sábado, 23 de mayo de 2015

¿Un nuevo festejo de la dependencia?



En el 205º aniversario de la Revolución de Mayo el gobierno se prepara para festejar los “logros del modelo” en materia de independencia y soberanía nacional. Sin embargo, un análisis estructural demuestra que se fortaleció la injerencia del capital extranjero y los lazos de la dependencia.

La celebración oficial de la “independencia” este 25 de mayo viene acompañada de un permanente discurso de enfrentamiento del gobierno nacional a las grandes corporaciones internacionales y a los buitres de la deuda. La despedida de fin de ciclo se construye en un repaso de los logros del modelo “nacional y popular” en el que no escasean las alusiones a la recuperación de la soberanía nacional y la idea de que el país está avanzando hacia el fin de las condiciones de subordinación, dependencia y atraso. Este argumento se suele apoyar en la política del “desendeudamiento”, el enfrentamiento con los fondos buitres y los nuevos acuerdos “estratégicos” con el emergente gigante asiático.
Efectivamente, la pregunta sobre la relación con el capital imperialista es un aspecto central para realizar un balance de la economía argentina que nos deja el gobierno en retirada. Así también, el aniversario renueva el debate sobre la otrora flamante burguesía nacional en relación con el sueño del “desarrollo nacional”, mientras cada día consolida más su rol de sumisión al capital extranjero.

El mito de la soberanía productiva

Más allá de los discursos, el capital extranjero en el país se expandió fuertemente en la última década al ritmo de la concentración y extranjerización de la economía que caracterizó los rasgos neoliberales de la década pasada. La estructura de la economía en la que se desenvuelven las distintas fracciones del capital permite develar cómo se produce, se reparte y se reinvierte (o no) el plusvalor generado en el espacio nacional.
Según la Encuesta de Grandes Empresas en la Argentina (ENGE) que elabora el INDEC con las 500 empresas no financieras de mayor tamaño en el país, que representan el 33% del valor agregado nacional, la participación extranjera paso de ser 219 empresas en 1993, a 322 en 2011, registrando un crecimiento del 47% en 18 años.
En este selecto grupo se encuentran firmas agroalimenticias (Louis Dreyfus, Bunge, Kraft Food, Cargill, Quickfood, Nestlé, Coca-Cola, Cervecería Quilmes, Oleaginosa Moreno, etc.), de la industria química (Bayer, Dow, Dupont, Procter & Gamble, Syngenta, Solvay Indupa, Monsanto, etc.) y de la industria automotriz. Las 500 principales firmas en 2012 generaron en promedio un 21,6 % del total del valor agregado, cuando durante la época de la convertibilidad la participación de la elite empresaria en el PBI había sido en promedio del 14,3 %.
En el mismo sentido, los datos publicados en el libro de Gaggero, Schorr y Wainer, “Restricción Eterna. El poder económico durante el kirchnerismo” reseñada en la revista Ideas de Izquierda, se destaca como una característica de este período el salto que se registró en la concentración económica. El 65% de las grandes empresas del país, tienen participación extranjera. Dentro de éstas, el 55% tienen una participación de capital extranjero que supera el 50%. Las empresas de capital enteramente nacional en este conjunto alcanzan el 35% del total y explican sólo el 13,1% de las utilidades.
Además, la remesa de utilidades al exterior duplicó su nivel promedio como proporción del PBI en la primera década del siglo XXI respecto de la década anterior, pasando de un promedio equivalente al 1% del PBI a un valor cercano al 2%. El avance del capital extranjero en plataformas exportadoras, le permite a 59 corporaciones extranjeras detentar el control casi de la mitad de las exportaciones del país en 2012. No cabe duda de la creciente injerencia del capital extranjero en la economía argentina, que además ahora suma a un nuevo socio, China, agravando su dominio sin romper lazos con el imperialismo norteamericano y europeo.

Nunca menos, al pago de deuda

El gobierno de Cristina celebra con bombos y platillos el rótulo autoimpuesto de “pagadores seriales” atribuyéndose una ganancia en soberanía gracias al desendeudamiento. Si bien hasta el 2013 cayó la relación entre la deuda y el PBI, en términos absolutos la deuda siguió creciendo, e incluso en 2014 se volvió a incrementar como proporción del PBI y su parte nominada en dólares. Esto sin tener en cuenta el llamado déficit “cuasi-fiscal” del Banco Central que le ha transferido utilidades al tesoro a costa de aumentar su propio endeudamiento.
A pesar de pagar obedientemente más de 200 mil millones de dólares en la última década, la deuda pública pasó de 126 mil millones de dólares luego del canje de 2005 a 199 mil millones en junio de 2014. En abril, el gobierno dio gala de su voluntad de “volver a los mercados” colocando bonos públicos a la tasa más cara de Latinoamérica con los llamados Bonar 24, obteniendo 1.415 millones de dólares para paliar los problemas en el sector externo. Incluso en su propia página del Ministerio de Economía repiten en letras grandes “queremos pagar, pero no nos dejan, los fondos buitres y el juez Griesa pretenden llevar a la Argentina al default”. Sin embargo, la escasez de divisas tiene causas más profundas que la capacidad de fuerza de un juez neoyorkino. La llamada restricción externa que se expresa en la sistemática sangría de remesas al exterior y los déficits comerciales, son factores de inestabilidad macroeconómica cuyas causas hay que buscar en la estructura crecientemente primarizada de la economía nacional, la constante remesa de utilidades por el peso de la penetración extranjera y los miles de millones de dólares que absorben el pago de la deuda usurera.
El mantenimiento de la institucionalidad del orden liberal transnacional es otro de los elementos que posibilita esta enorme atadura al capital financiero internacional. Se han conservado intactos los pactos de la Organización Mundial de Comercio, el CIADI y el conjunto de los Tratados Bilaterales de Inversión, que habilitaron los tribunales internacionales para saldar disputas entre las empresas que realizan inversiones y los Estados destinatarios de las mismas.
Así, la deuda sigue teniendo un peso muy alto en el presupuesto. En 2015 se llevará en total el 8% de las erogaciones totales, superando, entre otros, los recursos asignados a la salud (3%) y a la educación (7%). Los pagos presentes y futuros de esa deuda significan una pesada carga sobre el pueblo trabajador. Este año se irán $100 mil millones en servicios de deuda que supera en tres veces lo que se destina a la asignación universal por hijo. La lista de especuladores que comen de ese 8% del presupuesto incluye al magnate George Soros, al millonario mexicano David Martínez y otros buitres amigos del kirchnerismo.

La falacia del desarrollo capitalista autónomo

El capitalismo argentino se encuentra hoy plenamente desarrollado como capitalismo dependiente. Es por ello ilusorio pretender, como plantea el gobierno, que se pueden ganar ciertos márgenes de soberanía sin atacar las posiciones del imperialismo en el país, su penetración en el entramado de grandes corporaciones, su dominio de resortes económicos estratégicos y todo el andamiaje legal e institucional que sustenta sus posiciones. En estos años, las cadenas de la dependencia no sólo no se relajaron sino que el capital trasnacional no hizo más que seguir avanzando.
A 12 años de kirchnerismo quedó demostrado que no existe proyecto de “desarrollo autónomo” capitalista que pueda cambiar significativamente las posiciones del capital imperialista en los sectores estratégicos de la industria y los servicios, así como la carga creciente de la deuda externa que recae sobre las espaldas de las y los trabajadores. La burguesía nacional beneficiada en estos años, supuestamente interesada en alcanzar el desarrollo interno, no ha podido revertir los niveles de extranjerización ni tiene ningún afán en ese sentido. Es por ello que hay que plantear una salida de otra clase, que rompa definitivamente con las ataduras imperialistas oriente la economía hacia las demandas más sentidas y postergadas de los trabajadores.

Lucía Ruiz
Guadalupe Bravo
@GuadaBravo

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