viernes, 3 de junio de 2016

La audiencia del jueves



El olor. Ese que te identifica, te recuerda y te penetra.

“Ese olor en la manos lo tuve hasta que dejé la colimba”, dijo Rubén Alejandro Juárez, un conscripto que prestó servicios en el Hospital Militar durante el Operativo Independencia. Recibir cuerpos. Limpiarlos. Esa era parte de su tarea dentro de la cadena de la muerte. Como si los círculos del infierno hubiesen sido recreados bajo las lógicas productivas. Matar, limpiar, quemar. Eso se intuyó en la declaración de Juárez en la audiencia del jueves 26 de mayo de la Megacausa Operativo Independencia. “‘Aquí queremos machos’ nos decían a los reclutas y nos empujaban hacia los cuerpos”, contó Juárez y describió el estado de descomposición que presentaban los cadáveres.
En la audiencia del jueves finalizaron las declaraciones de los imputados e iniciaron las testimoniales. “Es paradójico que los vencidos que pretendían imponer a sangre y fuego el socialismo marxista pretendan juzgar a los vencedores que hoy somos presos políticos”, dijo Jorge Omar Lazarte, el último imputado en declarar. Dos testigos, uno de contexto y otro vivencial, que podría considerarse testigo víctima, siguieron a estas declaraciones y aportaron más que a una causa. A través de dos testimonios se comprimió el terrorismo de estado y la enorme estrategia que generó el silencio durante décadas. Se ejemplificó el porqué de las consignas como “memoria, verdad y justicia” o “nunca más”. Fueron suficientes para derribar cualquier mito o teoría que justifique el accionar del estado militar.
De acuerdo a lo reconstruido a través de la audiencia del jueves, este ensayo del terror no habría sido posible sin la complicidad de los aparatos de poder como la iglesia católica. Por eso, cuando se habla de dictadura, muchos aclaran que fue militar, cívica y eclesiástica. Y esto se fundamentó en la misma audiencia bajo la investigación que realizó el testigo Ariel Lede, sociólogo que analizó los diarios del obispo Bonamín y pudo dar cuenta, junto a Lucas Bilbao, de la organización de la iglesia católica acompañando el accionar del ejército argentino. Estos sociólogos analizaron documentación vinculada al Vicariato Castrense y al rol de este dentro del Operativo Independencia. Así a través del libro El profeta del genocidio plasmaron la investigación acerca de lo que se llamó el apoyo espiritual a las fuerzas armadas en la autodenominada lucha contra la subversión. “Se pudo comprobar que se puso a disposición los recursos de este vicariato, incluso aumentando la presencia de capellanes en el territorio, para poder dar contención psicológica y moral a aquellas personas que torturaban y secuestraban a la población civil”, explicó el fiscal Agustín Chit.
Estos testimonios no solo dan cuenta de la cadena productiva del terror, sino que también echan por tierra la teoría conocida como “de los dos demonios”. Esta teoría considera que en el territorio hubo una guerra entre dos fuerzas demoníacas: por un lado, la fuerza guerrillera y por otro, la fuerzas militares. Así, al mejor universo de George Lucas obliga a los ciudadanos a tomar partida por un lado de la fuerza. Y pone a la misma altura las responsabilidades del Estado, que debe brindar bienestar y proteger los derechos de la población. Que niega el grado de inoperancia con el que contaban reducidos grupos armados en el monte tucumano en comparación con la estrategia impuesta por imperios económicos como ser Estados Unidos y Francia en Latinoamérica. Que no diferencia entre la justicia que debe brindar el estado, ni entre los más de cuatrocientos jóvenes sin identidad al día de hoy, ni entre los mecanismos ilegales y clandestinos bajo el cual el Estado propició “orden”. Y que justifica la tortura, la muerte, el terror y las desapariciones.
“Los cuerpos de los soldados eran entregados a la familias. Los cuerpos de los guerrilleros no sé”, explicó el conscripto Juárez al cerrar su declaración. Al levantarse de la silla se quedó parado frente al tribunal. Porque, seguramente, toda la crueldad y la morbosidad de su declaración no fueron suficientes para transmitir lo que realmente fue vivirlo. Se quedó parado con ganas de seguir contando a esa sala, que registra la historia, cada uno de los golpes que vio en los cuerpos, cada una de las vejaciones que vivió con los cuerpos y cada una de las historias que encontró al limpiar los cuerpos. Se queda parado hasta que, por segunda vez, el presidente le dice “puede abandonar la sala”.

Javier Sadir, La Plata, Diario del Juicio

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