martes, 14 de junio de 2016
Las puertitas del señor (José) López
Bahamas o General Rodríguez. Un convento o un paraíso fiscal. Lo esencial no es el lugar ni él quien, sino el carácter escultural de la corrupción en el capitalismo.
Las imágenes de José López hablando con la expresidenta Cristina Fernández o flanqueando al exministro de Planificación Julio de Vido no cesan de circular. Será así por varios días o semanas. Es la maquinaria de la “batalla cultural” macrista en acción. La “corpo” mediática busca imponer el sentido común de imbricar, como sea posible, a CFK como parte del entramado de corrupción que los Báez o López ponen de manifiesto a cada momento.
Materia prima no les falta. No es necesario realizar ningún tipo de montaje cinematográfico para esas imágenes. López fue tan parte del gobierno nacional como el mismo De Vido o la expresidenta. Una de las últimas imágenes que circula es la de un acto donde hace una encendida defensa del “modelo”.
No es el único ex kirchnerista que pasará a ocupar el banquillo de los acusados. Viene a engrosar una lista en donde antes que él figura su ex jefe Julio De Vido, Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi, entre otros.
Tampoco son solo figuras políticas de ese espacio las que están atravesadas por acusaciones. Basta recordar los nombres de Fernando Niembro o Darío Grindetti para hacerse una idea de que la corrupción y el ocultamiento de dineros a gran escala son transversales a la política burguesa. Algunos eligen los conventos, otros los paraísos fiscales. Para el caso la única diferencia son los métodos.
La detención de López deja al desnudo el carácter implícito de la corrupción capitalista. Que se trate de un funcionario esencial en el área de la obra pública no hace más que ratificar los argumentos de uno de sus ex socios, Lázaro Báez, ante el juez Casanello.
Que los negociados con el Estado constituyen la base de pingües beneficios lo sabe mejor que nadie el actual presidente. La historia del grupo Macri, desde la última dictadura en adelante, es la historia de un clan enriquecido al calor de esos negociados, a costa del erario público que recae, en forma de impuestos, esencialmente sobre el pueblo trabajador.
La realidad demuestra que la propuesta de la izquierda sobre la necesidad de que todo plan de obras públicas sea controlado por los trabajadores está estrechamente asociada a este carácter rapaz y corrupto de la obra pública en el Estado burgués. Resulta evidente que esto ocurre más allá de las banderas políticas. Estatalismo “progre” o (neo) liberalismo del derrame, no hay diferencias a la hora de garantizar esos negociados.
Pero el enriquecimiento en la función pública también está ligado a las prebendas que el mismo Estado le garantiza a la casta que gobierna a su servicio. Incluso los funcionarios “honestos” tiene un nivel de vida radicalmente superior al del conjunto de la población trabajadora, nivel de vida que nace de las altas dietas -que se aumentan a discreción- y los privilegios que les acarrea esa situación.
Esos ingresos cuasi-millonarios no hacen más que profundizar la brecha entre la casta política que gestiona los intereses del capital y el conjunto de la población trabajadora. El PTS en el Frente de Izquierda ha propuesto hace tiempo –y lo lleva a cabo- que todo funcionario o legislador cobre como una maestra, un monto alejado de la fortuna que la casta se apropia. Como no podía ser de otra forma esto fue rechazado por el conjunto de las corrientes políticas de la clase capitalista.
Por estas horas, el kirchnerismo aparece como la fuerza política más golpeada por este escándalo. En particular el ex ministro De Vido es el centro de todas las miradas. Uno de los editorialistas de La Nación señaló hace pocas horas que es el fin de esa corriente política. Suena a apresuramiento y a deseo.
Algo, sin embargo, es seguro. La detención vuelve a poner en escena el carácter corrupto de una casta política que no distingue colores políticos.
Eduardo Castilla
@castillaeduardo
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