lunes, 8 de febrero de 2016

Zika, Dengue, sequías e inundaciones: ¿catástrofes naturales o tragedias típicamente capitalistas



Inundaciones, sequías y enfermedades epidémicas como el dengue y el Zika reaparecen de año en año y todo lo que escuchamos de los gobiernos y de los medios de comunicación tradicionales es que son “desastres naturales”. Pero mucho podría ser hecho si el interés de los gobiernos no fuese el lucro rápido de los empresarios.

No bastando todos los problemas económicos y políticos que Brasil atraviesa, el año 2016 se inició con una serie de desastres naturales, afectando a todas las regiones brasileñas, con inundaciones en el sur, sequías en el noreste y epidemias en varias regiones. Para tener una noción, uno de cada cinco municipios brasileños están en estado de emergencia o en estado de calamidad pública, ya sea debido a la sequía o a las inundaciones, desbordes y a tornados. Otro dato alarmante es el aumento en el número de los casos relatados de dengue, que llegaron en el año pasado a 1,6 millones de personas y que da señales de continuar creciendo.
La respuesta que escuchamos siempre es la misma letanía de los gobiernos de turno, sea de PSDB, PT o cualquier otro partido de los ricos, afirmando que son problemas de difícil solución, que son desastres naturales y que la población debe resignarse, llegando al absurdo del Ministro de Salud diciendo que “esperemos para que las mujeres obtengan el Zika antes de entrar en el periodo fértil”, una vez que no sería posible distribuir vacunas para toda la población.
Pero cuando lloramos esas calamidades más cercanas es fácil percibir que todas ellas, a pesar de su origen natural, son potenciadas y profundizadas por la ganancia capitalista, por la búsqueda de lucro sencillo e inmediato de los empresarios y por una serie de gobiernos que se inclinan a esos intereses, dejando de lado todo aquello que podría aminorar el drama de centenares de millares de personas, pero que no generaría lucro para los patrones.
El caso de Zika es un buen ejemplo de una tragedia anunciada que no fue evitada por que no interesaba a los dueños del dinero. El virus Zika es un virus que existía en África y en el sudoeste, pero con raros casos confirmados de contagio humano. En 2007, hubo la primera epidemia del virus fuera de sus territorios habituales, en la isla de Yap, en la Micronesia, un pequeño país de Oceanía. Desde entonces, fueron relatadas epidemias en otros diversos países del pacifico sur, como polinesia y Nueva Caledonia, en una clara ruta de aproximación a las Américas. Especialistas dieron declaraciones sobre el riesgo envuelto y sobre medidas que podrían ser tomadas para evitar el contagio, pero nada fue hecho. Caso similar es el del virus Chikunguya, que después de tres décadas sin causar epidemias, se vio lentamente expandido desde 2005 sin que ningún gobierno haya tomado cualquier medida para impedir, llegando ahora en 2015 como uno de los virus más presentes en los llamados “países en desarrollo”.
Tiempo no ha faltado para que se hubiesen creado vacunas, medios de control del mosquito vector y, principalmente, que las propias enfermedades fuesen estudiadas en profundidad, evitando dramas como el de la microcefalia, drama que millares de madres han sufrido en Brasil y cuya ligazón con el virus Zika era enteramente desconocida por la medicina hasta los recientes casos. Pero como el reciente escándalo de “píldora de la USP” contra el cáncer demuestra bien, la medicina como es hoy tiene como único objetivo el lucro, poco ha importado con enfermedades que afectan mayoritariamente países pobres, así como no va a tener interés en encontrar la cura de enfermedades que generar billones en tratamientos y remedios paliativos.
Sequías e inundaciones chocan a la sociedad hace siglos, pero siguen existiendo.
Fue en el distante año de 1877, todavía en el imperio de D. Pedro II cuando la burguesía del sudeste chocó con las terribles fotos traídas de las gran sequía que asolaban a la región del nordeste. En Ceara, estado más afectado, la mitad de la población de la capital fortaleza pereció y cerca del 20% de la población del estado fue obligada a migrar para otras regiones. En la época, el emperador afirmó en una sesión del congreso “que vendería hasta el último brillante de su corona antes que algún cearense muera de hambre”.
La bravata del emperador frente a dos millones de nordestinos que continuaban y continuaban muriendo de hambre en consecuencia de la sequía muestra claramente cual fue la atención dada por los gobernantes y por los ricos a ese drama: mucha demagogia y nada de acción práctica. Desde la época del imperio han creados diferentes proyectos para luchar contra la sequía, la construcción de presas y pozos artesanales hasta la faraónica obra de transposición del río San Francisco que comenzó en el gobierno de Lula y nunca fue concluida. En común, todas ellas presentan la corrupción y el servilismo a los lucros de los empresarios. La transposición de él San Francisco se encuentra parada por divergencias en el valor de los contratos con corruptas empresas que buscan aumentar sus ya voluptuosos lucros, así como el proyecto de pozos artesanales desarrollado después de la dictadura militar y luego fue abandonado por falta de interés de la iniciativa privada que no veía posibilidades de lucro con obras pequeñas, y por la inmensa corrupción, que hacía que esos posos fuesen instalados en las tierras de los “coroneles”.
Lo mismo podría ser dicho sobre las inundaciones que asolan el sur del país, inundaciones que acontecen en décadas y tienen como su principal causa la expansión desenfrenada de las fronteras agrícolas en el sur, ocupando los márgenes de los ríos y causando el empobrecimiento del suelo, acelerando la erosión del suelo. En ese comienzo de año vimos varios países de América del Sur sufrieron con las de los ríos Paraguay y Uruguay, que dejaran sin hogar en Brasil por lo menos a mil quinientas personas. Incluso con la ocupación desenfrenada, medidas paliativas con diques de protección y la construcción de reservatorios para soportar periodos de inundaciones podrían disminuir la intensidad de esas catástrofes periódicas pero nuevamente vemos el interés de la mayoría chocando con el lucro de los capitalistas.
Los trabajadores precisan tomar la conciencia de que esas tragedias podrían ser evitadas si hubiese real interés de los gobiernos, pero ellos apenas están interesados en garantizar la rentabilidad de sus patrones, los empresarios nacionales e internacionales que financias sus campañas y permiten la fiesta del robo y de la corrupción que se expande por todo el sistema capitalista, sin excepción desastres naturales como esos solo serán evitados cuando los trabajadores y el pueblo pobre pueda el mismo decidir que son las prioridades del estado, direccionando y distribuyendo el dinero conforme la necesidad de la mayoría y eso será posible solamente si tiramos abajo esa democracia para ricos.

Pedro Rebucci de Melo

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