domingo, 10 de mayo de 2015
Juicio por torturas a Luciano Arruga – Día 1
Este lunes comenzó el juicio contra el policía Diego Torales, único acusado por las torturas contraLuciano Arruga en el ex destacamento de Lomas del Mirador, en el marco de la detención ilegal del joven ocurrida el 22 de septiembre de 2008, meses antes de su secuestro y desaparición.
La Red Nacional de Medios Alternativos, estuvo allí como parte de la cobertura que hará de todas las instancias de este juicio que se desarrolla en la sede de la Unión Industrial del partido de La Matanza, municipio al oeste del conurbano bonaerense, que se acondicionó especialmente para las audiencias.
También se sumaron, al menos durante el día de hoy, varios móviles de cadenas de televisión nacionales que transmitieron en vivo.
En el lugar, el vallado y la importante presencia policial aparecían innecesarias aún cuando la gran cantidad de organizaciones presentes suponía que una gran parte de las mismas permanecerían en la calle durante la audiencia. Respecto a tanta medida de seguridad, los familiares de Luciano comentaron: “parece una provocación”
La importancia de este juicio radica en que el policía Torales está acusado por torturas lo cual no es común. En general, los hechos de violencia policial que suceden dentro de las comisarías, cuando llegan a juicio, son caratulados como apremios ilegales o golpes.
Cuando hablamos de “torturas” no solo nos referimos a los golpes que sufrió Luciano aquella noche sino también a la tortura psicológica y a las amenazas a las que fue sometido.
Si bien este juicio no va a determinar quién secuestró y desapareció a Luciano Arruga, sí va a permitir demostrar que la policía lo venía apretando en la etapa previa a su detención ilegal, ocurrida el 22 de septiembre de 2008, meses antes de su secuestro y desaparición, y esto es importante para los pasos que puedan darse posteriormente.
Cabe recordar que el juez Gustavo Banco, que tuvo la causa por la desaparición de Luciano por 5 años, deberá enfrentar, probablemente este año, un jury de enjuiciamiento junto a Roxana Castelli y Celia Cejas, las dos fiscales que instruyeron esta causa, para ser destituidos de sus cargos por mal desempeño de sus funciones.
La familia de Luciano denuncia, tal como Luciano alcanzó a contarles a su mamá y a su hermana, que la policía lo estaba apretando para que saliera a robar para ellos con una zona liberada, Lomas del Mirador. Esta localidad se encuentra a 40 cuadras de la General Paz, el límite de la Provincia con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es un barrio de clase media, media baja, y en el medio se encuentra la villa donde nació Luciano y se crió con su familia. Esta geografía marca casi un enfrentamiento permanente y de alta estigmatización para la gente que vive en la villa.
El 22 de septiembre de 2008 Mónica Alegre y Vanesa Orieta fueron a la comisaria, estuvieron largas horas esperando y vieron cómo Torales amenazó a Luciano y cómo el joven lo acusó de haberle pegado mientras otros dos policías lo sostenían. Ambas pidieron declarar al principio del juicio para poder asistir al resto del proceso, ya que de otra manera no hubiesen podido asistir a las audiencias hasta no dar testimonio.
En cuanto a los testigos, se estima que por parte de la querella serán 10 aunque habrá que ver si el Tribunal resuelve convocarlos a todos a declarar.
Carátula: Torturas
Antes del comienzo de la primera audiencia, la RNMA dialogó con Vanesa Orieta y Juan Manuel Combi, abogado de la familia de Luciano por la APDH.
Ambos destacaron la importancia de que el policía Diego Torales sea juzgado por el delito de torturas. “Esta carátula fue una solicitud que nosotros habíamos hecho en su oportunidad al Ministerio Público para que cambie el encuadramiento de los hechos, porque en un principio la causa estaba caratulada como ‘severidades’, es decir, la primera imputación que recibe el imputado era por el delito de severidades y vejaciones, y nosotros solicitamos el cambio de calificación legal, que se lo llame a indagatoria por el delito de torturas y afortunadamente hemos llegado a eso. Luego, cuando se eleva la causa a juicio también se lo hace por el delito de torturas y esta es una excepción dentro de este sistema judicial que considera este tipo de tratos como delitos menores. Nosotros entendemos que son delitos graves que deben ser imputados como torturas, porque las golpizas y todo lo que tiene que ver con el hostigamiento psicológico, el verdugueo sufrido por nuestros pibes en los lugares de encierro, entendemos que constituyen el delito de tortura, así lo han dicho los organismos internacionales y así lo dice el artículo 144 del Código Penal”, afirmó Combi al respecto.
En el mismo sentido, Orieta manifestó: “es muy importante porque sino hubiese tenido una carátula de vejaciones y severidades, y nosotros consideramos que ningún pibe que está en la situación de encierro sufre golpes leves, porque un pibe que está encerrado y sufre un cachetazo está siendo torturado, lo están privando de su libertad y su derecho a defenderse”.
Además, Vanesa afirmó que la familia de Luciano espera que, de existir una condena contra Torales, se pueda iniciar una nueva investigación: “para que salgan a la luz los nombres de otros funcionarios policiales, que incluso algunos se han ubicado en la escena, y tienen que ser investigados”.
Escuchar a las víctimas
“Este es el segundo juicio, porque ya hubo un juicio oral y público por el delito de encubrimiento en el que fueron condenados dos policías también por la primera detención de Luciano. Pero desde lo simbólico sí podemos decir que es el primer gran juicio por el caso de Luciano, porque se trata nada más ni nada menos que de las torturas recibidas por Luciano en su primera detención”, explicó Combi.
En relación a las pruebas que presentará la querella, el abogado especificó: “en principio vamos a trabajar fundamentalmente con los dichos de la víctima como lo hemos hecho desde el primer día también en la desaparición forzada. Hay que escuchar a las víctimas y hay que creerles. La víctima directa no la tenemos, que es Luciano que estuvo desaparecido durante casi 6 años y después fue hallado en los hechos que todos conocemos, pero contamos con pruebas no solamente de las víctimas sino también de la situación que vivió Luciano allí adentro, que se desprende del propio estado de detención que sufrió Luciano”.
De luchas, agendas e inseguridades
Antes de ingresar a la sala de audiencias, Vanesa Orieta dialogó con los periodistas que se encontraban cubriendo el inicio del juicio. En este marco, afirmó: “lo único que nosotros le decíamos a Luciano era que se cuidara, que tratara de no estar solo, que no saliera mucho del barrio, y después empezamos a sentir que las detenciones eran cada vez más duras, que realmente él no podía estar solo, y no había posibilidad de hacer denuncia. Acá si denuncias en la justicia te sale mal porque termina todo peor, porque seguro que terminan armando una causa, porque seguro se terminan llevando a otro familiar y lo siguen golpeando, entonces estábamos realmente en un callejón sin salida en el cual si denunciábamos la íbamos a pasar mal, y si no denunciábamos pasó lo que pasó el 31 de enero”.
Al ser consultada acerca de si habían recibido amenazadas en todo este tiempo, Vanesa señaló: “después de haber denunciado la causa fuimos muchas veces amenazados y de diferentes formas. Por ejemplo, una vez se ha cruzado un automóvil cerca de mi mamá y le ha preguntado si yo me encontraba bien, y ella tuvo que llamar inmediatamente para corroborar que yo estaba bien. A mí me han seguido mucho durante los primeros días, yo vivía sola en ese tiempo y era la que más empujaba la causa, la que más lo denunciaba en la justicia, y me seguían cuando salía de mi casa; mis hermanos han sido detenidos en la vía pública de la misma forma en que era detenido Luciano, siendo ellos muy chiquitos, estamos hablando de chicos de 13 años, 14 años, y con el objetivo de mostrar quién tenía el control en el barrio y que si nosotros seguíamos hablando la íbamos a pasar mal. Las amenazas a nosotros los primeros días, los primeros meses, el primer año no nos detuvieron y seguimos adelante porque el objetivo era encontrar a Luciano, lo logramos el 17 de octubre del año pasado, y creo que fue lo que a nosotros mejor nos hizo en todo este proceso de lucha, terminar con esta búsqueda de un desaparecido que es agobiante y es tortuoso. No importa quién amenaza, nosotros ya tenemos claro cuál son los riegos que corremos, asumimos esos riesgos y tenemos un mecanismo de seguridad de la familia, de los amigos, de los que estamos involucrados en esto”.
En este punto, Vanesa aclaró: “tenemos un mecanismo de seguridad nosotros, que nos hicimos nosotros, porque el Estado en este sentido no te brinda seguridad, es más, si yo voy a los organismos de instituciones que corresponden y les pregunto qué seguridad tenemos los familiares que denunciamos violencia institucional, la respuesta es que no existen protocolos porque la problemática de violencia institucional no es una problemática que se discuta, no está en agenda. Ustedes no saben ni cuántos pibes asesina la policía, ni cuántos desaparece. Ustedes no pueden conmoverse con el dolor de un familiar porque no tienen todavía la dimensión de lo que significa esta problemática, y el día que la tengan realmente se van a dar cuenta de la cantidad de pibes que nos mataron en los barrios humildes, y que no son visibles las causas porque las familias son pobres, porque la familia no tiene herramientas económicas, intelectuales, porque no acceden a un micrófono como nosotros ahora, porque nosotros tenemos ahora todos estos micrófonos porque estuvimos 6 años luchando y porque Luciano apareció enterrado como NN en un cementerio en la Chacarita y dio lugar a que ustedes se pregunten ‘che, la piba denunciaba algo que era cierto entonces, que su hermano podía aparecer muerto’. Entonces nosotros lo que necesitamos es que exista una comprensión de que esta problemática no se discute, que se habla de inseguridad, pero que se piensa que la inseguridad la provocan los pibes de los barrios, y los pibes de los barrios hoy sufren el control de una policía mafiosa, de una policía corrupta que es la encargada de controlar y dirigir los grandes negocios y delitos de nuestro país. Hablémoslo, las redes de trata donde desaparecen muchas jóvenes, la venta de armas, la venta de drogas, estos grandes negocios no los manejan chiquilines de 13, 14, 15 años, esto lo manejan funcionarios policiales, políticos y judiciales”.
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Día 1 – El orgullo de ser la mamá de Luciano Arruga
La primera audiencia en el juicio por torturas a Luciano Arruga, que tiene como acusado al policía bonaerense Julio Diego Torales, estuvo cargado de emoción, tristeza y dolor. Con el testimonio central de Mónica Alegre, la mamá de Luciano, la jornada que comenzó poco antes del mediodía, culminó pasadas las 16. Mañana brindará su testimonio Vanesa Orieta, la hermana de Luciano. Antes, desde las 8:30 la APDH de La Matanza convocó a una conferencia de prensa para denunciar nuevos aprietes contra Pablo Pimentel y su familia, vinculados a la muerte de Gabriel Blanco, un caso parecido al de Arruga porque el que le abrieron una causa al referente de la APDH de La Matanza.
- ¿Qué opina de que un chico de 16 años tuviera que salir a cartonear? -le preguntó Juan Grimberg, unos de los abogados del policía Torales, a Mónica Alegre, la mamá del joven secuestrado, desaparecido y asesinado.
Como en la películas de abogados, un murmullo creciente recorrió el lugar. Mientras la presidenta del Tribunal Oral en lo Criminal Nº3 de La Matanza, Diana Volpicina, rechazaba la pregunta por no hacer al objeto procesal -las torturas contra Luciano- y hasta calificaba de imprudente la acción del abogado, Mónica no soportó la pregunta y soltó decidida: “yo le voy a responder: me sentí orgullosa de que mi hijo saliera a cartonear, porque no andaba con ningún arma y había rechazado una oferta que varios policías le habían hecho. Me sentí orgullosa, así como hoy me siento orgullosa de ser la madre de Luciano Arruga, ¿alguna otra pregunta?”, respondió, conmovida y desafiante, Mónica Alegre.
Si bien no fue el tono en el que transcurrió la primera jornada del juicio contra Torales, sí hubo varios momentos de tensión durante las declaraciones del día de hoy, en el que pasaron por la silla y el micrófono preparados en el centro del salón de la Unión Industrial de La Matanza, especialmente acondicionado para la ocasión, la mamá de Luciano, Mónica Alegre; los médicos Margarita Fontela y Orlando Gabriel González; el joven Juan Gabriel Apud, amigo de Luciano; Rocío Gallegos, integrante de Familiares y Amigos, que convivía con Vanesa Orieta en ese momento, y la madre del policía Torales, Zulma Robles, que fue convocada en carácter de testigo de concepto.
“Vane, sacame de acá que me están cagando a palos”
Las palabras de Mónica Alegre eran las más esperadas de hoy. No solo porque se trata de la mamá de Luciano, sino porque fue, junto a Vanesa, su otra hija, testigo presencial de las denuncias del propio adolescente, que señaló a los policías que le habían pegado con su madre y su hermana presentes en el destacamento.
Mónica relató con detalles el derrotero de su hijo en aquella jornada que le cambiaría la vida: “salió a las 7 aproximadamente. Estaba trabajando en una fundidora con Damian Piraino (el autor del libro Detrás de Luciano y en ese momento pareja de Vanesa Orieta) y con uno de sus hermanos. A las 11 aproximadamente vino un patrullero a casa y me dijeron que mi hijo estaba preso por robar. Cuando voy, me atiende un policía y me dice que espere que ya me van a atender. Entonces aparece un policía y me dice ’soy el Teniente Torales, no puede ver a su hijo, está incomunicado, preso por robo’. Pasan las horas y Vanesa se empieza a poner nerviosa. Luciano la escuchó y abrió una puerta y le dijo: ’Vane sacame de acá que me están cagando a palos’ y una bota cerró la puerta por detrás, o sea que Luciano no estaba solo. Vane se tuvo que ir a trabajar a un call center y me pidió que no lo dejara solo -continuó Alegre llorando desconsoladamente-, pero tuve que hacerlo porque me dijeron que solo lo soltaban si les llevaba la partida de nacimiento (Luciano no tenía documentos), por lo que tuve que ir hasta Puente La Noria a la casa de mi cuñada que le estaba tramitando los documentos. Volví como a las 17 y cerca de las 19 conseguimos que lo dejaran libre”.
Visiblemente agobiada, aunque sin perder nunca la sensatez en su relato, Alegre desató todo su dolor al contar cómo fue la salida en libertad: Luciano no me habló, estaba enojado conmigo, me decía que yo era una ortiba, porque yo intenté todo el tiempo que él no les respondiera más y él me decía: ’vos porque no te pegaron como a mí, ni te hicieron comer un sanguche escupido como a mí… si te hubieran hecho eso no me pedirías que baje la cabeza y no les responda’. Por suerte luego habló mucho con Vanesa”.
Después de aquel día, otro Luciano
Todos los testimonios de su núcleo social aseguran que Luciano Arruga cambió su manera de ser tras aquella jornada en el destacamento. “en realidad todo cambió con el ofrecimiento para trabajar para la policía -aseguró su madre-, pero luego de aquella detención ya no iba a trabajar, salía poco con el carrito. Iba solo a la casa de su hermana, a la de sus amigos o estaba en casa, pero ya no estaba en la calle”. Rocío Gallegos, que vivía con Vanesa Orieta en el lugar donde Luciano durmió casi todas las noches entre aquel episodio y su secuestro definitivo, también fue en el mismo sentido: “yo tenía poco trato con Luciano. Venía casi todos los días y pedía permiso para ir al baño, porque en general venía para eso ya que no tenía baño en su casa. Casi no hablaba conmigo. Pero un día me encontró por la calle, cerca de mi casa, un día que él sabía que Vane no estaría, y me dijo que no podía volver a su casa. Esto fue 15 días después de la detención. Yo le dije que no se preocupara, que era inverosímil que no lo dejaran volver a su casa. Ahora lo veo y creo que debí haberle dado otra respuesta. Creo que él me vino a plantear que quería venir a vivir con nosotras y yo no lo comprendí”, dijo angustiada Gallegos. La joven también contó fue testigo de cómo, durante la mañana posterior, Orieta llamó por teléfono al destacamento y pidió hablar con Torales: “’vos le dijiste que lo iban a violar’, le dijo Vanesa que estaba muy preocupada por esa amenaza”. Torales, según los testimonios, le dijo a Luciano que no les respondiera más porque lo llevarían a la 8ª “donde están los violines”, tal como recordó el fiscal Longobardi en la presentación del caso por parte del Ministerio Público.
2 médicos, 2 revisiones
Tras ser detenido en Perú y Bolívar, Luciano fue trasladado hasta un hospital en el que una médica legista, Margarita Fontela, revisó al joven y constató que no tenía ninguna marca, según consta en su informe. A Fontenla le preguntaron reiteradas veces acerca de en cuánto tiempo aparece una marca tras un golpe, ya que varios testigos vieron a Luciano salir del destacamento por lo menos con un golpe visible: un moretón incipiente en el pómulo izquierdo. La especialista en medicina legal revisó a Luciano con unas luces especiales que detectan cualquier imperfección traumática en la piel. Luciano no tenía marcas cuando fue detenido. Sin embargo, tras regresar a su casa con la madre -“en un silencio eterno”, graficó Mónica-, Luciano esperó a la llegada de su hermana Vanesa, quien lo convenció para que fueran juntos a constatar los golpes. Así llegaron al Policlínico de San Justo, donde el Dr. Orlando Gabriel González, constató que Luciano tenía “un traumatismo en la región facial del lado izquierdo”. En su declaración como testigo, González dijo que ese tipo de marcas son producidas por un golpe de puño: “tendría que ser un cachetazo demasiado fuerte para dejar una marca”.
Con el carro a otra parte
- ¿Tuvo algún vínculo con Julio Diego Torales? -le preguntó, como a todos los testigos, la presidenta del tribunal a Juan Gabriel Apud.
- No.
- ¿Y con Luciano Arruga mientras vivía?
- Si, era amigo de Luciano -contó Apud.
Apud y Arruga se conocían desde pibes, desde muy pibes, ya que Luciano fue asesinado siendo un pibe aún. Luciano iba a la casa de Juan Gabriel, a la vuelta de la suya, todos los días. “Luciano ya había sido detenido en varias oportunidades, en algunas de ellas con sus amigos. Pero esa vez apareció golpeado y llorando. No venía bien. Al otro día fue a mi casa y ahí hablamos de lo que pasó. Me dijo que lo habían llevado por averiguación de antecedentes porque habían robado a un chico de una escuela. Me dijo que lo habían golpeado y verdugueado. Nos mostró algunos golpes que tenía. El de la cara y unas rayas violetas que tenía en la espalda, creo que de los bastones que usa la policía”, detalló Apud. También remarcó que Luciano fue otro después de ese episodio: “quedó con miedo a trabajar con el carro. Varias veces nos había pasado, antes y después de ese día que desde un patrullero un policía, apuntándonos con su arma, nos decía que nos teníamos que ir a otra zona. Nos íbamos 30 cuadras más allá y el mismo patrullero, de la misma manera, nos decía que no podíamos trabajar ahí… o sea, no podíamos trabajar en ninguna parte”, explicó el amigo de Luciano.
El joven sufrió varias veces durante su testimonio la presión de los abogados defensores, en la búsqueda desesperada de contradicciones con testimonios anteriores. En uno de ellos, por una diferencia sobre si lo había visto regresar del destacamente rengo o directamente apoyado en su madre, el tribunal subrayó esta diferencia como una contradicción.
¿Preso político?
Dejando entrever más una defensa política que técnica, uno de los abogados de Torales, el Dr. Juan Grimberg comenzó su participación en el juicio diciendo que el policía “es un preso político acusado por un organismo ligado al gobierno nacional”, en alusión al CELS e ignorando la participación esencial de la APDH de La Matanza, aun cuando ambos organismos de derechos humanos comparten la querella de parte de la familia del joven desaparecido. “Es un planteo exótico y un engendro jurídico”, sostuvo el abogado, al tiempo que recordó que la defensa solicitó la comparecencia del presidente del CELS, Horacio Verbitsky; del gobernador Daniel Scioli; del intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, entre otros funcionarios públicos provinciales.
La madre de Torales, Zulma Robles, fue en el mismo sentido, y relató que tuvo varias entrevistas con el primer juez de la causa, Gustavo Banco, que próximamente está ante un jury por su mal desempeño en la causa junto a las fiscales Roxana Castelli y Celia Cejas. Según Robles, Banco le habría dicho: “yo hago lo que mis jefes me ordenan”. De ser cierta esta aseveración de Banco, cabe preguntarle si el entorpecimiento permanente al que sometió a la causa fue también una orden de sus jefes.
Con la camiseta y la bandera de River
- Mamá: el día que yo me vaya cuidala a mi hermana -le dijo Luciano a Mónica unos días después del 22 de septiembre de 2008.
- ¿Adónde vas a ir? -le respondió casi tan desesperada como ahora Mónica.
- No preguntes má, siempre preguntando… Y poneme mi camiseta de River y envolveme con mi bandera.
“Era como que sus sueños y sus proyectos habían quedado en otro lado”, dijo entre sollozos Mónica.
Todo indica que Luciano Arruga, aún cuando recuperó su libertad el mismo día, quedó encerrado tras esa detención arbitraria e ilegal.
En la segunda jornada se escuchará el testimonio de Vanesa Orieta. La conferencia de prensa con la que recibió a los periodistas que la esperaban dejó un adelanto. Como siempre, Orieta dejará su discurso claro bien alto para recordar y defender a Luciano. Y ocupando ese lugar tan extraño en el que la ha colocado la vida: haber perdido a su hermano la convirtió en una referencia de los que luchan por un Nunca Más en democracia.
RNMA
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