lunes, 13 de junio de 2016

PROimperialismo



Un recorrido sobre todos los frentes de política exterior de Mauricio Macri en este primer semestre. Latinoamérica y EE.UU., Europa, Malvinas y el petróleo.

Desde un principio, el gobierno de Macri se preocupó por dejar en claro el nuevo rumbo que imprimiría a la política exterior argentina: saltar del módico regateo K al servilismo MM ante el poder imperialista. Como proclamó Macri ante el Foro de Davos, se trataría de establecer “relaciones inteligentes y pragmáticas con el resto del mundo” (Los Andes, 21/01/16), o sea: dejar atrás la estrategia “populista” de regateo, indocilidades y retórica frente a Estados Unidos, llevada adelante bajo los gobiernos K en alianza con Brasil (y en segundo plano con Venezuela) desde un bloque sudamericano, con los ilusorios objetivos de reformar el orden mundial en clave “multipolar” y promover una “nueva arquitectura financiera internacional”.
Imponer un viraje al alineamiento y colaboración con el imperialismo, recomponiendo relaciones con las grandes potencias, el capital financiero y sus instituciones internacionales, además de pragmatismo multilateral en lo comercial y financiero (a medida de los intereses del capital más concentrado), militancia ideológica y política a favor del orden regional y mundial dominado por el imperialismo (como ante Venezuela e Irán).
¿Cuál es la mayor y más significativa medida de política exterior que adoptó el gobierno de Cambiemos en su primer semestre? El acuerdo de absoluta capitulación ante los fondos buitre. Así puso punto final al largo proceso de negociaciones en torno a la deuda externa bajo el kirchnerismo que, pese a su sincera y justa autodefinición como “pagador serial”, no logró conformar todas las exigencias de los acreedores. Es que no sólo se trataba de la sed de ganancias de Paul Singer y Cía, sino del pleno disciplinamiento a la “ley” del capital financiero internacional.
La capitulación en toda la línea ante el Juez Griesa y los fondos buitre, con el megapréstamo de Prat Gay para pagarles, sintetiza la lógica del “retorno al mundo”, principio pregonado de la política exterior PRO y entusiastamente respaldado por Clarín y La Nación. Algo además, compartido con matices por la mayor parte del peronismo, desde Massa a Scioli y una larga lista de prohombres de la era kirchnerista.

La diplomacia de la felicidad

El gobierno de Cambiemos es “todo lo neoliberal que permite la relación de fuerzas”, buscando avanzar, no sin fricciones y obstáculos en su programa económico, social y político. Si esto es así a escala doméstica, también se aplica a algunas modalidades de su política exterior. En ese cuadro, podemos referirnos a algunos ejes centrales de la nueva orientación diplomática:
Hacia Estados Unidos y Unión Europea. La recomposición de relaciones con Washington fue sellada con la visita de Obama a Buenos Aires, provocativamente realizada el 24 de marzo en medio de cínicas apelaciones a los derechos humanos. Obama pudo mostrar un éxito de su política para socavar el “populismo” latinoamericano, conquistando un nuevo aliado en Argentina, con el cual promover el nuevo despliegue de los Estados Unidos sobre Sudamérica y demoler la ya declinante hegemonía progresista local, salto consumado recientemente con el golpe institucional en Brasil. Macri se perfilaba como el alfil del giro a derecha regional y obtenía respaldo para su orientación económica y política a días de la consagración del acuerdo con los buitres, un acuerdo que se continúa renovando alianzas en nombre de la “lucha contra el narcotráfico”, el “lavado de dinero”, la “seguridad” y otros tópicos de la agenda estadounidense para la región. Claro que una cosa es recibir gestos de aprobación del sonriente Obama, y otra que Washington considere probado el “cambio” como para aflojar la billetera, los préstamos y las inversiones.
Las visitas del francés Hollande y el italiano Renzi a Buenos Aires, entre tanto, restablecieron puentes con la Unión Europea, reforzados por Malcorra en la relación con Londres y Prat Gay en el Estado Español, incluyendo su vergonzoso “mea culpa” madrileño. Allí mendigó inversiones y se disculpó por el “maltrato” argentino a los inversores peninsulares, como el grupo Marsans, vaciador de Aerolíneas y Austral, y REPSOL, saqueadora de YPF, que debería agradecer la generosa recompra por el pago de las acciones “expropiadas”. Con esto, se comenzó a preparar el terreno para las prometidas negociaciones con la Unión Europea en pro de acuerdos comerciales, algo que no termina de entusiasmar en Argentina (por la escasa apertura que podría haber a la producción agropeacuaria local), pero sí es empujado con fuerza desde Brasil y desde Alemania.
Giro PRO-israelí. Al acercamiento a Estados Unidos está ligado el cambio de política en Medio Oriente. El ingreso a la Casa Rosada de Macri fue saludado como la llegada de un “amigo de Israel”. “El gobierno israelí está muy contento con su elección y entendemos que estamos iniciando una nueva etapa de relaciones con Argentina” declaró Netanyahu (El Faro Israel, 13/12/15), destacándose el inmediato abandono del “Memorándum de entendimiento con Irán”, lo que favorece al Gobierno sionista en su política antiiraní y de aplastamiento del pueblo palestino. Va de la mano con el retorno de la influencia del Mossad y la CIA en los servicios de “inteligencia” argentinos, propia de la “era Stiusso”, que habilita nuevas maquinaciones en la adjudicación del atentado de la AMIA a Irán, enterrando la “conexión argentina” que ligaba a la policía y otros detalles incómodos para el frente prosionista.
China y Rusia siguen siendo buenos socios. Macri no comparte la declaratoria de China como “aliado estratégico integral” que hizo Cristina, al tiempo de sellar varios acuerdos tan onerosos para el país como la compra masiva de trenes chinos en lugar de reactivar la industria ferroviaria del país. En un primer intento, MM propuso revisar los contratos de las dos represas hidroeléctricas en la provincia de Santa Cruz y utilizar para otros fines los acuerdos de “swap” cambiario en yuanes. Beijing, sentado sobre las órdenes de compra de soja, puso muy mala cara y Macri se serenó. Después de todo, mejor seguir con los “business as usual”, dada la importancia del segundo socio comercial de Argentina (después de Brasil) para la buena fortuna campera.
El agrobusiness pampeano siempre miró con cariño hacia la lejana Rusia. Los buenos negocios son una vieja costumbre, que tuvo buena estrella en los 70 y bajo la dictadura militar, continuó con altibajos y hoy parece en alza nuevamente, a pesar de las dificultades de la economía rusa y de las sanciones comerciales de Estados Unidos y Europa occidental. No es de extrañar entonces que reforzar la relación con Moscú fuera un objetivo de CFK, ni que Macri mantenga continuidad con esta “herencia”. El objetivo compartido es consolidar a la Argentina como proveedor confiable de alimentos a Rusia, pese al malhumor que esto pueda causar en Washington o Berlín y en contrapartida, recibir inversiones y aportes rusos en energía (posible desembarco de Gazprom en explotación petrolera patagónica, financiación, equipos y tecnología para dos reactores nucleares y una nueva represa en Neuquén, estarían en los papeles) (La Nación, 10/06).
El alejamiento político e ideológico de cualquier idea de bloque BRICS, se articula con el pragmatismo comercial y financiero multilateral. Tanteando como puede, el gobierno de Cambiemos busca una salida a la crisis por agotamiento del “modelo nacional y popular” en un mundo en crisis, en bajo crecimiento, y con conflictivas perspectivas en la Unión Europea como con la desaceleración china.

Flexibilizar el Mercosur, acercarse a la Alianza del Pacífico

El proclamado acercamiento a la Alianza del Pacífico, integrada por México, Colombia, Perú y Chile, sigue este cauce. Dio un primer paso con la reciente incorporación de Argentina como “país observador”, condición compartida con otra cuarentena de estados. En sí mismo, no significa la integración a la AP, pero marca la voluntad política. Susana Malcorra destacó que “hay un claro objetivo del Presidente de empezar a trabajar arduamente en una alianza real con los países del Pacífico y unir esas voluntades con las del Mercosur” (El Cronista, 09/06).
Aquí, el gran foco atractor es México, por su alto grado de integración al mercado norteamericano, y su papel como plataforma de mano de obra barata para maquilas y ensambladoras en industrias como la automotriz, hasta el punto de ser visto como “la China occidental” e “ir a contramano de las tendencias recesivas de la economía de América latina (en particular en el Cono Sur)”. México es parte de las “cadenas de valor” más dinámicas del mundo, la llamada Cadena de Autopartes Automotriz (CAA) de los países miembros del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)”. (“La clase obrera oculta”, en revista Estrategia Internacional n° 29). Las dificultades de la producción automotriz argentina y en general, de la industria local dependiente de las ventas a Brasil, podría encontrar alivio si consigue empalmar con las cadenas productivas de las transnacionales que hacen escala en México.
A esta urgencia, se une un objetivo estratégico: incorporarse a la Alianza del Pacífico, o, más lejanamente, al Tratado Trans Pacífico (TTP) que promueve Estados Unidos, implicaría aceptar las normas de “integración financiera” y “liberalización comercial” que impone el capital imperialista. Pero esto plantea serias contradicciones para Argentina (como para Brasil). La reinserción “abierta” al mercado mundial que propugnan los sectores más concentrados del capital exige desmantelar el nivel de proteccionismo para el mercado interno, algo que puede agudizar las tensiones internas y obligar a rodeos, más allá de las intenciones proclamadas.
La recesión brasileña y la incertidumbre sobre las perspectivas del gobierno Temer, presiona en esta dirección, pese a que el Mercosur sigue siendo muy importante para fuertes intereses argentinos (y también brasileños). El Mercosur amplía el comercio entre los países miembros pero mantiene barreras arancelarias consensuadas ante terceros países. Este esquema, que promovía un mercado interno ampliado común, está agotado para el gran capital. Deviene disfuncional a su estrategia de insertarse en las tendencias a la mundialización como respuesta a la crisis. Entre los socios, pese a la convergencia ideológica de Macri y Temer y a la condición de “socios estratégicos” de Brasil y Argentina, crecen las divergencias comerciales y las expectativas apuntan fuera del bloque, generando tendencias centrífugas. La “flexibilización” demandaría revisar los obstáculos a que cada país miembro llegue a acuerdos con otros países, pero esto podría iniciar la disgregación, o al menos, la pérdida de su conformación actual, un riesgo para las exportaciones industriales argentinas “brasil-dependientes”.

Presión sobre Venezuela

La actuación de la OEA en la crisis en Venezuela es un test del nuevo papel de Buenos Aires como novísima adquisición del bloque conservador. Tras una larga y difícil negociación, primó el compromiso, sin apelar a la “Carta Democrática” que preferían EE.UU. y sus aliados más estrechos, como Colombia. Se resolvió ejercer presión por el diálogo gobierno-oposición, para buscar acuerdos que destraben la transición a un “poschavismo” acorde con el orden.
El resultado de la reunión parece derivado del acuerdo entre Malcorra y Serra, el nuevo jefe de la diplomacia de Itamaratí, donde le habría tocado el papel de impulsar la iniciativa a la canciller argentina. Por ello, la derecha “dura” venezolana criticó amargamente a Macri, además de rebautizarlo “micro”. Ramos Allup, líder de la opositora Asamblea Nacional escribió en su Twitter "Pena posición Argentina sesión OEA. Creíamos otra cosa después declaraciones sobre Vla (Venezuela) Macri recién electo. Cristina (Kirchner) al menos no era hipócrita" (Clarín, 02/06 ). El País y otros sectores también se sintieron defraudados por Macri.
Rodolfo Gil, ex Embajador, escribía como balance en Clarín (07/06) que para la diplomacia “Los medios y la búsqueda del aplauso fácil de las audiencias cautivas no deben ser ni el instrumento ni el objetivo. La meta excluyente es aliviar la angustiante situación del pueblo venezolano, sin lesionar ni su dignidad ni su soberanía. (...) Es en este marco que Argentina tiene un rol preponderante, más aún teniendo en cuenta la actual situación por la que atraviesa Brasil. Explicitar el apoyo a las posiciones de la oposición quizás no sea el mejor punto de partida para tener un rol orientador, cooperativo e importante para ayudar a los venezolanos a resolver su crisis. También sería importante que la voz y las acciones de nuestra política exterior no se presten a interpretaciones múltiples. Quizás haya que reflexionar acerca de que no siempre la agenda del candidato a un cargo internacional importante (léase Malcorra a la ONU) coincide con la de los asuntos exteriores de la Nación”. Serra, el nuevo canciller brasileño, así como el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Heraldo Muñoz, coincidieron en el llamado al “diálogo” entre gobierno y oposición, respaldando la gestión argentina.
En suma, el nuevo clima de entendimiento con Washington y los intereses políticos del gobierno no excluyen la necesidad de tener en cuenta relaciones de fuerza, ni la reticencia a una injerencia imperialista más directa en los asuntos sudamericanos que es “política de estado” en Brasil, lo cual no excluye nuevas medidas de presión para “convencer” a Maduro.
La otra cara del protagonismo de Malcorra en la reunión de la OEA es el notorio vaciamiento del “sudamericanismo”, ilustrado por el pálido papel que juega UNASUR en la crisis venezolana. Tal como muestran las gestiones de su Comisión mediadora en Santo Domingo, impulsa también el diálogo entre la oposición y Maduro para canalizar la transición con respeto al “Estado de derecho” (como gusta subrayar Serra).
Esto refleja que el tándem Macri-Temer empuja a la reconversión del “sudamericanismo” en algo pragmático y de signo mucho más conservador. Las instituciones para la “integración latinoamericana”, como UNASUR y CELAC, concebidas en su inicio como instrumentos para regatear por un nuevo orden regional, más autónomo, frente a Washington, quedan sumidas en una seria crisis por la deserción de sus hasta hace poco principales pilares. Por lo pronto, pasan a ser entes más “descafeínados”, inocuos para la reorientación hacia la colaboración con Estados Unidos.

Malcorra, candidata a la Secretaría General

El 20 de mayo Macri anunció formalmente el respaldo a su actual Ministra de Relaciones Exteriores como candidata nueva Secretaria General de la ONU. Susana Malcorra se formó en las filas gerenciales de grandes multinacionales como IBM y Telecom, y de allí saltó a las cúpulas de las Naciones Unidas, nada menos que al importante puesto de directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos, una de las mayores dependencias de la ONU. En 2012, escaló al puesto de jefa de gabinete del Secretario General, Ban Ki-moon. Se formó estrechamente ligada a los altos medios estadounidenses y desde esos puestos jugó un papel clave en las tareas de la “burocracia dorada” que habita la gran sede de Nueva York: gestionar el orden mundial dominado por el imperialismo con los métodos del consenso diplomático, las intervenciones “humanitarias” y, cuando estos no alcanzan, habilitando el uso de los portaaviones.
Habrá que ver si la candidatura de Malcorra (que podría tener importantes apoyos tras bastidores en Washington y representaría un importante grado de continuidad de la gestión Ban-Ki Moon) prospera, pues depende de tejer múltiples alianzas, negociando el visto bueno de las grandes potencias (Inglaterra tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad, que es donde se “filtra” a los candidatos, como también China y Rusia -para esta podría ser más potable que los varios candidatos de Europa del Este que se presentan), sin dejar de cosechar adhesiones en muchos países de la periferia, en Asia, África y América Latina. Una ubicación demasiado agresiva ante Venezuela, como anticipaban declaraciones de Macri y como esperaban la derecha venezolana y el español El País, socavaría esa posibilidad.
Aunque por ahora sus posibilidades son algo borrosas, por decir lo menos, es obvio que una argentina en la ONU sería un éxito de proyección internacional para Macri, instalando al gobierno argentino como un interlocutor-aliado más valorado en las alturas de la “comunidad internacional” (léase, en los medios imperialistas).

Malvinas y el olor del petróleo

Cuestión histórica que sigue simbolizando la subordinación semicolonial de Argentina al imperialismo, Malvinas es otro frente importante de la política exterior argentina. Fue moderadamente agitado en los foros internacionales bajo los gobiernos kirchneristas, apelando a que Inglaterra acepte dialogar sobre el futuro de las islas según las resoluciones de la ONU.
El gobierno PRO abrió fluidos contactos con Londres, en lo que The Economist califica como “un raro momento de calidez en las relaciones angloargentinas” (28/05). La canciller Malcorra adelantó, en entrevista al Financial Times (reproducida en El Cronista Comercial, 18/05), que "las islas todavía son máxima prioridad porque están incluidas en la Constitución y si descartara el asunto estaría yendo en contra de la Constitución", aclaró. "Pero tenemos que explorar el diálogo y la colaboración más allá de las Malvinas", afirmando que las relaciones bilaterales con frecuencia son buenas en un 80% y malas en un 20%."Queda claro que ese 20% tiene que ver con Las Malvinas. Pero en el largo plazo, podemos encontrar una solución", aseguró. "Las órdenes del presidente Macri son concentrarse en el 80%. Necesitamos desarrollar la confianza". O sea, cajonear el reclamo, más allá de la retórica, para que no sea un obstáculo para las relaciones con la City británica, plaza financiera de importancia global.
El 14 de junio se cumple un aniversario más de la rendición militar en las islas y Macri, ubicándose en ese cuadro, renovó la invitación a “reanudar las negociaciones sobre la cuestión de las Islas Malvinas en los términos establecidos por las resoluciones 2065, 37/9, y demás resoluciones pertinentes de la Asamblea General, y urge al cese de actividades unilaterales en el área en disputa, conforme lo establecido en la resolución 31/49” (Página12, 11/06). Merece atención su dicho de que "El Gobierno argentino reitera una vez más su plena disposición a un diálogo abierto con el Reino Unido, y a fortalecer la relación bilateral a fin de identificar posibles áreas de cooperación en el Atlántico Sur" (La Nación, 10/06). Y es aquí donde todo lo invade un olor a petróleo... que parece sentirse con más intensidad en las cercanías del despacho de Energía.
Casualmente está instalado allí Aranguren, de quien puede decirse cualquier cosa, pero no que sea infiel a las deidades en las que se formó, en particular, a sus 16 millones en acciones de Shell, donde fue CEO por muchos años. Aunque el PRO parece no haberse dado cuenta, Shell es de capitales angloholandeses y en 2015 reforzó su posición mundial mediante la megafusión con British Gas (BG). Está en una etapa de plena expansión sobre tierras latinoamericanas, participa de importantes hallazgos de hidrocarburos, incluyendo el pre-sal, en Brasil, donde es el segundo productor, detrás de Petrobras. Hace días se anunció su retorno a Bolivia, acordando con el gobierno de Evo una multimillonaria inversión - a través de BG - en exploración y explotación en Tarija y Chuquisaca (La Razón, 08/06).
El pulpo inglés actúa en alianza con la francesa TOTAL, compartiendo operaciones desde República Dominicana a Vaca Muerta (donde ambas comparten un programa de inversiones por 550 millones de dólares). Casualmente también el ministro Aranguren le compró a TOTAL gas en Chile (que no es productor) sin licitación y por un precio mucho mayor al del gas que proporciona Bolivia, con lo que Aranguren se ganó una causa judicial.
Ahora, en buenas condiciones para reforzar notablemente su posición en Argentina, cabe preguntarse si Shell será en la era Macri lo que REPSOL en el menemismo y el primer kirchnerismo.
Y es cuando volvemos a Malvinas, donde la empresa Rockhopper anunció el 20 de mayo importantes descubrimientos en la plataforma submarina adyacente: “Sus reservas netas de petróleo se duplicaron a más de 300 millones de barriles, mientras expertos independientes estiman que la Cuenca tiene un potencial de casi 1.000 millones de barriles, un nivel similar al que reporta en la Argentina la firma local Pluspetrol” (E&N, 20/05). Rockhopper es una de las 4 petroleras británicas de bajo porte que opera en las islas y ya en 1994-95 Shell intentó su compra. Sería muy interesante conocer la actual composición de los paquetes accionarios de estas empresas.
La exploración en gran escala de las reservas de las Malvinas se vería facilitada si hubiera acceso a puertos, aeropuertos y servicios en la costa patagónica... Y aquí es donde podría terminar cerrándose el círculo de las “posibles áreas de cooperación en el Atlántico Sur” que Macri propone a los piratas.
Nuevas rondas de entrega y servilismo, orquestadas en el mayor secreto posible, a espaldas del pueblo argentino, es todo lo que puede esperarse de la política exterior PROimperialista.

Eduardo Molina

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