sábado, 30 de julio de 2016

La recesión y la inflación no son una sensación



Las estadísticas oficiales dan cuenta de la insatisfacción social mayoritaria producto de la recesión y la inflación.
El INDEC acaba de informar que “la actividad industrial de junio de 2016 presenta una caída de 6,4% con respecto al mismo mes del año 2015” y que “En el primer semestre del año 2016 con respecto a igual acumulado del año anterior, la producción manufacturera muestra una disminución del 3,3%.”[1]
Preocupa el tema ya que la recuperación económica y del empleo luego de la recesión 1998-2002 tuvo epicentro en el sector industrial, por lo menos hasta el 2007 y luego en el 2008/09 la recesión fue convergente con la situación mundial de crisis. Entre 2010 y 2012 hubo relativa recuperación y luego un proceso creciente de desaceleración, ahora transformado en recesión.
Las proyecciones del organismo hacia el trimestre en curso, julio a septiembre, no son muy alentadoras según consultas a los empresarios involucrados en la actividad industrial, anticipando una opinión mayoritaria al sostenimiento de los indicadores actuales. Esa consulta confirma las previsiones de organismos internacionales que anticipan un año recesivo para la economía argentina, con impacto socialmente negativo en materia de empleo.
En ese sentido, el Ministerio de Trabajo informa de la pérdida de casi 60.000 empleos a mayo del presente año, donde casi 10.000 son de la actividad económica en el campo, precisamente el único sector que presenta indicadores contra cíclicos en la macroeconomía, lo que no significa que a todos los productores del sector los beneficie.
Vale comentar las críticas por la situación económica de los productores de fruta, de lácteos o de variados cultivos tradicionales, que soportan la situación de manera diferenciada de los sectores hegemónicos, especialmente la soja.
Es algo que se verifica en el ámbito agroindustrial, ya que en materia de industria alimenticia el mayor déficit lo presenta la industria láctea con una caída (–22,3) muy importante respecto del mismo mes del año anterior e importante para el semestre (–14,0); mientras que para molienda de cereales y oleaginosas, la comparación con el mes del año anterior es también negativa (– 7,4), pero positiva en el acumulado del primer semestre (16,2).
Entre los rubros que más impacta la recesión está la construcción y la emblemática industria automotriz.
La industria del cemento acumula una caída (-14) para el primer semestre respecto del mismo periodo del año anterior.
Para la industria del automotor los indicadores señalan una caída en comparación con mayo del año pasado (–21,6) y sostenida para este primer semestre del 2016 (–13,7) respecto del mismo periodo del 2015.
Los datos se completan con caídas de las industrias metálicas básicas (-12,4%), la metalmecánica excluida la industria automotriz (-4,8%), la industria del tabaco (-4,1%), la refinación del petróleo (-3,8%), los productos minerales no metálicos (-3,5%), la industria química (-0,9%) y la industria alimenticia (-0,4%).
Quienes crecen para la misma comparación temporal son la industria textil (10,2%), los productos de caucho y plástico (3,8%), la industria de papel y cartón (2,8%) y la edición e impresión (0,4%).
Son datos que explican la caída del empleo, que más allá de los datos del INDEC, involucran cifras muy superiores y que convalidan suspensiones como la reciente anunciada por ACINDAR y otras empresas del complejo siderometalúrgico.
Cruda realidad de ajuste
El cuadro presentado muestra la cruda realidad del ajuste. La política económica del gobierno Macri está dando sus frutos en materia de recesión, ya que el enfriamiento de la economía es producto de una concepción deliberada que se sustenta para confrontar con la inflación.
Por ese camino se abrieron las puertas a las importaciones y junto al crecimiento de los problemas del comercio exterior y una tendencia creciente hacia el déficit, lo que se hace es la promoción de la producción externa, muy lejos del estímulo a un proceso de radicación de inversiones en la Argentina.
Las falencias fiscales derivadas de la recesión, verificadas en la menor recaudación, inducen mayor ajuste en el gasto público, ralentización del ritmo de las inversiones públicas y agrava la ausencia de inversiones privadas o del Estado en la perspectiva de activar el orden económico. Es grave el mantenimiento estructural del déficit fiscal que renueva las condiciones para profundizar el endeudamiento público del país como solución a corto plazo e hipoteca las finanzas públicas en el mediano y en el largo plazo.
Hay quienes insisten en que el gobierno necesita más tiempo para mostrar resultados que satisfagan las expectativas sembradas desde la lógica de Cambiemos. La cruda realidad devuelve el conflicto creciente, evidente en el caso de la protesta contra el aumento de las tarifas y en ebullición la demanda por un paro nacional que impulsen las centrales sindicales.
Más allá de las protestas en curso o las que se generen, lo que hace falta es profundizar un debate sobre la realidad económica, política y social y la imposibilidad de soluciones para la mayoría social sin cambios estructurales que confronten con el poder económico local y mundial.

Julio C. Gambina
Buenos Aires, 29 de julio de 2016

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