domingo, 5 de junio de 2016

Los curas del Operativo Independencia



Capellán dirigiéndose a soldados durante el Operativo Independencia, en diciembre de 1975. Fotografía publicada en la revista Gente, editorial Atlántida

La lista de los capellanes que bendijeron la tortura en los centros clandestinos. Un capítulo de la participación de la Iglesia en el genocidio.

En el marco de la megacausa por los delitos de lesa humanidad cometidos durante el Operativo Independencia (OI, entre febrero de 1975 y marzo de 1976) un testigo de concepto se refirió al rol de los capellanes en las prácticas de interrogatorios y torturas. La semana pasada, el investigador Ariel Lede relató aspectos de la investigación que fue plasmada en el libro Profeta del genocidio (en coautoría con Lucas Bilbao, Sudamericana, 2016) y ofreció una lista de los capellanes que participaron del OI.

Los nombres de Dios

El listado de los 43 capellanes fue rechazado por los abogados defensores de los genocidas para que sea incorporado como prueba. Aunque el fiscal Camuña no opuso resistencia, por pedido de Bernardo Lobo Bugeau dicho listado fue incorporado a la causa como elemento probatorio.
Precisamente, en esta megacausa (cerca de 1000 testigos, 271 víctimas) faltan numerosos responsables de los crímenes que se están juzgando. Empezando por Isabel Perón, quien firmó el decreto habilitando al Ejército para “aniquilar la subversión”, hasta los empresarios que fueron parte activa. La Iglesia, que aportó sus cuadros para la avanzada genocida, es también una de las grandes ausencias en el banquillo de los acusados. De acuerdo a las investigaciones, 400 capellanes se distribuyeron de acuerdo a la división operativa que el Ejército realizó del territorio argentino.
La relación entre la Iglesia y el Ejército se construyó durante décadas siguiendo la experiencia francesa en la “guerra sucia” contra Argelia y la “lucha contra el comunismo”, postulada por la Doctrina Nacional de Seguridad estadounidense. A través del vicariato castrense (creado en junio de 1957), sectores reaccionarios de la Iglesia Católica, como el integrismo, se ligaron a los cuadros del Ejército, y ocupándose de impartir cursos a los nuevos cadetes. Un ejemplo más que significativo es que en la Escuela Mecánica de la Armada, a cada proyección de La Batalla de Argelia –utilizada para instruir sobre los métodos de tortura– la precedía la alocución de un capellán.
Con el Operativo Independencia (OI), los capellanes cumplieron un importante rol en la construcción del relato de la “guerra contra la subversión”, con abiertas defensas en los medios de comunicación de las operaciones del Ejército. Pero también fueron una parte fundamental en los métodos de tortura utilizados en los centros clandestinos de detención (CCD).







De acuerdo a Lede y Bilbao, 43 sacerdotes participaron del OI (37 por el Ejército, 5 por la Gendarmería. Prestaron “apoyo logístico espiritual” al despliegue de las Fuerzas Armadas, convenciendo a las tropas de la justeza de la “guerra” y la necesidad de no guardar piedad ante los “enemigos de la civilización occidental y cristiana”. En términos legales, esto amerita ser “partícipe necesario” en los delitos de lesa humanidad.
La preocupación por la “moral” de las Fuerzas Armadas fue una constante para los capellanes y la jerarquía eclesiástica. En su diario, el obispo Victorio Bonamín apunta tras una cita con monseñor Adolfo Tortolo, para ese entonces vicario general castrense: “problemas de Tucumán, respecto a torturas y prisioneros (otro argumento: Si, según Sto. Tomás, es lícita la pena de muerte…, la tortura es menos que la muerte…). Nuestros Capellanes necesitan aunar criterios” (09/01/76). Más adelante escribirá, “Función de los capellanes: dar criterios sobrenaturales al accionar de los militares” (18/10/76).
A fines de 1975, con Bussi comandando el OI, Bonamín apunta “Con los Capellanes Castr. del 1° Cuerpo de Ej. que se turnaron y turnarán en Tucumán. Problemas de conciencia de n/Oficiales” (29/12/75). El 22 de abril de 1976 también dará cuenta de una “reunión con los sacerdotes presentes sobre Tucumán, torturas, etc.”. El obispo también se dará licencias para contar sobre una “gran jarana con los dulces tucumanos que me regaló el Gral. Bussi” en una cena (19/10/76). En una entrevista en 1989, Bonamín comentó como recorrió los campamentos con Bussi, quien le mostró un preso y lo instó a que lo interrogue (una anotación se encuentra en el día 09/10/76).
Según un informe estadístico de la Procuraduría de crímenes contra la humanidad, los sacerdotes católicos representan menos del 1% por de los 660 condenados entre 2006 y 2015, y de los 2220 imputados. Concretamente: 1 condenado a prisión perpetua, 1 absuelto, 6 imputados (2 murieron sin condena, 1 está prófugo y 3 en proceso) y 4 citados como testigos.
El caso del cura absuelto se dio en la megacausa de Jefatura II-Arsenales II en Tucumán. José “Pepe” Mijalchyck fue visto por sobrevivientes de aquellos CCD y sin embargo fue absuelto por falta de pruebas. Durante el proceso judicial, la Iglesia organizó una campaña de defensa que incluía caravanas de colectivos. El “padre Pepe” fue denunciado en 2005 ante la justicia federal, sin embargo un año después fue nombrado “Prelado de Honor de Su Santidad” por el papa Benedicto XVI.
A los números irrisorios de clérigos condenados se suma que el actual papa, Jorge Bergoglio, tiene denuncias por “encubrir a los ejecutores de la dictadura”, en el caso de apropiación ilegal y robo de identidad. Contra la intención deliberada por continuar encubrir la participación de la Iglesia en el genocidio, sobran las razones para continuar la lucha por la apertura de los archivos, por el juicio y castigo.

Maximiliano Olivera @maxiolivera77

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