A continuación reproducimos extractos de un artículo publicado en abril de 2010, en el segundo número de la revista “Cuestionando desde el marxismo”, a propósito del bicentenario de la Revolución de Mayo.
Mayo de 1810 se presenta en la historia oficial como el hito fundante de la nación argentina. Según un discurso historiográfico extendido, desde aquellos años, más allá de ciertos traspiés, la nación tomó la forma “republicana” de gobierno y se conquistaron doscientos años de vida “independiente”. Así, un mito de “origen” construido y difundido a través de diversas instituciones estatales, buscó legitimar en el pasado la conformación de una identidad y unidad nacional inexistente. Hoy este relato único se ha desmembrado.
(…) Nuestra mirada confronta con la interpretación liberal nacida con la obra de Bartolomé Mitre, en la cual se anuncia que la revolución de Mayo fue la liberación de una nación argentina preexistente, que a través de la acción de hombres “ilustrados” y “decididos” buscó romper las cadenas del realismo español. (…)
Pero no seríamos justos si sólo hacemos mención a esta interpretación de la historia argentina (…). A mediados del siglo XX, cuando la decadencia de la “patria oligárquica” era un hecho y su historiografía liberal estaba desacreditada, algunos historiadores polemizaron contra las ideas de esta “historia falsificada”. Para el denominado revisionismo, las “élites”, extranjerizantes y antinacionales, subordinadas a Gran Bretaña por sus intereses económicos y a Francia por los principios liberales de la Ilustración, “malograron la revolución” y desplazaron a las masas populares del lugar central de la historia de Mayo. (…)
Ni una ni otra visión de la historia argentina revela la verdadera naturaleza de los acontecimientos de Mayo de 1810. El mito fundante y la historia oficial posterior han ocultado algunas verdades poco “gloriosas”. Por un lado, a principios del siglo XIX no existía el Estado Nación, ni mucho menos, la “nacionalidad” argentina. Éste nacerá del triunfo de una de las facciones de la clase dominante criolla, la oligarquía porteña, rica propietaria de tierra y sirvienta ejemplar del capital inglés. El Estado nacional recién se consolidará en 1880 luego de la nefasta incursión argentina en la Guerra contra el Paraguay. Por otro lado, la revolución de Mayo no conquistó la independencia plena para la futura nación. Contra el discurso de “doscientos años de vida independiente” hoy podemos constatar que la Argentina es una nación semicolonial, como el resto de Sudamérica, sometida constantemente a la presión del capital extranjero. Durante estos dos siglos las clases dominantes han establecido y preservado un verdadero pacto neocolonial. (…)
1808 y la crisis imperial hispánica
Los acontecimientos de la Semana de Mayo no fueron un plan premeditado de los criollos para lograr la independencia de España. Más bien, la invasión de Napoleón a la península ibérica en 1808, que obligó a abdicar a Fernando VII en nombre del hermano de Napoleón, José Bonaparte, mostró la crisis que atravesaba una de las monarquías más importantes de la época. (…) Estos acontecimientos darán inicio a lo que se conocerá como la revolución liberal española, en donde un sector de la burguesía buscará terminar con algunos privilegios del “antiguo régimen” como lo había hecho anteriormente la burguesía francesa. (…) En América, también los acontecimientos peninsulares de 1808 van a tener profundas consecuencias.
(…) Es frente a esta crisis inédita e inesperada de la monarquía, que pegará un salto en 1810 cuando el ejército napoleónico derrota la Junta Central de Sevilla ocupando casi toda la península y desplazando hasta Cádiz los restos de la resistencia española, que las clases dominantes criollas buscarán constituir, a través de la formación de Juntas en América, un poder político propio y autónomo de la corona española. Los argumentos utilizados por los criollos serán muchos (…). Pero, más bien, frente a la completa evidencia de la debacle de la monarquía hispana, los criollos encontrarán la “oportunidad”, para constituir su propio poder. (…)
España, quien fuera la máxima potencia mundial desde el siglo XV, irá encontrando su decadencia durante el siglo XVIII, que repercutirá en todos sus dominios coloniales. El ascenso, centralmente de Inglaterra y Francia como potencias mundiales cuestionará el poderío colonial español. (…) el poderío de la monarquía hispánica era un tesoro que las nuevas potencias querían conquistar. Para darnos una idea de lo que ello implicaba, a fines de siglo XVIII, cuando la monarquía española ya había perdido sus dominios continentales como los Reinos de Nápoles, todavía mantenía colonias en casi todo el continente Sud Americano, en las Antillas, en el norte de África y en las islas Filipinas del Pacífico. Pero la clase dominante criolla era cada vez más consciente de que “las Américas eran más ricas que las Españas”, y que el orden colonial erigido durante más de tres siglos era un anacronismo.
De la autonomía criolla al enfrentamiento con la monarquía española
Frente a esta crisis de dominio imperial, los criollos porteños reclamaban una mayor participación en las instituciones del poder colonial, como el Cabildo, la Audiencia y el Consulado de Comercio de Buenos Aires, que les permitiera mayor control de las cuantiosas riquezas que se producían en América. Asimismo, peticionaban por la aplicación de medidas de libre comercio (…).
(…) Sin embargo, este descontento criollo no se transformará en revolución directamente, es decir, en el estallido de una lucha por la independencia. Es por ello, que el intento de autonomía política, que sólo busca en sus inicios algunas reformas en el régimen político y casi ninguna modificación en la estructura social, será interpretada como una revolución política. El marxista Milcíades Peña en sus apuntes sobre historia argentina, enunciará que “la lucha de la independencia se llevó contra los funcionarios y militares españoles. Por eso el objetivo y contenido de la revolución fue puramente político, sin afectar la estructura de clases. (…) Todas las clases dominantes de la colonia –criollas o españolas- deseaban prescindir de la tutoría de Virreyes y tomar en sus manos el aparato estatal para realizar sus propios fines. Para algunos sectores –los comerciantes y ganaderos de Buenos Aires- se trataba de establecer así el trato directo con Europa sin la molesta interposición de la corona española (…)” . Esta ubicación conservadora de las clases criollas también será resaltada por Halperin Donghi (…).
Sin embargo, la corona española negará esta autonomía radicalizando el proceso histórico. Desde el comienzo se suceden varios golpes contra las Juntas en distintos puntos del continente, ejemplo de ello, son los realizados en México en 1808 y en La Paz y Chuquisaca en 1809, donde los peninsulares van a desatar una fuerte represión contra los criollos. (…)
Incluso, para los liberales españoles reunidos en las Cortes de Cádiz entre 1810 y 1812, quienes intentarán dar forma constitucional a la revolución liberal que se había desatado en 1808, el estatus de América no dejará de ser colonial. (…) querían hacer una gran “nación hispana” que incluyera a América, sin embargo, al momento de otorgar la representación a los americanos se expresó una profunda desigualdad. (…)
Esto obligará a los criollos a enfrentarse militarmente en el continente americano, lo que desencadenará la llamada “guerra de independencia”, que durante los años que van de 1810 a 1825 irá mutando la dinámica del proceso histórico. Ni la decadente monarquía hispánica, ni los liberales españoles, quisieron perder sus colonias, como tampoco lo quiso hacer la burguesía revolucionaria francesa. La independencia americana, pero centralmente la revolución de los “jacobinos negros” en Haití, anunciaron la cuestión colonial como contracara de las revoluciones europeas del siglo XVIII.
Guerra anticolonial, guerras civiles y pacto neocolonial
La denominada “guerra de independencia” ha tenido un lugar primordial en la historia oficial, y siempre ha sido el mejor escenario para la construcción de los mitos patrios. Pero la guerra, hecha de contragolpe por la resistencia peninsular a la autonomía criolla, se transformará en una guerra anticolonial que concentrará en su interior un conjunto de guerras civiles expresión de las contradicciones internas del mundo colonial. (…)
En primer lugar, el intento limitado de las elites criollas de desarrollar una guerra civil anticolonial en función de mantener la autonomía política conquistada. Guerra que se expande y ocurre en el territorio americano y, aunque concentra el enfrentamiento contra los peninsulares, los realistas y la corona, va a entrelazar en los bandos militares a “españoles americanos” y a “españoles europeos”.
(…) En segundo lugar, la otra dimensión de la guerra civil será el enfrentamiento entre las heterogéneas fracciones de las clases dominantes criollas. Aunque perviven luego de la revolución algunos de los elementos de la antigua división territorial, lo que prima es un proceso de desintegración de los viejos virreinatos y capitanías generales.
(…) Finalmente, la tercera forma de guerra civil es aquella que se desarrolla entre las clases dominantes criollas y la insurgencia de las heterogéneas clases subalternas, que en forma episódica y disgregada, aprovecharán la crisis y la guerra para intervenir con sus propias demandas. Esta emergencia de las clases explotadas y oprimidas, que desde nuestro punto de vista es la más importante y que se encuentra completamente oculta en la historiografía oficial, es la que explica la ambivalencia de los ricos criollos tensionados entre la necesidad de imponer una serie de cambios políticos, la revolución y el orden, y la urgencia por mantener el sometimiento de las clases explotadas. (…)
Las clases peligrosas de la rebelión contra el orden colonial
Las tensiones sociales de la colonia, expresión de un régimen de explotación que combinaba la servidumbre, la esclavitud, los obrajes, la mita y el pago de tributo indígena, estallarán con la participación de las clases subalternas en importantes manifestaciones y levantamientos.
(…) La guerra dará cauce a la aparición de insurgencias indígenas en el área andina, a la actuación de pardos y negros en Nueva Granada, a peones, gauchos y pequeños campesinos en la Banda Oriental, y a esclavos y mestizos que integrarán las milicias y ejércitos de guerra.
Esta presencia popular y las necesidades impuestas por la guerra anticolonial indujeron a los ricos criollos a tomar algunas de las medidas que apuntaron a una transformación limitada del orden social. (…) Este carácter limitado de las transformaciones ocurridas durante la guerra anticolonial resultaron en que no se conquistará la independencia absoluta de las regiones americanas, sino que se inaugurará un nuevo pacto neocolonial. (…)
Los resultados del proceso histórico: revolución política burguesa y Estado semicolonial
Es una tesis ampliamente aceptada que el objetivo, el móvil de la conquista española de América fue capitalista. (…) Lo que inmediatamente se implanta es una estructura combinada en la cual una variedad de relaciones sociales precapitalistas se adaptaron a fines capitalistas. (…) La hibridez y la combinada característica de la estructura social tendrán consecuencias a largo plazo. Una de ellas va a ser la heterogeneidad de la propia estructura de clases, la diversidad de fracciones de la clase dominante criolla existente (…). Las guerras anticoloniales reconfiguraron las clases dominantes criollas y generaron rupturas. Pero también, a lo largo del siglo XIX encontraremos muchas continuidades con la estructura económico-social colonial. En primer lugar, la clase dominante criolla, una vez conquistada su autonomía en relación con el poder de la corona seguirá ocupando su lugar hegemónico y dominante en las relaciones de producción. (…) En segundo lugar, como contracara de este proceso, las relaciones sociales de explotación de indígenas, mestizos y esclavos continuarán. (…) Finalmente, las clases dominantes criollas profundizarán su relación dependiente con el mercado mundial (…).
Un Estado políticamente independiente y económicamente subordinado al capital inglés fue la conclusión del proceso iniciado con la Independencia. Transformación que, por impulso de las burguesías criollas, permitió una modernización subordinada y sentó las bases del desarrollo de un importante proletariado. Hacia fines del siglo XIX y principios del siglo XX fue este proletariado, nutrido de inmigrantes pobres de Europa y de trabajadores desplazados del campo y del interior del país, quien enfrentó en combates callejeros a la oligarquía criolla, comenzando a formular un programa independiente. La necesidad de impulsar la unidad latinoamericana para enfrentar la fuerte presión ejercida por el ascenso del imperialismo norteamericano fue parte de ese programa. (…)
Las fronteras nacionales que separaron a México, Venezuela de Bolivia, Paraguay o Argentina fueron las barreras levantadas por los ricos criollos para hacer negocios con las potencias capitalistas y someter a las clases subalternas. (…) Una verdadera unidad de los pueblos del subcontinente americano, no una unidad para que se sigan enriqueciendo las clases burguesas (…) sólo puede estar basada en la expropiación del capital extranjero y de los grandes propietarios agrarios e industriales nativos. Estas son parte de las tareas que los trabajadores y pueblos oprimidos tendrán que llevar adelante mediante su intervención revolucionaria en la realidad.
Notas
1. Peña, Milcíades. Antes de Mayo. Formas sociales del trasplante español al Nuevo Mundo. Bs. As., Ediciones Fichas: 1973. P. 77.
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