “instrumentación”). El kirchnerismo duro no ha decidido ninguna distancia, ni política ni de ningún otro tipo, con los llamados pejotistas, luego de que éstos acordaran parlamentariamente con el macrismo. Por el contrario, son éstos los que decidieron abandonar a su suerte a La Cámpora y a la camarilla kirchnerista. Ahora, el mensaje de Cristina es claro: si los K logran sortear en libertad las imputaciones judiciales, se postulan para ser parte de la “gobernabilidad del ajuste” o, si ese fuere su lugar, para acompañar a ese sistemas de acuerdos desde su casa. “Tengo hija, tengo amigos”, dijo la ex presidenta sobre los motivos de su viaje. Hace algunas semanas atrás, sus seguidores fantaseaban un acto con ella en la Plaza de Mayo, en ocasión del 9 de julio.

Pejota

Si la diferenciación del kirchnerismo duro no es más que un desmoronamiento -eso reflejó la teleconferencia- las cosas no son demasiado diferentes del lado del pejotismo. La pretensión de que la depuración de los K daría lugar a la emergencia de un “pejota poderoso” está lejos de la realidad. Por lo pronto, la anunciada reunión de reunificación peronista -bajo la batuta de “Barrick” Gioja- debió ser cancelada sin fecha. Por un lado, la pretensión de poder reunir a una cantidad de dirigentes y gobernadores “sin prontuario” está abiertamente cuestionada: la ruta de la obra pública K y el desfalco del presupuesto público involucra por igual a los Manzur, Gioja y también Urtubey. Por el otro, todas estas camarillas provinciales están mucho más preocupadas en salvar sus presupuestos quebrados -y en pactar por separado con Macri- que en reagruparse políticamente. La hipótesis de una “reconstrucción peronista” -como resultado de la debacle K- no tiene en cuenta que el kirchnerismo y su descomposición han sido un episodio de la declinación histórica del peronismo. El camporismo tardío de los K no superó el horizonte de los López y De Vido. Por los tribunales no desfilan casos aislados de corrupción, sino los personeros de un régimen político y económico que saqueó los fondos públicos para una nueva -y fracasada- tentativa de rescate capitalista.

2017

Como resultado de esta desagregación política ya está en marcha una negociación entre el gobierno nacional y varios gobernadores pejotistas, para armar listas comunes en 2017. Aunque una variante de este tipo podrá ser justificada con las gastadas banderas de la “unidad nacional”, lo cierto es que dejará expuestas las debilidades de unos y otros. El kirchnerismo, luego de haber servido de salvoconducto del pejotismo, ahora queda reducido a su mínima expresión, cuando ese pejotismo abandona el barco. El silencio de Cristina sobre estos movimientos muestra que aún espera ser aceptada por el pejotismo. Mientras algunos hablan de un ‘frente anti-macrista’ con los K, éstos siguen atados al carro de los Gioja, Urtubey y Pichetto.

Marcelo Ramal

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