domingo, 7 de febrero de 2016

Bossio, el peronismo y ese tranvía llamado traición



Pase de facturas al interior del viejo oficialismo. Macri más cerca del quorum. El intento de mudar a los inquilinos que habitan el primer piso.

En un libro publicado en 2013, Horacio González y José Pablo Feinmann dialogaban, entre otras cosas, sobre el peronismo. En esas páginas el autor de Restos pampeanos… afirmaba que uno de las rasgos que lo había fascinado en ese movimiento, allá por inicios de los 70, era lo “indecidible” del mismo.
González hablaba de las tensiones entre el discurso político y la práctica real del movimiento fundado por Juan Perón. Muy lejos de aquello, en el tiempo y en el discurso, por estas horas lo “indecidible” pasa por el rol que el ese partido ocupa en la escena nacional, transcurriendo sus horas y disputas entre ser una oposición moderada o una oposición extremadamente moderada.

Un solo Día de la Lealtad

La tradición del peronismo instituyó el 17 de octubre como el Día de la Lealtad. En esa jornada, una movilización masiva de trabajadores hacia el centro de la Ciudad de Buenos Aires, arrancó a Perón de la cárcel. Pero si hay una jornada dedicada a celebrar la Lealtad, eso quiere decir que hay otros 364 días (o 365 en años bisiestos) libres para ejercer la “traición”.
Por estas horas, la acusación de traición suena en todos los pasillos del Congreso, pero también en micrófonos y canales de TV. Los “acusados” son quienes hasta ayer nomás eran parte del “proyecto”, pero hoy han decidido encabezar una oposición “constructiva”, que bien podría definirse como oposición “plan canje”: votos a cambio de fondos para las provincias.
Los dardos se lanzan con particular fuerza contra Diego Bossio, una suerte de “nombre propio” de la traición (ya que citamos a Horacio González) pero también contra todos los demás.
La secretaria parlamentaria del bloque del FpV, María Teresa García, deslizó una diferenciación entre los legisladores que responden a los gobernadores y otros como Bossio y Romero. A los primeros les otorgó la “justificación” de depender de los fondos nacionales. Pero luego señaló que "Oscar Romero tendría que responder a los trabajadores del sector automotriz, que hoy están más que castigados, y que no se comprende de qué lado está”.
A pesar de los lamentos de García, Romero sigue en el mismo lugar en el que estuvo por años: del lado de las patronales y contra los trabajadores. La gran lucha de Lear, donde el gobierno nacional, el de la provincia de Buenos Aires y la misma burocracia del SMATA actuaron conjuntamente contra los trabajadores y la izquierda que los apoyaba, lo mostró. La memoria de García parece tan frágil como sus argumentos.
La misma legisladora dedicó palabras a Bossio, calificándolo como “traidor a los conceptos y las ideas que ha tenido este proyecto político durante doce años”. Sin embargo, hay que decir que el ex jefe de la ANSES hizo lo que todo peronista que se precie de tal: se adaptó a las circunstancias. El pragmatismo es la marca del origen del movimiento fundado por Juan Perón.

En la búsqueda del quórum

El macrismo eligió gobernar por decreto durante 90 días ante la imposibilidad de garantizarse poder aprobar leyes en un Congreso donde la mayoría le pertenecía a la fuerza política derrotada.
Esa decisión, sin embargo, disparó errores de cálculo que le valieron tener que retroceder para negociar. La designación de dos jueces de la Corte Suprema en “comisión” y el decreto que le otorgaba a la Ciudad de Buenos Aires una suba exponencial de lo asignado por coparticipación, debieron ser revisados “a la baja”. Quienes sondean más afanosamente el mundo de la política burguesa, señalan que esa última decisión limitó la cantidad de legisladores que podrían haber roto con la conducción de Héctor Recalde el pasado miércoles. Aunque no podemos suscribir la información, no le falta sustento lógico.
Con la nueva conformación de bloques que esta ruptura deja, Cambiemos pasa a ser el interbloque más fuerte, aunque el FpV siga siendo el que tiene más legisladores propios. El interbloque del oficialismo nacional suma 92 legisladores. A ellos se agregan ocho ex massistas y diputados que responden a los hermanos Rodríguez Saá, que acaban de sellar un “acuerdo parlamentario” para ser parte del quórum.
Si a eso se adicionan los legisladores que se hallan dentro del espacio político que hegemonizan Sergio Massa y José Manuel de la Sota (36) el macrismo tiene asegurada la posibilidad de sesionar.
La nueva bancada -autodefinida como bloque “Justicialista”- contará como mínimo con 18 legisladores, sumando a quienes abandonaron este miércoles el FPV y a otras figuras como Alberto Roberti (ex FR) y los pampeanos Gustavo Fernández Mendía y Sergio Ziliotto, que responden al gobernador Carlos Verna, un peronista que hace tiempo ya mostraba una posición díscola frente al gobierno nacional.
Sin embargo, lejos se está de una situación de completa seguridad para el gobierno nacional. Como lo admitió el senador Federico Pinedo –que algo conoce de roscas parlamentarias- "el oficialismo tiene que proponer leyes razonables y estar abierto a una discusión abierta. Si no proponemos disparates y tenemos una actitud democrática de valorar la diversidad, entonces el oficialismo no va a tener problemas para tener quórum".
La pseudo- alianza con Massa y las mismas contradicciones del peronismo en la oposición le imponen al macrismo caminar por la cuerda floja, incluso contando con estas rupturas.

Mudanzas

El sociólogo Steven Levitsky se hizo conocido en la política local al postular la metáfora de la “casa de dos plantas”, donde el peronismo territorial “alquilaba” la planta alta a diversos inquilinos según las tendencias políticas del período. El historiador Juan Carlos Torre ilustró una dinámica similar como la dualidad entre un “peronismo permanente" y un “peronismo contingente".
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Durante la década pasada, el “piso de arriba” estuvo ocupado por un peronismo de centroizquierda que usó a discreción los recursos del Estado para sostener su preponderancia. Las ruptura de Moyano en 2012 y de Massa en 2013 expresaron el angostamiento de la base social y política del kirchnerismo gobernante.
Burócratas sindicales, gobernadores e intendentes, ocupantes permanentes de la planta baja desde hace décadas, sostuvieron a los inquilinos mientras duró su gobierno. Aceptaron los métodos bonapartistas que impuso el 54% de 2011 por un período largo y la fortaleza de las arcas estatales.
Pero una vez producida la derrota electoral, se encaminan hacia la recuperación del primero piso. La candidatura de Scioli fue el momento de empezar a subir las escaleras. Ahora hay que seguir avanzando.
Junto a las necesidades financieras de los gobernadores, la ruptura en el peronismo incluye ese objetivo. Un sector de la vieja coalición gobernante se propone superar el estadío “camporista”. El peso de la burocracia sindical –expresado en el SMATA de Pignanelli y Oscar Romero- es distintivo del crecimiento de un sector que solo soportó el discurso de los DDHH por un período, pero cuya afinidad ideológica está en la derecha peronista más rancia.
Precisamente lo que buscan estos sectores es que un eventual retorno en 2019 no sea bajo la férula kirchnerista, sino bajo un peronismo más conservador. En esa clave hay que leer también la “traición” de figuras como Urtubey, Bossio o Romero.
Sin embargo, quienes hoy “traicionan”, mañana volverán seguramente a la gran casa peronista. Precisamente por eso, no se puede contar esta ruptura como un triunfo contundente de Macri. Las tensiones del peronismo se dan en el marco de actuar como partido de oposición. Cuando los costos políticos puedan ir en contra de fortalecer esa perspectiva, "traidores" y "traicionados" podrán verse nuevamente cerca. En ese sentido, los festejos atolondrados de Clarín y La Nación tienen mucho de triunfalismo exagerado.

Eduardo Castilla
@castillaeduardo

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