La transición política y la agenda de la clase obrera
Por varios motivos, la huelga general de la Federación de Aceiteros establece un rumbo para toda la clase obrera. La huelga exige un salario mínimo igual al costo de la canasta familiar, que la Universidad de Rosario ha establecido en 14.900 pesos. Pero el salario promedio en la Argentina es menor a 7.000 pesos, y la mitad de los trabajadores no llega a 5.000 -o sea, que el “modelo” ha dejado a casi toda la clase obrera argentina por debajo de la canasta familiar, y quien la alcanza resulta confiscado por el impuesto a las “ganancias”.
Para recuperar la pérdida sufrida por la carestía, los aceiteros piden un 42% de aumento, y han resuelto una lucha a fondo y de carácter activo, con cortes y piquetes. Han desconocido la conciliación obligatoria, el mecanismo a través del cual el Estado pretendió desactivar el conflicto. Aunque el sindicato filokirchnerista de San Lorenzo se apartó de la lucha, la presión de los miles de tercerizados de la zona, que también reclaman un aumento, está llevando a una huelga general a ese cordón industrial estratégico, con la perspectiva de paralizar los puertos. En la saga de los aceiteros, los bancarios volverán a parar 48 horas contra el impuesto al salario, y los Suteba combativos acaban de llevar adelante una huelga masiva. La docencia universitaria de la Conadu Histórica vuelve a parar contra la pretensión de un aumento del 22% y en cuotas, en un marco de luchas estatales en hospitales y reparticiones de numerosas provincias.
El ajuste que empezó
A este escenario de reclamos, CFK y Kicillof le han opuesto un techo salarial del 27%, lo que implica una caída del salario de al menos el 10% de cara a la inflación pasada. Delata el ajuste que viene ejecutando el gobierno K, pero también el ajuste que se viene, que es patrimonio común de los principales candidatos que esperan sucederlo.
Aceptando la orden oficial, la burocracia de la UOM, de Comercio, de la Uocra y UPCN acaban de cerrar sus paritarias en torno del 27% y en cuotas. Para ello, Caló resignó de un plumazo el reclamo de un 32% de aumento y la percepción de un bono, todo lo cual ya ha instalado un escenario de deliberación en las seccionales metalúrgicas.
Por un paro activo el 9
Con el acuerdo que impuso en estos cuatro gremios, el gobierno ha pretendido aislar el paro del 9, que los gremios del transporte que pararon el pasado 30 de marzo acaban de confirmar después de innumerables dilaciones. Los Moyano y Barrionuevo, que salieron de aquella huelga amagando con “medidas inminentes”, le entregaron al gobierno dos meses cruciales para su política de paritarias con techo. Ahora, han resuelto dejar de lado el paro activo por 36 horas y limitarse a un nuevo paro de 24. No hay plan de lucha. Las discusiones en torno de la “unificación” de las centrales obreras tienen, como contenido no declarado, el de no entorpecer el ajuste contra el salario
A los Scioli, Macri y Massa los une su puntilloso silencio respecto de los techos salariales oficiales, una orientación que ellos se han comprometido a profundizar después de diciembre ante todos los foros empresariales. Las luchas obreras desnudan el carácter artificial de la polarización que pretenden urdir entre sí los candidatos del ajuste.
Llamamos a imprimirle un carácter masivo y activo al paro del 9, que debe ser preparado con un programa y un método de deliberación y resoluciones de lucha en todos los sindicatos. Con ese objetivo, batallamos por un plenario obrero que prepare una campaña y una acción propia del clasismo en la jornada del paro. Vamos por un paro activo y de 36 horas este 9 próximo, por paritarias sin techo, por la abolición del impuesto a las ganancias sobre el salario; por la prohibición de suspensiones y despidos. Por la victoria de los aceiteros y de todas las luchas en curso.
Marcelo Ramal
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