martes, 12 de julio de 2016

El significado de la renuncia de Lopérfido



Expulsado Lopérfido, se sostiene sin embargo toda la política gubernamental de privatización y arrasamiento de la cultura.

La caída del ahora ex secretario de Cultura porteño, Darío Lopérfido, enseña que ni el gobierno ni la burguesía -toda ella- tienen condiciones políticas para trasponer determinadas líneas. Lopérfido fue un ariete, una avanzada de la reinserción de las Fuerzas Armadas en la vida política, comenzada por el kirchnerismo con la designación de César Milani. El gobierno de Macri intenta llevar esa postura hasta nuevos extremos y cerrar la “reconciliación” con el genocidio. Para eso necesita minimizar los crímenes de aquel régimen y por eso Lopérfido se atrevió a decir que los desaparecidos no fueron 30 mil sino muchos menos, acompañado en esa canallada por algunos ex militantes de derechos humanos, como Graciela Fernández Meijide o Norma Morandini.
Pues bien: Lopérfido y sus mandantes equivocaron el cálculo. El repudio general producido por aquellas declaraciones hizo insostenible la permanencia en su cargo del secretario de Cultura. La salida de Lopérfido es una derrota -muy parcial, pero derrota al fin- de toda una política del gobierno macrista. Es muy parcial porque, mientras tanto, Macri refuerza las tropas invasoras que los kirchneristas mandaron a Haití y no renuncia al proyecto K de enviar soldados a las villas para “tareas comunitarias” y “luchar contra el narcotráfico”. Ese sería el remate de las leyes de obediencia debida y punto final, que el alfonsinismo hizo aprobar hace más de 30 años.

Política anticultural

Expulsado Lopérfido, se sostiene sin embargo toda la política gubernamental de privatización y arrasamiento de la cultura. El cierre de centros culturales, la cesión gratuita de grandes espacios a pulpos empresariales del espectáculo, el desfinanciamiento de programas y la extinción de gran parte de la actividad del teatro independiente en la provincia de Buenos Aires, las concesiones de sitios como el Centro Cultural Recoleta a privados (con el consiguiente encarecimiento); en fin, la puesta de los recursos artísticos y culturales al servicio de la ganancia empresarial continúa aún sin Lopérfido. Es más: Lopérfido sigue al frente del teatro Colón, transformado, como dijera nuestro legislador porteño Marcelo Ramal, en un vientre alquilado a pulpos del espectáculo. La cultura, como el fútbol, como el país todo, está sometida a un proceso acelerado de colonización imperialista.
En otras palabras: se mantiene y se intenta reforzar lo dicho por Lopérfido en una entrevista con la BBC, a poco de asumir, al hablar del Centro Cultural Kirchner: “En el largo plazo no es posible sostener un lugar de excelencia de manera gratuita”. Así, hubo centenares de despidos en ese centro y también en la Biblioteca Nacional, por citar solo dos casos notables, mientras el teatro San Martín, por el momento cerrado, parece seguir los pasos privatizadores del Colón. Ex profeso mezclamos la política anticultural del gobierno de la Nación con el de la Ciudad de Buenos Aires, porque constituyen una unidad y son parte de un proyecto que seguramente querrán llevar a todo el país.
Corresponde ahora expulsar a Lopérfido también del Colón, y generar una poderosa movilización de todos los sectores culturales para que los recursos del área sean patrimonio de la población, de los artistas, de los trabajadores de la cultura.

Alejandro Guerrero

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