lunes, 27 de junio de 2016

Dólar dependencia: ¿la suba de la cotización de la divisa vuelve a escena?



Cuando escasean dólares hay problemas. Cuando fluyen hacia el país, también. Esa tragedia se desenvuelve con el telón de fondo de una economía dominada por el capital extranjero.

Luego de cuatro jornadas de subas y de haber estado estabilizado en $ 14 por más de un mes, este jueves el dólar superó la barrera de los $ 14,5.
Para Cristiano Rattazzi, CEO de Fiat Chrysler Automobile Argentina, "El dólar debería estar en $ 16 ó 17".
Varios consultores económicos estiman que la cotización de la divisa debería alcanzar valores similares a esos hacia fin de año.
Durante la campaña electoral presidencial se vendió a la devaluación del peso argentino como la receta mágica que permitiría recomponer la competitividad y el crecimiento.
Todos los candidatos patronales y sus equipos económicos conocían bien que en esa receta la magia consistía en devaluar fundamentalmente el salario obrero. Es decir, mejorar las ganancias aumentando el grado de explotación de la fuerza de trabajo.
La tarea de erosionar vía inflación el poder de compra del salario fue realizada en parte. Con la mayoría de las paritarias que de máxima alcanzan el 35 % (y en cuotas que diluyen el aumento) y la inflación rozando el 45 % anual, entre 10 y 15 puntos porcentuales están perdiendo los trabajadores frente al capital.
Para las empresas no alcanza. Reclaman más ataques a las condiciones de vida del pueblo trabajador.
El ausentismo, la indisciplina laboral por un supuesto estado asambleario, los altos costos de los litigios por despidos o por accidentes de trabajo permiten explicar a los gerentes todos los males de la economía.
Pero no sólo eso. A la guerra de guerrilla que se desata cada día en los lugares de trabajo por la extracción de plusvalía, la clase empresarial quiere agregarle una nueva ronda devaluatoria que le reste más poder de compra a toda la clase obrera.
El debate sobre cuánto debe costar el dólar volvió a los ámbitos empresariales y a la prensa económica. Es que a seis meses de la asunción de Cambiemos la recesión y la inflación dominan la escena.
El macrismo enfrenta la disyuntiva de agudizar la recesión conteniendo la inflación mediante la cotización planchada o volver a permitir nuevos incrementos del dólar que realimenten la dinámica entre devaluación e inflación que ni las autoridades económicas saben bien a dónde puede conducir. Ni siquiera si ayudará a revertir la recesión. El segundo semestre no termina de llegar.

Los dólares que supieron conseguir

La recomposición de los ingresos de los exportadores agrarios gracias a la devaluación de diciembre, la quita de retenciones al agro (baja en el caso de la soja) y la suba de los precios de las commodities quitó presión alcista del tipo de cambio aumentando la oferta de dólares.
No obstante, hasta mayo la muy moderada mejora de la balanza comercial (U$S 350 millones aportados a la economía) se debe más a la caída de las importaciones (-4,6%) que a la suba de las exportaciones (+0,2%).
Entre las importaciones suben los bienes de consumo y los automotores. Es decir, aquellos productos que potencialmente reemplazan producción local por extranjera.
En paralelo, caen los bienes intermedios, los combustibles y el ingreso de bienes de capital está estancado. La evolución de este último ítem es todo un síntoma que indica que el proceso inversor está detenido.
Otro tanto de la relajación cambiaria se debe al salto en el endeudamiento que encaró el equipo que dirige Alfonso Prat Gay. La deuda pública creció 14 % en sólo seis meses. En gran parte son dólares que fueron a parar a manos de los fondos buitres, pero un remanente ingresó al país.
Las tensiones sobre el tipo de cambio también fueron conjuradas gracias a la “bicicleta financiera”. El Banco Central habilitó un negocio a medida de los especuladores con el dólar planchado y tasa de interés elevada.
Ahora está desandando este camino: la tasa de interés de las Lebac bajó de 38 % en marzo y abril a 31,5 % en la última semana.
Factores estacionales y la regulación monetaria favorecieron la estabilidad cambiaria dando ganancias millonarias a los bancos. Los actuales descensos marcados y continuos en las tasas de interés están impactando en el tipo de cambio afectando las expectativas de devaluación en los próximos meses, lo cual se refleja en la cotización del dólar futuro.
Desde el gobierno afirman haber bajado las tendencias inflacionarias (los datos de la realidad indican otra cosa) y apuntar a la reactivación económica. Es que el aire que les otorga la distracción de la “opinión pública” con la corrupción kirchnerista no va a durar para siempre.
La dura situación económica es cotidiana. Los últimos datos del INDEC certifican un derrumbe industrial y en la construcción en el mes de abril. En mayo la Fundación Fiel ratifica la tendencia a la baja de la industria (-3,6 %).
El enigma de la competitividad y el crecimiento económico no fue resuelto con el abaratamiento de los productos argentinos de exportación que produjo la devaluación de diciembre. No sólo porque la escalada inflacionaria diluyó parcialmente sus efectos.
Tampoco llegó la lluvia de inversiones extranjeras esperadas. Y si hubieran llegado su maduración requiere tiempo. Pero incluso la obra pública fue prácticamente paralizada. En esto no incide la decisión de los inversores internacionales, sino del propio gobierno.
Ahora, el malestar social y la negociación con gobernadores e intendentes habrían empujado a reactivar la obra pública. La empresa de Ángel Calcaterra, el primo del presidente, sería una de las principales beneficiadas. Mauricio Macri hace honor a la tradición que le permitió al clan familiar construir su riqueza.
Mientras tanto, más allá de las campañas de impacto que realiza el gobierno y los medios de comunicación afines, los anuncios de inversiones extranjeras son módicos. El marketing al estilo Durán Barba no alcanza para ampliar el aparato productivo.
Con el desarme lento de la “bicicleta financiera” está habiendo una reorientación de la especulación hacia la compra de acciones de empresas locales. Macro, Pampa y Clarín están entre las predilectas.
Fondos de inversión internacionales estarían ingresando dólares frescos anticipando un posible ascenso de la categoría de Argentina hacia país “emergente” por parte del Morgan Stanley y la venta de la cartera del Fondo de Garantía y Sustentabilidad de la ANSES.
Es decir, la extranjerización de los paquetes accionarios iría acompañada con una tajada de ganancias en beneficio del capital financiero internacional que se nutriría de diferenciales de cotización cuando suban los títulos de las empresas.
El supuesto éxito en la salida del “cepo” fue estabilizar la cotización del dólar. No hubo descontrol cambiario, pero la recesión avanza al calor de la caída del consumo por el ataque al salario. Y la inflación a pesar de esa caída.
Los genios de la ortodoxia ni siquiera logran domar el déficit fiscal que se cuadriplicó en mayo en relación al año pasado.
Más allá del aprovechamiento de negocios especulativos pasajeros existe una importante desconfianza de las calificadoras de riesgo internacionales sobre las perspectivas económicas.
Es que los dólares que supieron conseguir desde el gobierno hasta el momento fueron al costo de profundizar el desorden económico.
Ese desorden no se solucionará con artilugios cambiarios como podría ser una nueva suba del dólar como la que está dejando correr el equipo económico los últimos días.
La dependencia del dólar y de su cotización para “manejar” la economía habla de problemas de arraigo profundo, como el dominio del capital imperialista sobre la economía argentina.
Resulta evidente que va contra la naturaleza de los CEO’s tirar abajo ese régimen económico. También es claro que la gestión de las oscilaciones cambiarias tiene por objetivo seguir erosionando las condiciones de vida del pueblo trabajador.

Pablo Anino

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