La semana pasada Axel Kicillof anunció un cambio cosmético en ganancias que terminó avivando más la disconformidad entre los trabajadores. Las burocracias sindicales, oficialistas y opositoras, que amenazan con paros que nunca se terminan de concretar, expresan de manera distorsionada el malestar que existe en las bases obreras con la inflación que se come el salario.
El ministro recurre al argumento de la desaceleración de precios para poner un techo a las paritarias. Lo cierto es que en las paritarias no se debería discutir sólo la inflación anual vigente en estos meses, sino también la recuperación de lo que se perdió en la negociación colectiva del año pasado.
Según el Centro Cifra, perteneciente a la CTA oficialista que hace años se olvidó de los paros y las medidas de lucha, la inflación fue 36,8% en 2014, de lo cual deduce una caída del salario real de 4,8%.
Pero aun considerando la desaceleración de la que habla Kicillof la inflación no baja del 30% anual. Su “techo” para las paritarias implicaría este año un nuevo recorte del poder adquisitivo de los trabajadores.
Daniel Funes de Rioja, referente de la Unión Industrial Argentina (UIA), razona parecido al ministro: “Nosotros pensamos en un rango que va de 20 al 25% y por etapas, no todo junto.”. En los hechos Kicillof se encuentra actuando en un frente único con las patronales para aplacar los justos reclamos salariales. Habría convencido a Armando Cavalieri de Comercio y a Gerardo Martínez de la UOCRA de aceptar el 26%. Pero aun así, para las empresas “no cierra”. Son insaciables.
Al alinear los aumentos salariales por debajo de la inflación, Kicillof se propone solidificar como razonable la situación de la clase obrera argentina: la mitad de los asalariados gana menos de $5.500, el 90% no llega a la canasta familiar de $12.000, el 34% está en “negro”. Una verdadera “década ganada”.
“Hablaron los mercados”
Con la colocación del Bonar 2024 por 1.415 millones de dólares el ministro se anotó un punto en la disputa con los fondos buitre. La acción de Thomas Griesa y los abogados de los fondos que litigan en Nueva York dejó de tener eficacia para impedir una colocación de deuda.
Es que la ofrenda de Kicillof al altar de los “mercados” es grande: una tasa cercana al 9% cuando los países latinoamericanos pagan alrededor de la mitad (o menos) de esa tasa y los países centrales niveles que se aproximan a cero. Un negocio redondo para los nuevos (y viejos) buitres que están comprando deuda argentina. Todavía no se conocen a ciencia cierta los socios en la “patriada” por endeudar al país. No obstante, los trascendidos hablan de grandes bancos imperialistas y hasta buitres “buenos”.
Los “pagadores seriales” mostraron nuevamente su eficacia para contentar al capital financiero internacional, tal como ocurrió en los canjes de Néstor Kirchner y Roberto Lavagna (ahora en las filas de Sergio Massa) en 2005 o el de Amado Boudou en 2010.
Los “mercados hablaron” dando un respaldo al gobierno no sólo por la elevada tasa de interés que paga la deuda argentina. También “hablaron” reconociendo el esfuerzo ajustador del equipo económico sobre los salarios obreros. Es sólo un anticipo del ajuste profundo que reclama la burguesía nacional y extranjera. Scioli, Massa y Macri se alistan para cumplir con los deberes.
El “modelo” de la recesión
La industria lleva 20 meses de caída. Según datos oficiales en el primer trimestre del año la retracción industrial es de 2%. Los estudios privados señalan que la reducción de la actividad es mayor. Hay ramas industriales con derrumbes notorios, como la automotriz. A excepción de la “patria sojera” que tendrá cosecha récord (pero se guarda las ventas presionando por una devaluación), la economía de conjunto no toma vuelo y podría cerrar con crecimiento cercano a cero en 2015.
El enfriamiento económico no se desarrolla en el aire. Está intrínsecamente relacionado, entre otros factores, a la política de Kicillof de frenar importaciones para ahorrar dólares que le permitan garantizar el pago de la deuda externa. El oficialismo consiguió cierta estabilidad cambiaria con la combinación de atraso cambiario, endeudamiento en los mercados, “swap” (intercambio de monedas) con China, emisión de deuda de YPF, más otros ingresos de dólares. El decir, sacrificó el crecimiento económico para lograr una transición ordenada en términos cambiarios. En el camino devaluó el relato del “desendeudamiento” en favor de un nuevo ciclo de endeudamiento.
Incluso el “veranito” de consumo que el gobierno preparaba para los meses previos a las elecciones nacionales, cuando comience a sentirse el efecto de las paritarias, podría terminar dinamitado por la política del ministro de Economía contra el salario obrero.
El agotamiento del “modelo” no es un fenómeno reciente. Sin querer, lo advirtió Funes de Rioja al reclamar moderación en los aumentos salariales: “Desde el último trimestre de 2011 no crece el empleo industrial. Hay rotación, no crecimiento, con vacantes congeladas y además una caída del 2 al 4% en la cantidad de horas trabajadas.”. Se trata de una extorsión de los industriales para supuestamente canjear preservación del empleo por bajos salarios. También es una medida del ajuste que reclaman al futuro gobierno.
Pero el empleo ya se viene deteriorando. A ese panorama descripto por el referente de la UIA, hay que agregar datos que el industrial no mencionó: las 3.000 suspensiones en Siderar, los despidos en las automotrices o el ataque a la organización obrera, como ocurrió en Lear, Honda y otras fábricas.
La inflación y la recesión no maltratan a todos por igual. En la cúpula de las 30 empresas más importantes, las ganancias netas se incrementaron 30,8% en 2014 descontando el efecto inflacionario. A algunos les va bastante bien. Pero eso nadie quiere discutirlo. El ministro Kicillof está empecinado en atacar el salario obrero. El “soviético” terminó jugando el triste papel de ser la cara visible del ajuste.
Pablo Anino
La Izquierda Diario
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