viernes, 1 de mayo de 2015

Talleres clandestinos: ante todo, el negociado empresarial



Consumadas las muertes de dos niños de 7 y 10 años el pasado lunes en un taller clandestino de Flores, cobraron trascendencia las numerosas denuncias que pesan desde hace años sobre las indignas condiciones en que trabaja y vive la inmensa mayoría de los obreros textiles en la Ciudad de Buenos Aires y en todo el país.

Una nueva muestra de que slogans de gobierno (y de campaña) macrista como aquel que reza “En todo estás vos”, buscando mostrar una Ciudad que prioriza las necesidades de sus habitantes, contrastan con la realidad de los negociados para unos pocos, en desmedro de las más básicas condiciones de vida del pueblo trabajador, aún en el siglo XXI y en una de las ciudades más ricas del mundo.
En la búsqueda desesperada por deslindar responsabilidades, oímos a funcionarios del PRO excusándose en que no pesaban denuncias previas sobre la trampa mortal donde vivía y trabajaba la familia de las dos criaturas fallecidas. Ante la realidad inocultable, luego intentaron con aquello de que las denuncias que puedan existir, radican en la Justicia Federal (por el delito de trata de personas) y la Ciudad no tiene facultades para allanar un domicilio sin orden judicial.
Desde ya que en ocho años no ha existido inquietud alguna del Gobierno de Mauricio, Horacio, y Gabriela, en recabar información sobre esas centenares de denuncias sobre la existencia de talleres clandestinos, para constituirse como denunciante en la Justicia adicta de su Ciudad (como sí lo hace gustoso para procesar luchadores del Subte, del Borda, del Indoamericano y tantos más) y avanzar contra esos talleres, clausurarlos, y garantizar un trabajo digno a los miles de trabajadores esclavizados junto a sus familias. Motivos no le faltarían: trabajo no registrado, reducción a la servidumbre, trata de personas, evasión, falta de habilitación, seguridad e higiene inexistentes, son sólo algunas de las violaciones que ni el gobierno de la Ciudad ni el de la Nación (a algunas decenas de cuadras de los hechos) se interesan en combatir.
Nuevamente se recuerda el incendio del taller de la calle Luis Viale de 2006, donde murieron seis personas en situación similar a la del pasado lunes en la calle Páez y en cuya causa judicial el Juez Baños jamás quiso avanzar sobre las grandes empresas que tercerizaban su producción en esa pocilga y en tantas otras.
Nuevamente recordamos que el juez federal Norberto Oyarbide -amigo del gobierno de turno, hoy de los Kirchner- ante otra denuncia de esclavismo, dictaminó que las condiciones impuestas en esos talleres, de amplia composición inmigrante, radican en costumbres ancestrales de los países de origen de los explotados en cuestión.
Ancestral también es la enfermedad de la tuberculosis, pero en el siglo 21 y en la Ciudad que está entre las más ricas del mundo, aquel flagelo retorna y se multiplica al calor del hacinamiento y la falta de ventilación en los más de tres mil talleres clandestinos existentes donde decenas de miles de obreros esclavizados enferman respirando el polvillo de las telas, para que la familia Awada y otros grandes explotadores de reconocidas marcas se enriquezcan obcenamente.
También la textil Elemento, que produce para Cheeky y otras de la misma magnitud, fue noticia en 2013 cuando una trabajadora se prendió fuego, desesperada ante la presión de sus patrones por mayor producción. El Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH) encabezó la denuncia de esta ecuación macabra: cuando los trabajadores se rebelan contra las condiciones que los llevan a morir atrapados, a trabajar doce o más horas por un sueldo de miseria, o a sufrir abortos espontáneos sin permiso para salir al médico, y pugnan por el derecho básico de elegir delegados en su lugar de trabajo, son despedidos por las patronales negreras en complicidad con el sindicato textil.
María Ugarte y Eduardo Toro son ejemplos de ello, y por medio de su lucha y la defensa legal que ejercimos, lograron ser reinstalados luego de un año, durante el cual la Asociación Obrera Textil comandada por Jorge Lobais se negó a convocar a elecciones de delegados y por el contrario, se reunió con otros burócratas sindicales como el ya tristemente célebre Ricardo Pignanelli de SMATA, Alberto Roberti de Petroleros, Antonio Caló de la UOM, entre otros, para pronunciarse públicamente contra la altísima infiltración de los trabajadores de izquierda en el Movimiento Obrero Industrial.
Es evidente: en la Ciudad y en el país la realidad nos encuentra junto a los trabajadores en lucha por las condiciones de vida más básicas que este sistema les arranca a diario, mientras en la vereda de enfrente se anotan todos los garantes del régimen explotador y hasta esclavista, más allá del poder estatal o partido político patronal que integren.

Myriam Bregman
@myriambregman
Matías Aufieri
Abogado de CeProDH

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